· El arte de ser siempre filósofo
Es un arte prácticamente perdido. Hemos sido criados y educados en el bullicio y en la alienación de un cambio permanente, de una marcha perpetua bajo la amenaza del aburrimiento o de las fantasías de nuestra psiquis.
El «Mundo viejo» del cual todos provenimos está aún muy aferrado a nosotros, con sus costumbres vacías, sus concesiones, sus oscilaciones entre formas religiosas ya desprovistas de contenido y el materialismo bestializante.
Muchos carecemos de la capacidad de detenernos a observar nuestro entorno, que es una de las formas de observarnos a nosotros mismos, y caminamos y caminamos pisoteándolo todo, sin reflexión y sin participación real en el plan de la Naturaleza, que es la manifestación del Plan del Dios que nos rige.
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