Fundamentos de la teoría de la reencarnación
Este tema es fundamental para todos nosotros, porque es uno de los temas que abarca la filosofía, o sea, la búsqueda de la sabiduría.
Hoy, en nuestra actual civilización, existe un gran desarrollo de la ciencia y, en especial, de la técnica. Los medios mecánicos que poseemos nos permiten trasladarnos velozmente de un lugar a otro; nos permiten comunicarnos; nos permiten estar en contacto los unos con los otros. Pero estos medios mecánicos y esta alienación científica en el sentido materialista y práctico nos han despojado de la iniciativa para poder entender y comprender los fenómenos inexorables de la Naturaleza.
Sin embargo, ha habido otras épocas y otros tiempos; ha habido otros hombres y otros pueblos que tuvieron más tiempo o más predisposición, o más gusto por estas cosas. Pero hoy, acerca de los problemas fundamentales del hombre, estamos tanto o más ignorantes que el hombre que pintaba en las cuevas de Altamira.
Por eso, nosotros nos seguimos haciendo una pregunta vieja que surge de labios nuevos: ¿qué pasa con nosotros?, ¿qué pasa con nuestra vida?; ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?…
Las distintas religiones de los distintos tiempos, han tratado de solucionar este problema. Le han dado al hombre, a través de símbolos –como bien dice el mismo Jesús en el Nuevo Testamento– una serie de verdades.
Pero es obvio que en nuestra alienación actual y práctica, en nuestro mundo cotidiano, nuestra conciencia está adormecida para los problemas simbólicos. Tan solo unas preguntas nos gritan desde adentro: ¿es que se diluye todo cuando morimos? ¿Es que nuestra conciencia se pierde en la nada? ¿Es que vamos a algún lugar de prueba? ¿Es que existe un Infierno? ¿Es que existe un Cielo? ¿Es que volvemos de nuevo a este mundo?
Ante esto, quiero tocar esta teoría sobre la posibilidad de que retornemos a este mundo. Es una posibilidad filosófica que, por cierto, no es una idea nueva.
Todas las antiguas culturas y civilizaciones, hasta donde nosotros conocemos, tuvieron a su disposición mecanismos de conocimiento que vieron esta posibilidad de la reencarnación como cosa fáctica.
Tomemos algunos ejemplos. En América, entre los aztecas, existía la creencia de que el alma volvía de nuevo a este mundo. Decían que los hombres que morían, pero que estaban muy aferrados a la tierra, quedaban presos del encanto de la tierra.
Pero sostenían que las almas que se habían liberado del mundo, las que ya no tenían apegos en el mundo, las que creían que había “algo más” y más lejano, iban a lo que hoy llamaríamos la fotósfera del sol, es decir, que iban a vivir en la luz, como colibríes bajo la forma de Huitzilopochtli.
Los antiguos egipcios creían también que los hombres podían reencarnar. Todo hombre, cuando moría, tenía una prueba que transcurría en el Aduat. El Aduat, suerte de purgatorio, era un lugar donde se pesaba el corazón del difunto en una balanza, y se le hacían una serie de preguntas a las que debía contestar. Aquellos que eran suficientemente sutiles podían llegar al Amen-Ti, o sea, la Tierra de Amón, el lugar mágico donde cada uno encontraba lo que quería encontrar. El lugar maravilloso donde los lotos no se cierran jamás; donde las barcas no se hunden; donde los besos no se traicionan; donde los alimentos no se corrompen; donde las palabras no se pierden; donde todos los hombres tienen el don de lenguas y se entienden… Pero aquellos que, careciendo de esta fuerza espiritual, quedaban presos en las ansias de volver a la tierra, no podían pasar el Aduat y tenían que regresar otra vez a las experiencias terrestres.
Lo mismo nos indican los chinos, los griegos, los romanos. Incluso los primitivos cristianos, hasta el concilio de Trento, van a tener en algunas de sus líneas de conocimiento, la afirmación de que los hombres vuelven a la tierra, e incluso de que Jesus-Cristo era una suerte de reencarnación de uno de los profetas anteriores. Vemos, pues, que este argumento se pasea por toda la Historia.
Es tal vez en la India donde podamos captar y adquirir los conocimientos más precisos, hoy en día, sobre este tema de la reencarnación .
Los hindúes, dentro de sus distintas religiones o sectas, han llegado a afirmar que en el mundo todas las cosas reencarnan, todas las cosas vuelven a vivir.
Contrariamente a lo que se cree, los hindúes hicieron filosofía e hicieron dialéctica antes que los griegos, y habían tratado de demostrar, no solamente mediante la fe, sino también mediante el razonamiento, que el hombre podía volver a vivir. Decían que todas las cosas son cíclicas. Hablaban de grandes períodos de tiempo activo, que llamaban Manvántaras, y de otros ciclos de sueño o Pralayas. Consideraban que esa actividad –que atribuían a la expiración y a la inspiración de Brahma, o sea, al respirar de la Deidad– existía también en todas las cosas, del mismo modo en que nosotros estamos despiertos unas horas al día y dormidos estamos otras horas.
Miles de años ha, ellos habían ya descubierto las leyes de Lavoisier: “En la Naturaleza nada se pierde, todo se transforma”. Habían notado el recorrer cíclico de las estrellas y la forma repetida en que el sol nos alumbra cada mañana. De esto dedujeron que todas las cosas eran cíclicas; que todas las cosas eran, en parte, irrepetibles, y en parte, se repetían y volvían a ser.
La continuidad y la eternidad no serían para el pensamiento hindú un estatismo o la permanencia de una cosa, sino que serían, más bien, el devenir continuo de las cosas.
El concepto de “duración” y de “eternidad” no estaría en la permanencia objetiva de algo, sino en la permanencia de un cambio constante cuya finalidad es misteriosa; en la utilización de un impulso interior espiritual que mueve a todas las cosas hacia su fin ultérrimo.
Este impulso va encadenando una secuencia de fenómenos. Los hindúes nos hablan de la ley del karma: la ley de causa y efecto. Toda cosa, todo lo que pasa es efecto de lo que pasó antes y causa de lo que va a pasar después. Ninguna cosa, ninguna palabra, ninguna actitud, ninguna criatura, ningún mundo, ningún estado es solo y único en el universo, sino que es fruto de lo que pasó, y germen de lo que va a pasar.
Esta ley de acción y reacción estaba encuadrada en una direccionalidad cósmica, en una ley; es decir, que las cosas existen y se mueven por algo. Y esta es otra pregunta que nos hacemos todos: ¿por qué pasa todo lo que pasa? Ante la incomprensión de ciertas aparentes injusticias, el hombre cae entonces en una forma de ateísmo, porque se pregunta: ¿Dios es justo? ¿Dios es bueno? Si Dios es justo y bueno, ¿por qué hay hombres que nacen en cuna de oro, mientras que otros nacen en una pocilga? ¿Qué clase de Dios injusto es el que hace nacer un niño enfermo o ciego, y en cambio le da a otros todas las posibilidades?
Esta es una vieja pregunta. De ahí que los filósofos y metafísicos hindúes creían que existía un “camino”, al que llamaban Sadhana, y una Ley, que llamaban Dharma, una ley universal que hacía que todas las cosas fuesen a alguna parte con un fin predeterminado.
Los hindúes creían, entonces, en la reencarnación de las almas. Pero no en una reencarnación de manera simplista, según la cual un hombre se muere, está un tiempo en un mundo sutil y vuelve de nuevo. Porque si fuese tan fácil, todos recordaríamos lo que fuimos de una manera clara.
Para poder entender el pensamiento hindú, hace falta recordar que ellos pensaban que el hombre no es uniforme, sino que estaba constituido por siete vehículos diferentes. Algunos de estos vehículos eran los que reencarnaban y otros no reencarnaban.
Afirman sus viejos libros que el hombre está constituido de siete envolturas en diferente estado de vibración. Partiendo de abajo hacia arriba, tendríamos en nosotros algo que es común con las piedras, que es común con todas las cosas que nos rodean: es el cuerpo físico, o Stula Sharira, aquello que tiene densidad. Más allá –y al decir más allá me refiero a otra dimensión– estaría el Prana Sharira, o sea, el cuerpo vital o de energía, lo que diferencia a un hombre vivo de un hombre muerto o que acabase de morir.
El tercer vehículo, partiendo de abajo, es el Linga Sharira, que normalmente en esoterismo occidental es llamado “el doble” o el doble psíquico. Es lo que tenemos en común con los animales, mientras que el Prana Sharira es lo que tenemos en común con los vegetales, y el Stula Sharira con los minerales.
En la constitución del hombre se establece toda una relación con la constitución de la Naturaleza: la parte física con los minerales, la parte energética con los vegetales, la parte psíquico-animal con los animales: ahí radican nuestras pasiones, nuestros sueños, nuestras fantasías.
Luego, existe un Kama-Manas, es decir, una “mente de deseos”, una mente egoísta que teme, se asusta y tiembla cuando advierte que le va a pasar algo.
Más allá de la anterior está el Manas o mente superior. Esta mente es serena, constante. Luego viene el vehículo llamado Budhi, que es la intuición inteligente, sin pensamiento distorsionador; y por último, Atma, la voluntad pura que refleja la Deidad en el hombre.
Los cuatro primeros cuerpos o vehículos mencionados serían, para los hindúes, mortales y se desintegrarían con la muerte. La muerte sería, pues, un desgaste que comienza con el nacimiento. Desde que nace hasta que muere, el hombre va muriendo poco a poco, hasta que, al fin, le llega el colapso final, en el que perdería la parte física, la parte energética, la parte psicológica y la parte mental-egoísta.
Mas restan tres planos de conciencia más profundos: el Manas, el Budhi y el Atma, que pueden servir de escala para remontar al cielo; existiría en el hombre una parte individual, que no se puede dividir y que es la que en función de los “Skandas”, o sea, las causas de acción, el Karma acumulado, se reencarna.
Ahora podríamos entender por qué nacemos a veces en cuna de oro y otras veces en establo. Porque, desde el punto de vista filosófico, no siempre se aprende más cuando se nace en cuna de oro que cuando se nace en un establo.
Un hombre puede nacer de una manera u otra y siempre puede extraer una experiencia. Pero esa experiencia es limitada, porque si nace en una familia de campesinos, ese hombre tendrá la experiencia del campesino, pero le faltará la del artista, del militar, del político, del poeta.
De ahí que esa parte carente de experiencias vuelva a la tierra a ocupar los cuerpos de los niños que nacen; vuelva por nuevas experiencias, nuevos encuentros, nuevas vibraciones biológicas.
Lo que reencarna no es todo el hombre, sino una parte, la parte superior o espiritual que, generalmente, está poco desarrollada. Nuestro tiempo está dedicado a los problemas materiales y no al desarrollo del yo superior…
De tal suerte, las leyes que rigen el destino, según los hindúes, hacen que solamente la parte superior sea la que reencarna. Pero de la parte superior tenemos muy poca conciencia. Ya lo dijo Platón, quien también explicó la reencarnación; él habla de las aguas del Leteo, del río que hace que nos invada el olvido. Cuando se beben esas aguas, el hombre vuelve a renacer sin recordar prácticamente nada; a veces se renace con una chispa de recuerdo, pero no con algo inteligente y ordenado.
Platón –con ese típico sarcasmo de los griegos– dice que los más apasionados se tiran a las aguas del Leteo y beben con las dos manos, quedando luego completamente dormidos; y que, en cambio, los prudentes son los que toman poco y luego pueden recordar algo.
En el mito de Er, Platón desarrolla esto y lo explica perfectamente. Recordemos cuando hace que le pregunten a Sócrates: “¿De dónde nacen los vivos?”, y él contesta preguntando a su vez: “¿De dónde nacen los muertos?”. Los muertos nacen de los vivos, y los vivos de los muertos.
Para Platón, Sócrates y toda la línea del pensamiento filosófico griego, había también un ciclo inexorable en donde una misma humanidad iba reponiendo energías, tomando de nuevo contacto con el mundo y realizando nuevas experiencias.
¿Es esto cierto o no lo es? Eso no es fácil de contestar; simplemente exponemos esta forma de pensamiento para que cada cual tenga su propia vivencia.
Todos sabemos que estamos en un mundo regido por la propaganda. La filosofía, precisamente, y nuestra posición acropolitana dentro de la filosofía, propone un encuentro interior para pensar por uno mismo.
Es preferible equivocarse por sí mismos antes que ser llevados hacia una forma de verdad que nunca comprenderemos, que nunca nos permitirá tener una individualidad desarrollada. De ahí que preguntemos sin esperar respuesta: ¿es que volvemos a vivir? ¿Es que realmente reencarnamos?
Aparte de lo que dijeron los hindúes, pensemos, aplicando el sentido común –el menos común de los sentidos–: si entrase alguien por primera vez aparentemente en el recinto donde nosotros estamos presentes, y conociese perfectamente la disposición de los muebles y lo que contienen, ¿qué diríamos? Es obvio que diríamos que antes ya estuvo alguna vez en él, porque si no, no lo sabría.
¿Cómo explicar la facilidad de algunos niños que, por ejemplo, han manejado instrumentos musicales a los cuatro o cinco años de edad, o la facilidad de algunos escultores que esculpen naturalmente sin enseñanza previa?
Hay teorías modernas que intentan explicar esto con la argumentación de un inconsciente colectivo, de que a través de la ascendencia fisiológica nos llegarían potencias anteriores. Pero, obviamente, esto es menos científico que pensar que el hombre tiene esa posibilidad porque ya la tuvo otra vez. Por ejemplo, si alguien, como pasó en Italia con un campesino, comienza a hablar griego perfectamente, es porque recuerda algo. Y si además se refiere a hechos históricos concretos que nunca ha presenciado, es porque recuerda algo.
En todos nosotros existe como una pre-experiencia individual, que a veces se manifiesta como una sensación difusa, imprecisa. Simpatías, antipatías, angustias y sobrecogimientos que no tienen explicación lógica…
Así, si no es cierto, es por lo menos posible que hayamos vivido otra vez. Y, ¿dónde pudimos haber vivido? ¿En otro mundo o en este?
Si estamos preparados para sobrevivir en este mundo, es que podemos volver a vivir en este mundo.
Se dice que lo que anula la teoría de la reencarnación es el crecimiento demográfico. Porque si en la Antigüedad se calculaba una población mundial menor a 50 millones de personas, y hoy hay 4000 millones de personas, ¿qué ocurre? ¿Es que hay una fábrica de almas? Esta es una buena pregunta. Pero nos responden los mismos antiguos: el número de almas es fijo. Este número fijo de almas, al haber una gran población física en la tierra, tiene poco período celeste, por lo que las almas son más “materiales”, y tiende a propagarse el materialismo en el mundo. Cosa que coincidiría con lo que está pasando hoy, en que los niños ya no guardan la inocencia de otros tiempos.
¿Será cierto lo que decían los antiguos hindúes, de que cuando hay grandes masas de población, las almas reencarnan muy seguidamente, teniendo poco tiempo para lavarse, purificarse?
¿Y que cuando en el mundo hay poca población, las almas tienen una larga vida celeste, y entonces es cuando nacen los grandes místicos, los grandes filósofos; y los niños hasta una edad avanzada siguen creyendo en cuentos de hadas y de gnomos?
Esta simple concepción metafísica cambia todos nuestros conceptos: los conceptos científicos, económicos, políticos, sociales, de relación de los pueblos; y nos torna mejores, más generosos. Entendemos que el mendigo que vemos en la esquina de una calle está pasando una experiencia que nosotros a lo mejor ya hemos pasado o pasaremos; y que tenemos que ayudarle, pero no ayudarle porque queda bien, sino porque es nuestro hermano y compañero de ruta. Porque todos juntos estamos viviendo un camino difícil, espinoso, con subidas y bajadas. Y en este camino tenemos que permanecer todos con esa conciencia de unidad.
Todas estas cosas han estado en el seno de todas las religiones; no están en oposición con ninguna religión, puesto que fueron enseñadas de alguna manera por todos los Maestros.
Jesús mismo dijo: “Es necesario renacer”. Lo que se puede interpretar de varias y profundas maneras.
Estas cosas existen aún en la mente de cualquiera que tenga un sentido científico de la vida, o un sentido positivo. Porque lo que acabamos de expresar es científico y es posible desde el punto de vista positivo.
Es necesario hacer una reflexión sobre estas consideraciones que nos atañen a todos; sobre el saber si vamos a volver a vivir.
Yo creo que no volvemos a vivir. Yo creo que continuamos viviendo. Creo que decir “volvemos a vivir” sería como pensar que morimos en algún instante. Yo no creo en la muerte. La muerte no existe; es un fantasma inventado para asustarnos. Nada muere. Todo se transforma. Todo cambia.
Con la misma ley que transforma la Naturaleza, Dios, o como se quiera llamar, es lo que nos va a llevar en la vida y en la muerte. ¿Cuánto nos costó nacer? Tanto como nos costó nacer, nos costará morir.
Me ha parecido muy interesante el artículo. Los temas de reencarncaión me atraen en gran manera. me gustaría leer más cosas sobre esto; pero, por favor, a un nivel asequible, por lo menos de claro como el este artículo que acabo de leer de Jorge Ángel Livraga.
Un saludo. Ernesto.
¿CUAL ES NUESTRA MECÁNICA UNIVERSAL Y ESPIRITUAL?
La conducción a un ciclo infinito.
Ya sabemos todos que todo lo que tiene un principio tiene un fin, pero este fin da lugar a un renuevo o a un nacimiento o a una continuidad evolutiva.
Desde la más mínima vida en la tierra como los microbios o más pequeños aún elementos de la raíz de la vida hasta los más grandes elementos vivos, el fin es el significado del cambio y evolución.
El ciclo infinito tal y como lo conocemos en la vida, observando que desde la simple flor que muere, dejando sus semillas para el renacimiento y la procreación también participa a la vida del pájaro o animales o insectos los cuales mismos participaran a la las vidas de lo cual se nutren ellos, que sean la misma tierra absorbiendo sus desechos y mejorando la nutrición de la naturaleza o que sean otros seres vivos que se alimenten de ellos. De cualquier forma ya conocemos este ciclo de vida pero, ¿alguna vez pensaste en comparar o asimilar a este anterior citado el ciclo de la vida o existencia espiritual?
Quizá estamos buscando la razón de la vida más lejos de lo que en realidad la tenemos………..
Gracias a la multitud de sesiones regresivas con hipnosis pude comprobar que en realidad el sistema natural de la existencia universal y espiritual también funciona con un ciclo infinitamente evolutivo utilizando lo que llamamos el fin como un proceso de evolución. Si observamos el universo y sus muchas galaxias vemos un infinito desarrollo creciente y evolutivo y si observar nuestros cuerpos descubrimos que en su interior existe un similar a este mismo universo, microbios, células, componentes, vidas y formas diversas lo habitan y sus vidas interiores minúsculas existen por necesidad evolutiva. O sea que nuestro cuerpo siendo un universo dentro de la mecánica universal global pertenece a un planeta cual también tiene su complejo sistema evolutivo y este mismo perteneciendo a nuestro sistema solar cual esta funcionando por otro sistema muy complejo evolutivo. De esta forma podemos darnos cuenta que la sistemática de una existencia y cualquier sea esta existencia, esta dentro de otra más compleja y que cada una genera a otra y a si misma una evolución. De la misma forma que volviendo a nuestra galaxia y comprendiendo que existe dentro una magnitud de otras lo cual llamamos el universo, permite una armonía general de evolución.
Ya descubrimos científicamente que el universo evoluciona de forma infinita y que todo lo que se trasforma o tiene fin va participando a la evolución incluyéndose a esta misma.
Los mismos agujeros negros que incesamente absorben todo lo de su alrededor permiten una continuidad en otras dimensiones y tiempos distintos para generar cambios y evoluciones.
Nuestros espíritus también funcionan con esta base de evolución infinita y esa es la razón por la cual reencarnamos una y otra vez en la tierra viviendo todas las experiencias necesarias hasta que lleguemos a obtener una totalidad insuperable. En llegar a la totalidad de aprendizaje terrestre, nuestro espíritu sigue su evolución de forma distinta en un no tiempo o en otras galaxias con otras formas de vidas para poder asimilar todo lo que no puede aprender nuestro espíritu al estado puro. En realidad existe un conocimiento universal a propósito del funcionamiento de la existencia del universo, y este conocimiento solo es posible tenerlo al estado de espíritu de luz, en contra parte los conocimientos debidos a las emociones y sentimientos deben de asimilarse a través de cuerpos para poder sentir y vivir hasta entender y aprender.
¿Porque decimos que DIOS esta en todo nosotros y en toda cosa existente y que nosotros hacemos parte de DIOS igualmente que toda cosa existente hace parte de DIOS? Simplemente es porque en realidad todos estamos conectados a toda la existencia del universo y que con esta interconexión formamos un conjunto evolutivos de la misma forma que nuestro cuerpo tiene estas células y microbios u organizaciones conjuntas e independientes. Cada parte o célula de nuestro cuerpo, es nuestro cuerpo y cada parte o célula juntas hacen que somos un conjunto “un cuerpo” Todos, juntos o por separado somos este cuerpo de la misma manera que todo espíritu por separado o en conjunto es DIOS.
La evolución espiritual nuestra depende de cada uno por separado y de la unificación del conjunto lo que significa que nuestra propia evolución también depende de la de los demás y que nuestro propósito en ayudar a que cada uno pueda evolucionar es primordial.
Lo negativo y lo positivo, son opuestos esenciales y humanamente buscamos siempre eliminar lo negativo, en realidad tenemos que entender que los opuestos son necesarios para que tengamos una forma de distinguir y por lo tanto aprender y evolucionar. En el caso que no existiría el mal no podríamos vivirlo y no entender por consecuencia lo maravilloso que es vivir el bien, por más sufrimiento, más disfrute de la felicidad, el que nunca conoció la dificultad o dolor nunca disfrutara de verdad de la felicidad y seguirá aburrido en su rutina. Un rico popular que lo tiene todo a menudo no es feliz porque no conoce la dificultad o lo que es ganarse el amor o las cosas.
Como ya lo explique anteriormente la destrucción o el fin permite el renacimiento o el cambio, digamos que hace millones y millones de años la tierra pudo empezar a existir por alguna estrella que exploto al morir y a raíz de la creación del sol cual mismo existió por las mismas consecuencias se empezó a formar la posibilidad de vidas, de allí existimos hoy. En realidad existimos gracias a la destrucción de algo que humanamente cualificaremos de malo “la estrella que explotó” pero en nuestras vidas cotidianas es exactamente lo que esta pasando lo negativo permite aprender lo positivo y lo único que nos hace sufrirlo es no entenderlo. A cada vivencia tenemos la oportunidad de aprender y avanzar evolucionando, que sean momentos de dolor o de felicidad tenemos la oportunidad de evolucionar y mejorar nuestra experiencia terrestre. Tampoco significa que vivir un momento de dolor y evolucionar con él es reaccionar sin dolor, pero más bien que debemos de sentir el momento de dolor y después de exteriorizarlo, asimilarlo, comprenderlo y perdonarlo, aprender de el para seguir viviendo con esta experiencia nueva sin que siga doliendo. Nuestro cuerpo y mente humana relacionado de alguna manera con nuestro espíritu tiene la particularidad de sentir emociones y sentimientos a parte de que somos capaces de razonar y pensar debemos de sufrir o disfrutar de los acontecimientos para evolucionar y la forma anteriormente explicada permite hacerlo de forma adecuada.
En cada vidas que hemos tenido cada uno de nosotros, hemos vivido siendo hombre o mujer buenos o malos y eso es lo que nos permitió evolucionar al nivel espiritual en cada vida tenida, porque entonces no aceptar que algunos no hagan daño cuando en realidad tendríamos que desearle que termine esta evolución y pueda saborear lo bonito que es ser un ser con bondad y amor. Cada uno tenemos que aprender algunas cosas en cada vida y quizá las más importantes sean las de la compasión y el perdón.
Deseo con este escrito que cada uno podamos reflexionar lo que en realidad somos, es decir que entendamos que solo somos una diminuta parte del universo que participa a una evolución para todos y que hacernos superior es en realidad despreciar quien somos.
Nadie tiene derechos sobre nadie, solo sobre si mismo en ser lo que es de verdad lo mejor posible.
BRUNO.
Bruno tu comentario te lo agradezco, es un resumen de lo que es nuestra evolución, amplia el conocimiento que estoy adquiriendo.
muy buena y muy interesante
Hola, me pareció muy interesante todo lo que leí; siempre me atrae este tema ya que comulgo con gran parte del Budismo; lo que me falta son solo las pruebas ‘científicas’ que fundamenten la existencia de un alma, espíritu, y, probado ello, que este último reencarna. Me bastaría, por ej., con tener ‘pruebas fehacientes’ de personas que pudieran expresarse en distintos idiomas sin haberlos conocido. Me podría informar de casos? Muchas gracias. Saludos
El libro “Das erlebnis der wiedergeburt” del Psiquiatra Thorwald Dethlefsen podría ayudarte en esas “pruebas fehacientes” (testigos, filmaciones cinematográficas, grabaciones constatatorias y opiniones de especialistas en lenguas antiguas), el libro cuenta las experiencias de el con sus pacientes al tratarlos con hipnosis y regresión en el tiempo, siendo el un psiquiatra de profesión de preparación científica y sin pertenecer a ninguna asociación de tipo “esotérico”. Hay varías versiones en español, te recomiendo leerla.
hola muy bueno el articulo.. yo tuve varias experiencias de viajes astrales y gracias a eso comense a creer en que es posible que la reencarnacion exista, me gustaria si alguien sabe de algun caso en el cual se alla logrado una comunicacion del mismo ser entre una vida y otra gracias!
yo me siento superior bruno, no me siento inferior porque no lo soy, tu dijiste que tenemos que respetar las opiniones y espero que respeten la mía yo si creo en Un Dios y no fue porque me lo inculcaron mis padres o un amigo, un vecino, o una persona que conocí por accidente, yo lo descubrí solita y ese testimonio que hay e mi no lo puedo ocultar ni negar, es cierto todo tiene una explicación y todos en algún momento sabremos la verdad como realmente es, hay cosas que no se pueden explicar ahora pero solo porque no las podamos explicar no quiere decir que no tenga explicación, pues todos necesitamos creer en algo y respeto sus opiniones, esto es lo que yo creo, y la fe se trata de creer en algo mas allá de nuestra comprensión mortal.