LOURDES MARTOS

El arte es un soporte que permite manifestar y expresar tantos sentimientos e ideas que a veces pueden estar ocultos (de modo que solo unos pocos pueden descubrirlo), y en otras ocasiones son de una claridad cristalina. Sea cual sea el caso, durante siglos, la pintura, la escultura y demás disciplinas artísticas han maravillado al mundo. A veces, solo estaban al alcance de unos pocos privilegiados que podían codearse con esta elite creativa, y más aún, pues podían disfrutar  de algunas de sus obras de forma permanente, presidiendo el salón de su casa. Afortunadamente, los grandes artistas de la historia han pasado a la posteridad, y cualquiera sabría reconocer sus nombres e incluso sus obras, y hoy día pueden visitarse en los salones de los museos de todo el mundo.

Hablar de arte es hablar de distintas formas de sentir y concebir el mundo, la vida y al ser humano. Se trata de poder materializar algo que no es físico sino psíquico, creando escenas, paisajes, estatuas… a partir de algo incorpóreo, de algo puramente sentimental.

Cada época, cada momento histórico tuvo sus genios, cada cual con un estilo muy definido; así, se puede hablar de arte clásico frente al arte más moderno o abstracto.

El arte clásico siempre persiguió un ideal de belleza y perfección para el hombre; a todos nos vienen a la memoria cientos de obras en las que se representa a un hombre que roza la perfección, que roza la divinidad. Tal vez fue un intento por parte del hombre de acercarse a Dios, de parecerse a él, de casi tocarlo (como la conocida obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina). Este arte clásico fue desarrollado por griegos y romanos, como si tratasen de enviar un mensaje al mundo que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días. Aún hoy tienen la capacidad de sorprendernos y deslumbrarnos con su talento y buen hacer, pues el arte, de algún modo, debe emocionar a aquel que lo contempla, porque más allá de la piedra o el lienzo, hay un sentimiento encerrado en cada obra que hay que tratar de captar de forma sutil, de manera casi intuitiva.

El arte abstracto, en la actualidad, ha pasado a ocupar el lugar que ocupó el arte clásico por los cambios de las tendencias sociales, tratando de crear cosas totalmente nuevas e inéditas que no dejen a nadie indiferente. El arte abstracto tiene la ventaja de que el artista tiene absoluta libertad a la hora de crear, ya que no tiene que seguir ninguna regla ni tomar en cuenta ningún precedente, siendo él mismo quien establece qué va a hacer y cómo lo va a hacer. Cuando vas a una exposición de este tipo, nunca sabes qué te vas a encontrar: quizás un conjunto de objetos apilados sin sentido aparente o tres manchas en un papel; sea como fuere, no se trata de afirmar que en este caso el artista no trata de expresar nada, porque todo  aquel que crea algo lo hace con un motivo, la carga sentimental de cada obra es innegable, solo que para el espectador de a pie, esa emotividad es un poquito más difícil de captar que en el caso del arte clásico.

Si el arte quiere expresar y llegar al resto de la gente, debe hacerlo de manera que quien observa pueda percibir la intención del autor, pero con el arte abstracto suele suceder que parece que no hubiese ninguna, sino que es algo espontáneo (eso sí) pero aparentemente caótico, casi caprichoso, pues percibir la belleza en “dos puntos de colores y una raya” es bastante difícil. Cabe preguntarse si no nos estarán tomando el pelo llamando “arte” a algo que no merece tal categoría, y que más que la obra de un genio parece la de un niño de preescolar. Sería una actualización del viejo cuento El traje nuevo del emperador, donde tratan de engañarnos descaradamente poniendo en duda nuestra inteligencia y buen gusto.

Es una cuestión de modas que el arte abstracto triunfe. No me cabe duda de que la mayoría de las personas que tienen obras abstractas en su casa no tienen la menor idea de qué significado tiene o de qué quería expresar el artista. Simplemente es una cuestión de estatus social, de poder y de dinero. Se supone que toda persona con cierto poder adquisitivo debe ser un amante del arte, del coleccionismo de arte más concretamente. Por tanto, el interés por las obras de arte se convierte en este caso en una carrera para aumentar el prestigio familiar.

Parece, por todo lo dicho, que el arte abstracto se opusiera a la belleza, ya que muchas de las obras abstractas parecen ser más una apología de la fealdad y del mal gusto que de cualquier otra cosa. Evidentemente, es una elección de cada uno, habrá quienes sientan una atracción sincera por el arte abstracto y disfruten mucho de él, pero creo que son muchos los que no se sienten demasiado de acuerdo con esta forma moderna de concebir el arte. Cada cual es libre de elegir lo que más le llene.

No sé si el arte clásico es algo condenado al pasado; lo que sí sé es que se mantiene vivo gracias a miles de nostálgicos que sueñan con que el arte vuelva algún día a ser lo que era. Solo me atrevo a afirmar que me parece imposible que alguien, tras contemplar una obra clásica, pueda quedar impasible. El realismo y perfección con que fue elaborado permite que parezca una obra viviente que nos susurra al oído: “el hombre es bello por naturaleza y tiende hacía esa Belleza que tiene su origen en la Divinidad”.