Me acerco al feng shui con curiosidad, con la misma curiosidad con que de niña me acercaba a la naturaleza, y ha vuelto a mi memoria aquel familiar tan especial que cada verano nos visitaba. Era mi tío chino, afincado en Londres y casado con una hermana de mi madre. Le encantaba venir a España porque decía que aquí el sol era más hermoso. Mis hermanos y yo nos peleábamos por acompañarle en sus curiosas expediciones por la montaña; era como ir a la búsqueda de cosas que sólo él veía e interpretaba. Cuando contemplaba la naturaleza, entornaba los ojos hasta que parecían dos líneas oblicuas en aquel rostro redondo y alegre. Entonces le hacíamos mil y una preguntas que nunca dejaba sin contestar; nos sorprendía cuando adivinaba dónde estaba el río sin conocer el lugar, o cómo eran las gentes de un pueblo sólo mirando las montañas. Aquel raro conocimiento impactaba poderosamente mi imaginación, invitándome a soñar con un mundo mágico, como el de los cuentos. Ahora, cuando acerco al lector este sabio y bello arte del feng shui, vuelven a mi memoria aquellos veranos y vuelve también mi tío, mi extraño tío chino.

¿Qué es el Feng Shui?

Se pronuncia fung shuei, y, traducido literalmente, significa viento y agua. Feng es el aire que va ascendiendo por la montaña hasta llegar a la cima, y Shui, el agua que desciende por la montaña hasta llegar al valle. La unión de ambos, feng shui, representa el empuje de las fuerzas de la Naturaleza que moldean la Tierra.

Su origen lo encontramos en míticas leyendas que narran cómo hace más de 7000 años, sabios maestros y sacerdotes que gobernaban China dedicaron su vida a descodificar las claves que guardan las leyes de la Naturaleza para legarlas a los hombres que habitaban aquel país.

Los primeros escritos históricos son escasos; el primer practicante conocido de feng shui fue el general Chang Liang, que vivió en el 2300 a.C. (período Han). Durante más de dos mil años es olvidado y será atesorado únicamente por adivinos, sacerdotes y monjes taoístas. Hay dos tratados clásicos de feng shui: El pájaro verde, del 200 a.C, y el Libro de los entierros, del 300 de nuestra era. Si bien desde entonces se han escrito cientos de libros, se conservan muy pocos manuscritos antiguos, ya que la transmisión y enseñanza de este conocimiento se hacía siempre de maestro a discípulo.

Desde 1911 hasta 1980 estuvo casi proscrito y olvidado, siendo en la década de los 90 cuando vuelve a renacer.

Fundamentos del Feng Shui

A la hora de aplicar el feng shui, nos será muy útil saber cuáles son los elementos fundamentales:

Yin-yang: son las fuerzas básicas del universo; se encuentran en constante movimiento complementándose: yin es la fuerza receptiva, yang es la fuerza activa, y ambas son necesarias para hacer girar la rueda de la existencia.

Qui: o Chi, es el flujo de energía que conecta al hombre con la Tierra y el cosmos; todos los espacios están cargados de energía que debemos tratar de conducir armónicamente. Todo tiene su «qui», o centro de energía vital que hay que cuidar.

Los colores: los campos de energía están determinados por los colores, las luces y los objetos que disponemos a nuestro alrededor, y que nos influyen sin que nos demos cuenta. Para cada dirección del espacio hay un color que le es afín y llama a la armonía: el rojo al Sur, el azul al Norte, el blanco al Oeste y el verde al Este.

La brújula «Luo Pan»: para saber canalizar las corrientes de energía se utiliza la brújula, que divide el espacio en ocho partes, las ocho facetas de la vida. Así, al Norte le corresponde el aspecto profesional, al Nordeste las amistades, al Noroeste los estudios, al Sur la fama, al Sureste el dinero, al Suroeste la felicidad conyugal. Esta brújula constituye un instrumento fundamental. Realizado tradicionalmente en resistente madera de boj, hoy en día se desconoce su aplicación completa, en la que estaría el conocimiento de las analogías con los astros y la práctica oracular. Por ello se emplean las brújulas convencionales acompañadas del Pakua, que es un mapa octogonal con los ocho trigramas fundamentales. Estos signos, combinados entre sí, constituyen el I Ching o Libro de los cambios, que ha llegado hasta nosotros gracias al trabajo de recopilación que realizó Confucio en el s. VI a.C. Los trigramas surgen de la combinación de las fuerzas yin y yang y se disponen con relación a las ocho direcciones del espacio.

Los cinco elementos: madera, tierra, agua, fuego y metal. Todo lo que nos rodea, incluso nosotros mismos, está formado por cinco elementos básicos que debemos combinar de forma que no entren en conflicto, sino que se relacionen en armonía. Por ejemplo, entran en conflicto si combinamos: la madera con la tierra, el agua con el fuego, el fuego con el metal, el metal con la madera. Están en armonía si combinamos: la madera con el fuego, el fuego con la tierra, la tierra con el metal, el metal con el agua, el agua con la madera.

¿Encontraremos la felicidad con el Feng Shui?

Un sabio aforismo chino nos dice que la belleza no está fuera, sino en el interior de quien observa, enseñanza que bien podemos aplicar cuando nos preguntamos acerca de la felicidad. Es fácil apercibirse de que nuestra civilización «moderna» está orientada hacia fuera, se vuelve cada vez más tecnológica y en su rápida carrera va dejando de lado a aquellos seres humanos que, no pudiendo seguir el ritmo, se detienen, desesperados. Pero desde el milenario Oriente vuelven hasta nosotros aquellas viejas enseñanzas preservadas por hombres sabios, que fascinan nuestra alma y nuestra inteligencia.

Si nos acercamos respetuosamente y queriendo aprender, comprenderemos la idea que dio origen al feng shui: que seamos capaces de desarrollar el sabio y bello arte de disponer nuestra vida en armonía con las fuerzas del universo, idea válida para todos los hombres y mujeres sin distinción del color de piel, creencia o condición social.

Si lo hacemos con sentido común y sencillez, escucharemos el poderoso latido de nuestro corazón, que nos impulsará a vivir la aventura de descubrir las leyes inexploradas de la Naturaleza, verdadero tesoro de sabiduría y belleza. Entonces… ¡puede ser que encontremos la felicidad!

 

YOLANDA VILORIO