GnósticosEl presente artículo explora la hipótesis de un posible pluralismo doctrinal de las Iglesias cristianas de los primeros siglos de nuestra era, antes de la verdadera “revolución cultural”, de la cual fue responsable la Iglesia “católica” a partir de Constantino. Fuentes documentales encontradas en el pasado siglo sugieren la existencia de diversas interpretaciones relacionadas con el advenimiento de Jesús, el Cristo, algunas de las cuales son mucho más afines a las doctrinas orientales que a las del cristianismo ortodoxo.

Isis sin velo

Hace más de cien años, Helena Blavatsky emprendía un ataque frontal contra el dogmatismo religioso y científico de su época en Isis sin velo. En dicha obra, Blavatsky había presentado reveladoras nociones como las siguientes:

1- El sistema ritual y simbólico del cristianismo había sido copiado directamente de los misterios de civilizaciones más antiguas.

2- La Iglesia primitiva ofrecía una variedad de versiones doctrinarias, algunas de las cuales eran perfectamente congruentes con las enseñanzas de los Vedas y del budismo.

3- Muchos documentos originales (evangelios) habían sido destruidos o adulterados.

4- La doctrina de la “revelación” de las Escrituras era evidentemente absurda por las contradicciones internas, incluso de lo que sobrevivió a la primitiva “inquisición”. Blavatsky se refiere esencialmente a las diferencias doctrinarias de los apóstoles Pedro y Pablo.

De todos modos, Blavatsky recomendaba diferentes aspectos en el estudio de las religiones.

1- Las religiones como manifestaciones históricas, que, como tales, tienen su desarrollo en el tiempo y en el espacio.

2- El contenido moral de las enseñanzas, adaptado a las necesidades específicas de un pueblo, y que tiende a mezclarse con sus costumbres particulares.

3- La doctrina esotérica de todas las religiones, que es universal. Esta doctrina se expresa fundamentalmente a través de símbolos, emblemas y parábolas que tienen más de un significado.

Muchas religiones, o más bien sus sectas o Iglesias, cayeron en absurdos morales y doctrinarios por pretender fundir estos tres aspectos en uno.

Los evangelios gnósticos

“En su vehemente deseo de dilatar los dominios de la fe ciega, los primeros teólogos cristianos ocultaron tanto como les fue posible las fuentes de su ciencia, y al efecto se dice que entregaron a las llamas cuantos tratados de cábala, magia y ocultismo hallaban a mano, creyendo equivocadamente que con los últimos gnósticos habían desaparecido los manuscritos más peligrosos de esta índole; pero algún día se echará de ver el error, y de ‘extraordinaria y casi milagrosa manera’ aparecerán otros importantes documentos auténticos” (Isis sin velo, Vol. III, 31).

Lo que sigue es, fundamentalmente, un resumen comentado de algunos pasajes del excelente trabajo The Gnostic Gospels, de la investigadora de las religiones Elaine Pagels.

En diciembre de 1945, un campesino árabe hacía un asombroso hallazgo histórico en el alto Egipto, cerca de la aldea de Nag Hammadi. Se trataba de una vasija de casi un metro de alto que contenía trece libros de papiro forrado en cuero de los primeros siglos de nuestra Era. Algunos de los papiros fueron quemados, pero otros llegaron al mercado negro de antigüedades. Finalmente, las autoridades egipcias compraron uno y confiscaron diez y medio de los libros forrados en cuero, llamados códices, que fueron depositados en el Museo Cóptico. Pero una larga sección del decimotercer códice, que contenía cinco textos extraordinarios, fue sacado de contrabando fuera de Egipto y vendido en los Estados Unidos. Después de una serie de peripecias, este texto fue ofrecido como presente al psicólogo C. G. Jung.

Los manuscritos encontrados son 52 textos-evangelios, la mayoría de ellos no conocidos anteriormente, de diversas sectas gnóstico-cristianas que presentan una visión doctrinaria cristiana muy diferente a la ortodoxia representada en el credo de los apóstoles.

Los 52 textos incluyen evangelios cristianos desconocidos anteriormente. Además del Evangelio de Tomás y el Evangelio de Felipe, encontramos el Evangelio de la Verdad y el Evangelio a los egipcios, que se autoidentifica como “El (libro sagrado) del Gran (Espíritu) Invisible”. Otro grupo de textos consiste en escritos atribuidos a los seguidores de Jesús, como el Libro secreto de Juan, el Apocalipsis de Pablo, la Carta de Pedro a Felipe y el Apocalipsis de Pedro.

Lo que el campesino Muhammad Ali había encontrado en Nag Hammadi (en circunstancias rodeadas de crimen y misterio), pronto quedó en claro que eran traducciones coptas realizadas hace unos 1500 años de textos más antiguos. Los originales habían sido escritos en griego, la lengua del Nuevo Testamento.

Acerca de la antigüedad de los manuscritos existen pocas dudas. Exámenes del papiro utilizado para fortalecer los forros de cuero los sitúan entre el 350 y el 400 de nuestra era. Pero la antigüedad de los originales griegos ha dado para muchas interpretaciones contradictorias. Algunos de ellos no deben ser posteriores al 120 ó 150 d.C., pues Irineo, el obispo ortodoxo de Lyon, afirmaba hacia el 180 d.C. que los herejes decían “que poseen más Evangelios de los que verdaderamente existen”, y se quejaba de que, en su época, estos escritos gozaban de amplia circulación, desde la Galia, a través de Roma, Grecia y Asia Menor.

Quispel y sus colaboradores, quienes por vez primera publicaron el Evangelio de Tomás, sugieren la fecha de 140 d.C. para el original en griego. Algunos razonan que, puesto que estos Evangelios eran heréticos, debían haber sido escritos con posterioridad a los del Nuevo Testamento, fechados alrededor de 60-110 d.C.

Recientemente el profesor Helmut Koester, de la Universidad de Harvard, ha sugerido que la colección de dichos del Evangelio de Tomás, aunque compilada hacia el 140 d.C., puede incluir algunas tradiciones incluso más antiguas que los Evangelios del Nuevo Testamento, “Posiblemente tan temprana como la segunda mitad del primer siglo d.C. (50-100)”, es decir, contemporáneas o anteriores a Marcos, Mateo, Lucas y Juan.

Algunos de los textos narran la historia de la raza humana en términos muy distintos a la lectura común del Génesis; el Testimonio de la verdad, por ejemplo, cuenta la historia del jardín del Edén ¡desde el punto de vista de la serpiente! En dicho texto, la serpiente, que aparece con frecuencia en los textos gnósticos como principio de la divina sabiduría, convence a Adán y Eva de compartir el conocimiento, mientras el “Señor” los amenaza de muerte, tratando celosamente de impedir que logren el conocimiento, y expulsándolos del Paraíso cuando lo logran.

El Evangelio de Tomás o las palabras secretas de Jesús

Como ejemplo de los textos encontrados en Nag Hammadi, incluimos algunos fragmentos de uno de ellos, traducido y comentado por Jean Doresse:

“El texto cóptico del Evangelio según Tomás se halla contenido en el más largo y bello de todos los manuscritos salidos del Chenoboskion, Códice X, en el cual el texto ocupa las páginas de la 32 a la 51. Los escritos de ese códice parecen datar de la segunda mitad del cuarto siglo. Además del Evangelio, contiene otros importantes tratados gnósticos, como el Libro secreto de Juan, la Hipóstasis de los Archons, un tratado similar sin título, y finalmente, una Exégesis acerca del alma. También incluye otros textos apócrifos, como el Evangelio de Felipe y el Libro de Tomás”.

Traducción:

“He aquí las palabras secretas que habló Jesús el Viviente, y que fueron escritas por Didimo Judas Tomás”.

Y dijo: “Quienquiera que penetre el significado de estas palabras no conocerá la muerte”.

Jesús dijo: “¡Que aquel que busca no deje de buscar hasta que encuentre: y cuando encuentre, se hallará sorprendido; y cuando se halle sorprendido, se preguntará y tendrá dominio sobre el universo!

Jesús dijo: “¡Si aquellos que desean atraerte te dicen: ‘¡Mira, el Reino está en el cielo!’ entonces los pájaros se hallarán delante de ti. ¡Pero el Reino se halla dentro y fuera de ti!”.

“Cuando os conozcáis a vosotros mismos, entonces seréis conocidos, y sabréis que sois vosotros los hijos del Padre viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, entonces estaréis en un estado de pobreza, y vosotros ‘seréis’ la pobreza!…”.

Jesús dijo: “¡Este cielo pasará y el cielo por encima del mismo pasará: pero aquellos que están muertos no vivirán, y aquellos que viven no morirán!… (Doresse pp. 353).

Los gnósticos

Elaine Pagels nos ofrece una descripción de los gnósticos mucho más interesante que la de simples intelectuales sincretistas y fatalistas de la Alejandría de las postrimerías del Imperio romano que nos dan otros historiadores cristianos.

Sin embargo, antes de volver a su análisis es útil recordar que antes del descubrimiento de Nag Hammadi y su publicación a fines de los años setenta, disponíamos de pocos textos originales en los cuales basarnos para juzgar las doctrinas gnósticas. La mayoría de nuestro conocimiento acerca de los gnósticos se basaba en los detractores ortodoxos cristianos, como Irineo (180 d.C.), Hipólito (225 d.C.) o Tertuliano (200 d.C.).

A partir de fines del siglo XVIII, los textos del Corpus Herméticum, de contenido gnóstico pero no cristiano, fueron complementados por otros como la Pistis Sofía (comentado por Blavatsky en 1890-91, junto a la traducción de G.R.S. Mead aparecida en Lucifer), de clara temática cristiana. Pero los 52 textos de Nag Hammadi representan la fuente más importante y diversa para el conocimiento de las doctrinas de algunas de las sectas gnósticas.

Según Pagels, aquellos que escribieron los textos “gnósticos” no se consideraban de ninguna manera “herejes”. La mayoría de los escritos utilizan terminología cristiana, sin lugar a dudas relacionada con una herencia judía. Algunos ofrecen tradiciones secretas acerca de Jesús, escondidas de “los muchos”, que constituyen lo que, en el segundo siglo, llegó a ser conocido como “Iglesia católica”. Hoy llamamos gnósticos a estos cristianos, de la palabra griega “gnosis”, traducida usualmente como “conocimiento”.

Pero la gnosis no es fundamentalmente un conocimiento racional. El lenguaje griego distingue entre el conocimiento científico o reflexivo (“él conoce matemáticas”) y el conocimiento a través de la observación o experiencia (“él me conoce a mí”); este último es gnosis. Podríamos traducir este término como “conocimiento en profundidad”, tal cual es utilizado por los gnósticos, pues gnosis es el proceso intuitivo de conocerse a sí mismo. Y conocerse a sí mismo es, según los gnósticos, conocer la naturaleza y el destino humano. De acuerdo con el gnóstico Teodoto, que vivió en Asia Menor (140-160 d.C.), gnóstico es aquel que ha llegado a comprender quiénes éramos, y quiénes llegamos a ser; dónde estábamos… de dónde venimos; de qué hemos sido liberados; lo que es la ida y lo que es el renacimiento.

Pero conocerse a sí mismo es, en el nivel más profundo, conocer a Dios; este es el secreto de la gnosis. Otro maestro gnóstico, Monoimus, afirma:

“Abandona la búsqueda de Dios y la creación y otros asuntos similares. Búscale tomándote a ti mismo como punto de partida. Aprende quién es dentro de ti el que hace que todo sea lo suyo y dice: ¡mi Dios, mi mente, mi pensamiento, mi alma, mi cuerpo’. Aprende las fuentes del dolor, del amor, del odio… Si investigas cuidadosamente estas cosas, le encontrarás en ti mismo”.

Diferencias entre las doctrinas gnósticas y la ortodoxia cristiana

Aparentemente, lo que Muhammad Ali descubrió en Nag Hammadi es una biblioteca de escritos, casi todos gnósticos. Aunque afirman ofrecer una enseñanza secreta, muchos de los textos se refieren a las escrituras del Antiguo Testamento, y otros a las cartas de san Pablo y a los Evangelios del Nuevo Testamento (Jesús y sus discípulos). Sin embargo, las diferencias doctrinarias son importantes.

Los judíos y cristianos ortodoxos insisten en que un cisma separa a la Humanidad de su Creador. Dios es totalmente otro. Pero algunos de los gnósticos que escribieron estos Evangelios contradicen esta noción: el conocimiento de uno mismo es el conocimiento de Dios; el ser individual y lo divino son idénticos.

El Jesús de estos textos habla de ilusión e iluminación, no de pecado y arrepentimiento, como el del Nuevo Testamento. En vez de venir a salvarnos del pecado, viene como guía que abre el paso a una comprensión espiritual: ambos pasan a ser iguales; incluso idénticos.

Los cristianos ortodoxos creen que Jesús es Señor e Hijo de Dios de manera única, por siempre distinto de la Humanidad que vino a salvar. Sin embargo, el Evangelio de Tomás relata que en cuanto Tomás lo reconoce, Jesús le dice que ambos han recibido su ser de la misma fuente.

Después de describir estas diferencias doctrinarias, Pagels se pregunta si estas doctrinas no son más afines a las orientales que a las del cristianismo que conocemos.

¿Pudo la tradición hindú o budista haber influido en el gnosticismo? Edward Conze sugiere que la respuesta es afirmativa, y que “los budistas tuvieron contacto con los cristianos tomasianos” (es decir, cristianos que conocieron y utilizaron textos como el Evangelio de Tomás) en la India del sur. Rutas comerciales entre el mundo grecorromano y el Extremo Oriente fueron abiertas en la época de florecimiento del gnosticismo (80-200 d.C.), y durante varias generaciones, misioneros budistas habían enseñado en Alejandría. Tengamos en cuenta asimismo que Hipólito, autor cristiano que conocía el griego, escribía en Roma hacia el 225 d.C. acerca de los brahmines de la India; e incluía su tradición entre las fuentes heréticas:

“Existe (…) entre los indos una herejía de aquellos que filosofan entre los brahmines, quienes viven una vida autosuficiente, absteniéndose de comer criaturas vivas o comida cocida… Dicen que Dios es luz, no como la luz que uno ve, o el sol o el fuego, sino que para ellos Dios es discurso, no aquel que halla expresión en sonidos articulados, sino aquel conocimiento (gnosis) a través del cual los misterios secretos de la naturaleza son conocidos por el sabio”.

Jung y la crítica de la espiritualidad cristiana occidental

La descripción que del gnosticismo hace Elaine Pagels nos recuerda la crítica que hace Jung de la espiritualidad cristiana, que califica de esencialmente “extrovertida”:

“El Occidente cristiano considera al hombre como completamente dependiente de la gracia de Dios, o al menos de la Iglesia como el instrumento exclusivo y sancionado por la divinidad para la redención del hombre. El Oriente, en cambio, insiste en que el hombre es la causa exclusiva de su desarrollo superior, pues cree en la autoliberación…

(En cambio para Occidente) la gracia viene de otra parte; en todo caso desde afuera. Todo otro punto de vista es simplemente herético. Por lo tanto, es comprensible que la psiquis humana sufra de subvaloración. Todo aquel que osa establecer una conexión entre la psiquis y la idea de Dios es inmediatamente acusado de ‘psicologismo’ o de mórbido ‘misticismo’.”

Jung sostiene que la básica “extroversión” religiosa de Occidente es una manifestación de su temperamento psicológico. Sin embargo, nos preguntamos qué habría pasado si hubiese prevalecido la visión gnóstica del mundo. Esta extremada extroversión que se polariza y seculariza con el protestantismo es una de las grandes enfermedades intelectuales de Occidente y posiblemente una de las raíces del materialismo dialéctico y de las doctrinas que justificaron los diferentes holocaustos de este siglo. El inconsciente colectivo, falto de luz, se volcó con inusitada violencia sobre el mundo para precipitarnos en una nueva Edad Media, más oscura… pero paradójicamente más humana en su instintiva e infantil espiritualidad…

Bibliografía:

Helena P. Blavatsky. Commentary on the Pistis Sophia. In Collected Writings. Vol. XIII.

Helena P. Blavatsky. Isis sin velo. Tomo III. Editorial Eyrás. Madrid. 1977.

Jean Doresse, The Secret Books of the Egyptian Gnostics. Inner Traditions Ltd. Rochester, Bermont. 1986.

Carl G. Jung, Psychological Commentary of The Tibetan Book of the Great Liberation, Collected Works, Vol. II. Pp. 759-787. Bollingen. N.Y. 1959.

Elaine Pagels, The Gnostic Gospels. Vintage Books. N.Y. 1989.

Kurt Rudolph, Gnosis: the Nature & History of Gnosticism. Harper. San Francisco. New York. 1987

 

HARRY COSTIN