No cabe duda que el acontecimiento de este mes de agosto, en este mundo globalizado va a ser la celebración de los Juegos Olímpicos de Beijing, los terceros que se celebran en el continente asiático, tras Japón en 1964 y Seúl en 1988. “Un mundo, un sueño” es el lema elegido para el gran encuentro deportivo, sugiriendo quizá que todavía la unidad de la Humanidad es una aspiración que sin embargo se va a hacer visible por un espacio breve de tiempo, como un símbolo de lo que es posible y deseable.
Nuestra sociedad globalizada lo es también del espectáculo y esa característica nos puede impedir apreciar los valores que sostienen el enorme esfuerzo de organización, inversión que suponen los Juegos para la mayoría de los países que integran la sociedad internacional. Seríamos torpes si no aprovecháramos para llamar la atención sobre estos valores, además de cumplir con el rito social de presenciar las pruebas donde participan los atletas de nuestro propio país. Espectáculos televisados aparte, resulta significativo que al menos una vez cada cuatro años, todos los países de la tierra se sientan convocados a medir las habilidades deportivas de sus jóvenes, dejando de lado rivalidades, tensiones, conflictos bélicos, continuando de algún modo el viejo espíritu de las ciudades griegas. Desde que el Barón de Coubertin volviese a despertar el ideal olímpico en 1896, solamente las dos guerras mundiales han interrumpido la continuidad de las citas olímpicas que desde 1948 se han sucedido con normalidad.
El Barón, historiador y pedagogo francés, Pierre de Fredy era su nombre, lanzó la idea en un manifiesto que leyó en la universidad de la Sorbona en 1892, cuando contaba apenas 29 años. Precisamente este año se ha recuperado el referido manifiesto, gracias a las gestiones de otro aristócrata, François d’Amat, que encontró el manuscrito original en un banco suizo, después de buscarlo por todo el mundo. Son 14 páginas de apasionada definición del espíritu olímpico, aplicado no solo al deporte sino a la vida, con sus valores de espíritu de aventura, respeto mutuo, competición pacífica y paz mundial. El Comité olímpico chino se ha comprometido muy seriamente con la difusión de este manifiesto en todas las lenguas por su innegable valor histórico y para aprovechar la oportunidad de manifestar que los ideales de convivencia y libertad encuentran en la práctica del deporte un terreno abonado para la formación del carácter de la ciudadanía.
Es recomendable conocer el texto del visionario francés que supo ver en el deporte el territorio donde dirimir de forma simbólica las rivalidades naturales entre los seres humanos, como una vía para llegar a la deseada paz mundial.
Las grandes ideas que ayudan a que la Humanidad progrese y pueda ver el horizonte de sus aspiraciones cumplidas se deben siempre a la creatividad y el tesón de los personajes singulares que supieron ver el futuro y proponer objetivos realizables. Es emocionante que podamos conocer la primera propuesta de un joven Barón de Coubertin, en el momento en que se disponía a hacer renacer el espíritu olímpico.
“Permítanos exportar a nuestros remeros, nuestros corredores, y a nuestros esgrimistas a otras tierras. Ése es el auténtico Libre Comercio del futuro; y el día en que sea introducido a Europa, la causa de la Paz habrá recibido un nuevo poderoso aliado. Me inspira referirme a otro paso que ahora propongo y en el que pido que la ayuda que me has entregado hasta ahora se extienda otra vez, para que juntos podamos intentar llevar a cabo, según una base adecuada a las condiciones de nuestra vida moderna, la espléndida y benéfica tarea de revivir los Juegos Olímpicos.” – Pierre de Coubertin, Manifiesto Olímpico.
Espíritu inmortal y ancestral, padre puro
de lo bello, lo grandioso y lo verdadero,
desciende, revélate y brilla
en la gloria de tu propia tierra y cielo.
En carrera, en lucha y en lanzamiento de peso,
brilla el calor de la noble competición,
corona la juventud con la rama imperecedera,
y haz sus cuerpos fuertes y dignos.
Valle, montañas y mares brillan contigo
como un gran templo blanco y púrpura
y que a este templo venga como peregrino,
el inmortal y ancestral espíritu,
de todas las gentes de la tierra.
Kostis Palamas – Himno Oficial del Comité Olímpico Internacional.
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