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La teoría del diseño inteligente

Abr – 2008

Universidades españolas no autorizan una charla sobre esta nueva teoría que explica la organización de nuestro universo a nivel astronómico y biológico.

Recientemente, en algunas universidades españolas, la Asociación Estadounidense de Médicos y Cirujanos por la Integridad Científica (PSSI en sus siglas en ingles) intentó dar una serie de charlas y debates sobre el Diseño Inteligente. Para dar a conocer sus ideas crearon una página web (www.loquedarwinnosabia.com), y mediante cartas al rector correspondiente solicitaron el uso del aula magna de las citadas universidades. La Universidad de Vigo se negó en redondo, y la de León, tras un enconado debate y un enfrentamiento de opiniones entre el decano de la facultad de biología y los demás docentes universitarios, acabó por retirar la autorización inicial del uso de sus instalaciones. Lo cierto es que en EE.UU. esta teoría despierta enconadas pasiones. Veamos un breve resumen.

La teoría del Diseño Inteligente postula que, ante la organización de nuestro universo a nivel astronómico, biológico, orgánico, se hace evidente que detrás de todo ello hay una complejidad irreductible, es decir, que es imposible imaginar que algunos sistemas complejos como los seres vivos o algunas casualidades en las leyes cósmicas y planetarias sean causa del azar, y que el desarrollo y la organización de sistemas complejos a partir de organizaciones más simples implica la existencia de un diseño, y por lo tanto la existencia de un Diseñador. Al mismo tiempo, implica que todo tiene una finalidad, de la cual no suelen hacer especulaciones.

Algunos de los hechos científicos en que se apoyan son los siguientes: el científico Fred Hoyle se dio cuenta de que para explicar la abundante síntesis del carbono en el interior de las estrellas debería darse una resonancia nuclear muy especial, como si en las leyes de la naturaleza se hubiese pensado “a propósito” para conseguir sintetizar el carbono, que es el elemento clave en las estructuras orgánicas que usan los seres vivos.

El astrónomo John Barrow dice que el eje terrestre oscilaría caóticamente en breves periodos de tiempo si no fuera por la presencia de la Luna, que actúa de pesa estabilizadora del sistema Tierra-Luna. Asimismo, ve que la posición de Júpiter en el sistema solar permite que muy pocos meteoritos bombardeen la Tierra, pues el gigantesco planeta hace de barredora de los asteroides erráticos.

El bioquímico Michael Behe observa que el desarrollo del flagelo bacteriano, similar al de un reactor actual, implica una complejidad irreductible, pues sería imposible bajo una secuencia casual que un sistema tan complejo se hubiera desarrollado. Y es clásico para tumbar la teoría de la selección natural mediante mutaciones aleatorias poner como ejemplo el ojo humano, cuyo diseño es tan complejo que para estos científicos es imposible que se haya desarrollado a base de mutaciones aleatorias.

En su libro La caja negra de Darwin, Behe propone que es imposible que la molécula de ADN, contenedora del mensaje genético bajo el cual se desarrollan los seres vivos, con su doble hélice enrollada y los enlaces por fuerzas de van der Waals que emparejan las bases nitrogenadas, sea un mero producto del azar o del desarrollo a partir de organismos autorreplicantes más simples. Y retoma un viejo argumento del diseño de Payley, teológo inglés del siglo XIX, que decía que si en un paseo campestre nos encontramos un reloj, sería absurdo imaginar que es producto del azar de unas fuerzas ciegas de la naturaleza, y que no tiene ningún sentido, pues la complejidad de la máquina y la finalidad evidente de la misma haría que supusiésemos por fuerza la evidencia de un Diseñador, y extrapolaba este argumento a la existencia del mundo natural. Behe observa que el diseño de la molécula de ADN no es menos complejo que el de un reloj, y que se hace imposible que este ajuste tan perfecto sea producto de las ciegas fuerzas del azar a partir de moléculas más simples.

Pasemos a los detractores; comienzan estos criticando que el Diseño Inteligente no es una teoría científica, pues no cumple el criterio de Popper de falsabilidad. Para el filósofo Popper, una teoría merece el nombre de científica si ella misma es capaz de proponer experimentos y pruebas que demuestren que sus postulados son falsos, es decir, que sea falsable. En un artículo, el profesor de filosofía estadounidense Heber Rici así lo establece, http://www.astroseti.org/vernew.php?codigo=1860. Además, tenemos el problema del Diseñador y de la finalidad, pues habría que otorgarles unas características y unas propiedades, y habría que preguntarse por la finalidad del diseño, es decir, ¿para qué se han creado el universo y seres vivos inteligentes en él? ¿Es la inteligencia causa suficiente para que el universo se hubiera formado?

Contra el Diseño Inteligente esgrimen la teoría de la evolución de Darwin, y el mecanismo de selección natural mediante el cual las especies que sobreviven en la lucha por la vida son aquellas que se adaptan mejor al medio circundante, y que aquellas especies que mediante mutaciones favorables se adaptan mejor son las que finalmente triunfan. Finalmente, como causa de las mutaciones nos intentan hacer creer que los rayos cósmicos y las propias mutaciones internas en el ADN, fruto del azar, son las que crean variaciones que los organismos toman para sobrevivir mejor. Para estos señores no hay vuelta de hoja posible, los ejemplos que ponen los defensores del Diseño Inteligente han sido explicados mediante la teoría de la evolución de Darwin, y apelan al ciego azar como causa de las mutaciones. Han encontrado un aliado incluso en el mismo Vaticano, que trata de desmarcarse del Diseño Inteligente desacreditándolo, en un artículo del diario oficial del Vaticano L’Osservatore Romano.

En rigor, es cierto que el Diseño Inteligente no es una teoría científica, y los mismos autores no tratan de defender ningún dios bíblico. Esta teoría del Diseño Inteligente trata de unir la ciencia, la filosofía y la religión, que es un viejo sueño de los filósofos renacentistas, de los filósofos clásicos y de todos aquellos que realizan una búsqueda sincera de la verdad. Hubiera sido muy enriquecedor que se hubiera permitido una presentación de esta teoría en las aulas universitarias, y un sano debate entre los defensores y los detractores. Sin embargo, con una cerrazón intelectual propia de siglos pasados, se negó la presencia a los defensores del Diseño en la Universidad. Menos rigor tienen con los partidos políticos o con ciertos grupos artísticos.

Pobre y desnuda sigue caminando la verdad por el mundo. Pero, como dice el verso del poeta Amado Nervo, La verdad va desnuda, mas morirá doncella.

esmeralda

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esmeralda

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