Categorías: Tradición Hermética

Cuerpos sutiles en el hombre

DR. ANTONIO ALZINA

Cuerpo energético o pránico

Desde la más remota Antigüedad, el hombre ha sido un gran elaborador de conocimientos, un gran elaborador de ciencias. Y para estas ciencias antiguas, el concepto del ser humano era totalmente distinto del que hoy tenemos; hoy se piensa que el ser humano es un cuerpo físico, «algo» que siente y que tiene problemas psíquicos, y «algo» que a veces piensa. Algunos también dicen que más allá de todo esto, el hombre tiene una parte espiritual, y generalmente ahí se queda la cosa.

En cambio, si revisamos estas ciencias antiguas, veremos que le conceden al hombre otra constitución, compuesta por una serie de vehículos o cuerpos que están en relación con los planos de la Naturaleza.

Por ejemplo, en Tíbet se habla de un vehículo físico o Etero-Físico, que está constituido por materia física, pero que además tiene unos éteres, compuestos de una materia menos densa, que recubre al cuerpo físico como si fuera una especie de guante.

Luego se menciona el cuerpo pránico, que dejaré para el final.

A continuación tenemos un vehículo superior a los anteriores, que es el cuerpo emocional o Astral, que es el cuerpo que nos permite emocionamos, sentir; es un cuerpo que utilizamos de una forma generalmente intensa, y es el que las modernas psicología y psiquiatría conocen como cuerpo psíquico.

Además del cuerpo psíquico, y dentro de la esfera de la personalidad, hay otro cuerpo: es el cuerpo mental inferior, que en sánscrito se conoce como Kama-Manas y que se encarga de pensar en las cosas de este mundo; es una mente concreta y en cierta forma egoísta.

Este conjunto de cuatro cuerpos o cuaternario, o personalidad, está unido por una especie de puente con nuestro aspecto espiritual. Ese puente se llama en sánscrito Antahkarana, y relaciona nuestra personalidad, lo que podríamos llamar en conjunto el hombre material, con el espíritu, una tríada o tres cuerpos, que son, en definitiva, lo que de divino hay en el ser humano; usando las denominaciones sánscritas: Manas, Budhi y Atma.

Atma designa a la Chispa Divina; es el cuerpo de la Voluntad superior del hombre. Por debajo está Budhi, que se conoce como cuerpo o vehículo intuicional. Este nos facilita un conocimiento profundo y directo de todas las cosas. Y además tenemos otro vehículo mental por encima de Kama-Manas o mente inferior; se trata de una mente pura (Manas), o sea, no es una mente concreta, no está relacionada con las cosas de este mundo, sino con las del mundo espiritual, de ese mundo que nos acerca a la parte más interior y elevada del ser humano.

Vamos a centrarnos ahora en el cuerpo pránico, ubicado por encima del Etero- Físico. Lo podríamos representar, al igual que todos los demás, como dividido en siete pequeñas partes o subcuerpos. El cuerpo pránico contiene todas las fuerzas vitales del ser humano; es el cuerpo de la energía, el que nos da la vida, es el cuerpo que el ser humano, al morir, pierde en primer lugar; lo primero que se despega del cuerpo físico muerto es el cuerpo pránico, que es como la batería del ser humano.

Podemos ver sus subdivisiones en detalle, y comprobamos que aquí repetimos el esquema. Hay un subcuerpo átmico, que como veíamos antes, es su voluntad superior; un subcuerpo búdhico, un subcuerpo Manas, un subcuerpo Kama-Manas, un subcuerpo Astral; un subcuerpo pránico y un subcuerpo etero-físico.

Estos siete subcuerpos, que pueden ser de existencia dudosa a los ojos del investigador moderno, tienen una razón de ser muy simple: el cuerpo pránico, que es el cuerpo de la energía, tiene como función dar energía a los demás cuerpos, es decir, que es el cuerpo que da vida a los seis cuerpos restantes. Así, le da energía al átmico, al búdhico, a Manas, a Kama-Manas, al Astral, a sí mismo (ya que una de las siete energías se la guarda para poder seguir funcionando), y por último, le da energía al Etero-Físico, al cuerpo que podemos ver y tocar.

He explicado lo de los subcuerpos porque ellos están representados o canalizados a través de siete órganos de este cuerpo pránico.

De la misma forma que nuestro cuerpo físico tiene órganos y sistemas, el cuerpo pránico, para ejercer sus funciones, tiene también órganos a través de los cuales recibe, «digiere» y emite una energía transformada y purificada para los demás cuerpos.

Estos órganos son siete, los llamados chakras. Todos estos centros de energía o chakras son realmente órganos a través de los cuales penetra, sufre transformaciones y circula la energía a lo largo de todo el cuerpo humano.

Los chakras no constituyen el cuerpo pránico en sí, sino que son órganos del cuerpo pránico. En realidad, la energía es la que sería el cuerpo pránico.

Además de los chakras, existe una serie numerosa de subcentros de energía, que son los conocidos puntos de acupuntura. Estos siete centros emiten energía que es canalizada por otras vías secundarias o meridianos, aparte de esta vía más o menos central por donde circula el grueso de las energías. La energía es derivada hacia el cuerpo físico, y estas derivaciones se realizan a través de estos meridianos, que son líneas de fuerza; y sobre estos meridianos o líneas de fuerza, existe una serie de subcentros de energía, de subchakras, de subórganos, que son los que van a regular en la periferia todo el complejo energético que llamamos cuerpo pránico.

Hay evidencia científica de su existencia, y yo lo he desarrollado en distintas conferencias, porque a través de sistemas de detección muy sofisticados –poniendo electrodos sobre la piel–, se perciben unos potenciales cutáneos, unas resistencias cutáneas que revelan que donde hay un punto de acupuntura, el elemento cutáneo tiene propiedades electromagnéticas completamente diferentes a los puntos que hay alrededor.

Estos trabajos se realizaron fundamentalmente en Francia en la década de los 60, y se siguen desarrollando hoy, evidenciando cada vez más la existencia de estos subcentros y centros de energía. De manera casual se descubrió que los puntos de acupuntura tenían una propiedad completamente distinta que los puntos cercanos, ya que este grupo científico no buscaba nada referente a la acupuntura, sino que, buscando las propiedades electromagnéticas de la piel y sus diferencias en las diversas zonas, se encontraron con que había puntos en la piel con propiedades totalmente especiales. Al revisar diferentes obras científicas, se encontraron con que estos puntos coincidían con los indicados por los chinos en obras de medicina de más de 6000 años de antigüedad.

Además, podemos mencionar una serie de características del cuerpo pránico que hacen referencia a la polarización magnética, a la polarización de cargas distribuidas de una manera desigual a lo largo de todo e] cuerpo humano. Todo esto se halla reflejado en muchas ciencias, mitologías y religiones antiguas; por ejemplo, en Grecia, el famoso talón de Aquiles era la parte más débil del famoso héroe; y en Egipto, el ojo de Horus, el derecho, era el símbolo de la parte más positiva, de la parte más fuerte del ser humano.

Todo esto se relaciona con que el cuerpo pránico, en cuanto al del ser humano, tiene una distribución de diferentes cargas –vamos a llamarlas magnéticas–, aunque realmente la cosa no se queda ahí.

En el cuerpo del ser humano, todo lo que está en la parte anterior es positivo con respecto a la posterior, es decir, que la cara anterior es positiva con respecto a la parte posterior del cuerpo; todo lo que está por encima del diafragma es positivo con respecto a lo que está por debajo, que es negativo; y todo lo que está a la derecha es positivo con respecto a lo que está a la izquierda, que es negativo.

Nos encontramos con un juego de positividades y negatividades que tienen, precisamente, una relación con lo antes mencionado en religiones antiguas y mitologías, según las cuales todo lo que se encuentra en la parte anterior, superior y derecha es lo más positivo, coincidiendo con el ojo de Horus. Tenemos aquí tres positividades. Si nos fuéramos a la parte izquierda de la cabeza, tendríamos dos positividades, por ser superior y anterior, y tendríamos una negatividad por ser izquierda.

Si en cambio consideramos el talón de Aquiles, vemos que es: negativo porque es inferior, negativo porque es izquierdo, y negativo porque es posterior. Tenemos tres negatividades.

Esta distribución energética hace que muchas veces, sin considerar nuestra posición sobre la Tierra, nos coloquemos de tal forma que las fuerzas electromagnéticas o pránicas de la Tierra nos afecten, puesto que el planeta también las tiene. De la misma forma que el ser humano no se queda en la simple apariencia de su cuerpo físico, el planeta Tierra no es un simple trozo de materia sin vitalidad sin influencia sobre la Humanidad, los animales, y el resto del universo que lo circunda, sino al contrario, la Tierra es un ser vivo.

Es evidente que la Tierra tiene mucha más vida de la que pensamos. También ella tiene un cuerpo de energía, un cuerpo pránico que está directamente relacionado con el cuerpo energético o pránico del ser humano. También en la Tierra existe una –vamos a llamarla– distribución de cargas, y en base a la carga de nuestro propio cuerpo, la Tierra nos va a influenciar de un modo o de otro, según nos ubiquemos en un lugar donde haya energías telúricas de signo positivo o de signo negativo. En la Antigüedad los hombres ya conocían la importancia de esto, aunque hoy en día lo hayamos olvidado.

Ustedes habrán oído hablar de menhires, de dólmenes; sobre todo, en este caso los menhires tienen una importancia fundamental, ya que modernas investigaciones llevadas a cabo en París por un grupo de catedráticos de la Sorbona en colaboración con otros catedráticos de Francia, han llegado a la conclusión de que los menhires y los dólmenes eran una forma de acupuntura terrestre. Tanto es así que al retirar algunos menhires de su lugar natural para su estudio, se produjeron «cataclismos» regionales; por ejemplo, al retirar un menhir de la zona de los Países Bajos, todo un pueblo fue sepultado bajo las aguas del Mar del Norte, y muchas personas murieron en esta catástrofe. ¿Es que el menhir fue colocado allí a modo de acupuntura, de práctica terapéutica para que las aguas se retiraran de una determinada zona?

El cuerpo pránico de la Tierra y del hombre tienen una íntima relación, una íntima influencia referente a su sistema de cargas. Y si tenemos en cuenta que el cuerpo pránico de la Tierra recibe influencias del resto de los astros que la rodean, entonces las relaciones se complican mucho más.

Pasando al tema que quería desarrollar con más detalle, nos dedicaremos un poco a los chakras, esos órganos que sirven para captar, transformar y emitir la energía, el prana, la fuerza, o el Ki de los chinos que, al decir de ellos, no se puede traducir como lo hacemos en Europa exactamente como energía.

Los chinos representan la energía con un símbolo que significa más o menos «La fuerza que hace saltar la tapa de la olla, donde hierve el arroz», de modo que es una energía un poco especial. Aquí aparecen los cuatro elementos: el elemento Aire (la fuerza que hace saltar) y el elemento Tierra (la olla); dentro de la olla tenemos el elemento Agua, y además el Fuego que la hace hervir.

La energía circula, pues, por el cuerpo humano, y se canaliza a través de estos diferentes órganos o chakras, que en sánscrito significa «ruedas”, porque al llegar la energía a uno de estos chakras o ruedas, estos comienzan a girar. Tienen una constitución simple, como los pétalos de un loto, y al mismo tiempo que reciben y captan la energía, la transforman con ese movimiento de giro, y la emiten a través de la red de canales que son los meridianos o líne­as de fuerza, y a través de los subcentros de energía, que la van a controlar una vez más. Cada uno de los chakras corresponde a cada uno de estos subcuerpos del cuerpo pránico.

Vamos a describirlos de abajo hacia arriba.

El primero de los chakras es un centro de energía con características muy especiales, y vamos a ver por qué. Todos los chakras son especiales, pero hay tres que destacan: el primero que estamos viendo, el que está en medio entre los tres de abajo y los tres de arriba, o sea, entre nuestro aspecto animal y nuestro aspecto divino, es el chakra humano propiamente dicho; y el superior que señala lo divino.

El primero, cuyo nombre es Muladara, es especial porque canaliza una forma de energía que se divide en tres, o que se canaliza a través de tres vías diferentes; esta energía es Kundalini. Este chakra tiene cuatro pétalos, y su color habitual es el rojo intenso: el dios que lo rige, según los hindúes, es Ghanesa, Señor de la Sabiduría y de las Letras. Además de su color rojo intenso, en el centro tiene un triángulo negro con el vértice hacia abajo. Dentro de este triángulo negro duerme esta energía Kundalini, que es una energía en potencia, y se representa como una serpiente; esta forma de simbolizarla está emparentada con el dios Ghanesa, ya que la serpiente también simboliza la sabiduría.

Del triángulo negro saldrían dos tipos de energía que se podrían comparar a lo que en China se conoce como el yin y el yang, y que en India se llaman Ida y Pingala. Se dice que Ida es la energía que desemboca en el agujero derecho de la nariz, y Pingala en el izquierdo, igual que el yin y el yang. Por el centro, en medio de estas dos energías, sube otra forma de energía pura y potente que atraviesa todos los chakras, incluido el superior o Coronario, que recibe en Oriente el nombre de Sushumna.

Estas tres formas de energía están en potencia; solo aquel que ha alcanzado un grado de sabiduría equiparable a lo que se conoce como Primera Iniciación, puede controlar y dominar estas energías que se encuentran en dicho chakra. Hasta que uno no despierta este chakra, no despierta la energía Kundalini en sus tres aspectos de Ida, Sushumna y Pingala.

Lo mismo ocurre con los demás chakras, es decir, que el segundo chakra se despierta plenamente cuando se recibe la Segunda Iniciación, y así sucesivamente.

El segundo chakra se conoce como chakra Esplénico; está situado a nivel del bazo. Corresponde al segundo subcuerpo del cuerpo pránico; por lo tanto, aquí coinciden el cuerpo y el subcuerpo pránicos. Es el centro motor de esta energía pránica en su totalidad. Se explica que tiene seis pétalos, y a través de él fluyen, llegan y se transforman siete tipos de energía. Al tener seis pétalos, tiene un tipo de energía para cada uno de los pétalos, y la energía que le «sobra» se la queda para sí mismo, para generar energía continuamente, para tener una cierta cantidad de energía en reserva.

Como se ve, está en relación con el bazo físico, que es un órga­no de reserva de sangre, es decir, de energía para el cuerpo físico. El dios que rige este chakra es Brahma, y el color que tiene es naranja-dorado, con el centro rosado; así lo describen los clarividentes.

Por encima existe un tercer centro o chakra, que es el Hepático; su nombre en sánscrito es Manipura. No está exactamente en la línea media, sino un poco a la derecha, coincidiendo más o menos con la zona del hígado. Los pétalos que tiene son diez; su color es un verde fuerte, con zonas de color marrón o rojo oscuro. El dios que lo rige es Vishnu. Es el centro en el que repercuten las emociones.

El cuarto chakra, Cardíaco o Anahata, coincide básicamente con el corazón físico. Es el que divide los tres chakras inferiores de los tres superiores. Es el chakra humano por excelencia. Tiene doce pétalos de color rojo con matices dorados. Se relaciona con el cisne sagrado o Hamsa. Al estar situado en el centro, sirve de paso a Shushumna en su ascenso.

El siguiente es el chakra Laríngeo o Vishuda que coincide con la garganta y específicamente con la llamada «nuez de Adán». Tiene dieciséis pétalos de color azul con matices plateados. Su deidad rectora es el Shiva constructor.

Por encima del laríngeo está el chakra Frontal, también conocido como el centro del entrecejo; está situado en la zona donde se encuentra la glándula pineal, que se dice es el resto físico de lo que fue en su día el tercer ojo de la tercera humanidad. Se le atribuyen noventa y seis pétalos. Su color es difícil de definir; se encuentra entre el azul, más apagado que el que vimos antes, y un color parecido a la leche. Curiosamente a la capacidad de discernir, en Oriente se le llama «separar el agua de la leche» o Viveka (Discernimiento): separar el bien del mal. Está en relación con la intuición. Su deidad es una forma del ave sagrada Hamsa, que lleva entre sus garras la palabra sagrada AUM, y lleva también una cifra sagrada que simboliza los tres grandes ciclos: nacimiento, vida y muerte; otros dicen nacimiento, muerte y resurrección, que es lo mismo, ya que son los tres caminos o manifestaciones de la Vida Una.

Por encima del chakra frontal está el séptimo y último chakra, considerado por algunos como el Gran Chakra, ya que su forma es como la de un huevo que recubre la totalidad del cuerpo pránico. De modo que algunos lo consideran como el séptimo chakra, y otros esoteristas y filósofos no lo consideran como tal, sino como una gran rueda que recubre el cuerpo pránico y lo baña con las energías más elevadas en el ser humano. Tiene aproximadamente unos mil pétalos, y según los clarividentes su color es el del arco iris, o bien un color violeta platinado difícil de definir. Este chakra, conocido como el chakra Coronario, está relacionado con un elemento que aún no está manifestado, que está en potencia. A partir del 5.º chakra, el 6.º y 7.° están relacionados con elementos no manifestados aún.

Por su característica de ser como un huevo que baña todo el cuerpo pránico, se asimila a Visvakharman en la India, o al Atlas griego, crucificado, dentro de una Gran Rueda, como en una gran Barca Cósmica. En el ser humano está relacionado con la Voluntad; por lo tanto, su energía es lo último que despierta, es el chakra que se abriría en la Séptima Iniciación.

Aparte de estas descripciones de los chakras, querría mencionar algunas normas prácticas, que bien podríamos denominar «higiene pránica». Están relacionadas con el Pranayama, que es una de las subformas del Hatha Yoga, y consiste en la perfección dentro de la asimilación del prana.

Nosotros disponemos de una cantidad fija de prana, y a lo largo de la vida lo vamos gastando; una parte la vamos reincorporando, reciclando, pero por falta de conocimientos, lo hacemos de una forma bastante precaria; por ejemplo: la polución y la vida que llevamos son desastrosas para ello. En cuanto a la polución, existe a nivel físico, en las partículas químicas que están en el aire, aunque esto no es demasiado grave; lo más grave es que, además de la polución física, existe otra energética, pránica. Al absorber prana, estamos absorbiendo partículas buenas y malas, igual que respiramos aire bueno y malo al mismo tiempo; si siempre fuera malo, ya estaríamos muertos; y si siempre fuera bueno, no estaríamos tan enfermos como estamos habitualmente.

Una de las normas que podemos citar, en primer lugar, es la de evitar en lo posible esta polución. Si vivimos en una ciudad, hay que salir al campo de vez en cuando a respirar aire puro y a captar el prana en estado puro que se encuentra en él. Decían los antiguos que el mejor lugar en el campo para recibir buena energía es colocarse debajo de un pino o de un eucalipto. Seguramente habrá más árboles benéficos, ya que muchos deben de ser de la misma índole, pero los libros clásicos que hablan del tema citan fundamentalmente el pino y el eucalipto.

Otro punto a considerar es el del tabaco. El tabaco tiene un efecto nefasto, y es que produce unos resquebrajamientos o aberturas negativas en todos estos centros de energía, principalmente del cardíaco hacia abajo.

También influye negativamente el cansancio excesivo, que es el agotamiento pránico. Nosotros trabajamos, corremos o ejercemos alguna actividad hasta el límite, y acabamos con las baterías muy bajas; esto no es aconsejable a nivel de higiene pránica, ya que necesitamos cuidar un poco este cuerpo de la energía que nos da la vitalidad. Estos excesos continuados no son recomendables, pues no se produce el «reciclaje» natural que necesitamos para estar básicamente sanos.

Otro elemento dañino para el cuerpo pránico es el que podemos llamar «vida lujuriosa». El exceso de sexo descarga la cantidad de prana que tenemos, por lo que la recomendación es la misma que para el tabaco: moderación.

Estos serían los cuatro puntos más interesantes a tener en cuenta a la hora de asimilar una energía más o menos pura, para que no se nos escape tontamente. El Pranayama enseña una serie de técnicas para captar adecuadamente estos corpúsculos pránicos, unos de origen solar, otros de origen lunar, otros terrestres, pero como no son técnicas fáciles, no las vamos a introducir en la conferencia de hoy.

Además quiero señalar que algunos creen que el Hatha Yoga del sur de la India, que es el que se divulga normalmente, es un método para captar más energía de la que tenemos de forma rápida y fácil. Esto es peligroso. Se puso de moda en un momento dado con las características comerciales de la época en que vivimos, y así se han divulgado unas técnicas muy fragmentadas que estaban reservadas a las Escuelas de Misterios, en las que se enseñaba el conocimiento profundo del ser humano y de la Naturaleza. Pero el Hatha Yoga puede afectar a nuestra constitución pránica e incluso a alguno de los demás cuerpos, y sin la guía de un verdadero Maestro puede resultar muy dañino.

También hay una serie de ideas falsas relativas al cuidado de nuestro cuerpo físico, y también del pránico, por no hablar de los demás cuerpos. Muchos creen que procurando una alimentación muy seleccionada, o insistiendo en otros aspectos que se reflejan en el cuidado del cuerpo físico, son suficientes para tener una vida sana y espiritual. Esto es un error. Para hablar de un ser humano básicamente sano, hay que tener el cuerpo, la vitalidad, los sentimientos y la mente muy sanos. No basta con cuidar el cuerpo físico y creer que ya estamos desarrollando nuestra parte divina o espiritual; este es un grave error, según nuestros pobres y humildes conocimientos. Vamos a dar una serie de consejos al respecto.

El hombre, efectivamente, tiene que cuidar su cuerpo físico, pero también tiene que cuidar su cuerpo pránico, aplicando las recomendaciones que se han dado antes. Pero el gran problema es que también tenemos que cuidar el cuerpo psíquico, o de las emociones, y la mente. Generalmente no prestamos atención a los sen­timientos y emociones, a desarrollar verdaderas formas de amor. Al no cuidar de esto, el resultado es que nuestro cuerpo psíquico está tan contaminado o más que el resto de los cuerpos; y lo mismo ocurre con la mente. Pensamos o nos hacen pensar cualquier cosa…

Entonces, un verdadero régimen de vida sana tendría que afectar en primer lugar a la mente: buenas conversaciones, buenas lecturas, buenas películas, buen teatro, y si no lo hay, se evita. Para una buena higiene del cuerpo de las emociones, lo fundamental es tener buenas amistades, buenas parejas, buenas formas de amor, que el amor esté en primer lugar y el sexo después. Para el cuerpo pránico, lo dicho anteriormente. Y para el cuerpo físico, llevar una vida equilibrada y sin excesos. De esta forma, poco a poco, conseguiremos que el ser humano esté verdaderamente sano, que tenga sanas y puras las cuatro expresiones de su personalidad, como la semilla de un Mundo Nuevo y Mejor que todos soñamos.

Extraído del libro: Medicina para el cuerpo y para el alma

esmeralda

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