Tal es la lección de la historia, que deberíamos leer más a menudo. Quizá la mayor de las singularidades que marcan a los personajes que salen a la escena del mundo para escribir páginas en esa historia, es que supieron estar ahí cuando era el momento, y se abrieron paso en medio de los sucesos, guiados por ese particular olfato para percibirlo.
Ya sé que todo esto desafía las leyes de la racionalidad, pero es que en la vida de los seres humanos no todo puede ser filtrado y enfriado por los razonamientos, porque también existen las emociones y las intuiciones, por no hablar de ese extenso territorio interior donde manejamos los símbolos y nos preguntamos por el sentido que tienen las cosas. Ahora es el momento de soltar el lastre que se nos había pegado, oscureciendo nuestra capacidad para los compromisos en el refugio de la desilusión y el escepticismo.
Si nos desentendemos de lo que ocurra en la vida social, con el pretexto de sentirnos defraudados, otros tomarán las decisiones por nosotros, y lo que es peor, pretenderán interpretar el mundo solo a su manera, dictada por sus intereses.
Entre los matices de lo que hemos vivido estas últimas semanas sobresale una nueva capacidad para salir de la indiferencia y volver a comprometerse con las ideas y las personas. Ha sido una buena lección de vitalidad, que va a servir probablemente para renovar muchas cosas, en armonía con los mensajes de esta primavera.
M.ª DOLORES F.-FÍGARES
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