LEONARDO SANTELICES
Una de las formas más características de la sociedad humana es también uno de sus mayores logros.
La ciudad y el mundo
Desde el momento en que el ser humano deja de vivir como nómada deambulando de un lugar a otro y se asienta en un territorio, surge, bajo diferentes formas, la ciudad, como una de las grandes conquistas de la humanidad. En el libro segundo de Los diez libros de arquitectura, Vitruvio afirma:
Las primeras comunidades de humanos se agruparon en un mismo lugar en un número elevado, y dotados por la naturaleza de un gran privilegio respecto al resto de animales, como es el que caminaran erectos y no inclinados hacia adelante, observaron las maravillas del universo y de los cuerpos celestes, e igualmente manipularon los objetos que querían con toda facilidad con sus manos y sus dedos, y así, unos construyeron techumbres con follaje, en aquellas primitivas agrupaciones humanas; otros excavaron cuevas al pie de la montaña; e incluso otros, fijándose en los nidos construidos por las golondrinas, imitándolos, prepararon habitáculos donde guarecerse, con barro y con ramitas. Al observar unos las chozas de otros y al ir aportando diversas novedades, fruto de sus reflexiones, cada vez iban construyendo mejor sus chozas o cabañas.
Como muchos autores han dicho con propiedad, el ser humano es un ser social, es decir, busca vivir en sociedad, y la forma más completa para vivir en sociedad es la ciudad.
Aislado, el hombre se siente desarmado; por eso se vincula espontáneamente a un grupo. Abandonado a sus propias fuerzas, solo construiría su choza y llevaría, en la inseguridad, una vida de peligros y fatigas agravados por todas las angustias de la soledad. Incorporado al grupo, siente pesar sobre él la coerción de una disciplina inevitable, pero en cambio, se encuentra seguro, en cierta medida, frente a la violencia, la enfermedad y el hambre; puede pensar en mejorar su casa y también satisfacer su profunda necesidad de vida social. El hombre, convertido en elemento constituyente de una sociedad que le sostiene, colabora directa o indirectamente en las mil empresas que aseguran su vida física y desarrollan su vida espiritual (Carta de Atenas, Le Corbusier).
En la introducción de su libro Arquitectura de la ciudad, Aldo Rossi, refiriéndose a la complejidad de los estudios sobre la ciudad, afirma:
Cuando se analizan los hechos urbanos por lo que son, como construcción última de una elaboración compleja; teniendo en cuenta todos los datos de esta elaboración que no pueden ser comprendidos por la historia de la arquitectura, ni de la sociología, ni de otras ciencias, me siento inclinado a creer que la ciencia urbana, entendida de esta manera, puede constituir un capítulo de la historia de la cultura, y por su carácter total, sin duda, uno de los capítulos principales.
Por ser la ciudad una expresión específicamente humana, es parte sustancial de la cultura o, quizás mejor aún, una expresión evidente de cada cultura. Así, en cada ciudad se expresan la cosmovisión, los mitos y los símbolos de cada sociedad humana. Por eso, recorrer una ciudad es penetrar también en los recovecos de la vida humana.
La definición de lo urbano
La definición más común de lo urbano es aquello que es diferente de lo rural (la urbs y el rus), aunque el límite no esté tan claro entre una y otra.
A fines del siglo XIX, F. Ratzel define la ciudad como una reunión duradera de hombres y de viviendas humanas que cubre una gran superficie y se encuentra en la encrucijada de grandes vías comerciales.
En un trabajo sobre la distribución de la población, Aurousseau explica esta oposición entre lo rural y lo urbano en los siguientes términos: rurales son aquellos sectores de población que se extienden en la región y se dedican a la producción de los artículos primarios que rinde la tierra; los sectores urbanos, en cambio, incluyen a las grandes masas concentradas que no se interesan, al menos en forma inmediata, por la obtención de materias primas, alimenticias, textiles o de confort en general, sino que están vinculadas a los transportes, a las industrias, al comercio, a la instrucción de la población, a la administración del Estado o simplemente a vivir en la ciudad.
Buscando rasgos que sean comunes a todas las ciudades, de distintos tamaños y épocas, y por lo mismo, que puedan conformar una definición de ciudad, el historiador británico Arnold Toynbee en su libro Ciudades en marcha escribe:
Una ciudad es una agrupación humana cuyos habitantes no pueden producir, dentro de sus límites, todo el alimento que necesitan para subsistir. Este rasgo es común a las ciudades de todas clases. Y más adelante: Si se acepta esta definición, se concluye que una ciudad no puede existir sin tener una fuente externa de suministro de alimentos en una región circundante agrícola lo bastante productiva para disponer de un excedente de víveres más allá de los requerimientos de su población rural productora. Ninguna ciudad ha sido nunca, ni nunca podrá ser, económicamente autosuficiente.
Esto significa que la ciudad debe generar otros productos o servicios que pueda, a su vez, ofrecer a cambio de los alimentos a la población rural, lo que redunda en un cierto tipo de control político u organizativo de la ciudad sobre el campo, lo que además implica algunas otras características adicionales.
Además de una aproximación geográfica que define lo urbano como diferente de lo rural, también existen perspectivas sociológicas que tratan de la cultura urbana y sus características.
La cultura urbana
Como ya vimos, las actividades productivas son diferentes en el campo y en la ciudad, lo que implica que hay una cultura diferente en el ambiente rural y en la urbe, cosa que además podemos comprobar en forma directa al ver las dificultades de adaptación que tiene el hombre urbano en el campo y viceversa.
Ante la evidencia de diferentes costumbres entre el campo y la ciudad, como por ejemplo el aparentemente menor sentido de solidaridad que encontramos en la cultura urbana, los sociólogos han buscado identificar las características que podrían definir a la cultura urbana.
En una apreciación meramente externa, considerando solo las condiciones materiales de una ciudad, se le dio mucha importancia al tamaño, crecimiento y densidad de la población urbana como determinantes de ciertas conductas; por ejemplo, la aglomeración de personas determinaría un espíritu de competencia en vez de colaboración.
Si bien es cierto que ciertas condiciones materiales promueven ciertas conductas, no son ellas totalmente determinantes, ya que el ser humano también actúa de acuerdo a su cultura. Ante una misma situación, por ejemplo, un temblor de tierra de intensidad fuerte, unos entrarán en pánico y actuarán llevados de la locura momentánea, corriendo desbocadamente y poniendo en peligro su vida y la de los demás, otros conservarán la calma y podrán pensar en el mejor modo de proceder, y otros, que están preparados para ello, podrán iniciar labores de rescate en caso de ser necesarias. Las características físicas son las mismas para todos, lo que hace la diferencia es la cultura de cada uno. Lo mismo sucede en la ciudad: aunque las condiciones físicas sean similares, la respuesta es diferente en cada ciudad o en cada grupo social de una misma ciudad.
Por eso Manuel Castells hace ver la necesidad de otras consideraciones para evaluar correctamente la sociedad: la organización social y el sistema cultural dependen de algo más que el número y la heterogeneidad de los individuos; hay que tener también en cuenta la estructura tecno-social, fundamento organizativo de la sociedad.
Para el arquitecto estadounidense Richard Meier, la ciudad se caracteriza no solo por sus condiciones materiales, sino también por sus funciones, y por ser el lugar de la comunicación y el intercambio, tanto de productos como de información. Otro factor que destaca Meier es que en las comunidades rurales las personas destinan más tiempo a sus actividades personales; en cambio, en la ciudad se privilegia la socialización o tiempo compartido con otros.
Los estadounidenses R. Abler, J. S. Adams y P. Gould afirman que una ciudad es una organización espacial de personas y actividades especializadas diseñadas para maximizar los intercambios; a nivel local, la ciudad es el mejor medio de interrelacionar actividades sociales y económicas para máximo beneficio de todas ellas; a nivel regional, aparecen sistemas de ciudades para organizar intercambios entre lugares distantes y para facilitar a las áreas circundantes de carácter no urbano los bienes y servicios que necesitan (citado por Horacio Capel).
Hace más de 2000 años Platón planteaba en su obra La República que la sociedad humana surge como respuesta a la incapacidad de cada individuo para satisfacer por sí mismo sus propias necesidades. Por eso, en una primera etapa, la sociedad requiere de personas de diferentes oficios que satisfagan las necesidades básicas de alimentación, vestimenta, vivienda, etc. Pero luego, un mayor desarrollo de la polis hace necesario que aparezca un nuevo grupo de personas dedicado específicamente al mantenimiento de la convivencia social, del orden público, a la ampliación del territorio y, en general, a la defensa de este y de la ciudad frente a las agresiones exteriores y los desórdenes internos. Este grupo son los guardianes y este es el traspaso de una sociedad basada en la conveniencia mutua al Estado, sustentado en un ideal civilizatorio.
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