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Los cambios geológicos de la Tierra

La vida geológica de la Tierra ha sido bastante intensa. Tan solo en el último millón de años se han sucedido grandes cambios en la configuración física de nuestro planeta. Generalmente, las personas poco familiarizadas con los grandes movimientos de la corteza terrestre o los cambios provocados por las antiguas glaciaciones, se extrañan cuando descubren que en la cima del Everest hay restos fósiles de peces, o de sedimentos, lo cual demuestra que dicha cima, anteriormente, se hallaba sumergida en el mar…

Para quien no se halle familiarizado con la teoría de la deriva continental le costará entender que la porción de tierra que hoy constituye la India, antiguamente se hallaba en un continente denominado Gondwana, situada a miles de kilómetros al sur de su posición actual en mitad del océano Índico. Posteriormente, fue desplazándose hacia el norte hasta incrustarse en la masa continental asiática, dando lugar a la elevación de las tierras costeras y creando el plegamiento causante de los Himalayas.

La configuración de los continentes no se ha mantenido ni mucho menos estable, pues se cree que las islas Filipinas se separaron del continente asiático hace tan solo unos 10.000 años, y aún en época más reciente, Nueva Guinea se separó de Australia, y también Java lo hizo de Sumatra.

Muchos han sido los cambios que han acontecido en la Tierra, bien sean estos debidos a la sumersión de tierras continentales o la elevación de otras que conformaban el fondo de los mares, las grandes extinciones de especies, los grandes seísmos y las erupciones volcánicas, virulentas y despiadadas.

Las teorías actuales

Una vez se cartografiaron las líneas de costa en las riberas opuestas del Atlántico, varios científicos comenzaron a especular que tal vez aquellos continentes actualmente separados pudieron tiempo atrás estar unidos. Efectivamente, las líneas de costa parecían piezas de un puzle, de modo que trasladando el continente americano hacia las costas de Europa y de África, parecían encajar perfectamente, salvo mínimos detalles.

Personajes de la talla de Francis Bacon, Georges L. Leclerc, conde de Buffon, o Alexander von Humboldt, se atrevieron a insinuar la semejanza de las costas, hasta que en 1858 Antonio Snider se atrevió incluso a afirmar que aquellas piezas debieron de pertenecer a un continente mayor finalmente disgregado en varios pedazos divergentes. Fue a partir de 1910 cuando Frederick B. Taylor, Howard B. Baker y Alfred L. Wegener lanzaron la teoría de la «deriva continental«, según la cual los continentes se habían desplazado en horizontal sobre las capas más profundas a partir de un supercontinente inicial. Esta posición creó grandes controversias entre los geólogos, sobre todo en Norteamérica, hasta ser finalmente admitida.

Para dar esta teoría como cierta, la geología debía admitir que las masas continentales tenían cierta capacidad de movimiento, aunque en aquel entonces imperaba la concepción de una Tierra rígida, cuyo mayor exponente era el geofísico Harold Jeffreys, y parecía difícil comprender cómo podían moverse los continentes sobre los fondos oceánicos rocosos.

En consonancia con la postura de Jeffreys, muchos geofísicos consideraron que la Tierra era una masa rígida desde su origen y que seguiría siéndolo hasta el final de sus días, como correspondía a su naturaleza y origen, en que algunas partes desgajadas del Sol dieron lugar a los planetas, y a su vez, de restos de los planetas se conformaron los satélites.

La controversia sobre la formación del planeta en sus orígenes entró a formar parte del debate sobre las teorías de los movimientos de la corteza terrestre en la medida en que otros geofísicos, como el Premio Nobel Harold C. Urey, pensaban que no solo la Tierra, sino todo el sistema solar se podía haber conformado a partir de una nube de polvo, por condensación. Según esta concepción, la Tierra, en su nacimiento, sería un cuerpo frío, que aumentaría su temperatura debido a la radioactividad de sus componentes, hasta alcanzar los materiales estados plásticos. En estas temperaturas próximas a la fusión de sus materiales las rocas podrían adoptar cierta plasticidad, lo cual propiciaría el desplazamiento de unas masas continentales sólidas sobre otras internas más plásticas.

Por otra parte, algunos geólogos como Alexander L. du Toit, postulaban la teoría de la «isostasia«, la cual afirmaba que las masas continentales se mantenían en equilibrio sobre las capas inferiores de la Tierra, provocando movimientos en sentido vertical, de modo que el hundimiento de una masa continental provocaría el empuje ascendente de las contiguas.

Con el paso del tiempo, los geólogos observaron que aquellas zonas que antaño estuvieron cubiertas por hielos permanentes hasta hace unos 11.000 años, como la península escandinava o el norte de Canadá, al quedar al descubierto tras la última glaciación, sufrían elevaciones graduales del orden de casi un centímetro por siglo, como si quedaran liberadas de un gran peso, justificando los movimientos verticales predichos por la teoría de la isostasia.

Se observó también que las formaciones montañosas tenían en ambas laderas estratos plegados, lo cual indicaba que habían sido sometidos a fuerzas laterales, en sentido horizontal.

Actualmente se admite que la corteza terrestre está conformada por una capa superior fría y rígida, de unos 100 km, que se apoyaría sobre una zona interior más caliente y plástica. A la par que se da un equilibrio hidrostático de las masas en vertical, aparecen empujes laterales que justifican también ciertos movimientos laterales de desplazamiento. Los continentes flotarían de este modo sobre la capa del manto, al mismo tiempo que se crearían corrientes en el manto plástico, que a su vez crearían empujes de elevación y de desplazamiento horizontal.

A finales del siglo XIX, los geólogos del hemisferio sur descubrieron formaciones geológicas y paleontológicas análogas a las de nuestro hemisferio, de modo que en el inicio del siglo XX el geólogo austriaco Eduard Suess, agrupando los datos dispersos, dedujo la existencia de una masa continental única. En estratos del mismo periodo geológico se hallaron plantas iguales, así como las mismas rocas procedentes de glaciaciones coincidentes.

Tal como había aventurado Wegener, hace unos 200 millones de años todas las tierras conformaban un supercontinente al que se denominó Gondwana. Actualmente se considera que en el hemisferio sur había una gran masa de tierra denominada Gondwana, y otra en el hemisferio norte, llamada Laurasia, una vez definida la trayectoria seguida por los continentes actuales para llegar a su reciente posición con modernos métodos sísmicos.

Actualmente se admite plenamente que la corteza terrestre sufre movimientos en vertical, como el abombamiento registrado en el sur de África, cuyas tierras situadas a 1600 m de altitud siguen elevándose, y en horizontal, aunque la explicación actual complementa las ideas de Wegener con la teoría denominada de la tectónica de placas.

Surgida en mitad del siglo XX, la teoría de la tectónica de placas, ampliamente demostrada en la actualidad, considera la corteza terrestre como si fuera una pelota de cuero constituida por varios parches. Siendo estos parches o placas, trozos de litosfera (las masas continentales y sus plataformas), conforman los fondos marinos y las superficies continentales.

Estas placas mantienen cierto movimiento impulsadas por las presiones internas de las corrientes aparecidas en el manto terrestre, y debidas a diferencias de densidad, temperatura y, por tanto, de plasticidad. Las placas se verían sometidas a roces y empujes con placas contiguas, dando lugar a roturas, elevaciones de sus bordes, plegamientos montañosos o hundimientos de una placa bajo la otra (subducción).

Entre las once placas existentes, en los bordes de colisión o de roce se generaron con el tiempo cadenas montañosas, rosarios de islas o zonas propensas a sufrir terremotos, debido a la liberación de tensiones y roturas profundas, o incluso afloramientos volcánicos del magma interno a través de las zonas de fractura o surgencias de gases.

Generalmente, con el deshielo de los casquetes polares, tal como está ocurriendo ahora en el Ártico, se tiende a pensar que el nivel de las aguas debiera elevarse. Sin embargo, en otro tiempo, ante tal circunstancia, extrañamente se ha constatado un descenso general de los niveles en varios continentes; tal es el caso de Alaska y Groenlandia, de Sudamérica y Nueva Zelanda.

Se han constatado importantes cambios en el nivel del mar durante el último periodo glacial (en la denominada glaciación de Würm, desde hace unos 110.000 a 12.000 años atrás), acaecidos también en zonas diversas, durante los últimos 12.000 años. Así, se conoce que Florida se elevó durante el periodo glacial unos 600 m, lo cual implicó cambios importantes en la zona del Caribe. Por otro lado, en las costas del suroeste de Asia e Indonesia también se detectaron hundimientos de al menos 200 m.

La única explicación posible para que ello haya sucedido así en otro tiempo puede ser que el hielo acumulado en la Antártida compensara sobradamente el aumento de nivel que hubiera sufrido el planeta a causa de los deshielos posglaciares.

Actualmente, también existen modelos de comportamiento climático que explicarían que un deshielo en el casquete ártico, al introducir agua dulce en la superficie del Atlántico, cambiaría la corriente cálida del golfo en el hemisferio norte, elevando las temperaturas de Europa y América.

Por otra parte, se conocen hasta cuatro cambios de las condiciones climáticas de los continentes, que pudieran explicarse por los movimientos de deriva continentales, aunque generalmente son cambios tan completos que implican cuatro grandes variaciones de la situación de los polos. ¿Posibles movimientos del eje terrestre?

En este aspecto, se ha comprobado que las islas del Ártico dieron abrigo, antaño, a grandes florestas, pues gozaron de un clima templado. Los grandes mamuts que se asentaban tiempo atrás en Norteamérica, Europa, Siberia y Asia, no eran animales lanudos y de gruesa piel para resistir las bajas temperaturas, pues se ha demostrado que no se hallaban más adaptados al frío que un elefante actual. Algunos de ellos se hallaron en zonas heladas, perfectamente conservados, paralizados en su actividad cotidiana, con restos de comida que denotan que se alimentaban con productos de zonas templadas.

Así pues, la Tierra ha sufrido múltiples cambios y alteraciones a lo largo de su existencia, y como un gran ser vivo, con su capacidad de reacción, parece capaz de adaptarse siempre a las circunstancias y vencerlas una a una, a veces incluso, salvando el empeño de los hombres.

RAYSAN

esmeralda

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