JOSEFINA J. PERDOMO
Estaba el otro día leyendo una de esas modernas novelas sobre Egipto, donde una profecía relataba el fin de su civilización. Cuando las alimañas, las fieras del bosque, entraran en la ciudad, entonces el gran imperio que fue Egipto comenzaría a derrumbarse. Y, efectivamente, así sucede en mi novela…
Al salir de mi casa esa misma tarde, metí el pie en uno de esos regalitos que nos dejan los perros en la calzada. Y, ciertamente, me dije que las fieras ya rondaban por nuestras ciudades, y no me refiero a los perros, puesto que yo soy amante de los animales. No, más bien miré a mi alrededor y lo vi claro. Sí, un domingo, sábado o viernes a las siete y media de la mañana, cualquiera se atreve a poner un pie en las calles del centro de Málaga. Todos los fluidos habidos y por haber que contiene el cuerpo humano yacían por doquier, las paredes manchadas y las huellas de una horda de bárbaros reinaban en mi ciudad.
La suciedad, el vómito, el caos, la degeneración de unas costumbres venidas a peor, hacían que incluso las páginas de mi periódico, ese domingo por la mañana estuvieran plagadas de sucesos y actos vandálicos, un incremento cada vez mayor de la delincuencia, etc., etc. Sí, y de ahí que no hiciera ya falta buscar alimañas y fieras en los bosques o en el antiguo Egipto, ya que las hordas de bárbaros ya han llegado a nuestro mundo.
Los bárbaros que destruyeron Roma, y los que destruyeron muchas otras civilizaciones, yo no creo que fueran tal o tal grupo humano, sino que fueron más bien una degeneración y corrupción de las costumbres y pilares morales de una sociedad que lo tiene todo, y que, en un momento dado, se cansa y se aburre de sí misma porque se cree que ha llegado al culmen de la evolución.
Entonces es cuando se barbariza y se destruye a sí misma. Nada más fácil, pues, para aquellos pueblos exteriores que están buscando una oportunidad, para que entren sedientos de civilización y conquisten aquello que tanto deseaban.
Por ello, ahora mismo las alimañas que nos atacan no son otras que la molicie, el caos, la pérdida de la propia identidad y de aquellos valores que una vez nos dieron el ser… Así, hace falta de nuevo una ilusión de conquista de nosotros mismos, una vuelta de nuevo a aquellas cosas que hemos olvidado por el camino, aquello que nos falta, ese natural preguntarnos si ya está todo descubierto y escrito, y que si no es así, pues allí estaremos nosotros para intentar hacerlo.
Falta una nueva pasión por la aventura de vivir de nuevo cosas que realmente nos llenen la vida y no solo el procurarnos los placeres autodestructivos que pueden llevarnos al fracaso inconsciente de todos aquellos sueños que quizás un día albergamos y hoy apartamos de nuestro lado. Todas esas carencias del ser humano son las que llenan nuestros periódicos hoy día. O más claro aún, ¿es que esas personas que pintan nuestras calles y las destrozan, o aquellos que pasan las noches de fiesta de borrachera en borrachera destruyendo sus hígados y sus neuronas, no podrían pasar ese tiempo en alguna otra cosa que verdaderamente les beneficie a sí mismos y a su entorno, algo que les haga sentirse realmente plenos y realizados como personas útiles, emprendedores, hacedores de gestas de aquellas que antiguamente el hombre concebía y se embarcaba a realizar llegando a límites casi imposibles de heroicidad humana? ¿O es que ha llegado a tal grado la castración psicológica de los medios de comunicación que el concebirnos a nosotros mismos como algo más que una hambrienta máquina biológica de placeres estupidizantes, es algo de tontos, ingenuos y bobalicones?
Creo que lo realmente estúpido es pensar que si el hombre ha sido capaz de realizar cualquier gran sueño, o magna obra que algún día se propuso por muy en contra que tuviera a los elementos, no pueda volver a hacerlo si aprende a soñar de nuevo. Creo que tan solo nos falta el intentarlo…
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