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Los secretos de la Luna

JOSÉ MANUEL GIL SIMÓ

La Luna, nuestra casi eterna compañera de viaje rumbo hacia un lugar de esta galaxia, pequeño hogar que habitamos en el universo, que se escapa a la comprensión de nuestras mentes razonadoras; ella nos deja ver algunos de sus escondidos secretos, a nosotros, pasajeros temporales que admiramos su belleza nocturna y presentimos sus misterios. Pero… ¿cómo nació la Luna? Astrónomos como Willian Pickering, Fred Hoyle y otros nos dicen:

1. – Formación por fisión de la Tierra, en la que el material que más adelante pasó a formar la Luna habría sido expulsado espontáneamente por los estratos superficiales de la Tierra recién formada, a causa de una rotación demasiado veloz. Explica analogías en composición y en la corteza terrestre, pero el problema es la «cantidad de rotación» necesaria para provocar la fuerza centrífuga precisa para tal pérdida de materia.

2.- Formación lejos de la Tierra; la Luna se habría originado en otra parte de nuestro sistema solar, y luego habría sido capturada durante un «casual» encuentro por la Tierra. Explica las diferencias entre el material lunar y terrestre, aunque no hay forma de reconstruir el proceso dinámico de la hipotética captura.

3.- Acumulación secundaria o formación en una órbita cercana, propone la creación de la Luna como la gradual acumulación de pequeños cuerpos sólidos orbitantes alrededor de la Tierra. Esta hipótesis supone la constitución independiente del Sol y los demás cuerpos del sistema.

4.- Impacto planetesimal o megaimpacto; es una especie de fusión entre la 1.ª y 3.ª; supone que hace unos 4500 millones de años, la Tierra fue golpeada por un enorme cuerpo llamado Planetésimo, del tamaño de Marte; esto expulsó partes de la Tierra y de este cuerpo, situándolas en la órbita terrestre formando la Luna. Es una de las teorías más aceptadas después del estudio de las rocas lunares. El problema radica  en que el impacto debería haber fundido todos los materiales, cosa que la geoquímica de la Tierra no indica.

5. – Las teorías contemporáneas establecen que la Luna se formó por acreción de la misma masa de polvo y gas que la Tierra y el resto de los planetas. Solo hay un dato que no encaja: el hecho de que las rocas lunares sean más antiguas que las terrestres.

Las tradiciones más arcaicas dicen que la Luna está muerta y es solo un cuerpo semiparalizado, o sea, en descomposición. En su momento fue como la Tierra. Hay tradiciones asirias recogidas en tablillas que insinúan que la creación de la Luna fue anterior a la del Sol

Algunos científicos proponen la posibilidad de que hace muchos millones años estuviera más cerca de nosotros, y que su influencia se relacionara con las primeras formas de vida. La edad que le asignan es parecida a la de la Tierra, unos 4600 millones de años. Algunos astrónomos plantean la idea de que se debería hablar de un sistema planetario doble Tierra-Luna, ya que su tamaño es incluso mayor que Plutón, aunque por sus dimensiones es la quinta luna de nuestro sistema solar.

¿Cuales son sus características? Se ve a simple vista, y Galileo parece que fue el primero en observarla con telescopio. Gira alrededor de la Tierra formando una elipse irregular en donde uno de los focos es la misma Tierra. Para hacernos una idea de su tamaño podríamos decir que la Luna es como una pelota de tenis y la Tierra, de baloncesto, aunque su forma es más bien de pera, como observan los astronautas, debido a que su centro de gravedad y el físico no coinciden. Su extensión es como África. Apenas hay gravedad: una persona de 75 Kg pesaría un poco más de 12 y podría saltar hasta 14 metros de altura.

Si quisiéramos hacer un hipotético viaje a la Luna, ¿cuánto tardaríamos? Dependerá de en qué viajemos: andando, 8 años y 3 meses; en bicicleta, un año y 3 meses; en coche, 3 meses y 6 días; en avión, 14 días y 12 horas; unos cuanto minutos en una nave espacial, y un rayo de luz tardaría un poco más de un segundo en iluminar a una pareja de enamorados. Al ver su luminosidad en las noches de luna llena, quizás pensemos que es un perfecto reflector de la luz solar, pero en realidad solo devuelve un 7,3%, y su aparente superficie blanca oculta una costra de un gris oscuro.

Podemos ver los llamados mares, zonas oscuras observadas desde la Tierra y que son considerados mares de lava poco accidentados. En la Antigüedad se creía que estas zonas eran océanos, y se les daba el nombre latino de mare. Las regiones más brillantes, llamadas «Tierras», ocupan el 80% de la superficie y son como continentes; en ellos encontramos los cráteres lunares, accidentes de forma circular rodeados de elevaciones. Las últimas observaciones demuestran que puede haber más de 3 billones de cráteres de mÁs de 1 m de diámetro. También encontramos Montañas, algunas de 1000 kms de longitud y hasta de 6500 m de altura. A su vez, existen cimas, fisuras, radios o rayos, etc.

Las rocas lunares recogidas muestran que algunos minerales son como los de la Tierra, aunque no hay rocas sedimentarias (arcillas o piedras calizas), solo rocas ígneas. Carecen de agua; la falta de contacto con oxígeno libre las conserva sin alteración durante miles de años. Abundan elementos de la Tierra, como el circonio y, en cambio, son escasos el potasio y el plomo. Hay muy poca riqueza en hierro y níquel. Las zonas oscuras que vemos son debidas al abundante titanio en sus rocas. Uno de los enigmas es la antigüedad de las rocas examinadas; mientras las más primitivas rocas terrestres no tienen más allá de los 3800 millones de años, las rocas lunares alcanzan al menos 4500 millones de años, casi la misma que se atribuye al sistema solar, lo cual confirma la hipótesis tradicional de la Luna anterior a la Tierra, aunque hay astrofísicos que explican esto por motivos diversos, como la intensa actividad volcánica de nuestro planeta, terremotos o la erosión capaz de destruir los materiales más arcaicos.

El movimiento de la Luna lo podemos calificar como altamente complicado, debido a las influencias terrestres y solares; de ahí que las leyes de Kepler no se puedan aplicar de manera rígida. En la Antigüedad, su recorrido fue descrito como el de una serpiente. El periodo o ciclo relacionado con las fases lunares se llama mes sinódico, y dura 29 días y 12 horas. Si pudiéramos observar su giro alrededor de la Tierra desde otro planeta, veríamos que tarda en completar una vuelta 27 días y 7 horas; este ciclo se llama mes sidéreo. Es en la luna llena cuando está mas lejos del Sol que de la Tierra; y en luna nueva, cuando está más cerca.

Un observador solo ve el 50% de la superficie total y en determinados momentos; debido al fenómeno llamado libración, se ve un 9% adicional. Esto sucede porque gira sobre su propio eje, lo que llamamos período de rotación, en el mismo tiempo que tarda en dar una vuelta a la Tierra, o periodo de traslación, lo que hace que presente siempre la misma cara. La parte que no podemos avistar desde la Tierra se mostró al mundo en 1959 con las fotografías tomadas por la nave soviética Lunik 3. Posteriores misiones de EE.UU. y Rusia han recogido nuevas y mejores imágenes. Una de las diferencias es la ausencia de mares o el inexplicable mayor grosor de la corteza.

Su falta de atmósfera hace que no haya apenas erosión y, por lo tanto, hay una mínima variación en su superficie. Esto mismo produce una ausencia de sonido, un silencio casi absoluto, como no lo conocemos en la Tierra, que obligaría a dos personas a comunicarse por radio incluso estando uno cerca del otro.

En la Luna no podemos utilizar la brújula, ya que carece de campo magnético, pero hay investigadores, como S. K. Runcorn, que creen posible que nuestro satélite tuviera una campo magnético dipolar como el nuestro, en parte debido a la magnetización residual de algunas de sus rocas o por los indicios de variaciones en su eje de rotación, quizás debido a la posibilidad de que en algún tiempo tuviera satélites como ella es ahora de la Tierra.

Los sismómetros y sismógrafos instalados por el Apolo XVI y otras misiones han detectado movimientos sísmicos de diversa amplitud e impactos de meteoritos, en una proporción de 70 a 150 por año. También se ha detectado una oscilación que se produce cada tres años, que se explica por la caída de un meteorito en 1178, lo cual «sorprendentemente aún sacude al satélite». Hay muchos temblores registrados, algunos por causas de terremotos, erupciones volcánicas residuales (nada extraño ya que la mayoría de las rocas son de origen volcánico), y otros que provocan incluso anomalías gravitatorias, quizás por el hundimiento de grandes cavernas subterráneas.

Desde tiempos remotos fue conocida la influencia en las mareas terrestres y fue Isaac Newton quien pondría los términos científicos, hablando de la atracción gravitatoria. El influjo de la Luna provoca el engrosamiento y alargamiento del globo terráqueo, produciendo a su vez dos ondas de marea alta, que giran alrededor de la Tierra siguiendo a la Luna en su desplazamiento, aunque el propio Sol, en los momentos de luna llena y nueva, también ejerce un cierta influencia en este fenómeno. Las consecuencias de este proceso son un alargamiento del día terrestre, en unos 16“ por siglo, o sea, la rotación de la Tierra se vuelve más lenta. También provoca una aceleración del movimiento orbital de la Luna, por lo que nuestro satélite se aleja 10 cm por mes, formando una órbita en espiral. La atracción de la Luna no solo se aprecia en el agua sino en la propia atmósfera, e incluso en el interior de la Tierra, que se supone no es un sólido rígido, sino elástico y deformable. Recordemos que nuestro cuerpo físico es mayoritariamente agua; de esta manera, podemos darnos cuenta hasta qué punto la Luna puede influir en nosotros.

Si el plano de la órbita de la Luna coincidiera con el de la órbita terrestre alrededor del Sol, en cada fase de luna llena o nueva podríamos ver un eclipse de Luna y otro de Sol.  Al no ser así, solo en la intersección entre los dos planos, al coincidir latitud y longitud, es cuando se producen los eclipses, en lo que se denominan nodos lunares. El eclipse se ve en el lado nocturno del planeta, y la sombra que se proyecta sobre la Tierra es de 105 km de diámetro. El Sol y la Luna, vistos desde la Tierra, tienen el mismo diámetro, aunque por algunas variaciones en la distancia debido a la eclíptica en ocasiones la Luna parezca un poco más grande y otras menor que el Sol.

Si el satélite penetra parcial o totalmente en el cono de sombra de la Tierra se producirá un eclipse parcial o total. Se repiten cada 18 años más o menos, y en un año se producen una media de 1,5 lunares y 2,3 solares. Este ciclo de repetición fue llamado por los caldeos Saros; aunque no sean observables desde el mismo lugar, en especial los de Sol, durante este ciclo se suceden un total de 41 de Sol y 29 de Luna. Los griegos en el siglo IV a. de C. conocían este ciclo. Como curiosidad sabemos que siempre que haya un eclipse de Luna, habrá sucedido o sucederá uno de Sol con un intervalo de 14 días, pero no al revés. Hoy en día conocemos que estos sucesos afectan el campo electromagnético de la Tierra y en el campo de la investigación histórica pueden ayudarnos a fechar momentos importantes. Los chinos decían que era un dragón que se comía el Sol.

Fue uno de los primeros calendarios que el hombre utilizó. Nuestra semana de siete días es un resto de esta utilización. Aunque nuestro calendario es solar, siguen existiendo otros basados en la Luna, como el chino, hebreo, hindú o musulmán. Algunas fiestas cristianas tan importantes como la Pascua se determinan a partir de la primera luna llena de la primavera, tal y como fue instaurado en el concilio de Nicea en el año 325 d. C.

Casi todas las características que hacen inhabitable la Luna resultan ideales para la investigación astronómica. La atmósfera casi inexistente, ideal para la observación; las bajas temperaturas (-180ºC) favorecen el funcionamiento de los detectores astronómicos; las 336 horas seguidas de noche permiten observar los fenómenos sin interrupciones molestas; su falta de gravedad admite la construcción de antenas gigantescas; su contaminación radioeléctrica es mínima en la cara oculta. Combinando la acción de una antena en la Tierra y otra en la Luna, se conseguiría la misma resolución que una imposible antena de 384.000 kilómetros de diámetro, todo un paraíso para el astrónomo y el científico.

Hay laboratorios y proyectos que plantean la habitabilidad y explotación de la Luna. Han trazado la manera de conseguir cemento o hierro, o crear generadores eléctricos o nucleares aprovechando los recursos lunares. Los más atrevidos sueñan con trasladar la ganadería y agricultura, ya que el suelo lunar es bastante parecido al nuestro. La oferta es variopinta: campo de entrenamiento de astronautas, lugar de ensamblaje de las naves que luego podrían ir a Marte, cementerio de residuos nucleares, y como no, hasta turismo.

Más allá de todos los datos, de todas sus características y secretos, la Luna seguirá siendo un eterno símbolo de nuestro pasado, aun a pesar de que en algún momento deje de existir físicamente, porque formará parte de nuestra ancestral memoria como humanidad, y su hermoso recuerdo sobrevivirá a nuestros ojos mortales, traspasando el tiempo ilusorio que rige nuestra evolución y que nos lleva a un destino solo perceptible a los ojos de los más sabios.

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