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La vida es como una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada (Séneca).
Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba el año 4 a.C. Era hijo de Marco Anneo Séneca (Séneca el Viejo) y de Helvia Paulina, ambos pertenecientes a la clase noble. Su infancia la pasa en Roma, donde estudió retórica y filosofía de maestros como Atalo y Soción, estoico y pitagórico respectivamente. Se interesó por el derecho y ofició como abogado.
Parte de su juventud la pasa en Alejandría, donde se traslada por problemas de salud, tomando contacto con la cultura y la filosofía egipcias. En el año 31 comienza su carrera política y de orador, obteniendo el cargo de cuestor y de cónsul un poco más tarde. Su perspicaz retórica y brillante dramatismo provocaron celos en el emperador Calígula, que planeó matarlo, cosa que no sucedió al ser asesinado él antes. En el reinado de Claudio, la emperatriz Mesalina acusa a Séneca de tener relaciones adúlteras con la hermana de Calígula, Julia Livila, por lo que es desterrado a Córcega durante ocho años. Pasado este tiempo, Agripina, esposa de Claudio, consigue que Séneca sea indultado y pueda volver a Roma. Es nombrado pretor y, junto con Burro (prefecto de la guardia pretoriana), comienza a ocuparse de la educación de Nerón.
Tras morir Claudio envenenado, Nerón, con dieciséis años, se convierte en emperador, y su tutor, Séneca, en árbitro del imperio. Es el famoso periodo del gobierno bueno de Nerón. Durante ocho años la influencia de Séneca es capital, pudiéndose decir que es el verdadero gobernante del imperio junto con Burro. Introducen reformas fiscales y judiciales, y fomentan una actitud más humanitaria hacia los esclavos. En el año 59 Agripina es asesinada por orden de su hijo Nerón, que paulatinamente va tendiendo hacia un gobierno más personal y despótico en contra del criterio de Séneca, cuya influencia comienza a declinar.
En el año 65, acosado por sus enemigos y acusado de conspirar contra el emperador Nerón para hacerse con el poder, este le ordena suicidarse, lo que acató abriéndose las venas en un baño de agua caliente e ingiriendo cicuta, el 19 de abril del año 65.
Aunque se han perdido bastantes obras de Séneca, el legado de sus enseñanzas es enorme. Recogemos algunas de ellas.
No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos. Séneca critica con dureza a los teóricos (retóricos) de su tiempo, porque se limitan a enseñar a los jóvenes a disputar, sin ningún interés por enseñar a descubrir alguna verdad. Él considera que sería preferible enseñarles a vivir: Sólo se aprende a vivir viviendo. ¡Estudia!, no para saber una cosa más, sino para saberla mejor.
Aprendamos para la vida y no para la escuela. Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones. Pero enseñar a vivir para Séneca no significa preparar para la vida social simplemente, sino enseñar a vivir bien, honestamente, conforme a la virtud. Esto equivale a vivir conforme a la naturaleza del hombre, es decir, conforme a la razón. Como camino para alcanzar la felicidad, propone reducir las necesidades al mínimo requerido por la naturaleza. Ello se traduce en sobriedad, templanza, austeridad de costumbres.
No consiste en dar rienda suelta a nuestras pasiones, caprichos y deseos, sino en comprender y actuar según las leyes naturales: Libre es quien voluntariamente obedece lo que necesariamente sucede. Obedecer a Dios es libertad. Preocupado por esa misteriosa dimensión del tiempo que siempre ha interesado a la filosofía, nos comenta en su libro La brevedad de la vida lo triste de comenzar a vivir cuando hay que abandonar la vida, por no haber aprovechado el tiempo de que disponemos: No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. Asaz larga es la vida y más que suficiente para consumar las más grandes empresas si se hiciera de ella buen uso. La vida más breve y más llena de inquietudes es la de aquellos que olvidan el pasado, miran con indiferencia el presente, temen el futuro.
Recomiendo la lectura meditada de Séneca, maestro en el arte de la serenidad, seguro de que puede enriquecernos y enseñarnos a vivir.
JULIÁN PALOMARES
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Interesante colección de citas.
Pero me asombra la gran cantidad de sitios web que citan mal el dicho de Séneca acerca de la escuela. En realidad, él dijo exactamente lo contrario. La cita original es: "No para la vida, sino para la escuela aprendemos."
Lejos de alabar la escuela como una supuesta preparación para la vida (lo que en realidad no es), Séneca criticó el valor excesivo que la sociedad atribuía a la erudición escolar. Y esta crítica es tan válida hoy como lo fue en la antigua Roma.
Este es el contexto de la mencionada cita:
"Solamente jugamos como al tablero. Con problemas superfluos malogramos el filo de nuestro razonamiento: eso no nos hace buenos, solamente eruditos. La sabiduría es algo más obvio que los contenidos escolares; sí, fuera mejor si la educación sirviera para adquirir sentido común, en vez de desperdiciar, como desperdiciamos todos nuestros demás bienes, también la misma filosofía para propósitos superfluos. Como de cualquier otra cosa, sufrimos también de una adicción excesiva a la erudición: no para la vida, sino para la escuela aprendemos."
(Séneca, Epistulae morales ad Lucilium 106, 11–12.)