DANIELA SÁNCHEZ

La salud es un bien y un derecho de todo ser humano. Ha ido cambiando con el tiempo, las necesidades, las circunstancias, la época y la mentalidad del hombre.

La OMS define la Salud en 1946 como «Un estado de completo bienestar físico, mental y social». En 1976 un congreso de médicos y biólogos de lengua catalana lo definen como “aquella manera de vivir que es autónoma, solidaria y feliz”.

Recientemente ha concluido en Barcelona (mayo de 1999) una exposición sobre «La salud en la historia de Europa». En ella pudimos constatar la existencia de ciclos o etapas históricas que se repiten cada tanto, desde su nacimiento, florecimiento y decadencia. Esta última etapa surge cuando se hace caso omiso del orden de las leyes de la propia naturaleza. Ella es tan sabia, que llegado el momento sabe cómo poner orden ante el desorden que provoca la ignorancia y el egoísmo del hombre.

Desde la Antigüedad se  sabe que siguiendo normas sencillas de respeto, de orden, de higiene, tanto en lo personal como en lo social y en el entorno del hombre, se logra la salud, que se reflejó en los momentos de esplendor histórico, como se ha visto en Egipto, Grecia y Roma.

En la primera parte de la exposición se nos recuerda cómo fue la salud en la Antigüedad mediterránea, en la que ya se insistía en la higiene, razón por la cual existieron las termas y la búsqueda de la causa de las enfermedades de la época.

Mucho más adelante, cuando fue aumentando la población y también las diferencias entre las clases sociales, se vio la necesidad de crear medidas de salud pública que estuvieran al alcance de todos, especialmente para luchar contra las epidemias y las guerras de la Edad Media.

Posteriormente fueron surgiendo las diferentes ramas de la salud, a la par que el avance del pensamiento y de las ciencias del renacimiento del arte; también reaparece el urbanismo, la higiene experimenta y surge el impacto de la teoría microbiana.

En el siglo XX aparece la medicina social propiamente dicha en la lucha por lograr la igualdad en la salud. Con las campañas sanitarias se crean instituciones relacionadas, como la OMS.

La definición primeramente citada no es suficiente para mantener la salud física, los alimentos, deportes, higiene etc., ya que esto sería una aspiración incompleta. De la vida del hombre también forman parte la vitalidad, las emociones, los pensamientos y las creencias. En estos aspectos también necesitamos alimentos, cuidados e higiene. ¿Acaso podemos prescindir de nuestras aficiones, como ir a la montaña o al mar, o hacer aquello que nos ayuda a descansar y renovarnos?

Está claro que nos sentimos mejor emocionalmente cuando admiramos una obra de arte que nos eleva el alma, y podemos apreciar la belleza en sí. En cambio, nos sucede algo muy extraño: cuando vemos una película o un programa que nos da una sensación de pérdida de tiempo, nos sentimos mal.

A veces nos damos cuenta de que nos cansamos de conjugar los verbos producir, tener, saber, aumentar, y de que necesitamos más: compartir, dar, transmitir y, sobre todo, ¡vivir! Cuando, además, a esto agregamos generosidad, buena voluntad, dedicación, amor, servicio y esfuerzo, es cuando la naturaleza deja entrever sus secretos a aquellos hombres dedicados a la humanidad que son capaces de darlo todo por ella. Estos grandes seres, como Pasteur, María Curie y tantos otros, lo han hecho de diferentes formas, unos con sus pensamientos, otros con sus investigaciones y sus esfuerzos.

Es nuestro deber como seres humanos contribuir a mejorar nuestro entorno para lograr la salud. Esta es la armonía, el equilibrio tanto individual como social al que todos aspiramos y del que somos responsables.

Está en nosotros la decisión de elegir, de escuchar a la conciencia, esa voz que nos insiste siempre, aunque a veces no queramos oírla, acerca de nuestro comportamiento ante nosotros mismos y los demás. Está en nosotros decidir sobre nuestra salud empezando a ser conscientes desde lo pequeño, como tirar la basura en el sitio adecuado cuando vamos caminando por un parque.

También depende de nosotros observar a la Naturaleza, maestra de la vida por excelencia. Para ello solo es necesario detenernos unos instantes ante sus maravillas: las plantas, el mar, el sol, la tierra y todos los seres, desde los pequeños a los grandes, los que vemos y los que no. La Naturaleza también merece respeto, cariño y sobre todo atención, porque gracias a ella tenemos lo más preciado: SALUD.

esmeralda

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