El cambio climático no es una posibilidad. Ya es una realidad. Se está produciendo. Es un hecho al que queda por situarle el alcance, desarrollo y consecuencias detalladas. Pero ya dejó de ser el elemento factible de una teoría.
A partir de este punto, no se trata de ofrecer un escenario morboso y catastrofista. El objetivo de este artículo es aportar un poco de información de la que actualmente se está divulgando acerca del cambio climático, con la intención de que vayamos orientando las decisiones diarias de nuestra vida que influyen de alguna manera en el tan mentado cambio climático y sus consecuencias.
El clima de la Tierra es el resultado de una gran cantidad de interacciones entre múltiples factores, que constituyen el sistema climático. Este sistema se considera integrado por cinco componentes: la atmósfera (capa gaseosa que envuelve la Tierra), la hidrosfera (el agua en estado líquido, dulce y salada), la criosfera (el agua en estado sólido), la litosfera (el suelo) y la biosfera (el conjunto de seres vivos de la Tierra). Con todo esto, el clima es la consecuencia del equilibrio que se produce en el intercambio de energía, masa y cantidad de movimiento entre estos cinco componentes. Las condiciones climáticas están determinadas por un conjunto de parámetros variables (temperatura, precipitación, humedad, viento, etc.) y la probabilidad de que adopten unos determinados valores característicos de cada clima.
Con la idea de que todo lo relativo al clima es un complejo sistema interrelacionado de causas y efectos, es necesario que hablemos de los gases invernadero para introducir los conceptos de cambio a los que nos referiremos a lo largo de todo el artículo. La mezcla natural de gases de nuestra atmósfera permite unas condiciones térmicas adecuadas para la el desarrollo de la vida, tal y como la conocemos. Cuando la radiación solar llega a la superficie de la tierra, calienta su superficie, la cual devuelve el calor a la atmósfera en forma de onda larga, que es absorbida por determinados gases (denominados gases de efecto invernadero), provocando el calentamiento de la atmósfera en sus capas más bajas y haciendo posible la vida. Este fenómeno es natural y necesario. Si no existiesen este conjunto de gases de efecto invernadero, el planeta sería mucho más frío. Los gases de efecto invernadero son el dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, a los que se añaden otros, artificiales, llamados gases fluorados.
El problema ha surgido cuando el volumen de estos gases invernadero ha crecido a un ritmo no usual en los últimos ciento cincuenta años, y de manera especialmente vertiginosa, en las últimas décadas. La consecuencia directa e inmediata de este incremento de la cantidad de gases invernadero es un aumento de la temperatura. Por sí solo, este aumento de la temperatura es algo que los paleoclimatólogos han constatado como algo relativamente frecuente en la historia de la Tierra. Lo que es completamente insólito es el ritmo tan acelerado de este incremento. Y este ritmo, junto con la tasa de aumento y todas las complejas reacciones e interrelaciones con los diferentes componentes del sistema climático, hace que se esté llevando a cabo el consabido cambio climático.
Hoy en día no cabe duda de que este incremento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera es debido a la actividad humana. Desde 1988 hay una agencia especializada de Naciones Unidas, denominada por sus siglas en inglés IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), cuyo objetivo principal es realizar evaluaciones periódicas del estado del clima y de la información científica, técnica y socio-económica relevante para la comprensión de las causas y efectos del cambio climático.
Desde su creación, el IPCC ha elaborado tres Informes de Evaluación en 1990, 1995 y en 2001. Y en ellos se ha ido poniendo de manifiesto, de manera cada vez más concluyente, el origen humano del incremento de los gases de efecto invernadero.
El dióxido de carbono (CO2) es el principal responsable del calentamiento. Su emisión procede de la respiración de los seres vivos y de todo tipo de combustiones. Sus concentraciones han aumentado más de un 30% desde 1750, aunque las tres cuartas partes de estas emisiones se producen en los últimos 20 años. Las concentraciones actuales no han sido superadas en los últimos 420.000 años, y probablemente, tampoco en los últimos 20 millones de años. Los sumideros de CO2 se encuentran en los océanos y los suelos, que absorben la mitad de las emisiones producidas por el hombre, y en la fotosíntesis realizada por los vegetales.
El metano (CH4) se ha incrementado más de un 150% desde 1750. Su capacidad de producir el efecto invernadero es mayor que en el caso del dióxido de carbono. Algo más de la mitad de las emisiones son de procedencia humana (ganadería, agricultura, vertederos de residuos).
El óxido nitroso (N2O) tiene un poder sobre el efecto invernadero mucho mayor que el metano. Por fortuna, su concentración es mucho menor, habiendo experimentado un incremento del 17% desde 1750, del cual, una tercera parte aproximadamente tiene origen humano (fertilizantes, quema de combustibles fósiles).
Los gases fluorados son compuestos de síntesis, es decir, de procedencia enteramente antropogénica. Están experimentando un fuerte incremento debido a que sustituyen a los gases carbonados, destructores de la capa de ozono. Se emplean como propelentes de aerosoles, en sistemas de refrigeración, producción de aluminio y aislantes eléctricos. Sus concentraciones son muy pequeñas, pero con un poder invernadero extraordinario.
El IPCC ha ido evaluando los efectos de este incremento de la temperatura sobre el clima mundial utilizando modelos cada vez más ajustados a la realidad climática, y ha configurado mediante simulaciones, diferentes escenarios para los próximos 100 años, considerando las distintas posibilidades de emisión de estos gases de efecto invernadero, y multitud de parámetros vinculados a la producción de estos gases: población mundial, desarrollo de tecnologías limpias, acceso a los recursos naturales, eficiencia energética, etc.
Con todo, se prevé que a lo largo del siglo XXI se siga bajo los efectos del incremento de concentración de los gases invernadero, porque con toda probabilidad seguirá aumentando la emisión de dióxido de carbono por la quema de combustibles fósiles, los océanos y tierras absorberán menos fracción de este gas, y aunque se redujese la concentración, el incremento de temperatura continuaría durante un tiempo posterior.
El IPCC ha realizado predicciones, en su Informe de 2003, sobre cómo será el clima en el presente siglo. Para todos los escenarios sobre emisiones considerados, los resultados señalan que la temperatura global del planeta seguirá incrementándose y el nivel del mar seguirá subiendo.
Así, la temperatura global se incrementará entre 1.4 y 5.8ºC en el período 1990-2100. El área cubierta por la nieve y el hielo disminuirá y el nivel del mar subirá entre 0.09 y 0.88 metros entre 1990 y 2100, dependiendo de los escenarios de emisiones considerados.
Otra valoración realizada en este Informe de 2003 por el IPCC, es que el cambio climático durará siglos, aún cuando se redujesen drásticamente las emisiones de los gases con efecto invernadero.
En nuestro país existe la Oficina Española de Cambio Climático (OECC), dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, que tiene como principal objetivo el promover soluciones plurales al problema generado con el cambio climático. Esta OECC, entre otras muchas iniciativas relativas al control de los gases invernadero, protocolo de Kyoto, etc., encargó a la Universidad de La Mancha una “Evaluación preliminar general de los impactos en España por efecto del cambio climático”, lo que se llamó el Proyecto ECCE.
Los resultados y conclusiones de esta evaluación fueron publicados en el pasado mes de febrero. En este Proyecto ECCE han trabajado cincuenta autores (junto a otros expertos colaboradores). El análisis llevado a cabo ha seguido los procedimientos y escenarios de emisiones planteados por el IPCC en su Informe de 2003, y se han seleccionado quince áreas de impacto para el conjunto del territorio español.
Con respecto al clima, y para el último tercio del siglo XXI, los incrementos de temperatura con respecto a la actualidad, en el interior peninsular, oscilan entre 4-5ºC y 6-7ºC en verano y 2-3ºC y 3-4ºC en invierno. En la periferia de la Península y en Baleares, el calentamiento sería 2ºC menor que en el interior. Señalar que se está hablando de temperatura media diaria del aire superficial.
Los cambios previstos para la precipitación acumulada varían más entre las regiones. En invierno se proyectan leves incrementos en el noroeste y leves disminuciones en el suroeste. En primavera habría mayores reducciones de forma generalizada. En verano el descenso de precipitación es máximo en todo el territorio. Y en otoño, habría un ligero incremento en el noreste y una disminución en el suroeste.
Se proyecta un aumento en la amplitud y frecuencia de las anomalías térmicas mensuales en torno a un 20%.
Por último, el número de días con temperaturas máximas extremas en la Península Ibérica tiende a incrementarse muy significativamente en primavera y en menor medida en otoño. Por el contrario, tiende a disminuir la frecuencia de días con temperaturas mínimas extremas.
Con estas previsiones de clima (muy resumidas en los párrafos anteriores), el Proyecto ECCE evaluó el impacto climático en España en los ecosistemas terrestres, ecosistemas acuáticos continentales, ecosistemas marinos y sector pesquero, biodiversidad vegetal y animal, recursos hídricos, recursos edáficos, sector forestal, sector agrario, zonas costeras, riesgos naturales de origen climático, sector energético, sector turístico, sector del seguro y salud humana.
A riesgo de equivocarnos, se presentan a continuación resúmenes telegráficos de los impactos en cada sector estudiado.
Con respecto a los ecosistemas terrestres, se alterará la productividad, la fenología y las interacciones entre especies. En general, aumentarán las perturbaciones, empobreciéndose los ecosistemas de la mitad sur y desapareciendo paulatinamente los ecosistemas más fríos y húmedos, característicos de la mitad norte. Los ecosistemas acuáticos continentales permanentes pueden pasar a ser estacionales en muchos casos y muchos sistemas estacionales desaparecerán, con una disminución apreciable de la biodiversidad y alteración de los ciclos biogeoquímicos. Los más afectados serán los sistemas endorreicos (depresiones interiores donde desembocan sistemas fluviales), los de alta montaña y los humedales costeros.
Para los ecosistemas marinos y el sector pesquero se prevé una reducción de la productividad de las aguas españolas, en todos los tramos de las redes tróficas. Es posible un incremento de especies invasoras y de especies de fitoplancton tóxico y especies parásitas de otros animales. Los cultivos marinos sin aporte alimenticio (moluscos) pueden verse muy afectados.
Los impactos directos en la biodiversidad vegetal se producirán por el calentamiento y la reducción de recursos hídricos. Tanto en las comunidades del norte como del sur de España, se producirá un empobrecimiento en especies, produciéndose muchas extinciones de endemismos locales. La vegetación de alta montaña, los bosques y arbustedas caducifolios sensibles a la sequía estival, los bosques esclerófilos del sur y suroeste y la vegetación litoral, se encuentran entre los tipos más vulnerables.
Con respecto a la biodiversidad animal, el cambio climático producirá cambios de ritmo en los procesos biológicos, con adelantos o retrasos en el inicio de la actividad, migración o reproducción. Habrá desajustes entre las poblaciones de presa y sus depredadores, mayor virulencia de parásitos y de especies invasoras, cambios de distribución, generalmente hacia el norte, y muchas extinciones locales, con el consiguiente empobrecimiento para la fauna, no sólo española, sino europea, pues nuestro país es el que tiene mayor riqueza de especies animales de Europa.
En España, los recursos hídricos sufrirán disminuciones importantes como consecuencia del cambio climático, ya que aumentará la demanda de agua y disminuirán las precipitaciones. Junto a esta disminución de recursos hídricos, también se prevé un aumento de la variabilidad interanual de los mismos. El impacto será mayor en las cuencas hidrográficas del Guadalquivir, Guadiana, Canarias, Segura, Júcar, Sur y Baleares.
Los recursos edáficos (suelo) se verán afectados tanto desde el punto de vista de la composición (con una pérdida de carbono y la consiguiente alteración físico-química) como por la erosión, que se verá incrementada en las zonas que actualmente la padecen: regiones de clima mediterráneo y semiárido.
Sector forestal. Alteraciones de la fisiología de especies vegetales. Las plagas (que podrán completar dos ciclos anuales) y la falta de agua influirán mucho en la fragmentación de los bosques, que pueden pasar de ser sumideros a emisores de carbono.
Sector agrario. Los efectos son dispares según las zonas. En general puede incrementarse la producción en las zonas que actualmente tienen inviernos más rigurosos. Pero en la mitad sur, el déficit hídrico será mayor, con menos recursos de agua y más demanda del líquido elemento. Cambios en los ciclos de plagas y enfermedades, y aparición de otras nuevas favorecidas por las nuevas condiciones.
El efecto más llamativo desde los medios de comunicación, es en las zonas costeras, en que subirá el nivel medio del mar entre 50 cm y 1 metro como escenario más pesimista. Los efectos se notarán más en los deltas y en las playas confinadas como las del Cantábrico.
Los riesgos naturales de origen climático considerados y sus impactos más significativos, son: riesgo de crecidas fluviales, con un aumento en la irregularidad de crecidas y de crecidas relámpago; riesgo de inestabilidad de laderas, por el incremento de la torrencialidad de las precipitaciones y la menor cobertura vegetal, con el consiguiente incremento de la erosión y colmatación de embalses; y riesgo de incendios forestales más elevado, tanto porque aumentará la inflamabilidad de la materia vegetal (al secarse más) y el período de riesgo se prolongará.
El sector energético experimentará un incremento significativo al aumentar la demanda de consumo de energía para paliar el efecto del incremento de temperaturas y disminución de precipitaciones. La energía hidráulica disminuirá, en beneficio de los combustibles fósiles y la energía solar.
Con respecto al sector turístico, los principales cambios se centran en los impactos en zonas turísticas (zonas de montaña y costa, que sufrirán deterioros muy apreciables) y en las alteraciones de los calendarios de vacaciones, cambios de destino, etc.
El sector del seguro también sufrirá los efectos del cambio climático, pues se incrementarán considerablemente las cantidades desembolsadas por daños de tormentas e inundaciones. Por último, también se han valorado los efectos sobre la salud humana, que pueden resumirse en un aumento de las afecciones y muertes por olas de calor y una expansión de enfermedades de tipo subtropical como el dengue, enfermedad del Nilo Occidental, malaria, encefalitis, etc.).
Como puede comprobarse, el panorama es inquietante, y requiere de una actitud más reflexiva por parte de todos, y la suficiente madurez como para admitir que los cambios nos afectarán directamente. Independientemente de las actuaciones que necesariamente deben acometer todas las Administraciones públicas en todos los sectores mencionados, es imprescindible la participación de cada uno de los ciudadanos, limitando nuestra demanda de recursos y energía. Como conceptos a modo de palancas, los encerrados en dos frases muy conocidas por todos: “Piensa global y actúa local” y “Nada en exceso”.
Necesitamos ir cambiando el paradigma de nuestra felicidad.
– “Evaluación preliminar de los impactos en España por efecto del cambio climático”, en www.mma.es/oecc/impactos.htm
– “Cambio climático y biodiversidad”, en www.ipcc.ch/pub/tpbiodiv_s.pdf
– “Climate Change 2001” (con traducción al castellano),en www.ipcc.ch/pub/online.htm
– Oficina Española de Cambio Climático (www.mma.es/oecc/index.htm).
– Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), www.ipcc.ch
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