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La naturaleza en peligro: ecosistemas acuáticos

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Los torrentes se originan por la lluvia y la nieve que corre sobre la tierra o se filtra a través del suelo. También los lagos se alimentan de esta manera, además de la aportación de ríos y arroyos.

Las tierras con vegetación natural ofrecen un suministro regular y constante de agua y nutrientes. Sin embargo, donde la cubierta natural ha sido trastornada por los seres humanos, el agua llega a trompicones, a veces sobrecargada de tierra o arrastrando sustancias químicas procedentes de cultivos e instalaciones que sustituyeron la vegetación natural. Hay que tener en cuenta, además, la práctica habitual de usar directamente las aguas para desembarazarse de los peligros de hogares e industrias. Y la contaminación del aire que acidifica la lluvia que cae directamente sobre las masas de agua dulce.

Los pantanos y marismas son como grandes esponjas que purifican el agua contaminada y regulan el flujo de los ríos, actuando como depósitos naturales. Las zonas húmedas mantienen gran cantidad de vida, en especial aves migratorias, y sirven como criadero a peces. Millones de personas dependen de ellas para su subsistencia. Sin embargo, están amenazadas por la necesidad de tierras y energía; los embalses hidroeléctricos y la agricultura en tales enclaves pueden provocar inmensos problemas ambientales y resultar contraproducentes.

Vamos a ver, de modo sucinto, algunos problemas de estos ecosistemas acuáticos:

  • La bahía de Chesapeake está enferma. Sus famosas pesquerías de cangrejos y ostras están agotándose, y el número de peces que crían en aguas poco profundas está decreciendo. Los problemas son la contaminación por herbicidas, las aguas residuales y el exceso de sedimentos que destruyen las marismas y los lechos de algas.
  • En la Amazonia, los bosques que rodean al gran río Amazonas se inundan cada año. Multitud de peces se alimentan y reproducen durante las inundaciones y representan una importante fuente de alimentación. La deforestación y la construcción de presas están arruinando este ecosistema. A este proceso le seguirá la erosión y las presas se llenarán de sedimentos.
  • El lago Baikal, aislado en el centro de Asia, tiene una fauna única (2000 especies de plantas y animales) que incluye especies insólitas de peces y hasta una de foca. Todos ellos dependen de una variedad de crustáceo para sobrevivir. Pero el sistema entero está amenazado por la tala de bosques y los sedimentos de la industria de pasta de papel, además de los vertidos de productos químicos agrícolas, polvo, gases de las fábricas y vehículos y aceite de los barcos.

Un ejemplo de enfermedad ecosistémica es la provocada por el vertido de detergentes con fosfatos en los lagos. El fósforo estimula el crecimiento de algas hasta formar una capa en toda la superficie. Esto impide que la luz llegue a las plantas del fondo acuático, interrumpiendo la fotosíntesis. Cuando la manta de las algas empieza a descomponerse, el lago se sofoca lentamente, experimentando una eutrofización prematura.

No es lo mismo agua corriente que estancada. En el lago, las plantas acuáticas utilizan los nutrientes derivados de la tierra. Y cuando estas plantas mueren y se descomponen, añaden nutrientes al conjunto.

Las aguas corrientes están bien oxigenadas, mientras que en un lago el oxígeno se distribuye por capas. Hay mucho en la superficie, pero en el fondo se acumulan los detritus. La capacidad de autolimpieza de un lago depende de la naturaleza de la contaminación. Las sustancias orgánicas naturales recibidas, si no son excesivas, acabarán descomponiéndose. Pero el calor de los procesos industriales y la tierra arrastrada por la erosión pueden acabar con el oxígeno.

El exceso de fango en los ríos causa problemas, ya que alberga organismos patógenos, atasca las presas y bloquea los canales de regadíos. Los plásticos y pesticidas no se descomponen fácilmente. Además de envenenar directamente los organismos, penetran en la red alimentaria y van subiendo peldaños, haciéndose más concentrados en cada etapa. Además de la toxicidad directa de los productos petrolíferos y los metales pesados, se ha demostrado que intervienen en la fotosíntesis y la reproducción y que producen cánceres.

Zonas húmedas

En el lenguaje ecológico, se denomina «zona húmeda» a aquel ecosistema que surge donde se juntan y entremezclan tierra y agua. Las zonas húmedas forman algunos de los ecosistemas más ricos del mundo. Este medio se nutre gracias a la tierra que utiliza para el crecimiento vegetal, y que a su vez enriquece el ecosistema. También contribuyen al enriquecimiento los animales atraídos por esas tierras: aves migratorias acuáticas que las utilizan como cuarteles de invierno o verano o lugares de apareamiento, peces marinos que las utilizan como criaderos, etc.

Mucha gente cree que una marisma es un simple criadero de mosquitos y un obstáculo para el progreso. Por eso han sido sistemáticamente atacadas. Además de la destrucción directa y la contaminación, la amenaza para estas zonas proviene de cualquier actividad (dragados, presas) que altere su equilibrio.

Las características de las zonas húmedas difieren si son de agua dulce o costeras.

Zonas húmedas de agua dulce

Se localizan donde las corrientes de agua forman meandros. Son capaces de absorber contaminación orgánica natural, que se disipa en una red de canales de agua donde miles de diminutas criaturas la descomponen y millares de plantas la utilizan como fertilizantes. Una de sus funciones principales es suavizar las riadas.

Zonas húmedas costeras

Entrarían en esta clasificación las marismas salinas y los manglares. En estos ecosistemas la mezcla de aguas y materiales orgánicos de la tierra crea uno de los lugares más productivos del mundo, formando una base nutritiva que utilizan almejas, mejillones, ostras, gambas y cangrejos.

Muchas veces la destrucción de un ecosistema, además de la alteración del medio ambiente con sus efectos sobre fauna y flora, puede tener repercusiones imprevisibles. Por ejemplo, en cierta isla de los mares del sur se talaron unos manglares porque había mosquitos, pero no se dieron cuenta de su influencia protectora frente a los huracanes, que pueden arrasar edificios, personas e isla.

Son ecosistemas formados por la mayor concentración de agua del planeta. De hecho, ocupan sus tres cuartas partes. Al estudiar los mares y océanos habría que distinguir entre el mar abierto y las zonas costeras, estas últimas mucho más sensibles a la contaminación.

Cerca de las zonas costeras se encuentran los corales. Los arrecifes coralinos son colonias de miles de individuos que se alimentan por el día de algas fotosintéticas, y por la noche extienden sus tentáculos para atraer el plancton. Cobijan multitud de seres marinos y forman una barrera natural entre el mar y la costa. Por su deslumbrante despliegue de formas, colores y texturas, ninguna otra comunidad de la Tierra puede compararse al ecosistema del arrecife de coral.

El arrecife depende de mareas y corrientes. No existe por sí mismo. Tiene el mismo problema que otros medios acuáticos de exceso de fertilizantes o desagües. Sin embargo, su peor amenaza es la erosión provocada por las actividades humanas. Las aguas turbias cargadas de sedimentos y arena procedentes de la deforestación y del dragado de puertos no solo privan al arrecife de luz y oxígeno, sino que impiden los mecanismos de nutrición de muchos de sus habitantes.

Algunas especies de coral mueren en 24 horas ante una concentración de herbicida de una parte por 10 millones, y los caracoles que se alimentan de coral acumulan herbicida en sus tejidos. Con tal nivel de sensibilidad, el aumento de los contaminantes que cada vez se usan más en los países tropicales puede ser desastroso.
Otro problema actual de los arrecifes es la destrucción entera de sistemas completos para extraer cal. También los destruyen la pesca con explosivos y ciertas industrias de adornos que los emplean para hacer collares (en California se han intentado crear «arrecifes» artificiales).

El mar abierto es bastante más resistente. Su misma inmensidad y su relativa escasez de organismos ha significado que pueda encajar la agresión química sin que hasta ahora se hayan dado informes alarmantes. Las toxinas vertidas al mar o arrastradas por las corrientes y los vientos son absorbidas por el plancton, cuyos cuerpos y excrementos se depositan rápidamente en el fondo de los océanos, pero se degradan muy lentamente a causa de las bajas temperaturas. Dado que lo más probable es que la producción mundial de toxinas aumente con más rapidez que la imposición de controles de la contaminación, los vastos océanos seguirán acumulando calladamente toxinas durante largo tiempo, con consecuencias desconocidas.

En este sentido pueden ser alarmantes las explotaciones mineras que agitan los sedimentos, ya que si se agita un depósito de toxinas, estas se esparcen.

Hace años los océanos estaban considerados como «la gran reserva» alimentaria del futuro. Había proyectos de crear grandes bancos de peces para obtener proteínas de modo estable, tal como se cría el ganado en tierra. Por el contrario, lo que ha sucedido es que se ha seguido pescando con armas cada vez más sofisticadas.

Las mayores concentraciones de fitoplancton (y, por lo tanto, de vida marina que se alimenta de él) se encuentran a lo largo de las zonas costeras poco profundas, alrededor de los arrecifes y en zonas de afloramiento de aguas profundas. Pero estos lugares de gran productividad suelen ser también los más afectados por la contaminación. El 85% de la contaminación marina procede de actividades en tierra en forma de petróleo, desagües, metales pesados y pesticidas.

Los primeros navegantes apenas dejaban marcas en el océano. Miles de barcos se han hundido a lo largo de los siglos sin dejar huella. Pero al multiplicarse la raza humana, también lo hizo su basura. Si esta fuera orgánica, quizás los océanos pudieran hacerse cargo de ella. El problema está en la naturaleza de las basuras: los superpetroleros surcan los mares transportando millones de litros de petróleo. Un accidente puede contaminar kilómetros de costa y matar a miles de aves marinas. Pero este desastre puede ser relativamente pasajero. Con el tiempo el petróleo se descompone y el ambiente puede recuperarse. Sin embargo, los plásticos no se descomponen. Cada fragmento de plástico arrojado al mar quedará allí para siempre.

Los sedales de pesca de plástico matan a las aves marinas. Y las tortugas confunden las bolsas de plástico con medusas, se las comen y mueren con el estómago lleno. Se encontró a un cachalote de 12 metros muerto con 50 bolsas de plástico atascadas en su garganta. Cada año mueren más de dos millones de aves marinas y unos cien mil mamíferos por esta causa.

Regiones polares

Las regiones polares del norte y del sur de nuestro planeta son imágenes invertidas. El Ártico es un océano cubierto en gran parte de hielo formado a partir del agua del mar y rodeado por tierra; y la Antártida es una tierra cubierta de hielo formado a partir de la nieve y rodeado por un océano frío.

Hay en ambos hemisferios pocas especies, con un gran número de individuos. En el Ártico los recursos están bastante explotados. En el Antártico se creó un tratado (1959) en el que participaron doce países, en el cual se decidió estudiar y explorar pacíficamente el continente. Últimamente Francia y Rusia parecen haber violado los acuerdos (construcción de una pista de aterrizaje en Adelie y ausencia de información sobre el número de capturas de pescado). No obstante, los daños derivados de las explotaciones petrolíferas constituyen la mayor amenaza.

El Antártico es rico en krill, un pequeño crustáceo del que se alimentan ballenas, peces, focas, calamares, aves marinas y que ahora también pesca el hombre. Se estima que los buques factoría del Japón y de Rusia capturan unas 500.000 toneladas anuales.

En 36 millones de kilómetros cuadrados puede haber 650 millones de toneladas de krill. El Antártico es un inagotable suministro de alimentos para la superpoblación humana, pero ¿cuáles son las consecuencias de tal captura? Puesto que no sabemos la rapidez con que puede reproducirse, ni su capacidad reproductora, velocidad de desarrollo y duración vital, hay que andar con cuidado, ya que un gran número de especies dependen de él para seguir viviendo.

Islas

Son ecosistemas pobres en el número de especies diferentes que albergan, y ricos en el sentido de que muchos de sus animales y plantas son endémicos, es decir, como las joyas fabulosas en una colección privada, no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. La diversidad de especies y el endemismo dependen fundamentalmente de la edad de la isla y lo alejada que esté del continente.

Las especies nativas exclusivas de cada isla son también sumamente vulnerables a la extinción, por el pequeño tamaño de sus poblaciones y por la falta de defensas contra depredadores introducidos.

– En Isla Mauricio, se perdieron las especies nativas cuando se sustituyeron sus bosques por plantaciones de caña y otros cultivos.

– En Baleares, el desarrollo turístico ha comportado la perturbación y degeneración del medio ambiente. Más de la mitad de sus vegetales endémicos están amenazados de extinción.

– En las Galápagos, la fauna y flora están amenazadas por las instalaciones humanas y la introducción de animales foráneos como cabras, cerdos y perros.

En ciertas combinaciones de tamaño, edad y aislamiento, las islas son sumamente sensibles a las perturbaciones. Catástrofes naturales como los huracanes pueden diezmar poblaciones enteras de animales en las islas pequeñas. La llegada de un mamífero depredador a una isla cuya fauna evolucionó sin depredadores es igualmente catastrófica. Imaginemos al pobre dodo, incapaz de volar, y probablemente hasta de correr, cuando anclaron en Isla Mauricio los primeros barcos cargados de marineros hambrientos.

Los últimos en llegar a las islas, según la escala evolutiva, hemos sido nosotros, los humanos. Las plantas nativas suelen quedar desplazadas por las que nosotros llevamos. Algunos animales nativos han sido cazados casi hasta el exterminio, y otros son incapaces de adaptarse a los cambios radicales provocados por la agricultura, la edificación o la industria, ni de competir con nuestros depredadores familiares (perros, gatos, cabras, cerdos y ratas). Se van retirando a rincones cada vez más reducidos hasta un punto sin retorno. La mayoría de las aves extinguidas en los últimos 200 años eran habitantes de islas.

esmeralda

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