Uno de los temas que se han tratado en los numerosos actos organizados, en conmemoración del Día Mundial de la Filosofía, en los centros de Nueva Acrópolis de todo el mundo, es el de la posibilidad de vivir de manera filosófica, siguiendo la propuesta clásica de comprender la filosofía como forma de vida, con preferencia a la mera especulación teorética. Nos hemos preguntado por qué resulta difícil explicar este enfoque, porque desde hace mucho tiempo la Filosofía permanecía encerrada en las aulas universitarias, aislándose de los intereses de las personas no especializadas, utilizando léxicos complejos, despegándose de la vida a ras del suelo.

Sin embargo, los “fundadores” de la Filosofía supieron salir al ágora de las ciudades, a practicar el diálogo, ayudando a despejar las mentes y a encontrar soluciones a los problemas que aquejaban a los ciudadanos y que estuvieran al alcance de cada uno, sin esperar ayudas extraordinarias o salvaciones inesperadas.

Ha sido necesario clarificar qué queremos decir cuando proponemos que alguien que se sienta atraído por el quehacer filosófico puede encontrar no sólo respuestas a las sempiternas preguntas, sino también pautas de comportamiento, prácticas concretas de eficacia demostrada a lo largo del tiempo, modelos diseñados por sabios expertos en el alma humana. Y puesto que se trata de un saber práctico, de algo que debe ejercitarse de forma continuada, lo hemos definido como un “arte de vivir”, siguiendo la idea de Epicuro, uno de los filósofos peor comprendidos y sin embargo de vigencia actual demostrable.

Resurge la vieja máxima délfica de conocerse a sí mismo, identificando los miedos, las debilidades y también las cualidades y fortalezas, buscando el sentido de la propia existencia, una orientación que permita jerarquizar los esfuerzos, para lograr metas. Como lógica consecuencia, aparecen los valores que siempre sirvieron de hoja de ruta para tantas generaciones: respeto y serenidad ante las adversidades, aceptación de la unidad y la diversidad de los seres humanos, conciliando creencias, culturas. Todo ello demuestra que la Filosofía nos puede hacer mejores, y también mejorar el mundo.

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  • Si tomamos concienzuda la tematica filosofica de sus contenidos y llevarla a la accion con nuestros projimos todos, tendriamos un mundo
    notable de plenitud de armonia y paz.

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