Son muy numerosos los sitios que nos surten en Internet de frases de todo tipo, atribuidas a los más variopintos personajes, desde Cicerón a John Lennon, desde Goethe a Oscar Wilde, sin olvidar a Einstein o Stephen Hopkins. Es tal la profusión que podemos decir que hay mucha gente que ha dicho o escrito algo, en algún momento o lugar, sobre cualquier tema que pueda considerarse relativamente original o ingenioso y son muchos también quienes también se han tomado el trabajo de anotarlo o copiarlo, extractándolo de otros textos o declaraciones más extensos y catalogarlo en relación con los grandes temas que interesan y preocupan a los seres humanos: el amor, la felicidad, la amistad, la muerte, la fortuna, el sentido de la vida…
Expresar alguna idea, de manera sintética, breve, condensada, requiere cierta habilidad, no excesivamente frecuente y probablemente hace falta también una precisión en el pensamiento, un ritmo especial en la producción de ideas que permita aportar un enfoque, una sentencia, que no necesite aclaraciones, ni explicaciones suplementarias, que restarían impacto a la frase. Y descubrir esos mensajes, cargados de sentido y de significados también precisa de cierta pericia, o sentido de la oportunidad, al menos. En esto, como en casi todo, hay verdaderos especialistas, que son, por lo demás, los más citados, cuyas frases encontramos en casi todas las bases de datos de citas célebres.
No es nueva, por otra parte, esta costumbre de difundir frases inspiradoras, a veces presidiendo un escrito, o una dedicatoria de un libro, a veces presentadas en agendas o calendarios, como lemas del día. Pero sí es cierto que, con las nuevas tecnologías, esos pensamientos breves e impactantes llegan a todos los rincones por los más variados procedimientos y hay aplicaciones técnicas que nos los traen a nuestro teléfono móvil, o a nuestro ordenador cada día. Es lógico que tengan éxito, cuando nuestro ambiente cultural se orienta tanto hacia lo breve y fragmentario, y nos hemos acostumbrado a los mensajes cortos, que se transmiten en un instante. También es un aliciente lo aleatorio de los sistemas que nos los hacen llegar, pero que pueden coincidir con alguna necesidad interna, o un estado de ánimo, o una situación, como un mensaje dirigido a nosotros mismos desde alguna parte y nos anima a pararnos un segundo a pensar.
«Si no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte?” Esta frase, atribuida al sabio chino Kung Tsé, o Confucio es la que aparece, solo hoy, en la web de Nueva Acrópolis. Una invitación a conocer la vida, a pensar en la muerte. No se puede decir más con tan pocas palabras.
Fotografía: Dolor
Autor: Landahlauts
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