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Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la Medicina es la ciencia y el arte de precaver y curar las enfermedades.
Así como la física cuántica que, superando la visión mecanicista del mundo derivada del pensamiento de Descartes y de Newton, se aproxima actualmente a los físicos presocráticos y a las antiguas teorías filosóficas chinas, demostrando que las partículas no son granos de materia aislados, sino interconexiones en un tejido cósmico inseparable que no excluye a la conciencia humana, así la Medicina Natural se aproxima a la Filosofía, reconociendo la influencia de la mente y de las emociones en los procesos del organismo físico. Según Paracelso el amor es capaz de hacer por sí mismo lo mismo que cualquier hierba medicinal. Todo lo que crece en la naturaleza terrestre puede aportarlo igualmente el poder de la creencia…El poder de la creencia puede, también, producir cualquier enfermedad…
La Medicina Natural o Ciencia de la Salud, que nació con el hombre y fue practicada por los sacerdotes egipcios y caldeos así como por los filósofos de la antigüedad, se fundamenta en las inmutables Leyes de la Naturaleza, reconociendo que la primera de las leyes naturales es la de evolución o progreso, tanto en el orden físico como en el intelectual y el espiritual, pues nadie, por muy materialista que sea, puede negar que en el hombre, además del organismo físico, hay algo metafísico.
Dejando obrar o ayudando a la ley de la evolución, habremos cumplido con todas las Leyes Naturales, porque a la primera están subordinadas todas las demás.
Mencionamos algunas de las principales:
Este principio indica la verdadera naturaleza de la energía, de la fuerza y de la materia, y el cómo y el por qué todas éstas están subordinadas al dominio de la mente. El cerebro humano es un potencial de energía, y la energía vital, entre muchas virtudes, también tiene las terapéuticas o curativas. Por lo tanto, en algunas enfermedades, disfunciones y afecciones podemos curarnos. Esta fuerza curativa la podemos despertar y activar mediante el pensamiento, transmitiéndolo con fuerte convicción a las micro-mentalidades celulares dañadas, a fin de que recobren su normalidad y se restablezca la salud.
Principal aliada de la ley de la evolución, pues une a las cosas y las mantiene, permitiendo que la vida se produzca y ayudando a todo lo viviente a adquirir cotas más elevadas de perfección. Ya Paracelso hablaba de ella cuando decía que era imposible curar a un enfermo sin antes sentir algún aprecio por él.
Todo en la Naturaleza vibra; la vida es movimiento, la inercia es muerte. Así todo aquello que favorezca una superior vibración de la energía vital es positivo para la salud, pues cumple con la ley universal de movimiento o vibración.
En todos los aspectos de la vida rigen las mismas leyes naturales. Así, los sistemas planetarios son de análoga constitución a los átomos químicos. La misma ley de ramificación rige el curso de los ríos, la corriente sanguínea y nerviosa, la de las ramas de los árboles.
Análogamente existen siete sonidos, siete colores, etc. En materia de salud el consabido axioma mente sana en cuerpo sano, cumple esta Ley favoreciendo la salud física aquellos pensamientos positivos albergados en la mente e influyendo en el pensamiento el grado de energía vital del organismo.
La casualidad no existe y el destino ciego tampoco.
En el campo de la mecánica se formula así: la reacción es igual y contraria a la reacción. Asimismo en biología vemos que la aplicación de agua fría en el organismo produce una reacción contraria -de calor- destinada a restablecer el equilibrio, que es siempre la finalidad de esta ley. En el plano intelectual y en el moral se cumple con la misma maravillosa exactitud. Esta equitativa ley es la justicia de la Naturaleza.
Existen otras leyes naturales, como por ejemplo la ley de la polaridad: todo lo manifestado tiene dos polos opuestos manifestados -día y noche, vida y muerte- como factores contrarios que no pueden existir separados; o la ley de ciclicidad por la cual las enfermedades tienen su ciclo que termina en salud o muerte. Pero todas ellas, como apuntábamos al principio, se resuelven en la ley de evolución: todo lo que existe lleva inmanente la tendencia y fuerza para convertirse en algo superior. Según este axioma todo lo que favorezca a la evolución moral y médicamente bueno será positivo para alcanzar la salud.
Todo dolor es un aviso de la Naturaleza para que efectuemos una toma de conciencia del desequilibrio en el cual nos hallamos. Por consiguiente, la enfermedad es un esfuerzo útil. Si abortamos este esfuerzo útil haremos un mal, por cuanto interrumpimos la evolución o la dificultamos.
Con este concepto útil y defensivo de la enfermedad, que data de Hipócrates, se comprenderá que no existe más terapéutica útil que la natural. Es decir, aquella que encauza el esfuerzo morboso para alcanzar la salud. Cuando estalla una crisis aguda, debe respetarse la fiebre, la sed, la inapetencia, la diarrea, etc. Manteniéndolas dentro de límites no peligrosos, para que cumplan su finalidad utilitaria. Lo mismo cabe decir de las crisis emocionales transformadoras de la personalidad. No son las drogas (agentes paralizadores de síntomas útiles) las que han de intervenir en el tratamiento de un enfermo, sino aquellos excitantes naturales que mueven normalmente su delicada maquinaria. Por ejemplo, si se hace sudar a un enfermo, contaremos con el excitante natural del sudor: el calor, bien sea directo o provocado por aplicaciones frías, en lugar de con sustancias químicas más o menos tóxicas. Si de calmar a un neurótico se tratara, lejos de administrarle sedantes hipnóticos generadores de dependencias, le enseñaremos a relajarse, ayudando con infusiones naturales carentes de efectos secundarios.
El naturismo es capaz de renovar, porque deja evolucionar.
La armonía, la mesura y la proporción serán las tres virtudes que nos alejen de los extremismos peligrosos y nos ayuden a cumplir fielmente la ley de adaptación sobre la que también se levanta el pilar naturista. Las toxinas o sustancias morbosas no se eliminan más deprisa por darse más baños. El baño no saca sustancias extrañas, solamente estimula la energía individual, para que ésta, por su cuenta y según sus características, las elimine.
Otro extremo peligroso puede ser el paso brusco a un régimen vegetariano estricto sin respeto al consiguiente período de adaptación.
Por otra parte, la medicina natural, basándose en la máxima de que no hay enfermedades sino enfermos, sabe que un mismo mal es distinto en cada sujeto en quien se manifiesta y sus consecuencias son también distintas, buscando entonces las circunstancias individuales generales de tipo, temperamento, constitución, naturaleza, clase de vida, etc., como eficaces indicadores de la intensidad con que debemos utilizar los tratamientos naturales (la dietética, la hidroterapia, la heliaeroterapia, el ejercicio físico, la geoterapia, el masaje y la psicoterapia) con que contamos para corregir su estado de enfermedad.
Y que tu medicina sea tu alimento si queremos completar la máxima hipocrática indicadora de la importancia que cobra la dieta en la conservación y restablecimiento de la salud, dentro del ámbito filosófico-natural en el que nos estamos moviendo. Y decimos filosófico, además de natural, porque es gracias a esa búsqueda de las causas pretendida por la filosofía como hallamos el eje sobre el cual gira nuestra normalidad, tal como ya Cervantes sabía al afirmar que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.
Es importante que en nuestra minuta predominen los alimentos libres de toxinas y cargados de principios nutritivos, además de benefactoras energías solares (frutas y verduras), sobre los que por su naturaleza cadavérica albergan abundantes dosis de ácido úrico y demás venenos para el organismo (carnes y pescados), además de ser la principal causa del estreñimiento crónico (por su falta de celulosa) que padece nuestra civilización; no queremos dejar de referirnos a otros factores «alimenticios» más sutiles que junto con el ya expuesto contribuyen a impurificar la sangre, siendo esta sangre impura la que con su malnutrición deteriora los órganos más débiles del organismo provocando su dolencia. Estos factores a los que nos referimos son el aire impuro y la todavía más sutil influencia de la vibración de un mal pensamiento o de una tensa emoción generados en cualquier momento y especialmente a la hora de comer.
Es la naturaleza la que cura, y la propia energía vital del paciente la que en última instancia vence a la enfermedad. Es por tanto labor principal del médico no estorbar el proceso natural evolutivo y excitar mediante remedios naturales las fuerzas defensivas del enfermo, sin combatir de forma represiva los síntomas purificadores.
Como axioma preventivo, afirmamos que la salud no se obtiene en la consulta del médico ni en el mostrador del farmacéutico, sino con nuestros propios actos de cada día sometidos a la ley natural. De aquí que la propia voluntad del enfermo es el primer agente de salud.
Y es misión del médico saber tratar al enfermo desde cualquiera de los planos donde se origine su enfermedad, bien desde el plano físico, con la química natural biológica, desde el mental, mediante la voluntad e imaginación del enfermo, o desde el espiritual, mediante la virtud y la verdadera fe.
Orientándose la medicina natural o filosófica fundamentalmente hacia la prevención, no sólo es misión médica curar sino mantener la salud mediante una bien entendida higiene de acatamiento a la ley natural que nos libre de todas las enfermedades, así como iniciar en la naturología a los enfermos, pues se impone la necesidad de devolver a la misión del médico todo el carácter pedagógico-filosófico que debe tener.
La Ciencia Oculta en la medicina; Franz Hartmam
Curso de Medicina natural en 40 lecciones; Eduardo Alfonso
La Religión de la Naturaleza; Eduardo Alfonso
La Medicina Natural al alcance de todos; Lezaeta
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