A lo largo de la historia, los grandes enemigos de la Humanidad parecen reencarnarse en cada época, vestidos con distintos ropajes, hablando diferentes lenguas, pero siempre semejantes en sus devastadoras acciones. Uno de ellos es el fanatismo, especie de enfermedad mental colectiva, que arrastra en torbellinos fatales a grupos humanos y les conduce a las más vergonzosas y criminales acciones. Las páginas más tristes de la Historia son las que recogen los hechos marcados por los fanatismos, en todos los tiempos, en todos los pueblos, pues ninguno se libra de haber padecido esta desgracia en algún momento, como si fuera una nube cargada de negros presagios que va recorriendo los lugares y los tiempos, descargando aquí y allá su tormenta envenenada.

Las obras de los fanáticos son siempre destructoras, apenas si proporcionan felicidad o serenidad, sino  todo lo contrario, lo suyo es la coacción, la fuerza, la amenaza, el miedo, la vejación, la muerte.

Los seguidores de esa corriente nefasta pueden reclutarse en ámbitos también variables: pueden encontrarse en grupos políticos, religiosos, pero también aparecen en otros ámbitos, como los profesionales, o los académicos. No toleran a nadie que se atreva a pensar de manera diferente, o que tenga otra visión del mundo, otras creencias, otra manera de ver la vida, pues se creen en posesión de la verdad más absoluta y los demás son unos equivocados que no merecen más que la destrucción y el aniquilamiento.

Si miramos, en cambio a los que han profesado la filosofía, a lo largo de la historia, no encontraremos  fanáticos entre sus filas, más que en la biografía de alguna excepción que confirma la regla. Por el contrario, las más bellas palabras que engrandecen a la naturaleza humana han sido las que encontraron los filósofos de todos los tiempos, de  todas las tendencias. Recordemos el discurso sobre la dignidad del hombre, de Pico de la Mirándola, o la oración de Voltaire en su Tratado sobre la Tolerancia, o las preciosas palabras de Ibn Al Arabi sobre la religión del amor.

Este es un argumento más a favor de la conveniencia de promover la  Filosofía, como hace Nueva Acrópolis, en su Escuela, verdadero crisol de la libertad de pensamiento y la reflexión.

 

admin

Entradas recientes

Educar en valores

Explicar cuáles son esos valores que consideramos irrenunciables y ofrecer el buen ejemplo de vivirlos…

23 horas ago

Filosofía y estrategia en el ajedrez

Realizar una aproximación al juego del ajedrez, implica en cierto modo, preguntarse por su permanencia…

6 días ago

El caduceo como símbolo sagrado del médico

El caduceo es un símbolo cuya antigüedad resulta casi imposible decidir, ya que lo encontramos…

2 semanas ago

Confucio, la importancia de la cortesía

Confucio nace en una época muy turbulenta de la historia de China, entre el 522…

2 semanas ago

Estoicismo para la vida

Del mismo modo que el faro, al iluminarse, es un poderoso auxilio para el barco…

3 semanas ago

Las propiedades del agua

La influencia del agua en la vida de nuestro planeta es profunda y determinante. La…

4 semanas ago