Siempre fue tarea propia de la Filosofía hacerse preguntas, ante los acontecimientos, las experiencias, propias o ajenas, empezando por la que encierra a todas las posibles: Nueva Acrópolis - Hacerse preguntas¿por qué? Esa sencilla interrogación encierra muchos significados: no darse por satisfechos con las explicaciones interesadas, disposición para ver más allá, llegar a las causas de los fenómenos, indispensable para actuar sobre ellos…

En esto, como en tantos otros aspectos, los partidarios de la vida filosófica vamos contra corriente, porque la sociedad en que vivimos, tan mediatizada por los mensajes y las informaciones que nos llegan por los más variados canales, no nos invita precisamente a indagar más allá de las  coberturas superficiales que se nos ofrecen. Todo parece indicar que los grandes grupos de poder son capaces de hacernos llegar aquellos aspectos de la realidad que sirven a sus intereses y consiguen que permanezcan en la sombra otros que deberíamos conocer. En un mundo global,  libertades fundamentales de los seres humanos, como la de pensamiento, información  y expresión se ven constantemente amenazadas en su ejercicio cotidiano, a causa de la opacidad de los poderosos, bien protegidos por sus controlados sistemas. De vez en cuando, surge un factor inesperado que desafía los controles y los filtros de información, poniendo en evidencia que no todo estaba tan ajustado.

Hacerse preguntas es el mejor desafío, seguido del atrevimiento de buscar las respuestas, mirando más allá de las apariencias superficiales, investigando con perseverancia y desarrollando las capacidades internas, como la que nos hace intuir y reflexionar, imaginar y demostrar argumentando. Esto es lo que hacen en definitiva los buscadores del sentido de la vida, los amantes de la sabiduría, cuando encaran la Filosofía como una manera de estar en el mundo, ejerciendo la libertad, propia de los seres humanos, con la valentía que nos demanda nuestro tiempo.