Atenas, c. 422 a. de C. – 365 a. de C.

Filósofo griego, hijo de un ateniense y de una frigia. Su discípulo más destacado fue Diógenes.
Antístenes fundó una escuela en el Cynosasgos (gimnasio para los atenienses que no eran nobles) cerca del templo de Hércules. Sus partidarios denominados primero antistenianos, fueron después apellidados cínicos, aludiendo al sitio en que se reunían (al Cynosasgos) o refiriéndose a la doctrina moral de la escuela que estimaban algunos como propia de las costumbres de los perros. Diógenes Laercio dice que el mismo Antístenes solía llamarse a sí mismo «aploción», perro manso.

Antístenes, el fundador de la escuela cínica, comenzó siendo discípulo de Gorgias y aún enseñó la Sofística y la Retórica. Después oyó a Sócrates, según dice Jenofonte, y se declaró uno de sus más fieles y entusiastas discípulos. Exageró hasta tal extremo la pureza de la enseñanza socrática, que Sócrates lo consideraba como un indicio de un afán inmoderado de distinguirse; así es que se le atribuye esta frase: «Veo, Antístenes, tu orgullo a través de los agujeros de tu manto».

Solo usaba un manto y un bastón, queriendo de este modo convertir a los demás a una sencillez tan primitiva. Prescindiendo de estas singulares rarezas, hijas quizá, como pensaba Sócrates, de un deseo fébril de celebridad, la doctrina de Antístenes, que llega a referirse principalmente a la Moral, tiene importancia más que por sí misma, porque sirve de antecedente al Estoicismo. Antístenes comenzaba por afirmar que la Filosofía consiste más en la manera de conducirse que en ninguna ciencia y que el valor del hombre depende en primer término del uso legítimo de su razón y mediante este de la completa independencia de espíritu. Pretendía oponerse a la molicie y al lujo y restaurar la sencillez primitiva de las más antiguas costumbres.
Su discípulo el célebre Diógenes, posteriormente, aún acentuaría más esta forma de vida.
Para Antístenes no hubo límites ya en este camino de la «sencillez de vida». Concibe que el sabio debe gozar completamente de su libertad, emancipándose del yugo de las necesidades ficticias, poner la virtud por cima de todas las cosas y mirar todo lo demás como indiferente.

Antístenes, fiel a la enseñanza de Sócrates, no estimaba, parece ser, la ciencia sino en cuanto es útil a la vida moral, y que toda ella la refiriera a la virtud. Prescindiendo de algunas exageraciones, patentes sobre todo en los discípulos, se puede observar que esta doctrina tiene muchos puntos de semejanza con la moral estoica.

Antístenes, menosprecia y estima como malos aquellos placeres que enervan la energía del alma y cuyo goce es solo negativo, porque únicamente implica cierta limitación del dolor, si bien recomienda aquellos placeres que resultan del movimiento, del trabajo y de la actividad. En tal sentido pudo apreciar el dolor de la fatiga y la pena del trabajo como bienes, puesto que los consideraba medios adecuados para obtener la libertad y la virtud, que consiste, según Antístenes, en emanciparnos de las necesidades superfluas acercándonos a la naturaleza de los dioses que carecen de ellas.

Para Antístenes, la virtud convertida en hábito y fuerza moral, no se pierde nunca, y el sabio (que para él es el hombre virtuoso) resume toda perfección, menospreciando todas las demás cosas. De su Metafísica o mejor de su Física (porque entonces eran idénticas la ciencia de la naturaleza y la de las causas primeras), solo se conoce esta frase: «adora el pueblo muchos dioses, pero solo existe uno en la naturaleza».

Esta confusión de la Metafísica con la Física es corriente en toda la Filosofía griega, quizá sin excepción alguna, hasta Platón y Aristóteles. Cuando era poco usado el nombre de filósofo, y los que se consagraban a la especulación y al estudio se apellidaban sabios, eran conocidos también con el nombre de «los fisiólogos», es decir, los que escriben acerca de la naturaleza. Tal denominación era aplicada por Aristóteles, principalmente a todos los pensadores de la escuela jónica.

Extraído de Biografias y Vidas y La Escuela de Atenas

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