Índice

Introducción

El término «grial», conforme ha llegado hasta nuestros días, con todas sus connotaciones simbólicas, mágicas y religiosas, debe su nacimiento en Occidente a la literatura caballeresca y romántica de la Alta Edad Media.

Es Chrétien de Troyes en su libro Contes du Graal (1180) quien por primera vez nos habla de un «graal» que en el castillo del llamado Rey Pescador aparece de forma un tanto misteriosa. Este graal forma parte de un extraño cortejo compuesto por un paje que empuña una lanza blanca de cuya punta brota una gota de sangre y una doncella que sostiene un plato argentado de rico metal. Entre ellos, custodiada por otros dos pajes con sendos candelabros, una hermosa y bien compuesta doncella porta el graal, todo de oro y piedras preciosas.

Poco más nos cuenta Chrétien de Troyes sobre este tema, salvo que el buen caballero del mundo artúrico, Perceval, se abstiene de preguntar por qué sangra la lanza y a quién se sirve con el «graal». El silencio de Perceval será la causa por la que el tullido Rey Pescador no podrá por el momento recobrar su propia salud ni la de su reino.

El genial escritor de la Champaña francesa murió antes de terminar de escribir su obra, por lo que el cuento del graal queda suspenso, en el aire, rodeado de una aureola de misterio en extremo irresistible para la imaginación de poetas y escritores posteriores.

Así, de comienzos del siglo XIII se conservan cuatro continuaciones a la obra de Chrétien, dos primeras anónimas, la tercera escrita para Jeanne de Flandes, nieta de Felipe (Manessier) y la cuarta de Gerbert de Montreufl, todas ellas en verso. A partir de la primera continuación, la lanza sangrante, en general, comenzará a identificarse con la lanza utilizada por Longinos cuando hirió en el costado a Jesucristo.

El poco definido graal que nos presentase Chrétien, cuya etimología es bastante confusa (desde los términos latinos gradale: plato hondo donde se servían ricos manjares en las casas nobles; o cratalis: lebrillo, vasija de barro; también crater-eris: copa grande; hasta el griego kratarion: copa; krateut: piedras; e incluso la palabra hebrea goral. pequeña piedra), pasa a convertirse, con Robert de Boron, en su Estoire du Saint Graal (1195 – 1214), en el vaso o cáliz que recogió la sangre de Cristo, gracias al cual José de Arimatea, aquel que fuera miembro del Sanedrín judío y que dio sepultura al cuerpo del Mesías, se alimentó mientras estuvo en prisión. Este cáliz asume las funciones de la eucaristía cristiana como productor de alimento espiritual.

El mismo José de Arimatea o sus descendientes, que se convertirán en custodios del grial, serán los encargados de transportarlo a Occidente, concretamente a la isla de Britania, donde permanecerá hasta la época del rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda, quienes podrán experimentar en el transcurso de diversas aventuras las diferentes propiedades mágicas de este vaso sagrado.

Merece especial mención entre la literatura que sobre el tema del grial surgió de forma abundante y casi exclusiva a principios del siglo XIII, la obra del Wolfram von Eschenbach Parzival, donde el autor define el grial como «deseo del Paraíso, raíz y floración a un mismo tiempo», y lo identifica con una piedra, Lapsit exillis, sobre la cual cada Viernes Santo una Paloma que desciende de los cielos deposita una pequeña hostia blanca que concede a la piedra la virtud de generar los alimentos. La lanza sangrante representa aquella lanza envenenada con que el Rey del Grial fue herido en su virilidad.

A lo largo de todos estos relatos se van asociando al grial, ya sea como copa, vaso o piedra, una serie de virtudes o propiedades mágicas que de forma general resumiremos en los tres puntos siguientes:

  • Capacidad de proporcionar un alimento inagotable, pues con su sola presencia las mesas se llenan de ricas viandas y toda clase de bebidas. Del mismo modo, en algunas versiones, con una sola oblea de pan que porta en su interior mantiene durante largos años la vida del padre del Rey Pescador.

  • También se le atribuye la propiedad de curar las heridas y sanar a los enfermos. Y no solamente cura las enfermedades físicas, pues, como vemos en La muerte de Arturo de Sir Thomas Malory (1468), Lanzarote del Lago es sanado de su repentina locura gracias a la benéfica influencia del grial.

  • Por último, como cualidad principal y suprema para el hombre, el grial se convierte en fuente de un conocimiento sin límites para aquellos valientes que estén totalmente dispuestos a buscarlo de corazón, virtud ésta íntimamente asociada con la capacidad de conferir la inmortalidad o la eterna juventud.

El centro del mundo

El símbolo de la copa o el vaso no es exclusivo del occidente cristiano. En muchos otros lugares y culturas, de una u otra forma, aparece esta misma representación que podríamos incluir en el ámbito de la Simbología universal y que por lo general hace referencia al recipiente que contiene el alimento o la bebida de la Inmortalidad.

En la tradición hindú el grial se corresponde con el samudra o vaso sacrificial que contiene el soma, la «sangre del Dios viviente», según Emile Burnouf.

El soma es el néctar celeste, el elixir de la inmortalidad, y tiene su equivalente en el haoma avéstico, la ambrosía del mito griego o el hidromiel de la mitología nórdico-germana. Sus propiedades son prácticamente idénticas a las del grial: «protege el cuerpo y cura la enfermedad, da salud de cuerpo y alma, aleja las dificultades y los peligros, conforta y consuela, proporciona fuerza y alegría, inflama e ilumina, prolonga la vida, inspira a los poetas y sabios, hace surgir un sentimiento de paz con los Dioses y otorga la inmortalidad»1.

En la religión taoísta el grial es el vaso de Kuan-Yin que contiene el «néctar de la inmortalidad», la compasión y la sabiduría.

Los viejos jeroglíficos egipcios simbolizan el corazón con la imagen de un vaso.

Todas estas representaciones nos dan idea de un simbolismo cuyo significado es esencialmente «central», pues está relacionado con las tradiciones que nos hablan del «Centro del Mundo», «Altura montañosa», «Isla Blanca» o tierra solar, el lugar mítico dónde habitan los destinados a asumir la dignidad de reyes legítimos.

Un ejemplo de ello es la isla de Avallon, o sea, «la isla de Apolo, del dios solar hiperbóreo llamado, entre los celtas, Aballum. También se ha dicho de legendarias razas divinas como los Tuatha de Danan que provenían de Avallon, que venían “del cielo”. Los Tuatha llevaron con ellos de Avallon algunos objetos místicos: una piedra que indica los reyes legítimos2, una lanza, una espada, un vaso que provee de alimento perenne. Son los mismos objetos que figuran en la leyenda del graal»3.

Algunos textos dan el nombre de «isla Blanca» e «ínsula Avallonis» a la región donde José de Arimatea llevó el grial. La misma Inglaterra que se nos presenta como escenario de las aventuras del cáliz sagrado puede entenderse como un país simbólico, pues no en vano fue llamada «Albión» e «Isla Blanca», y se denominaba «Albania» a una región de la misma.

René Guénon afirma que la lanza que acompaña al grial es, de algún modo, complementaria de éste y una de las representaciones del «Eje del Mundo».

En algunas ocasiones el llamado «Centro del Mundo» es representado por una montaña o una roca. La tradición islámica nos habla de la montaña de Qâf como «aquella que rodea la tierra y que al propio tiempo constituye el extremo norte de ésta, haciendo de polo de la misma. Por otra parte se dice que está separada de la tierra por una región infranqueable para los mortales, y que, en consecuencia, no se llega a ella “ni por tierra ni por mar”. En su cima se posa el ave del Espíritu, y más allá de ella habira el ave Fénix (o el Simorgh)»4.

El grial que recoge la sangre de Cristo en el monte Calvario se halla supuestamente en el castillo de Munsalvaesche o Mont-salvat, que ha sido traducido por Monte Santo, Monte de Salvación o Monte Salvaje.

También el soma hindú aparece ligado a la roca y a la montaña. Traído de los cielos por el águila mensajera de Vishnú, el soma es depositado en lo alto de la montaña, recibiendo el nombre de «crecido en la montaña» y «morador de la montaña».

Del mismo modo la tradición taoísta nos habla de la montaña Kuan-lun, de donde surge la fuente milagrosa Tan-Shui, cuyas aguas otorgan vida eterna.

En lo que respecta a la asociación simbólica de la copa con el corazón, es evidente el papel central que este órgano desempeña en el hombre, y también que en todas las tradiciones las expresiones «corazón del Mundo» y «centro del Mundo» han sido con frecuencia equivalentes.

Cosmología

En este punto considero interesante reproducir las observaciones realizadas por Antonio Medrano en su trabajo El grial en las Tradiciones Orientales, al relacionar el simbolismo occidental del grial con el concepto del Soma hindú y con algunos de los atributos de Shiva:

«Soma es precisamente el nombre más usual que el astro nocturno recibe en sánscrito; la Luna, por otra parte, se presenta como un recipiente que recoge en medio de la oscuridad de la noche la luz del Sol, que es precisamente la que le hace brillar… la imagen de la Luna como recipiente solar resulta de especial evidencia en su variante de cuarto creciente, que reproduce la forma semicircular de una copa o cáliz. La media luna, emblema por excelencia del Islam a la que se añade usualmente la estrella, símbolo del germen de inmortalidad, no simboliza otra cosa que el grial, en su calidad de receptáculo de la luz del Sol divino. También cabría mencionar la semejanza que esta figura de la media luna y la estrella guarda con la letra árabe nun (u), la letra de la luz (nór) y la letra planetaria del Sol, que, como mostrara René Guénon, simboliza tanto la copa de la inmortalidad como el arca de Noé, portadora del germen de la vida en el seno del caos de las aguas y equivalente en este sentido a la barca solar».

«Las palabras de Daniélou nos llevan a considerar el nexo que une la media luna con el lingam, otro de los símbolos de Shiva; nexo que tiene su exacto equivalente en el vínculo que une el cáliz y la lanza en el mito medieval europeo. Tanto la Luna como el cáliz representan el elemento femenino, horizontal, receptivo y engendrador mientras que la lanza y el lingam simbolizan el principio masculino, vertical, símbolos de¡ Eje de¡ mundo, de¡ pilar sagrado que une Cielo y Tierra, del Árbol de la Vida del que caen las gotas de¡ rocío celestial, el agua de la vida o jugo de inmortalidad (simbolizados, a su vez, en el cuerpo humano, por la sangre y el esperma), siendo tales gotas recogidas precisamente en la copa para producir el milagro de la vida universal. A todo esto puede aún añadirse que el lingam suele ser representado dentro de un triángulo invertido que simboliza el Yóni, el órgano femenino. La pareja lingam-yoni es uno de los elementos más característicos de la simbología shivaíta, y en este punto es conveniente recordar que el triángulo invertido es el símbolo geométrico de la copa y del corazón»5.

Wolfram von Eschenbach en su Parzival afirma que la historia que él nos cuenta había sido escrita por Flegetanis, del linaje de Salomón, quien al observar las estrellas leyó el nombre Graal, objeto que unos ángeles depositaron en la tierra.

También Mario Roso de Luna nos dice que la historia verdadera del Santo grial está escrita en las estrellas, «porque es el misterio de los astros oscuros o planetas frente a los astros luminosos o soles… y el misterio también de lo que es limitado, pobre y oscuro frente a lo augusto y luminoso».

Siempre detrás de los planetas «se proyecta eternamente en el espacio un cono fijo de sombra (fijo, se entiende, para la rotación, ya que no para la traslación), un verdadero cucurucho de eternas negruras… un efectivo «cáliz de dolor» cuya copa de obscuridad o noche tiene un contorno, un cono truncado e inverso de penumbras… Si la luz es alegría, su dolor es eterno, si la luz es vida, la muerte o la atonía es su lote inevitable. Este cáliz es a la vez monte santo si se le mira por fuera, puesto que en su falda o superficie toda, reina constantemente un como crepúsculo o aurora, y en su cúspide el astro luminoso deja ya de ser eclipsado totalmente por el planeta oscuro… los paganos iniciados, como los diversos sacerdotes de las viejas religiones de Oriente, sabían todo esto, y cada uno, según su peculiar manera de traducir el gran Emblema a la respectiva religión vulgar que profesara, hizo, digámoslo así, un cáliz terrestre o humano con arreglo a otras claves y en simbólico recuerdo de aquel magno Cáliz celeste. Así vemos figurar en las iniciaciones y sacrificios la copa Manti y la copa Sukra (el grial lunar y el grial terrestre hindúes)»6.

El grial y el dolor

Amparándonos en el viejo principio hermético que afirma que así es abajo como es arriba, esta dualidad o juego celeste de luz y de sombras, de felicidad y dolor, de vida y muerte que nos presenta el gran teósofo español, podemos relacionarlo a nivel humano con la labor atribuida al grial en la literatura caballeresca, donde se nos presenta como la copa de la transmutación, el cáliz que recoge la sangre del sacrificio por la Humanidad, y que a partir de entonces se convierte en el sagrado símbolo que da alimento, que cura la enfermedad y que ofrece conocimiento; es, por lo tanto, el mágico instrumento que puede dar la felicidad y eliminar el dolor.

La búsqueda del secreto del grial podría identificarse entonces con la búsqueda de todos aquellos seres humanos que a lo largo de la Historia, con su propio sacrificio -en el original sentido de la palabra, «oficio sagrado»- han intentado paliar los distintos sufrimientos físicos, e incluso metafísicos, que atenazan la vida de los mortales.

El sincero investigador que, preocupado por la miseria física que afecta a millones de seres humanos, estudia nuevos métodos de producción y distribución de alimentos, es un buscador del grial, y en cierto modo está identificándose con él, al intentar adoptar una de sus funciones, que es la de satisfacer cierto tipo de necesidades vitales, esenciales para que el hombre siga viviendo. El médico que quiere curar las enfermedades es un buscador del grial y una parte del mismo. También el poeta que con sus versos intenta poner un poco de belleza y esperanza en él desconcertado corazón de los hombres. Y sobre todo el filósofo, aquel que todos los días busca una pequeña verdad que compartir, el que inquiere las escondidas causas que producen el dolor e intenta comprender el sentido de la vida, de las luces y las sombras.

Tal vez uno de los ejemplos más impresionantes y más bellos que en este sentido podemos encontrar nos lo ofrezca la filosofía hindú cuando nos cuenta la historia del Príncipe Sidharta Gautama, el Budha, cuyo desarrollo excedería los límites de este trabajo, aunque sí queremos destacar su gran esfuerzo por encontrar la causa del dolor y el camino que conduce a la cesación del mismo.

Cuentan que el Príncipe Sidharta, en su sermón de Benarés, hizo girar la «rueda del dharma», o el «Dharma-chakra» o «rueda de la Ley», anunciando así al mundo su enseñanza. Esta «rueda de la Ley» suele representarse con ocho radios que indican las ocho normas, el óctuple sendero que conduce a la cesación del dolor. Esos ocho radios que se unen en un mismo punto forman la perfecta representación gráfica de la «Vía Media» propuesta por el Budha, la «Vía del centro», la «Vía del grial», la «senda de los cisnes», como diría poéticamente el Dhammapada, siendo el cisne un animal de Apolo, hiperbóreo y solar por excelencia.

Conclusión

El simbolismo de la Lanza y el grial nos hace recordar un ejemplo de la mitología céltica que nos habla de una lanza mágica que todos los días debía ser bañada en un caldero lleno de sangre; si esto no era así, la lanza hería y mataba a su portador. Este baño diario en sangre podría muy bien representar para el buscador del grial el sacrificio diario de intereses personales en favor de un bien mayor, el bien del conjunto, de la Humanidad; la supremacía de un glorioso destino de inmortalidad por encima de todo aquello que pasa y muere.

Más allá de todo lo que se ha escrito sobre el grial está una especie de secreto que se nos esconde. Tal vez no fue casualidad que el cuento de Chrétien de Troyes quedase inacabado. Posiblemente tenía que terminar así, inmerso en el misterio hasta que cada hombre, buscando en el centro de su ser, en su propio corazón de diamante, ponga fin a las aventuras del grial.

Bibliografía

El Graal y la búsqueda iniciática. VV.AA. Ed. Cielo y Tierra / Monográfico.

Del árbol de las Hespérides. Mario Roso de Luna Ed. Pueyo.

La muerte de Arturo. Sir Thomas Malory. Ediciones Siruela.

Perceval y el cuento del Grial. Chrétien de Troyes. Ed. Austral.

El Rey Arturo y su Mundo. Carlos Alvar. Ed. Alianza Tres.

Diccionario de los símbolos. Jean Chevalier / Alain Cheerbrant. Ed. Herder.

Notas

1 El Grial y la Búsqueda Iniciática. El Grial en las Tradiciones Orientales. Antonio Medrano. Ed. Cielo y Tierra / Monográfico. Pág. 9
2 Del mismo modo que el Lapsit exillis, el graal de Wolfram von Eschenbach, donde aparecía escrito quién debía ser Rey del graal.
3 El grial y la búsqueda Iniciática. La Leyenda del Graal. Julius Evola. Pág. 55 Ed. Cielo y Tierra / Monográfico.
4 El Grial y la búsqueda Iniciática. El misterio del Graal a la luz del Esoterismo Islámico. Jordi Quingles. Ed. Cielo y Tierra / Monográfico. Pág. 91.
5 Antonio Medrano (op. cit. pp. 99 y 102-103).
6 Del Arbol de las Hespérides. Mario Roso de Luna. pp. 172-177. Ed. Pueyo.
Ana Albo

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