Estos días de continua presencia del infortunio, encuentro pequeños oasis en la aridez de tanto dolor, de tanto miedo. Son las reflexiones de los filósofos, que colocan en sus páginas los indispensables medios de comunicación. Para mi este es uno de los factores que convierte a la edición de los periódicos en actividad esencial, tal como lo ha calificado el gobierno de España. Es útil que estemos informados al detalle sobre las consecuencias devastadoras de esta pandemia aunque a veces pienso que tanta inmediatez puede impedirnos mirar a las cosas con cierta perspectiva, dificultando la necesaria reflexión y sobre todo las decisiones que tendremos que ir tomando cara al futuro. Una vez garantizados los suministros de comida y bebida, también necesitamos alimento para el alma.
Es casi unánime la opinión de que nada va a ser igual, una vez la situación se normalice. La cuestión está en si va a ser mejor o peor y hasta qué punto estará en nuestras manos de individuos frágiles, temerosos o temerarios. Por eso me parecen útiles las recomendaciones de los filósofos, porque ellos conocen el método para atisbar las señales que nos llevan hacia determinados desenlaces. Ojalá nos volvamos un poco filósofos, más reflexivos, menos ingenuos.
Leo al maestro Emilio Lledó, que se hace la misma pregunta y como buen platónico compara el momento actual con la caverna de Platón, donde hay prisioneros obligados a vivir en la oscuridad, de tal manera que creen que las sombras que apenas vislumbran son la realidad. Algunos consiguen salir y avisan a los demás de que están muy confundidos, que hay otro mundo, allí fuera, cosa que la mayoría de los prisioneros ni comprende ni acepta. Lledó teme que se sigan ocultando otras pandemias, “como el deterioro de la educación, la cultura y el conocimiento” y agrega: “debemos estar alerta para que nadie se aproveche de lo vírico para seguir manteniendo la oscuridad y extender más la indecencia”.
Acepto su sugerencia de referirnos a los clásicos y me voy a los maestros estoicos, los que nos enseñan a vivir con tanto éxito que, a pesar de que han pasado más de dos mil años, desde que fundaron su escuela de filosofía todavía siguen dando respuestas a nuestros problemas vitales y a nuestro desconcierto. Uno de los consejos más sabios es el que nos invita a aprender a ocuparnos de lo que depende de nosotros, lo cual nos puede ahorrar muchos sufrimientos inútiles que nos impedirán solucionar los problemas que sí están en nuestras manos.
Los estoicos hicieron suya la noción de “bien común”, como deber social es decir, el fin que nos unifica a todos: “Lo que es bueno para la colmena es bueno para la abeja y lo que no es bueno para la colmena no puede ser bueno para la abeja”, decía Marco Aurelio, un emperador que también era filósofo y sabía de lo que hablaba. En sus “Meditaciones” nos ha dejado maravillosas joyas de sabiduría para ser mejores cada día.
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Muchas gracias Ma. Dolores por tus acertadas y sabías reflexiones. Un abrazo fuerte.