En las diferentes actividades que organiza Nueva Acrópolis en torno a la Filosofía, que es el principal campo de nuestra propuesta y el núcleo central de nuestra acción, solemos afirmar que muchas soluciones para los problemas que vivimos a diario se encuentran en las palabras de los grandes filósofos. No se trata de recetas ni de medidas coyunturales, sino que calan más hondo, y se adentran en el mundo de los valores y contra valores, entre los que nos desenvolvemos los seres humanos.

No por repetirlo mucho deja de ser una gran verdad  que la crisis que estamos viviendo es de carácter moral fundamentalmente, no solo en sus causas sino también en los efectos. Esta y todas las crisis que ha sufrido la humanidad a lo largo del  tiempo provocan una revisión de los criterios vigentes y las maneras de reaccionar frente a ellos. Y nos encontramos perplejos, sin llegar a vislumbrar el nuevo rumbo que debemos dar a nuestras acciones.

Recomendamos entonces mirar a los sabios y escuchar lo que dicen sus mensajes. Por poner algunos ejemplos útiles: la recuperación del mundo interior que nos propone el Budhismo, acompañada del desapego hacia las cosas materiales y la capacidad de concentración en lo que realmente importa nos permite liberarnos del peso negativo y pesimista que paraliza nuestras iniciativas y nuestros sueños; los consejos de Séneca en su tratado sobre la ira nos recomienda la inutilidad de enfurecernos y descargar sobre los otros la agresividad; la indispensable reflexión platónica sobre la Justicia y las Leyes nos proporciona puntos de referencia que nos permiten valorar las desviaciones que se producen en nuestra sociedad …

Es necesario volver a un nuevo humanismo, que invite a los seres humanos a hacerse las grandes preguntas sobre el sentido de la vida que quedaron ensordecidas por el ruido de la avaricia y el materialismo. Una nueva ética, compartida por todas las expresiones de la diversidad de creencias, formas de vida y cultura, que invite a un consenso de unidad de todos los seres humanos, que nos realizamos precisamente cuando ejercitamos nuestra capacidad para concebir ideales de armonía y bien y nos ponemos a trabajar por hacerlos realidad.

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