Córdoba, 883-931

Su nombre completo es Muhammad ibn Abd Allah ibn Masarra. Según sus biógrafos, Ibn Masarra, no era de raza árabe. Se observa que ya el aspecto de su padre ‘Abdallah, aunque, originario de Córdoba, le hacía pasar en el transcurso de sus viaje, en Basora por ejemplo, por un normando de Sicilia. Pero lo que es más importante es que Abdallah, que había frecuentado en Oriente los círculos motazilitas y esotéricos y se apasionaba por la especulación teológica, se interesara en transmitir a su hijo los rasgos de su propia fisonomía espiritual. Desdichadamente, murió mientras realizaba su peregrinación a Meca, en el año 286/899. Su hijo tenía apenas dieciséis años y ya estaba, sin embargo, rodeado de discípulos. Se retiró con ellos a una ermita que poseía en la sierra de Córdoba, pero muy pronto comenzaron a difundirse graves rumores sobre él.

Cuando se es conocido por enseñar la doctrina de cierto sabio antiguo llamado Empédocles no cabe asombrarse, evidentemente, de ser acusado de ateísmo. La situación política del emirato de Córdoba era entonces de lo más crítico, e Ibn Masarra prefirió exiliarse en compañía de dos de sus discípulos predilectos. Viajó hasta Medina y Meca, donde tomó contacto con las escuelas orientales, y no regresó a su patria hasta el reinado de ‘Abd al-Rahmán III, cuya política era más liberal. Pero instruido por su contacto con los círculos esotéricos (bâtinî) de Oriente, lbn Masarra guarda una extrema prudencia. Vuelve a su retiro de la sierra de Córdoba y una vez allí no revela más que a un pequeño número de discípulos el sentido de sus doctrinas en forma de símbolos. Elaboró allí toda una filosofía y un método de vida espiritual.

Lamentablemente, no conocemos el número de sus libros ni sus títulos exactos. únicamente podemos citar con certeza dos: el Libro de la explicación penetrante (Kitâb al tabsira), que contiene, sin duda, la clave de su sistema esotérico, y el Libro de las letras (Kiâáb al horûf) que trata del álgebra mística. Estos libros circulaban de mano en mano, escapando a la vigilancia de los foqahâ y exacerbando su cólera, y llegaron hasta el Oriente, donde dos sufíes «ortodoxos» abordaron la tarea de refutarlos. No parece que las cosas llegaran hasta los tribunales ni que hubiera autos de fe, al menos en vida de Ibn Masarra. Agotado por su tarea, el maestro murió rodeado de sus discípulos, en suermita de la sierra, en el año 319 / 931 d.C. (el 20 de octubre), a la edad de cincuenta años.

Se comprende que el velo bajo el que se ocultaba su doctrina, el número restringido de sus discípulos, la imputación de herejía e impiedad que se unió a su nombre, sean otras tantas circunstancias que explican la escasez de medios con que hoy contamos para reconstruir su sistema. Esta reconstrucción ha sido sin embargo llevada a cabo gracias a la paciente labor del gran arabista español Miguel Asín Palacios. La tarea era doble. Por una parte, la doctrina de Empédocles se le presentó a Asín como el eje alrededor del cual podían agruparse las doctrinas masarrianas más características. Por otra, era necesario reconstruir el sistema de Masarra con la ayuda de las largas citas que de él hacen otros autores, en particular Ibn ‘Arabî. Empédocles es cronológicamente el primero de los cinco grandes filósofos de Grecia, (Empédocles, Pitágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles).

Se le representa como un hierofante, un profeta consagrado a la enseñanza y a las prácticas espirituales; vive retirado del mundo, rechaza todos los honores, viaja a Oriente.

En cuanto a las doctrinas que se le atribuyen, destacan principalmente los siguientes temas:

  • preeminencia y esoterismo de la filosofía y de la psicología
  • absoluta simplicidad, inefabilidad móvil inmovilidad del Ser primero
  • teoría de la Emanación — las categorías de las almas—, las almas individuales como emanaciones del Alma del mundo
  • su preexistencia y su redención.

El conjunto es de una enorme riqueza, de inspiración a la vez gnóstica y neoplatónica. El único punto sobre el que podemos detenernos aquí es la teoría de la emanación jerárquica de las cinco substancias: el elemento primordial o Materia prima, que es la primera de las realidades inteligibles (no confundir con la materia corporal universal), la Inteligencia, el Alma, la Naturaleza y la Materia segunda. Si se la compara con la jerarquía plotiniana (el Uno, la Inteligencia, el Alma, la Naturaleza y la Materia), se percibe inmediatamente la diferencia entre Plotino y el neo Empédocles islámico. La primera de las hipóstasis plotinianas, el Uno, ha sido eliminada del esquema y reemplazada por el elemento primero o Materia prima. Ciertamente, en Plotino se encuentra formulada con claridad (Enéadas II, 4, 1 y 4) la idea de una materia existente en el mundo inteligible, distinta de la nuestra y anterior a ella, que proporciona el sujeto, el formado que presupone toda forma. Pero existe una diferencia: el neo-Empédocles plantea que esta materia inteligible tiene, en tanto que tal, una realidad actual, y hace de ella la primera Emanación divina. Precisamente esa Materia inteligible universal constituye la tesis más característica de la doctrina de Ibn Masarra.

 

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