Dicen los expertos que teorizar sobre el sentido del humor puede indicar que no se tiene sentido del humor. La vida está llena de paradojas, y una de ellas es la risa y el sentido del humor, que constituyen un tema divertido y serio a la vez. A pesar de su aparente superficialidad o trivialidad, nos encontramos ante un asunto que nos atañe directamente como seres humanos. Es evidente que el sentido del humor nos afecta cotidianamente.
El humor y la risa nos diferencian de los animales. El humor es una demostración de grandeza que pareciera decir que, en última instancia, todo es absurdo y que lo mejor es reír, como aquel condenado a muerte que llevan a la horca un lunes y exclama: «¡Bonita forma de comenzar la semana!». El humor es una afirmación de dignidad, una declaración de superioridad del ser humano sobre lo que acontece, porque reírse de algo es, en cierto modo, estar por encima de ello.
Por otra parte, una actitud filosófica posibilita una mirada que pueda superar dogmas, ir más allá de una evidencia, un prejuicio u otras inhibiciones. Filosofía o inteligencia sin humor es esterilidad, artificialidad, robótica pura. Humor sin inteligencia es mal gusto, zafiedad.
Pudiera argumentarse que la risa impide la necesaria seriedad que exige el tratamiento de las cosas importantes de la vida; pero esto no es cierto. Es más probable que sea superficial y trivial alguien que no tenga sentido del humor. Poseer sentido del humor es indicativo de inteligencia. En la medida en que alguien tiene más discernimiento, es más capaz de ver el aspecto insólito de la vida, el aspecto cómico. No podemos llegar a decir que alguien que posea sentido del humor sea un sabio, pero es indudable que no lo es quien no lo posee. Y en cualquier caso, sí podemos afirmar que la risa hace al hombre más humano.
La importancia de la risa y el humor es mayor aún en un mundo como este en el que vivimos, donde parece que cuesta mucho reír. Prueba de ello es que casi no hay estudios sobre la risa y el humor.
La risa puede definirse simplemente como una demostración de alegría. Pero no es fácil dar una explicación completa de su naturaleza y significado.
No se puede establecer una clasificación completa de las distintas clases de risa: hay risas amables, cordiales, ruidosas, estridentes, nerviosas, mezquinas, sarcásticas, tétricas, dulces, inoportunas, amargas, provocativas, etc. Podría decirse que nadie ríe igual, y que hay tantas formas de reír como maneras de reaccionar tiene cada uno respecto al entorno. Dime cómo ríes y te diré quién eres.
Al hablar de la risa se dice que es la manifestación externa de un sentimiento interno. En general, los rasgos fisonómicos característicos de toda risa puede decirse que están constituidos por líneas oblicuas del rostro que se extienden hacia afuera y hacia arriba, al contrario que en el llanto. Entrando en detalles, se distinguen básicamente cuatro maneras de reír: sonrisa, risa moderada, risa fuerte y risa convulsiva.
En la sonrisa solo se mueven ligeramente algunos músculos de la cara, y hay un brillo en la mirada pero no hay sonido.
En la risa moderada, se intensifican los movimientos de los músculos faciales y hay sonido.
En la risa fuerte entran en funcionamiento el tórax y el diafragma, de forma que los pulmones se comprimen y expulsan el aire con fuerza. Vaciados los pulmones, se produce una aspiración profunda, repitiéndose de nuevo.
En la risa inmoderada o convulsiva, además de todos los movimientos anteriores, intervienen también movimientos del tronco y de las extremidades. Los ojos, incluso, se llenan de lágrimas. La respiración se hace como a sacudidas. Es en estos casos cuando se habla de «troncharse de risa», «desternillarse de risa», «partirse de risa», o incluso de «morirse de risa».
El filósofo renacentista Francisco Suárez (1548-1617) afirmaba que la risa está motivada por una afección interior del alma que produce algún tipo de deleite acompañado de admiración o sorpresa.
Lo inesperado y repentino impresiona más y suscita mayor risa. Los procesos internos que dan lugar a la risa son innumerables y dependen fundamentalmente del estado de conciencia en que se halle una persona. Podemos analizar tres niveles o grados de conciencia diferentes, donde puede gestarse la risa.
En el nivel sensorial, se incluyen todas las risas que proceden de impresiones relacionadas con los sentidos, por ejemplo, las cosquillas. Unamuno, en este sentido, se fijaba en el bienestar que proporciona el ejercicio físico. La importancia del ejercicio físico consciente es grande, ya que podemos combatir el mal humor y recuperar las buenas y agradables emociones.
A nivel emocional, determinadas emociones y sentimientos producen risa. Nos referimos a estados de ánimo como la alegría, la euforia, el afecto, etc. Como contraparte, hay estados de ánimo que producen llanto, como por ejemplo la tristeza o la angustia.
En el nivel mental, hay una comprensión intelectual o un entendimiento de algo que es lo que produce la risa. Aquí se diferencian tres aspectos: lo gracioso, lo ridículo y lo cómico.
Lo gracioso es producido por la cualidad estética de los movimientos, de las formas y de las actitudes. Esa gracia o salero, podríamos decir, produce una especie de simpatía que suele expresarse de forma natural en una sonrisa.
(Un grupo de presidiarios llevaban tanto tiempo en la misma cárcel que en lugar de repetir los mismos chistes una y otra vez, los habían numerado y se limitaban a decir el número correspondiente cuando querían contar un chiste determinado. Un día, uno de los presos dijo: ¡nueve!, y todos estallaron en carcajadas. Otro preso replicó: ¡seis!, y toda la galería de celdas retumbó de risas. Finalmente, un tercer presidiario gritó: ¡cuatro!, pero no ocurrió nada, se hizo un silencio sepulcral. Cuando su compañero de celda, que era recién llegado, le preguntó porqué nadie se había reído, este le respondió: «Para contar chistes hay que tener gracia».)
Lo ridículo es algo más complejo de definir. Aristóteles (Poética, libro V) dice que lo ridículo supone siempre cierto defecto, deformidad o desproporción que no produce mal. Por ejemplo, ponerse una máscara de feo no causa daño; o un hombre pequeño que se agacha cuando pasa por debajo de una gran puerta, es algo ridículo; también sería causa de risa un hombre que, dando muestras de cobardía, pretendiese ser tenido por valiente. Pero la desproporción o deformidad no debe traer algún mal grave, pues de lo contrario ya no es causa de risa. Por ejemplo, ver caerse a un hombre es causa de risa, pero la risa se detiene o no llega a producirse si notamos que de la caída se produce una lesión grave.
Lo cómico incluye lo ridículo, pero comprende también la ingeniosidad. Dentro de lo cómico se hallan los chistes, los juegos de palabras, las ocurrencias agudas, las anécdotas graciosas, etc.
Esta correspondencia es exacta cuando nos referimos a un hombre sano cuya risa es franca y sincera. Pero esta puede dejar de darse, principalmente por dos causas: por voluntad de alguien que quiere fingir y por causas patológicas. Así tenemos tres tipos de risa: la risa sincera, franca o abierta, la risa fingida o falsa y la risa patológica.
La risa sincera se convierte en un extraordinario medio de expresión de todo tipo de fenómenos internos: amor, benevolencia, celos, admiración, vanidad, cordialidad, etc. Por poco conocimiento que se tenga del corazón humano, se distinguirá perfectamente la risa sincera de la risa maliciosa, la risa forzada de la risa espontánea.
Hasta qué punto es posible simular la risa a voluntad propia lo vemos claramente en el caso de los buenos actores, que pueden dar la sensación de que están rebosando de alegría cuando tal vez su corazón se halla en la tristeza. En general, no es fácil esta simulación, y puede decirse que muchos actores pueden reproducir el fenómeno de la risa porque pueden evocar dentro de sí los sentimientos necesarios para ello. Un tipo de risa fingida sería el llamado «reír del diplomático», o el reír de algunas actitudes sociales más bien hipócritas.
La risa patológica no se produce por voluntad del sujeto, sino por causas patológicas. Aquí se incluyen los casos de determinados maníacos que no dejan de reír, algunos tipos de histerismo o la risa en casos de demencia. También se puede producir la risa mediante determinados productos químicos, como el óxido nitroso, también llamado «gas hilarante» o «gas de la risa», el cual, aspirado por el ser humano, produce explosiones de risa singulares. Asimismo es conocida desde antiguo la propiedad de una hierba de la isla de Cerdeña, llamada sardonia, cuyas hojas, parecidas a las del perejil, contienen un veneno que causa la muerte de una manera tan extraña que la víctima, al expirar, parece echarse a reír. De ahí proviene que se llame risa sardónica a la risa trágica.
Como vemos, la risa también puede llevarnos a algunas reflexiones filosóficas, y es que hasta para reír podemos elegir hacerlo con filosofía.
Miguel Ángel Antolínez
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