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La elección de este tema es debido en parte a un recuerdo de mi infancia… de cuando nos adentrábamos en el laberinto de Horta de Barcelona, un lugar especial y mágico que da cabida al magnífico laberinto que lo representa y a toda una simbología oculta.
En aquel entonces, no era consciente de la magnitud del laberinto como lo soy ahora; crecemos en cuerpo y en perspectiva, lo que me ha llevado a ahondar en estas estructuras metafóricas que al parecer conducen a nuestro propio yo interior, a nuestra psique, a nuestros miedos inconscientes y a todo lo oculto que hay en nuestro ser.
En mis indagaciones he encontrado resultados muy interesantes, en especial los concernientes a la simbología del laberinto, teniendo en cuenta que el significado de símbolo es “un objeto- receptáculo que contiene ideas”.
Es curioso que el famoso “Laberinto de Creta”, el laberinto por excelencia de los laberintos, al ser de tipo univiario no precisa de ningún “hilo” para salir, ya que todos sus caminos conducen al centro y viceversa. Una vez más, se confirma la metáfora del laberinto con la vida, con el reencuentro con uno mismo, de la lucha con nuestros propios demonios y monstruos para poder salir airosos del cenagoso y complejo pantanal del laberinto.
Así que no puedo por menos que estar agradecida a mi familia, por haberme descubierto este magnífico lugar por el que tantas veces he correteado, sin ser consciente de su profundidad y metáforas con la vida misma.
También quiero dar las gracias a mi mentora, Pilar L., por sus sabios consejos sobre cómo proceder a relatar todo lo encontrado sobre los laberintos por los vericuetos de la investigación.
Y cómo no, agradecer a la Vida esta oportunidad de poder conocer esos misterios que se esconden en los recovecos de los laberintos, nunca sabes qué te encontrarás al girar por un camino u otro.
La sorpresa está garantizada, así que empezaremos a adentrarnos en el mundo fantástico de los laberintos que existen y a descubrir cuanto se esconde en ellos.
El vocablo Laberinto, procede del latín Labyrinthus y del griego Labyrinzos.
La definición según el diccionario de la RAE es la siguiente: “lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida”.
El laberinto debe su nombre a la legendaria construcción diseñada por el inventor Dédalo a petición del Rey Minos de Creta, para mantener preso a su hijo Asterión, el Minotauro (monstruo mitad hombre, mitad toro) que acabó muerto por Teseo, quien se adentró en el laberinto dejando un rastro de hilo que le había dado la princesa Ariadna, hermana del Minotauro. A pesar de que no se ha encontrado en Creta ningún sitio como el Laberinto del Minotauro, en Cnosos se encontraron monedas del s. IV-III a. C. con el símbolo del laberinto en ellas.
Otra posible formación del mito del laberinto puede haber sido que el Palacio de Cnosos era un complejo de habitaciones o corredores, donde los invasores atenienses tuvieron dificultades para encontrar y matar al rey cuando lo apresaron.
Las primeras representaciones conocidas de los laberintos datan de finales del Neolítico y principios de la Edad de Bronce (aprox. S.II a.C.), siendo los primeros laberintos petroglifos prehistóricos encontrados en Campo Lameiro, Pontevedra, la capital gallega del arte rupestre, con más de cuatrocientos petroglifos con círculos concéntricos, laberintos, espirales, esvásticas, cuadrados… un gran repertorio con significado cósmico.
Dos son los tipos de laberintos clásicos: el Laberinto clásico o de siete caminos concéntricos y que es de tipo univiario o unicursal, y el Laberinto romano.
El laberinto por excelencia de estilo clásico es “El laberinto del Minotauro”. Las teorías históricas suelen coincidir en que este mito fue creado por los griegos (posiblemente atenienses) para mostrar la crueldad cretense.
Al laberinto romano, de diseño muy sencillo, no le hacía falta ningún tipo de registro escrito sobre cómo trazarlos.
Salvo excepciones, la mayoría de representaciones de laberintos no están pensados para ser recorridos a pie, sino que son para seguirse visualmente tomando funciones decorativas en algunos lugares y de protección en otros. Muchos se encuentran en los mosaicos de los suelos a la entrada de las casas o en muchos edificios públicos y privados, pero también se encuentran en las tumbas, destinados a “confundir” a aquellos, de este mundo como del otro, que quisieran turbar a quien allí yace.
Es a raíz de la cristianización de los laberintos que se popularizan en ámbitos más civiles en la forma de laberintos no-unicursales, es decir, los de una sola entrada pero múltiples caminos interiores que pueden llevar al centro, a un callejón sin salida o a otro camino que tampoco será el correcto.
En los S. XVI y XVII tuvieron su mayor auge en el norte de Europa, mayormente construidos en piedra, siguiendo una tradición cultural que venía desde la Edad del Bronce y la herencia pagana del laberinto. Y es a finales del medievo cuando empiezan a generalizarse los laberintos en jardines. En el año 1.450 tenemos constancia documental de que no son unicursales, perdiendo así su componente místico-filosófico, para pasar a ser de tipo lúdico, decorativo, y hasta en algunos casos de tipo erótico (por aquello de aprovechar la intimidad que la complicación de llegar al centro ofrecía a los usuarios conocedores del mismo).
Se han encontrado laberintos univiarios en los suelos de la Catedral de Chartres y de Amiens, y otros más antiguos dibujados en monedas y medallones de la cultura minoica. En España tenemos el laberinto de Mogor, que forma parte de un conjunto de petroglifos en el concello gallego de Marín, datado entre el año 3.000 y 2.000 a.C. Tal vez tuviese un uso ritual, incluyendo una relación con la astronomía, pero esto queda en el ámbito de la hipótesis.
Otros ejemplos de laberintos en España son: el Laberinto de Horta, en Barcelona, el Laberinto del Alcázar de Sevilla y el Laberinto Itálica, en Santiponce, Sevilla.
Lo que sí queda claro es su relación con lo oculto, lo místico, lo intelectual que domina lo físico, acabando en la materialización de objetos artísticos o decorativos e incluso como icono distintivo, para transmitir una imagen de sabiduría o misterio.
La primera representación conocida de un laberinto se encuentra en una tablilla de Pylos del 1200 a.C. y también aparece, como sello, en las tumbas del Alto Egipto donde se hizo famoso el Laberinto de Fayum, citado por Heródoto.
El laberinto clásico, está formado por 3, 5 o 7 círculos pero invariablemente en número impar. Algunos templos se construyeron de esta manera, posiblemente porque tenían que ver con la iniciación, la búsqueda espiritual, la muerte y el renacimiento, sorteando el neófito diferentes pruebas en el camino. Los encontramos en catedrales góticas católicas y también en construcciones megalíticas.
Los laberintos multiviarios (dédalos o perdederos) -según elijas un camino u otro-, te llevará a la salida o no. Se empezaron a usar en los jardines de setos en la Inglaterra del S.XII como lugar para encuentros amorosos; de allí se extendieron por toda Europa, especialmente a Francia e Italia.
Los de forma circular aparecieron a finales del S.II en la Italia etrusca y más tarde en las monedas de Cnosos a finales del S.III. Este tipo de laberintos son similares a las espirales que aparecen grabadas en muchas tumbas prehistóricas, como la espiral triple de la galería funeraria de Newgange, en Irlanda.
Existen muchos más tipos de laberintos dentro de estas dos clasificaciones y que varían según la forma en que fueron construidos. Tenemos el laberinto barroco, el laberinto manierista, el laberinto rizoma, los laberintos medievales, el laberinto ruso, los laberintos grafiti y los laberintos modernos.
El laberinto del que escapó Dédalo y su hijo Ícaro, pudo haber sido el piso de mosaico en el que estaba dibujado y que tenían que seguir en la danza ritual de la perdiz. Al parecer, en primavera se realizaba en toda la cuenca mediterránea la danza erótica de la perdiz en honor a la diosa Luna y en la que los bailarines llevaban alas.
A los laberintos ingleses hechos en el césped se les llama “Ciudad de Troya”, al igual que a los de Gales: caer-droia, que los romanos llamaban así por su Juego de Troya, una danza laberíntica ejecutada por jóvenes aristócratas en honor del antepasado de Augusto, el troyano Eneas. Según Plinio el viejo, también la bailaban los niños en la campiña italiana.
Uno de los más famosos es el laberinto y la tumba de Imhotep, llamado “Laberinto de Amenemhat III” (1800 a.C.), que sirvió de modelo al laberinto cretense de Cnosos. Fue construido para confundir a los ladrones de tumbas, pues sólo se podía acceder a través de él a las cámaras funerarias. Actualmente está oculto bajo el mar de arena del desierto, ya que en las ruinas de la pirámide de Amenemhat III en Haware, cerca de El Fayum, no hay rastro alguno. Sorprende ya que Heródoto se quedara estupefacto ante aquel complicado palacio que contaba con 35.000 habitaciones, de las cuales la mitad se encontraban por encima y la otra mitad por debajo del nivel del suelo (las cámaras funerarias). Todo ello rodeado por un único muro, una de cuyas paredes desaparecía bajo las aguas de un lago. Tal vez ello fue la razón de que los egipcios lo denominaran con una palabra que significa “el templo a la entrada del lago” y que los griegos tradujeron a “Labyrinthos”.
El Laberinto de Lars Porsenna es el laberinto romano más famoso. Plinio el viejo, en su “Historia Natural”, describe el mausoleo laberíntico que erigió el rey de la ciudad etrusca de Chiusi: recogido de una obra de Terencio Varrón. Porsenna fue enterrado bajo la ciudad de Chiusi en un recinto cuadrado, cuyo interior era un laberinto muy complejo del cual sólo se podía salir con la ayuda de un ovillo de hilo. Un nuevo interrogante sobre por qué se formó ese mito de un laberinto en el que se enterró a Porsenna, y al parecer, bajo la ciudad de Chiusi sí que había un laberinto: un largo y ramificado acueducto que abastecía a toda la ciudad del bien más preciado para la vida, el agua.
El laberinto de Truia. Cuentan algunos filólogos, que el término truia deriva del etrusco y significara algo así como el escenario en el que se describe una escena de una jarra etrusca del S.V a.C. encontrada en Tragliatella (Lazio, Italia). Lo más probable es que haga referencia a la ciudad de Troya, mostrándonos un nexo entre el laberinto y Troya y una pista para el enigma de los dos jinetes.
En la “Eneida” de Virgilio, año 19 a.C. se narran las peripecias del príncipe Eneas. Antes de llegar a Italia, Eneas organizó en Sicilia unos juegos en honor a su padre Anquises, muerto un año antes en esa misma isla. Como colofón de los juegos, ejecutaron pruebas ecuestres llamadas “Ludus Troianus” Juego de Troya y que Virgilio en el libro V narra una secuencia que hace referencia al laberinto: … Como es fama que antaño, allá en la Creta montañosa tenía el laberinto un pasadizo entretejido de paredes ciegas, y una equívoca trampa con sus mil direcciones en donde iba cortando la señal de avanzar una maraña inextricable que no dejaba echar pie atrás, con parecida traza los hijos de los teucros en sus potros van trabando sus pasos y entretejen su juego de fugas y asaltos…
Esto nos confirma que ya en tiempos romanos se produjo una curiosa identificación del laberinto con la ciudad de Troya. Una teoría a eso sería la explicación de Paolo Santarcangeli de una manera muy simple: para los romanos, la ciudad de los tiempos antiguos y míticos no era Atenas sino Troya, ciudad como fortaleza del asedio por excelencia, el lugar al que se ansía entrar y al que se accede mediante la astucia, contrarrestando habilidad con habilidad, engaño con engaño. En Inglaterra, por ejemplo, algunos laberintos se denominan “City of Troy”, en Gales “Caerdroia” y en Escandinavia “Trojeborg”, y todos ellos significan ciudad de Troya
Y por último “El laberinto de Cumas”, del que cuenta Virgilio en la Eneida, que Dédalo se detuvo en Cumas, cerca de Nápoles. Allí construyó un templo para Apolo, donde talló un laberinto en las puertas en memoria de su hijo Ícaro. Más tarde se fue a vivir a una cueva en el monte donde se erguía el templo de la Sibila, una profetisa de gran prestigio en el mundo romano y famosa por sus “Libros sibilinos”, en los que predecía cuantos percances acontecieron a los romanos. Al parecer esta Sibila habitaba en las profundidades de una gruta laberíntica con cien anchos corredores excavados en la roca por los que retumbaban sus profecías… de ahí el nombre del laberinto de la Sibila cumana. Cita Virgilio: y la sibila llama a los troyanos al templo de la cumbre. El flanco ingente, de la roca eubea está excavado en forma de caverna a la que dan cien anchos corredores, cien bocas, de donde otras cien voces salen con sus respuestas sibilinas.
El laberinto como símbolo ligado a lo espiritual en diferentes épocas, culturas y lugares; significado cultural e interpretación.
En “El libro de los laberintos: historia de un mito y de un símbolo” de Paolo Santarcangeli, uno de los mejores especialistas en el tema laberíntico, los define como “un arquetipo universal de vocación tanto esotérica como exot
érica, de tragedia y de juego, que se elabora en representaciones que varían y se parecen tanto como pueden variar y parecerse todas las culturas del orbe. En un sentido antropológico, el laberinto vendría a ser una de las figuraciones mentales y plásticas que mejor reflejan la universalidad cultural de la humanidad en su disyuntiva perenne, situada ante encrucijadas que exigen una decisión, que postulan una opción vital, una búsqueda ininterrumpida del centro para eliminar al Monstruo que anida en su seno”. Santarcangeli nos muestra la historia del hombre frente a los enigmas que la vida le va formulando constantemente y su afán de esclarecer y dilucidar, a través de los tortuosos caminos del conocimiento, su esencia más laberíntica e inevitable de sus consecuencias: la muerte. “En realidad, los símbolos esenciales del hombre y los mitos antiguos que los expresan, poseen una fuerza primigenia que está como enraizada en la profundidad del alma, a la que no dejan de atraer y conmover, aun cuando en apariencia los mitos ya no posean la carga sagrada ni la energía religiosa que acompañaron su nacimiento”.
Uno de los más importantes significados del símbolo está asociado a los rituales de iniciación. Representa la búsqueda del centro personal, del ser humano y para ello se requería de un ritual iniciático que implicaba la superación en distintas etapas de una prueba.
El laberinto de Creta, simboliza nuestros miedos ancestrales e interiores, esos que tenemos que dominar y vencer para poder salir airosos de él. Representa la sombra, lo negativo que tiene el ser humano, sus deseos irracionales, la sombra que tenemos oculta y que no queremos ver ni aceptar. Por eso es tan importante los saberes de la tradición, los rituales y las ceremonias. Aunque puedan parecer irracionales, lo más probable es que contengan secretos nacidos de la observación, la percepción y la intuición, que no han alcanzado la claridad del razonamiento. Hay cosas que no sabemos con la razón pero que a menudo intuimos.
Como dice el poema “Paracelso” de Robert Browning:
La verdad está dentro, no nace de algo externo.
Hay en todos nosotros un recóndito centro donde íntima
y plena la verdad nos habita. Saber consiste más en abrirse un camino
por donde pueda huir nuestra luz prisionera,
que en abrir una puerta para los resplandores que imaginamos fuera.
La humanidad ha elaborado laberintos fundamentalmente con dos usos: un uso ritual y un uso lúdico. Y un tercer uso, nacido de la imaginación, canalizándose a través de la pintura, la literatura y los mitos, que han conseguido introducir la idea del laberinto como prisión, aunque en la realidad nunca se ha construido un edificio con ese fin. Sirva como ejemplo: en la Italia del S.XVIII, Giovanni B. Piranesi, arquitecto y grabador, dejó volar la imaginación para deleitarnos con una colección de caprichosos diseños de cárceles. La idea del laberinto era el objetivo, aunque el concepto emerge por sí mismo al contemplar los famosos grabados, unos penales macabros. Aquí, el laberinto es la consecuencia del deseo de aumentar el dolor por la privación de libertad, añadiendo la intención de confusión y desorientación. Por suerte, ninguno de estos laberintos penitenciarios han sido construidos y posiblemente jamás lo serán. En sus famosos “Caprichos”, el maestro grabador creó un conjunto de grabados en un constante equilibrio incierto, de ambientes surrealistas con unos muros tenebrosos como protagonistas y escaleras suspendidas en el vacío que no conducen a nada. Unas estructuras arquitectónicas inverosímiles, con series de arcos y puertas que multiplican los espacios a la vez que crece una angustiante opresión atmosférica. Un genial dominio de las reglas de perspectiva. ¡El sueño piranesiano!
Al igual, el famoso pintor M.C. Escher (1898 Leeuwarden, Países Bajos), llamado maestro de las figuras imposibles, ilusiones ópticas y mundos imaginarios, en su obra “Relatividad 1953, Escaleras sin sentido”, nos muestra una fusión de tres mundos en una unidad compacta, donde dieciséis figuras humanas se clasifican en tres grupos y donde cada grupo habita un mundo diferente. Todo lo que acontece en el grabado es para los tres grupos el mundo, aunque cada uno de ellos vea las cosas de un modo distinto. Lo que para unos es un techo, para el otro es una pared; lo que para uno es una puerta, para el otro es un agujero en el suelo. ¡Un rocambolesco laberinto!
La exigencia de un laberinto, radica más en la parte geométrica que en los conocimientos de construcción o análisis tipológicos; se ve más un orden abstracto de tipo intelectual. A nivel arquitectónico no ofrecen ninguna función necesaria para la vida cotidiana y aun así, para la poca utilidad práctica que tienen, tenemos un largo recorrido de laberintos repartidos por el mundo.
Según el diccionario de Símbolos: “El propio nombre de laberinto, palacio del hacha, recuerda que en Cnosos, la morada mítica del Minotauro era el santuario del hacha bipene (emblema de la realeza), es decir, del rayo arcaico de Zeus-Minos como signo solar… el laberinto anuncia algo precioso o sagrado y solo permite la entrada a los iniciados, a quienes está reservado el centro y que a través de pruebas de iniciación (los rodeos del laberinto) es digno de acceder a la revelación misteriosa…
Para concluir, quiero destacar la figura de Ariadna como inspiración de la conquista del alma, el hilo para no olvidar el sentido, la meta, la unión de la parte humana y la parte espiritual y como instrumento para encontrar el camino que conduce a solucionar un complicado problema.
Laberinto como metáfora de la vida y la vida como metáfora de viaje entre el nacimiento y la muerte. Saber encontrar la salida a través del mejor camino, porque siempre hay una salida. Un viaje de descubrimiento, de sorpresas.
Libros y textos que he utilizado, copiado, de los que he tomado algo prestado o citado.
(1) Laberintos: su historia y desarrollo de William Henry Matthews. 1970
(2) Danza inclusiva de Neus Canalias. Ed. UOC. 2014
(3) Enciclopedia de los Mitos de Nadia Julien. Ed. Robinbook. 2003
(4) Laberinto de J. Ángel Menéndez Díaz. Ed. Bubok
(5) La lámpara maravillosa de William Ospina. Ed. Navona. 2015
(6) Diccionario de los símbolos de Jean Chevalier i Alain Gheebrants. Ed. Herder
(7) Los secretos de Egipto. Ed. El Arca de papel. 2001
(8) Las cárceles de Piranesi de Orietta Rossi Pinelli. Giunti Gruppo Editoriale. 2003
(9) El libro de los laberintos: historia de un mito y de un símbolo de Paolo Santarcangeli. Ed. Siruela. 1997
(10) El laberinto: historia y mito de Marcos Méndez Filesi. Ed. Alba.
(11) La sinuosa historia del laberinto de Natasha Geiling. Rescatado de https://www.smithsonianmag.com
(12) Laberintos. Rescatado de https://www.weebly.com
(13) Breve historia de los laberintos. Rescatado de https://www.arqui- 2.blogspot.com/2014/07
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