Una de las facultades de la mente es la imaginación que da lugar a lo que conocemos como creatividad. La creatividad denominada también pensamiento original, inventiva o imaginación constructiva, es la capacidad de crear, de innovar, de generar nuevas ideas o asociaciones de conceptos, que normalmente llevan a conclusiones distintas de las conocidas, que resuelven problemas y producen soluciones originales y valiosas.

Creatividad es una palabra rodeada por una aureola de magia. La idea de que el pensamiento creador es opuesto al  razonamiento es tan equivocada como difundida. Lo que ha dado pie a esta creencia es la tesis de Freud1, según la cual prácticamente todos los procesos mentales existen primero en fase inconsciente y solo más tarde pasan a fase consciente. Crear, en muchas ocasiones, es descubrir un orden implícito y hacerlo manifiesto. La investigación científica es tan imaginativa como el trabajo artístico, la hipótesis del fotón de Einstein (1905), la hipótesis de Oparin del origen de la vida a partir de un caldo primitivo (1923) o la computadora son creaciones tan ingeniosas como el David de Miguel Ángel, el Hamlet de Shakespeare o La Pasión según san Mateo de Bach2. Imaginar para crear es trascender las apariencias inmediatas, y esta operación puede ser irracional o puede ser racional, inventando un sistema de relaciones conceptuales que nos permitan integrar cosas que parecen muy distantes.

La imaginación creadora o inspiración es lo que tiene lugar cuando se engendran nuevas ideas, aparentemente sin esfuerzo, sin mucha lógica explícita, con poca correlación con la información sensorial, pero dando origen a ideas no convencionales. La lógica por sí sola es incapaz de conducir a ideas nuevas, como la gramática por sí sola es incapaz de inspirar poemas y la armonía por sí sola es incapaz de inspirar sinfonías. La lógica, la gramática y la teoría musical nos permiten detectar errores formales y buenas ideas, pero no suministran la sustancia, la idea feliz.

Por otro lado, la invención no surge ex nihilo, surge de la observación, el ensayo y la crítica. La imaginación creadora de los científicos no es ajena a los datos, las teorías, los objetivos y la atmósfera intelectual general. Las corazonadas no saltan solas sino en respuestas a problemas y el mero planteo de éstos supone un fondo cognoscitivo previo en el que se advierten huecos. Bohr y Edison no podrían haber sido producidos por la Edad Media. Además, no se sabe que una conjetura es “feliz” antes de haberla comprobado y constatado.

Una opinión bastante popular afirma que la creatividad constituye la línea divisoria entre los mecanismos y las mentes, de manera que la gente puede ser creativa y las máquinas no, pero otros sostienen que pronto podremos ver ordenadores que nos superarán en inteligencia y creatividad3. Hay quienes consideran que hay una estrecha relación entre la capacidad humana universal de cometer errores y la capacidad humana universal de encontrar nuevas maneras de mirar las cosas. Los sistemas expertos o inteligencias artificiales para mostrarse inteligentes al estilo humano han de asumir las limitaciones humanas: equivocarse, olvidar, volver a empezar y quizás aprender a desembarazarse del lastre de la memoria inútil, amén de adquirir la aptitud para seleccionar, valorar y reconocer patterns muy complicados, que se utilizan para la toma de decisiones4.

David Bohm y David Peat en Ciencia, Orden y Creatividad, relacionan la sensación de crear una teoría o un concepto científico con las metáforas en poesía. En la imagen de Shakespeare:

El mundo es todo él un escenario
y en él, hombres y mujeres son todos meros actores.

La metáfora toma la forma de A (mundo) = B (escenario) aunque el sentido común nos dice que el mundo no es un escenario. Así pues, la metáfora iguala y niega a la vez dos conceptos, dos ideas, y la sensación interna es de “tensión, una vibración de la mente, un estado de energía en el que, de manera no verbal, tiene lugar una percepción creativa del significado de la metáfora”. Ejemplos lógicos de metáforas son la analogía entre la disyunción y la adición, y la similitud entre la alternación y la ramificación. Un ejemplo matemático lo constituye la similitud entre los espacios funcionales y los vectoriales. Un ejemplo psicológico: la similitud entre la represión policial y la inhibición.

Hay muchos ejemplos de creaciones metafóricas, incluso la percepción de Arquímedes, aunque visualmente vio elevarse el líquido de la bañera, su descubrimiento descansa en una percepción interna de nuevas ideas, una relación entre volumen y nivel del líquido.

Otro buen ejemplo es el caso de Helen Keller, ciega y sorda desde niña. Cuando Anne Sullivan, su profesora y cuidadora, se puso a enseñar a la niña el paso clave fue formar un concepto comunicable, cosa que no había podido hacer en toda su vida, Sullivan hizo que Helen entrara en contacto con agua jugando de muchas maneras, marcándole cada vez la palabra agua en la palma de la mano. El darse cuenta de esto fue una verdadera revolución en la vida de Helen. A partir de ahí se dio cuenta de que todo tenía un nombre, y lo que siguió fue un inmenso proceso de despliegue de las implicaciones de sus percepciones, pronto los combinó en frases y tuvo capacidad comunicativa que la abrió a la sociedad5. Douglas Hofstader opina que la creatividad está estrechamente ligada a la capacidad de separar lo esencial de los aspectos superficiales y también a la estética6.

¿Quién puede dudar que las metáforas constituyen guías heurísticas? Pero nunca debe olvidarse que estamos manejando analogías, no identidades sustanciales. No hay que llevar demasiado lejos las analogías, en caso contrario, podríamos creer, por ejemplo, que los cerebros son computadoras, así como en otro tiempo se pensó que el calor y la electricidad eran fluidos por haberse sugerido e incluso desarrollado algunas analogías fructíferas con los líquidos. Encontrar el punto de ruptura de la analogía es tan importante como establecerla. El paso de dotar al símil de autonomía, por ejemplo, tratar al yo o súper yo como personas dentro de la persona, conlleva errores. En la ciencia como en la poesía, las metáforas se emplean en el proceso de generar y comunica ideas, pero no sustituyen el pensamiento.

Jorge Wagenberg en el marco de unas jornadas sobre imaginación y ciencia planteó a varios científicos la pregunta ¿De qué se nutre la imaginación? ¿Cómo se estimula? Coincidieron que en principio podemos pensar que, de la percepción, de lo que nos entra por los sentidos, pero por esta vía entra una pequeña parte del mundo.

Ramón Margalef apunta que “la imaginación es un atributo particular de la vida y que nosotros somos representantes de la vida. La vida despliega imaginación en torno nuestro, entendida como la capacidad de hacer infinitas combinaciones”.

Carlos Ulises Moulines cree que lo que impulsa la imaginación en el cine o la literatura es el deseo de contarnos una historia coherente y plausible sobre el mundo para lograr una unidad que no tiene nuestra experiencia ordinaria, exactamente lo mismo ocurre con una teoría científica: “El mismo deseo que crea los mitos crea la obra de Darwin o de Newton”.

Mandelbrot opina que el aspecto central de la imaginación científica es el caos, y que la desobediencia a la autoridad es un elemento fundamental: “Hace falta locura para tener una idea buena y luego disciplina para hacerla triunfar. El miedo al ridículo es el factor más limitante para la primera parte de la imaginación creativa, y la pereza o poca capacidad de esfuerzo el factor más limitante para la segunda”.

Douglas Hofstader explica que la imaginación necesita de libertad para explorar, y para que sea científica además necesita de honestidad intelectual. La motivación personal de Arne Wunderlin es entender la realidad compleja, “la ciencia y la imaginación científica me permiten construir una imagen sencilla del universo que sí puedo entender”7.

La continua búsqueda, esa que nos mueve, crea puentes con nuestra imaginación. No debemos descartar que la creatividad va acompañando a la evolución de nuestro mundo, y como cada persona es única e irrepetible y posee determinadas destrezas y habilidades, no hace falta tener un nombre conocido para crear y hacer el mundo mejor, solo necesitamos abrir las puertas a una de nuestras potencialidades, quizás aún dormida: la creatividad.

 

Notas:

1- Sigmund Freud; A General Introduction to psychoanalysis (1924); Washington Square Press; NuevaYork, 1960; Pág. 305

2- (3) Apartado III. 2.2

3- (1) Pág. 75

4- Ramón Margalef en su conferencia “Historia natural del cambio en sistemas organizados”

5-  (2) Pág. 50

6- (1) Pág. 214

Bibliografía:

  1. Benoît Mandelbrot et autres; Sobre la imaginación científica. Qué es, cómo nace, cómo triunfa una idea. Edición de Jorge Wagensberg; Tusquets editores; Barcelona, 1990
  2. David Bohm y David Peat; Ciencia, orden y creatividad. Las raíces creativas de la ciencia y la vida; Editorial Kairós, SA; Barcelona, 1988
  3. Mario Bunge; Intuición y razón; Ed. Debolsillo; Buenos Aires, 2013 7 (1) Pág.
Ana Albo

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