Hay estructuras formales que a través de sus proporciones y relaciones internas inducen nuestro estado de ánimo en diferentes direcciones.
Esto lo sabe muy bien la música que tan directamente influye en nuestras emociones.
La naturaleza obra también de este modo, utilizando formas y proporciones precisas para que la vida se manifieste. Walt Disney, creador de dibujos animados tan entrañables y de tanta repercusión en el siglo XX, con sus conmovedoras formas de ojos redondos y cabezas grandes en realidad descubrió un principio natural. La Naturaleza, en los primeros estadios de la vida de los mamíferos, fundamentalmente, en sus etapas de cachorro, engendra unas formas con determinadas curvas y proporciones, (por ejemplo la proporción de la cabeza respecto del cuerpo), que más adelante se irán transformando pero que en esos primeros meses generan en los adultos una sensación inconsciente de ternura inhibidora de la agresividad, potenciando su seguridad y protección. Esto ha sido ampliamente estudiado en el mundo de la animación infantil y la fabricación de juguetes.
Incluso el diseño de automóviles, hoy en día, se trata de mover a la identificación con el vehículo por medio de la emoción y en ella tienen que ver mucho sus proporciones y formas (preponderancia de curvas sobre rectas, tamaño, etc.)
La arquitectura y el diseño se han apoyado mucho en estas relaciones formales con la psiquis humana. El hombre puede sentirse bien en un espacio armónico, natural o creado por el hombre, u oprimido y desorientado en un espacio arquitectónico que no esté construido con proporciones y elementos formales en consonancia con el hombre.
Lo mismo sucede con la música. Hay piezas musicales que conducen a estados de relajación, elevación, exaltación heroica, introspección, temor, etc. El cine utiliza la música asociada a las imágenes para llevar al espectador a sentir diferentes estados de ánimo. Si hacemos la prueba de ver una película de terror sin sonido veremos que no nos dice nada, o tal vez la transformemos en una comedia.
Parece evidente la existencia en la naturaleza de proporciones y relaciones formales a través de las cuales la vida se expresa. ¿Pero por qué la naturaleza favorece ciertas formas?
Las formas naturales no han sido modeladas por el azar sino por leyes inmutables. Estas leyes se manifiestan en proporciones que determinan solo unas pocas estructuras básicas cuyas infinitas combinaciones producen la gran diversidad de formas de la naturaleza.
La belleza que nos cautiva de esta naturaleza no es casual sino que responde a una especial disposición de las partes con respecto al conjunto que observamos.
¿Qué razón profunda nos lleva a considerar que un objeto con determinadas proporciones, sea más bello que otro? ¿Qué es lo que hace que una determinada repetición de motivos o sonidos nos propicien a sentimientos elevados, o una especial disposición de elementos en un conjunto nos sugieran o induzcan calma, fortaleza o seguridad? ¿Qué motiva el que ciertas proporciones, ritmos o determinados equilibrios despierten nuestro sentido estético?
Quizás sean estos tres elementos, ritmo, equilibrio y proporción, factores que en gran medida determinen aquello que en el mundo de las formas nos resulta agradable y bello y lo qué no.
El ritmo es una repetición que obedece a una ley que rige esa repetición. (Esta ley puede ser sencilla, binaria o ternaria, creando por ejemplo, ritmos de marcha o de Vals respectivamente. O más complejas como la llamada sucesión de Fibonaci que rige el crecimiento de las hojas y que contiene el nº de Oro).
Una superficie desnuda es menos agradable, por lo general, de contemplar que si en ella disponemos unas líneas que obedezcan a un ritmo.
El ritmo nos sugiere la vida pues ésta se manifiesta a través de él, en las estaciones, en los latidos del corazón, o en las olas del mar…su expresión es la manifestación del inicio de la vida.
Es el ritmo también la base para entender la simetría y la perspectiva, pues ambas están basadas en ritmos de generación y desarrollo.
Otra cualidad del ritmo, es la de desplazar nuestra conciencia en el tiempo y el espacio generando la idea y el hecho del movimiento.
El equilibrio es otro elemento que contribuye en gran medida a dar una impresión estética.
Dependiendo de que los diferentes elementos de una composición se encuentren en equilibrio o no entre si, nos proporcionará una sensación de agrado o disgusto.
Una vez más la resonancia crea en nosotros a través de una suerte de mimetismos actitudes que el conjunto observado manifiesta.
Cuando contemplamos un bello roble, por ejemplo sentimos una tensión física y psicológica comparable a la de estar firmemente plantados en el suelo, diferente a la liviandad que produce un puente colgante de finas estructuras de acero.
La observación nos lleva a deducir, que la satisfacción estética parece manifestarse en el hombre, más ante el equilibrio dinámico que frente al equilibrio estático.
El Equilibrio estático se caracteriza por la simetría respeto a un eje o plano. Esta forma de equilibrio manifiesta quietud y frialdad, pues en su simetría no se sugiere la vida.
Sin embargo el equilibrio dinámico guarda otro tipo de simetrías, como las simetrías por compensación, reflejo de esa imagen de la ley de equilibrio constante, que sigue la naturaleza a través de todas sus desigualdades.
Así el equilibrio dinámico refleja una necesidad de movimientos de resolución que reclama la perfección pero que aun no la posee.
Uno de los elementos más interesantes, dentro del conjunto de leyes universales que configuran la estructura y proceso vital del Universo, es el juego de dualidades al que está sometido la naturaleza toda.
En Oriente sería llamado la armonía de los opuestos. Dos fuerzas complementarias, Yin y Yang como expresión de la Unidad, activa la una y pasiva la otra, masculina y femenina, expansiva y receptiva se combinan y armonizan en una danza vital.
El arte juega con esa dualidad. La dureza y suavidad, la oscuridad o luminosidad, lo agudo o lo curvo, lo sólido o lo etéreo, supondrían un lenguaje creativo que habla a la psique y canaliza las diferentes energías de la vida.
Uno de los elementos más importantes que encontramos en el arte del renacimiento, rescatado de los viejos tratados de la antigüedad, es la proporción áurea o divina proporción. El llamado número de Oro estaría expresando una proporción existente en la naturaleza e implicado en su belleza y armonía.
El número de oro establece una relación armónica dentro de un objeto o un ser, de las partes entre sí y éstas con el conjunto total, de tal manera que lo pequeño es a lo grande como lo grande es al conjunto de ambos. En la figura esta compensación se establece entre la distancia y el área.
Supongamos que queremos dividir la Unidad (una línea por ejemplo)) en dos partes desiguales de manera que exista una relación o proporción tal que lo pequeño (fragmento A) sea a lo grande (Fragmento B) como lo grande (B) sea al todo (Línea completa o A+B). A esta proporción se le llamó proporción áurea o número de Oro y es 1,61803.
Los clásicos consideraban que la Inteligencia del Universo, al generar las infinitas formas, usaba entre otras, esta proporción que vinculaba armónicamente a las partes con el todo. Esta proporción se haya presente en toda la Naturaleza, desde la simetría pentagonal de las flores y frutos, hasta la espiral logarítmica que gobierna el crecimiento de muchos vegetales y animales. Todo nuestro cuerpo, como lo inmortalizó tan magistralmente Leonardo da Vinci en su canon humano, refleja esta proporción.
Las matemáticas en la antigüedad tenían un sentido más amplio y profundo que el que le damos en nuestros días. Los misterios matemáticos, revelaban ideas puras y relaciones entre lo manifestado que se proyectaban en el mundo de las formas a través de la geometría, conteniendo para el iniciado las claves con las que la Divinidad organizaba y construía el universo.
No solo el número de oro o nº Fi nos revela esas relaciones extraordinarias en la Naturaleza. En la antigüedad era también conocido el número Pi que expresa la relación entre el círculo y el cuadrado, entre la esfera (3 dimensiones) y el plano (2 dimensiones), llevándonos filosóficamente a la relación entre el alma (simbolizada en el círculo) y el cuerpo (simbolizada en el cuadrado).
El hombre conocedor de estos misterios ha tratado de que sus creaciones participen de ese orden secreto del Universo.
Tanto para Platón como Pitágoras, el proceso de gestación del Universo es un impulso guiado por una inteligencia cósmica que desciende desde el plano de las Ideas Puras hasta los cuerpos materiales.
Los misterios del Arte trataban de desvelar estas leyes para conocer los secretos de la creación vital y bella.
La proporción áurea está presente en el arte sacro de Egipto, India, China, y el Islán.; domina el Arte Griego y resurge con gran esplendor en el Renacimiento. La llamada divina proporción constituye uno de los métodos canónicos de composición de obras de arte más utilizado a lo largo de toda la historia.
Es asombroso comprobar como aún en sus formas más simples, esta proporción induce en el hombre la sensación estética. A B C De estos tres rectángulos la mayor parte de la gente se inclina por el A que es justamente el que guarda la proporción áurea.)
No es de extrañar que hoy en día, más allá de los discursos de moda sobre estética, se use constantemente, desde en las tarjetas de crédito, hasta en anuncios publicitarios.
Lo cierto, es que de forma inconsciente la contemplación de la proporción áurea o de sus armónicos, rememora la vida y su belleza, y es una expresión de este reflejo, es decir uno de los factores que produce la satisfacción estética.
Esta proporción armónica despierta resonancias en el hombre. A una mejor “afinación interior” más elementos podrá pulsar el arte en el hombre, de tal manera que la armonía y belleza de lo que nos rodea contribuye en gran medida a nuestra armonía interior.
Nos hemos detenido en estos aspectos para entender la importancia de la existencia de principios naturales que rigen al hombre y la vida.
Su conocimiento nos permitirá penetrar más el misterio de lo bello y poner al hombre en consonancia con la naturaleza de la que forma parte. Toda vez que puede elegir, tendrá que saber para poder elegir mejor.
Son muchos tal vez, los principios que rigen la vida y el Universo, aunque pocos los que podamos explicar con la razón. Pero estos principios Universales conforman las bases de la manifestación y de su devenir evolutivo. Son leyes que también rigen al hombre. El sentido de la belleza percibe muchos de ellos a través de una afinada percepción sutil.
La resonancia que trasfiere las vibraciones en diferentes niveles y planos produce en el hombre una respuesta que va desde lo físico hasta lo espiritual en virtud de la naturaleza de lo que nos rodea e impacta.
Es el mismo efecto que se produce cuando al hacer vibrar una cuerda de una guitarra, lo hacen también por resonancia armónica, las demás cuerdas en virtud de su afinación.
De ahí que los Maestros de todos los tiempos destacaron la importancia de que el hombre se rodease de elementos bellos y armónicos, que además expresasen ideas nobles y elevadas, para que despertasen, aunque fuera inconscientemente lo que de similar hay en nosotros, liberando así de su olvidado destierro a lo más noble y bello del ser humano.
Este es el poder evocador y educativo del arte, que cultiva las emociones y eleva la imaginación y la conciencia a la percepción de un modelo de perfección, de un Ideal que tracciona hacia él, trascendiendo nuestra mediocre condición.
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