Civilización y cultura

La cultura es el fruto de la curiosidad, de esa inquietud misteriosa que invita a mirar el fondo de todos los abismos (José Ingenieros).

Toda cultura es un intento de hallar en lo transitorio y mudable, lo inmudable y eterno (Jinarajadasa).

Desde un punto de vista, la civilización es el descubrimiento de tantas explicaciones como sean posibles, del misterio de la vida (Jinarajadasa).

El concepto de cultura podría definirse como el conjunto de valores permanentes, conocimientos científicos, creencias y experiencias que van siendo acumulados generación tras generación por la humanidad. Civilización no es sino la plasmación objetiva de esa cultura. Sin cultura no hay civilización viva, capaz de reproducirse y regenerarse. Sin cultura solo caminamos sobre un cadáver civilizatorio que cada vez huele peor, y donde las hienas arrancan sus pedazos de carroña (Jorge Ángel Livraga).

Lo fundamental es una recopilación cultural no basamentada simplemente en coloridos folclores, sino también en las protohistóricas civilizaciones (Jorge Ángel Livraga).

Es inútil que un hombre tenga un pedazo de tierra si antes no tiene dentro de sí un pedazo de cielo; podrá ser ganado de lustroso pelaje, pero jamás un hombre completo (Jorge Ángel Livraga).

En el orden y la buena voluntad existen inmensos remansos de bienestar, no solo moral, sino político y económico (Jorge Ángel Livraga).

Redescubrir la condición humana, su maravilloso potencial. Redescubrir los valores universales que hacen al hombre como tal y no una bestia o un objeto de consumo; valores que al desplegarse han dado a lo largo de las civilizaciones tantos frutos maravillosos que han beneficiado a toda la humanidad, ya sea en la música, la arquitectura, la medicina, las ciencias, las condiciones sociales, la filosofía o la mística, con obras que despiertan en el hombre las más elevadas intuiciones y conocimientos. Esa es la misión de la cultura que aspira a plasmarse en una nueva civilización (M. Sandalo).

Una civilización supone dejar huellas para la posteridad, huellas literarias, arquitectónicas, morales, sociales, científicas… que puedan servir de pedestales para nuevos impulsos en el devenir de la humanidad que se construye a sí misma ciclo tras ciclo (Jorge Ángel Livraga).

¿Utopías?, lo bueno se consigue buscando lo imposible mejor.( M. Sandalo).

La historia sin sentido moral es una máquina de necedades, rebaja a los dignos justificando a los miserables (Jorge Ángel Livraga).

Si queréis que os diagrame esquemáticamente una cultura, os diré que podemos inspirarla como una pirámide de base cuadrada. Esta pirámide tiene por base la tradición o pasado humano, capaz de soportar todo lo nuevo y a partir del cual parte la construcción. Las cuatro caras triangulares serían la ciencia, la religión, el arte y la política… Un mayor desarrollo en alguna de sus caras llevaría a un desencuentro en las alturas… a una monstruosidad estética y funcional, frágil y antinatural (Jorge Ángel Livraga).

Por “civilización” entiendo una sociedad organizada en torno a la convicción de que la humanidad está en la tierra con alguna finalidad. En una civilización, los hombres se preocupan por la calidad de vida interior antes que por las condiciones de vida cotidiana. Aunque no hay ninguna razón imperativa lógica o racional por la que la “preocupación” por la calidad deba depender del “sentimiento de finalidad”, la naturaleza humana es tal que sin este sentimiento de finalidad, en la práctica resulta imposible mantener esa preocupación esencial e inquebrantable; una preocupación que implica la determinación personal de dominar la avidez, la ambición, la envidia, los celos, la avaricia, etc., todos aquellos aspectos de nosotros mismos que hacen el mundo tal como es. La historia puede dar un sombrío testimonio de ello: aun con el sentimiento de finalidad, el hombre suele fracasar; sin él, carece de una razón de peso para intentarlo siquiera. En una auténtica civilización los hombres lo intentan y lo logran (John Anthony West).

La contaminación de la política es la causa fundamental de todas las contaminaciones; de la económica, de la estética, del simple vivir diario. Si no logramos descontaminar la política y moralizar a los políticos, todo esfuerzo será inútil. Serán simples chispazos individuales en medio de la noche de estos tiempos. Y serán ahogados brutalmente por los poderosos de moda, padres de todas las tinieblas (Jorge Ángel Livraga).

Si se construye una moral fuerte, una buena economía y una sociedad justa, el bandolerismo político no tiene dónde clavar sus raíces. Hacen falta menos palabras, papeleos legales, y más amor a la humanidad, más orden y honradez (Jorge Ángel Livraga).

Ningún tirano ejercitaría sus sangrientas tragicomedias si no existiese el coro de imbéciles que lo festejan, y el de cobardes que lo huyen. Un silencio sereno y una sonrisa evidentemente forzada desarmarían su brazo, harían grotescas sus arrogancias y sus aullidos de omnipotencia (Jorge Ángel Livraga).

Las civilizaciones han sido huellas en el devenir del hombre del esfuerzo por acercarse a esos arquetipos que intuimos de lo justo, lo bello, lo bueno y lo verdadero. Cada pueblo, cada grupo humano, al recrear esa cosmovisión, valorización y sentido de la vida, con las características propias de su momento histórico, crea una cultura, reflejo de ese acercamiento a los arquetipos inmóviles, y su caída es precisamente la pérdida de esa visión, de ese motor interno que da origen a la forma cultural y civilizatoria que desarrollaron (M. Sandalo).

La verdadera y elevada cultura va previendo un proceso de asimilación interior en los individuos, que es inadvertido, y que se produce cuando nos alimentamos bien interiormente, y de forma natural da flores y frutos a su tiempo, y a veces nos sorprende por el esclarecimiento mental e intuicional que produce, o por la transformación o equilibrio de nuestro comportamiento (M. Sandalo).

El hombre culto se caracteriza por el refinamiento del corazón y de la mente; su imaginación percibe el sutil llamamiento de la vida. Siempre progresan su corazón y su mente, de modo que no se aferra a determinada forma de cultura, y tal vez lo que más le caracteriza es que sabe elevar a su propio nivel a cuantos inferiores se le acercan (Jinarajadasa).

La teosofía (filosofía) nos presenta un punto de vista que puede ser explicado como tomado desde el centro de toda la vida. Firme en este centro, el teósofo (filósofo) encuentra el modo de construir una serie de puentes hacia aquellas partes de la circunferencia separadas entre sí por mares de sectarismos y nacionalismos. Así pues, el teósofo (filósofo) tiende un puente de religión a religión, mientras él, por así decirlo, se mantiene en el centro de toda religión. Análogamente, aprende a construir puentes entre la religión y la ciencia, la filosofía, entre la naturaleza y el arte. El más duradero de todos los puentes es el que construye entre el hombre y Dios (Jinarajadasa).

Todas las culturas realizadas, y aun las utopías, son ensayos de ser (María Zambrano).

Cosa bella sería, en esta tierra sombría, que la fuerza tuviera un dueño: el derecho; que el progreso tuviera un jefe: el valor; que la inteligencia tuviera un soberano: el honor; que la conciencia tuviera un déspota: el deber; que la civilización tuviera una reina: la libertad y que la ignorancia tuviera una servidora: la ciencia (V. Hugo).

m.angel

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