– La razón poética
Y tardé en encontrar su nombre. Lo encontré precisamente en dicho libro, pero sin tener todavía mucha conciencia de ello. Yo le llevé este ensayo, que da título al libro, al propio don José Ortega, a la Revista de Occidente. Él, tras leerlo, me dijo: «Estamos todavía aquí y usted ha querido dar el salto al más allá.»
– Renacimiento e iniciación
El lirio de Florencia también es iniciático. Florencia fue cristianizada por unos monjes llegados de Irlanda. O sea, que religión e iniciación tampoco están reñidas en este caso. Pero ahí está ese sentido diferente de la ciudad, de la ciudad-flor. Su nombre tiene un doble sentido, como el de Roma. (Roma, para la gente normal; Amor para los medio iniciados; Floralia para los iniciados.) Fue prodigioso que en la misma ciudad coincidieran personajes como Pico della Mirandola, Lorenzo, su hermano, Ficino. Ellos traducen a Platón, que acaba teniendo muy presentes los números, las matemáticas. También la iniciación está cerca del número. Ahí están Pitágoras y Leibnitz, quien nos dijo que «Dios, calculando, hizo el mundo». Lo cual ha sido interpretado en distintos sentidos, olvidando que él era un Rosacruz, que el emblema de Leibnitz era la rosa y la cruz. Pero, volviendo a Florencia, diremos que es una ciudad fundada por iniciados. Porque el iniciado necesita fundar para que haya -además de la ciudad vulgar, de la ciudad hecha por interés y para el interés- la ciudad copia de la ciudad celeste. Las artes son medios preferidos de la iniciación. De todos los artistas de aquel período yo me quedaría con Piero della Francesca. A mí me parece el más iniciado. Incluso más que Fra Angelico. Como antes Platón, como Leonardo, son seres que siempre acaban en la matemática. Y no hay que olvidar tampoco a Botticelli, aunque él más que un iniciado era un enamorado. Por eso fue vencido. El enamoramiento busca, obedece, pero puede ser vencido. La iniciación, no. Porque la iniciación es entrega total, obediencia también, pero profunda.
– La historia
Zambrano considera que la historia es sueño: interminables sucesiones de imaginaciones e ilusiones. Frente a ella la filosofía habría surgido para conformar una era de vigilia, una historia de hombres despiertos, sólo que nunca pudo evitar hacer utopías a su vez. El despertar sin dejar de soñarnos sería lo propio de un auto conocimiento que nos liberaría de las amarguras contenidas en la memoria. Vivir en este sentido sería un constante despertar, un ir haciéndose en el tiempo, experiencia.
– La tradición
«…El pensamiento, cuanto más puro, tiene su número, su medida, su música. Tal vez la vencida tradición del pitagorismo fuese la portadora de este saber del ritmo del pensamiento, en sus formas vivientes y eficaces. Como tantas otras tradiciones de saber oscurecidas por el aristotelismo reinante, no se llegó a extinguir. Prosiguió su vida heterodoxa en forma de saber secreto, propio para iniciados, en los linderos o dentro ya de la teosofía…» Poema y Sistema
– Inteligencia y la conciencia
La primera tiene la función de actuar sobre el espíritu desentrañándolo, intuyendo lo que todavía no es realidad humana. Por ello le corresponde la realización de un proyecto de «hombría» que consiste en ir incorporando cada vez más realidad para el hombre, nuevas conquistas o regiones inexploradas. El azar es buen ejemplo de estas regiones inéditas, ya que nos enfrenta a lo no previsto por la razón; lo inesperado siempre tendrá la forma de lo nuevo. Frente a la inteligencia o razón poética los conceptos sirven para «tranquilizar» la vida. Representan la exigencia que tenemos de presencia. El concepto fija una realidad mudable. Cuando nos formamos la idea de algo es porque nos ha dejado de inquietar o sorprender: forma parte ya de nuestra vida conocida; contamos con ello a partir de entonces.
– Los sueños
Zambrano considera que el hombre debe apurar en él lo que de futuro detenta; debe agotar sus formas actuales para que lo posible continúe abriéndose en él: dar paso a lo irrealizado, al porvenir. Poco sabremos de lo que somos capaces si no nos sometemos a nuevas exigencias. De ahí que sostenga que somos hijos del sueño, en dos sentidos: por sus visiones e intuiciones, donde pareciera adivinarse en ocasiones lo que nos falta por ser (el sueño como antesala del futuro); y después, porque somos una promesa hecha, la continuidad de un proyecto imaginado por quienes nos han antecedido. Nacer es por ello realizar o pretender realizar el sueño de nuestros padres, inicial y evidentemente el de Dios. Del sueño venimos y hacia él retornamos como quien se interna en una zona de riqueza para seguir haciendo posible la continuidad de la vida. Cada despertar consiste en una renovación del proyecto humano, en recuperarlo desde el instante en que la conciencia retorna a la realidad.
– Abrir camino
Lo propio del hombre es abrir camino, dice Zambrano, porque al hacerlo pone en ejercicio su ser; el propio hombre es camino. La acción ética por excelencia es abrir camino, y esto significa proporcionar un modo de visibilidad, pues lo propiamente humano no es tanto ver como dar a ver, establecer el marco a través del cual la visión sea posible. Acción ética, pues, al par que conocimiento, pues al trazar el marco se abre un horizonte, y el horizonte, cuando se despeja, procura un espacio para la visibilidad.
Algunos de estos textos están recogidos de Antonio Colinas, Roberto Sánchez Benítez y Chantal Maillard.
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