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El arte: una fuerza de la naturaleza

JOSÉ DOMÉNECH

El arte comprende fascinantes maravillas, mundos escondidos a los ojos de lo cotidiano. Es un sendero que nos lleva a los desconocidos parajes donde moran los arquetipos.

El arte y la Naturaleza

La Naturaleza es la condensación material de un desconocido universo en todo su despliegue de fuerzas fascinantes y aterradoras. El arte entiende el proceso de la Naturaleza para imitarla, pero no tan solo copiando su forma, pues el verdadero arte no expone los fenómenos tal como son, sino tal como deben ser. El verdadero arte investiga en los actos generativos e imita a la Naturaleza en dicha generación, creando el soporte material de formas sensibles de armonía.

Las fuerzas de la Naturaleza desbordan al hombre y lo hacen consciente de su pequeñez, de ser un punto perdido en un universo infinito. El artista dotado de sensibilidad es capaz de vencer sus limitaciones y, mediante la magia de su arte, reducir a trazos visibles las energías cósmicas.

El artista se torna mago, sumo sacerdote de la Naturaleza, que por su cercana familiaridad con sus procesos ha descubierto el inquietante secreto de la creación, y con sus obras nos revela ocultas ofrendas, haciendo eco de lo que la Naturaleza todavía no es capaz de proferir.

El arte y los arquitectos

Un pintor no pinta simplemente a una madre, sino al ideal de la maternidad; no pinta a un soldado, sino al ideal del heroísmo. En una palabra, aquello que su imaginación puede captar como espejo de un ideal. Igualmente, cuando un poeta describe la melancolía, hace de su emoción un espejo en el que se refleja la melancolía de millares de personas.

Cada hombre tiene en su interior los arquetipos de toda la Humanidad, los sueños de los hombres que han vivido y de los que van a venir. Podemos acercarnos a los arquetipos a medida que comprendemos el arte. Comprender el arte es una forma de comprender a la Humanidad, los pensamientos, los sentimientos, los anhelos y las dudas del hombre.

El arte y la evolución

El arte abre un abanico de posibilidades al hombre que desea desarrollar sus poderes latentes. A medida que sean más elevados los sentimientos de una persona, más sensitiva será para el arte y cuando despierten en ella sentidos superiores, el horizonte de su existencia se ampliará y descubrirá paraísos antes velados, ya que los mundos estéticos han sido creados para las almas estéticas.

El arte es una disciplina necesaria para la superación de uno mismo. Un axioma griego afirma que el hombre cercano a la liberación debe tener un elevado sentido estético; de aquí se desprende que es posible conocer la madurez de las almas por la respuesta que dan ante el arte y la belleza de las cosas.

El arte y la educación

El arte, al igual que la filosofía, la religión o la ciencia, nos proporciona un acercamiento a la verdad respecto a los enigmas de la vida.

Enseña y educa al hombre: tiene la solución para todas sus preguntas y en él puede encontrar la unificación de su existencia cuando se halla perdido en un mundo que lo divide y lo mantiene disperso. En el arte hay una magia especial que ofrece la posibilidad de autotransformación, de acelerar su proceso evolutivo por la asimilación de experiencias ajenas. El teatro griego, por ejemplo, tenía la cualidad de cambiar al espectador durante la representación; el ciudadano que salía de un teatro no era el mismo que el que había entrado, algo había cambiado en él. Al verse reflejado en la escena, se identificaba con los personajes, con sus alegrías y tristezas, sus cualidades y carencias; esto ejercía en él una limpieza psicológica y moral que le evitaba tener que soportar estos sufrimientos en su propia carne. Además, las estatuas no estaban encerradas en museos, sino en las plazas públicas. Palas, Apolo, Hermes y Zeus eran conceptos éticos petrificados que diariamente educían del ciudadano griego lo mejor que había en él.

El arte nos torna sensibles; esto no significa de ninguna manera que debilite nuestro carácter, sino que lo armoniza, equilibrando la suavidad con la fuerza.

Las formas de expresión son tímidos esfuerzos que el artista hace para dar forma, dentro de las limitaciones de nuestro espacio tridimensional, a las cosas que percibe en otros planos de existencia. Sin embargo, a veces se aleja de los conceptos estéticos y no es capaz de plasmarlos en sus obras; entonces, contaminado de imperfecciones humanas, refleja lo peor de sí mismo en su parte particular.

Existen formas «artísticas» que suponen una desvirtuación de los senderos del arte. Este no nos muestra la pasión, el amor o la pesadumbre de un artista trastornado, sino la Pasión, el Amor o la Pesadumbre. Para los griegos, algo bello no era simplemente un objeto de admiración, sino que además le revelaban una ultérrima verdad.

El artista

En el artista se observan ciertas facultades de las que carece el hombre común: tiene un sistema nervioso muy sensible y organizado; sus sentidos físicos (vista, oído, etc.) son más sutiles; el ojo del artista ve matices de color que no ve el ojo ordinario, ve belleza en líneas que pasan inadvertidas al hombre normal. Sin embargo, una cámara fotográfica puede reproducir imágenes con más fidelidad que la mano del artista. El refinamiento de los sentidos, pues, no es suficiente para crear arte.

El artista ha de transformar lo que percibe con todo su ser; con las emociones, con la mente, con la imaginación, con la intuición, con el mismo espíritu. Todo lo que es el artista individualmente queda reflejado en su obra. No es posible un arte separado del artista: según sea su carácter, así será su arte. De ahí que es necesaria la purificación, y que la técnica no es suficiente; a veces se percibe en un niño que canta algo sencillo un mensaje más puro que cuando un virtuoso interpreta la misma pieza. Para realizar su obra a la perfección, el artista ha de procurar que esté vivo y activo su espíritu interno.

Cuando lo logra, su alma se transforma en un vórtice de las fuerzas de la vida y llega a percibir los conceptos arquetípicos; entonces crea: con su imaginación moldea las cosas para adaptarlas a los ojos humanos. Es el «puente de oro» entre los arquetipos y la Humanidad, el molde en el que un divino artífice está pronto a verter un metal imposible. El artista es el sacerdote de la belleza.

Sus obras son fruto de su pasión y de su sacrificio, tal como expresó Leonardo en su diario: ¡Oh Dios, que vendes todos los bienes al precio de la fatiga!

Si posee facultades inusuales es porque alguna vez decidió romper sus propios límites y sigue rompiéndolos continuamente; esta es su única diferencia. El problema es que esta decisión suele ser dolorosa y hace falta valor.

El mensajero del arte crea un fenómeno transgeneracional; detenido entre dos infinitos, el artista propone las claves que pueden retornar al hombre su perdida identidad.

Bibliografía

El desarrollo de Leonardo de Vinci. Luis Racionero.

El arte y las emociones. C. Jinarajadasa.

Pensamientos. Jorge Á. Livraga.

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