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Los desequilibrios entre los recursos y el consumo rompen la armonía de los ecosistemas. Históricamente, la dificultad primordial de la energía fue cómo pasar de la obtención de calor a la obtención de energía mecánica. En 1800 un profesor de colegio, llamado Oersted, realizaba experimentos con sus alumnos. Tomando una pila y un hilo conductor se dio cuenta de que si colocaba un imán sobre ese hilo conductor el imán se desviaba, es decir, el campo eléctrico producía un campo magnético. La electricidad y el magnetismo son las dos ciencias que todavía no domina el ser humano, pero que han sido la solución para la obtención de energía.

Llegó Faraday, el científico inglés más importante después de Newton. Carecía de formación universitaria, pero fue un autodidacta. De joven se dedicaba a asistir a las conferencias del ilustre David, un gran científico de la época. Tomaba notas y las encuadernaba y luego se las regalaba a David, el hombre a quien admiraba, sin que éste le prestase la menor atención. Era un incansable investigador, pasaba horas y horas leyendo libros, pero también un gran observador de la naturaleza. Reflexionando pensó que si la electricidad produce magnetismo, ¿por qué no podría ocurrir lo contrario, que el magnetismo se convierta en electricidad?

La Tierra en peligroUn campo eléctrico puede encender una bombilla, un campo magnético no enciende nada. Pero, ¿qué proceso hay que seguir para que un campo magnético lo podamos convertir en uno eléctrico y encender una bombilla? Se devanó los sesos y encontró la respuesta. Como era un científico experimental, cogió un imán circular y lo hizo oscilar. El círculo imantado rodeaba un cable eléctrico; al hacer oscilar el círculo magnético sobre ese hilo conductor, inmediatamente se generaba una corriente eléctrica. Ese es el principio de todos los generadores eléctricos que existen en una central nuclear o hidráulica, térmica o eólica. ¿Qué se consigue con un salto de agua o con la gran cantidad de calor generada por una central nuclear?  Mover una turbina. Ese movimiento mecánico moverá un electroimán, y ese imán que actuará de inductor inducirá una corriente eléctrica que se distribuirá a la red. Este principio básico se conoce como el anillo de Faraday.

Faraday fue el primer precursor de la corriente continua, pero fue el gran Tesla -un físico conocido por su altruismo- quien en las cataratas de Niágara construyó la primera central eléctrica de corriente alterna del mundo. La corriente continua es la producida, por ejemplo, por la dinamo de una bicicleta, pero sólo sirve para distancias de menos de 300 metros ya que se va disipando. Para poderla distribuir a kilómetros de distancia hay que convertirla en corriente alterna.

La Tierra, generadora de energía

El mejor ejemplo de la simbiosis entre electricidad y magnetismo lo tenemos en el comportamiento de nuestro planeta. En el interior de la tierra hay un flujo constante de magma con sus iones negativos, es decir, hay una corriente eléctrica en su interior. Como resultado de esa corriente se produce un campo magnético, que aparte de desviar nuestras brújulas al norte, desvía los iones nocivos emitidos por el viento solar. Esas líneas de campo, conocidas como cinturones de van Allen, son una protección más de nuestro planeta.

Los combustibles fósiles son la base para crear el calor primordial para mover esa turbina. Luego, ese movimiento mecánico va al generador, la corriente generada va a la línea de alto voltaje. Pero la problemática ha surgido hoy en día con la quema masiva de combustibles que se baraja como la máxima causa del tan mencionado cambio climático. Comentémoslo brevemente.

La Tierra tiene una serie de movimientos básicos. El principal es el de traslación y el de rotación en torno a su eje. Pero además tiene tres ciclos de larga duración o ciclos de Mijantovich.
El primero dura aproximadamente 100.000 años, lo cual abarca una Gran Glaciación, aunque dentro de ella hay microglaciaciones. Por ejemplo, en la época del Imperio Romano hubo una elevación de la temperatura del planeta en el hemisferio norte. Y en el 1600 hubo una disminución de la temperatura. Se sabe estudiando el grosor de los anillos de los árboles, una ciencia basada en la idea de que a temperaturas muy bajas los anillos crecen menos, y al contrario, con temperaturas agradables hay mayor tasa de crecimiento vegetal.

Este primer movimiento está ligado al plano de la eclíptica, el plano originado por el Sol y el planeta Tierra. Ese plano tiene un movimiento de oscilación o balanceo que dura aproximadamente 100.000 años. El segundo movimiento está ligado a la inclinación del eje de la Tierra. En la actualidad es de 23º, pero esa inclinación puede variar. Ese ciclo dura unos 32.000 años aproximadamente. El tercer movimiento hace referencia al movimiento de peonza del eje de la tierra, es el año sideral, que dura unos 23.000 años.

Aparte de estos movimientos la Tierra tiene otros de aproximación o alejamiento del Sol debidos a la influencia del resto de planetas del sistema solar. Esta acumulación de movimientos produce las pequeñas o grandes glaciaciones. Muchos científicos creen que estamos saliendo de una pequeña glaciación, por eso está aumentando la temperatura de la Tierra, pero otros creen que es por la emisión del CO2 y gases fluorurocarbonados, debida a la agresividad en la actividad industrial del ser humano.

La actividad humana destruye los ecosistemas

Desde 1900 el nivel de los mares ha aumentado unos 25 cm. Los estudios hechos a largo plazo dicen que a finales del s. XXI el nivel de las aguas aumentará casi 1 metro en algunas zonas costeras del planeta y la temperatura media de la tierra unos 3’5 ºC.

Los países industrializados tendrán medios para adaptarse, pero no las sociedades rurales. El aumento de la temperatura en unos 0’5 ºC desde 1900 al 2000 provocó la gran migración de la sociedad rural a las ciudades. Ese cambio fue progresivo a lo largo de un siglo. Las consecuencias de un cambio tan duro en la climatología podrían tener consecuencias irreversibles.

Estamos atentando contra los ecosistemas naturales de la Tierra. El Amazonas, el pulmón de la tierra, que tiene la dimensión de toda Europa, ha sido esquilmado en 1/3, talados o incendiados sus bosques para zonas de pastos. Malasia o Borneo ven talados sus bosques por las multinacionales que sin piedad sacan madera para crear carbón vegetal que venden a estos mismos países. Porque son los países pobres, la gran mayoría del mundo, los primeros y mayores consumidores de estos combustibles baratos económicamente, pero caros, pues destruyen los ecosistemas. Es el caso de la India, que basa su progreso en el carbón vegetal, y los países africanos que requieren de este combustible para sus necesidades más elementales como son el cocinar o calentarse.

Otro problema es el del agua dulce, un bien común que empieza a escasear. Los países con más reservas de acuíferos, los del tercer mundo, debido a los precarios medios que utilizan en sus canalizaciones o sus sistemas de regadío, pierden más de un 50% en su transporte. El aumento de la temperatura está creando serios problemas en el mayor banco de agua potable que poseen los seres humanos: la Antártida. Posee más del 70% de toda el agua dulce del planeta. Es un continente enorme de hielo, con más de 2 kilómetros de espesor y que de momento pertenece a todos los habitantes del planeta. Allí no hay concesiones a ninguna multinacional para extraer minerales, materias primas como el petróleo o gas o hacer uso de esa agua potable. Pero se están observando grandes transformaciones en témpanos de hielo que se están derritiendo.

El efecto invernadero

La emisión de CO2 tiene una consecuencia inmediata: la creación de una capa de gas sobre la superficie de la tierra. Es el efecto invernadero. La radiación solar que incide sobre el planeta y que no es absorbida, se refleja. Pero al tener una capa de CO2 esa radiación reflejada no puede atravesar esa capa y calienta la misma atmósfera, haciendo que -como ocurre en un invernadero- la temperatura aumente. El aumento de la temperatura provocará reducciones en las cosechas, alteración de hábitats, aumento de epidemias, escasez de agua, disminución de la higiene, alteración de las corrientes marinas.

Los mares absorben CO2. Los microorganismos marinos realizan la fotosíntesis. La absorción caótica de CO2 producirá una cadena alimentaria, de la que estos microorganismos son la base de la cadena trófica aleatoria, cambiando así las rutas de bancos de peces y por ende los mapas pesqueros. El aumento de la temperatura en el mar cambiará las corrientes marinas, y con ello, el clima, pues el mar es el gran termostato, el gran regulador. El fenómeno es muy complejo, pero se puede afirmar que los inviernos serán más templados, aumentarán las lluvias en el mar y donde siempre ha llovido, el Mediterráneo, se desertizará y el clima mediterráneo se trasladará el norte de Europa.

El aumento de CO2 si bien será beneficioso para el mundo vegetal que a través de la fotosíntesis metaboliza sus nutrientes, no sólo producirá el crecimiento de los bosques sino el de todo tipo de hierbas, sean beneficiosas o perjudiciales para los cultivos. Si añadimos a esto el aumento de la población y de sus necesidades energéticas para optar a un nivel económico y social, agregando así más talas de bosques y más consumo de combustibles fósiles con sus respectivas emisiones de CO2, las perspectivas, tal como se ha debatido recientemente en la Cumbre de la Tierra en Johannesburgo, no son demasiado optimistas.

Voracidad energética de los países ricos

Pero ahí está el poderoso ingenio humano para crear nuevas fuentes de energía. Cuando interese, o sea factible, los humanos podrán hacer uso de esos recursos energéticos de la tierra, que en realidad siempre han estado ahí, pues ultérrimamente todos provienen del sol. Los combustibles fósiles se agotan, salvo el gas natural, que de momento es el que tiene más perspectivas de duración. Es más limpio que el petróleo y el carbón. Se dice que será el enlace antes de la entrada de las energías alternativas. Curiosamente las zonas del planeta donde hoy hay más conflictos: las repúblicas caucásicas, Afganistán, etc., son precisamente las zonas más ricas del mundo en gas natural. Las multinacionales, como ocurrió con Irak, tejen un mapa político internacional motivado por sus propios intereses.

Europa importa más del 50% de los recursos energéticos; 1/4 de la energía mundial la producen los países que más consume. El resto, las 3/4 partes, venden energía. Paradójicamente, los países productores de materias primas y energía viven empeñados por los países que no disponen de las mismas pero son los amos de las multinacionales. Ante la situación actual: cambio climático, agotamiento de los combustibles fósiles (que suponen el 64 % frente el 18% de la energía hidráulica, el 17% de la energía nuclear y el 1% del resto de energías alternativas), escasez de recursos hídricos, contaminación, hambruna, vuelta de enfermedades epidemiológicas, superpoblación, deforestaciones, etc., se impone una buena inversión en el estudio y desarrollo de las energías alternativas, que son renovables y limpias. Los recursos –carbón, gas y petróleo– van a ser utilizados hasta su agotamiento, en esto quizá ya no hay vuelta atrás, pues todavía hay muchos intereses comerciales entre los países productores y los consumidores. Tardaremos entonces millones de años en permitir que los microorganismos y bacterias generen nuevos hidrocarburos de los restos vegetales y animales. Algo que nosotros los humanos hemos «superado», pues tan sólo hemos necesitado 150 años para agotarlos.

Diferencia entre consumo y consumismo

La Tierra, para todos los pueblos tradicionales, es la madre dadora de vida, la madre que nos acoge. Ya no es un problema de supervivencia, sino de inteligencia. Si los seres humanos sólo sabemos esquilmarla y utilizarla para nuestro propio beneficio, la Tierra, como sistema inteligente, seguirá sus propias leyes, su propia mecánica. Si cambiamos su temperatura por la emisión de combustibles fósiles, obviamente se va a resentir, porque estamos alterando sus propios mecanismos de autorregulación. Un cambio de 1 ºC para la Tierra supone quizá un gran enfriamiento o calentamiento para volver de nuevo al equilibrio.

Es más práctico seguir las propias leyes de la Tierra. Más teniendo en cuenta que ésta ha logrado sobrevivir 4.500 millones de años, y eso que ha sido sometida a los ambientes más extremos desde sus orígenes, a los constantes impactos de cuerpos extraterrestres, a las más fogosas actividades solares, a las glaciaciones, etc.

Hay que saber diferenciar entre un consumismo atroz y un consumo equilibrado, racional, donde no sean los países pobres, allí donde existen las mayores reservas de energía, los más explotados. En una sociedad de consumo el hombre es producto de lo que piensa, de lo que siente, y si pensamos que necesitamos más energía para aumentar nuestro bienestar, nunca vamos a cambiar. Quizá el problema empezaría a resolverse reduciendo la utilización, a veces innecesaria, de vehículos, aunque ello suponga un pequeño sacrificio individual.

Tal vez se trate de un problema de educación. Entender que el hombre está inmerso en un nicho ecológico, en el que es un elemento más, no su dueño y señor. Cuenta, eso sí, con un poderoso elemento que es su ingenio para poder extraer esos recursos de manera inteligente, no irracional. Hay que saber respetar, cuidar y extraer los recursos, hay que saber conservarlos, y racionalizarlos a través del ahorro, pero ese no es sólo un problema de los grandes holdings ni de las multinacionales hidroeléctricas o petrolíferas, ese es un problema que comienza por uno mismo, a un nivel individual, sabiendo consumir y sabiendo ahorrar.

Nuestra Tierra es nuestro nido, con la diferencia de que un pájaro lo construye cada año; nuestro nido es eterno comparándolo con la duración de una vida humana. Nosotros naceremos y moriremos sobre la Tierra, pero cuando lo hagamos ella seguirá su ciclo, porque sus leyes son diferentes a las leyes humanas.

Seamos pues inteligentes y no vayamos en contra de las fuerzas de la vida, sino a favor de la corriente de la naturaleza.