En 1499 aparece publicada por primera vez La Celestina. En ella se da la felicísima fusión de todas las corrientes medievales y las incipientes del Renacimiento. Así surge esta obra capital del siglo XV y una de las más sobresalientes de nuestra literatura y aun de la universal.
El personaje de Celestina figura al lado de las grandes creaciones humanas de Don Quijote, Sancho y Don Juan, formando la gigantesca tetralogía incorporada por España a la galería de tipos universales.
El argumento, resumido en breves palabras, es el siguiente: Calisto, joven de noble familia, entra un día persiguiendo un halcón en el jardín de Melibea, de la que se enamora. Al ser rechazado por ella, habla con su criado Sempronio, quien le aconseja que acuda a la vieja Celestina, maestra en el arte de componer amores, para lograr sus propósitos. Pármeno, el otro criado de Calisto, trata de advertir a su amo del peligro que encierra dejarse guiar por viejas alcahuetas, pero no es escuchado y acaba aliándose con la vieja, pero riñen por el reparto del dinero y la asesinan.
La justicia los prende y son degollados. Una noche, estando Calisto en el jardín de Melibea, oye ruidos en la calle y, al escalar precipitadamente la tapia, pierde pie, matándose de la caída. Melibea, desesperada, se suicida arrojándose desde lo alto de una torre. La obra termina con el llanto de Alisa y Plebeterio, padres de Melibea.
El resumen sugiere con transparente comentario en su párrafo final el sentido que se pretende dar a la obra:
Síguese la comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su dios. Asimismo hecha en aviso de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes.
Hay diversos problemas y enigmas en torno a esta obra que aún no se han resuelto. El primero de ellos es que nos han llegado dos versiones. La primera, titulada Comedia de Calisto y Melibea, de dieciséis actos, y la segunda, Tragicomedia de Calisto y Melibea, de veintiuno. Dentro de las primeras ediciones, en concreto las de Toledo y Sevilla (1500 y 1501), aparece una carta de «el autor a un amigo», once octavas acrósticas de arte mayor, el argumento de la obra, los dieciséis actos con sus argumentos y unas coplas del corrector Alonso de Proaza, que explican cómo ha de leerse el acróstico y dan lugar y fecha de impresión. Más tarde, en las cinco ediciones de 1502, de Salamanca, Toledo y Sevilla, se añade un prólogo después de las octavas acrósticas y otras tres octavas antes de las coplas de Proaza, y se agregan cinco actos más.
En la mencionada carta de «el autor a su amigo» se afirma que el primer acto es de distinta mano que los quince restantes. Según se lee en el acróstico de los versos que figuran a continuación de la carta, el autor de la obra fue el Bachiller Fernando de Rojas, que, por considerar esta tarea poco en consonancia con su condición de jurisconsulto, calló su nombre. Sin embargo, el problema fundamental que todo esto plantea es el de la unidad o pluralidad de autores. Hoy está fuera de toda duda que fue Fernando de Rojas el autor parcial o total de la obra (se había dudado hasta de su existencia).
Lo que se sabe de Rojas actualmente es que nació en La Puebla de Montalbán, fue bachiller de leyes, poseyó una gran biblioteca y era de origen converso. Parece que este último hecho, según la crítica, influirá en la obra y en los conflictos sociales que esta refleja.
Todas estas cuestiones, discutidas a lo largo del tiempo sobre la autoría, el género y las diferentes versiones, no conciernen al objeto de este artículo. Baste saber que la intención del autor fue dar una profunda visión del problema social y moral de la época. Y lo que en un principio surge como un motivo circunstancial, de pronto trasciende las barreras del tiempo y del espacio y se coloca entre los grandes arquetipos universales de la literatura.
Muchos críticos han intentado buscar la razón por la cual Calisto necesita recurrir a una alcahueta de reconocida infamia, perdiéndose en un mar de especulaciones. Algunos dicen que la diferencia social hace imposible el matrimonio de los jóvenes, pero en ninguna parte de la obra aparece reflejada esta diferencia. Otros recurren a la ascendencia judía de Fernando de Rojas para justificar el hecho de que Melibea califique de ilícito el amor de Calisto, por ser él cristiano viejo y ella cristiana nueva, o al revés, pero ha quedado demostrado que el casamiento entre cristianos nuevos siempre fue lícito.
Tal vez no haya que buscar una causa material que justifique el comportamiento de Calisto. Quizás se trate simplemente de su elección en la disyuntiva que se le plantea a todo hombre. Calisto elige dejarse llevar por el deseo carnal que suscita su amor antes que por su parte más elevada. Ante la idea de poseer a Melibea se desatan sus pasiones y pone todo cuanto tiene al servicio de sus deseos egoístas:
–Sempronio: ¿Tú no eres cristiano?
–Calisto: ¿Yo?, Melibeo soy y a Melibea adoro, y en Melibea creo y a Melibea amo.
Así, Calisto cae de la tapia de Melibea como cae en sus pasiones:
–(…) y yo, mixto, me alegro con recelo del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar.
Calisto se autodenomina «mixto» recordando la oposición entre el amor «mixto» y el amor «puro». El yerro en la elección se reflejará en que Calisto muere también «por error», al resbalar desde las alturas que conquistó de un modo prohibido.
En cuanto a Melibea, vive encerrada en una «fortaleza» que Calisto tiene que escalar para poder verse con ella. Es la víctima de la obra. Es la engañada, hechizada y forzada a entregarse. Tal como el alma, la virtud y la pureza viven encerradas en un lugar de difícil acceso, esperando al aspirante que las conquiste y libere. Melibea cede a los requerimientos amorosos de Calisto y le acompañará con su muerte hasta el final cuando es conquistada. Su error es la debilidad.
Melibea en un principio rechaza los amores de Calisto, sabiendo que no son puros, mas deja la puerta abierta a la tentación. Una vez que le deja entrar en su alma, ya no es dueña de sí misma. Sin embargo, sinceridad y nobleza, Melibea se entregará a Calisto completamente, uniendo su destino al de él, y no lamentándose por lo perdido. Melibea deja pasar a sus aposentos a Celestina, que turba su calma y la engaña, la hechiza y consigue que se entregue a Calisto. Unidos sus destinos, encontrarán la muerte de igual modo. Solo que si Calisto murió por accidente, Melibea se entregará a la muerte igual que se entregó a la lujuria de Calisto. Por propia voluntad. Es el suicidio del alma que cae en la materia.
Pármeno y Sempronio son los dos criados de Calisto y representan la dualidad del individuo. Mientras Sempronio es su parte oscura y maligna, que maquina e intriga ocultando un interés egoísta, Pármeno será la voz de la conciencia. Entroncamos aquí con la teoría de la voz interior del hombre que trata de advertir a su señor de los peligros que le acechan. Pero Calisto, seducido ante los cantos de sirena y falsas promesas de Sempronio y Celestina, no puede ya escucharle.
Pármeno es obligado a callar, y la sordera de su amo le precipitará a aliarse con aquellos dos y buscar provecho también, desencadenando su propio destino y el de los demás. El diálogo mediante el cual Celestina logra quebrantar sus propósitos y convencerlo para que se una a ellos es uno de los más grandes combates de ingenio de todos los tiempos. Es una batalla de voluntades, de dominio mental sobre el contrario, que por supuesto gana Celestina dada su condición «sobrenatural», como veremos luego. Escuchar a Celestina es perderse y morir de antemano, puesto que tiene todos los argumentos posibles para conseguirlo. En un principio, dado el noble carácter de su contrincante, la vieja alcahueta recurre a la lealtad con los de su clase, aludiendo a la niñez del muchacho y a las penurias que sufren todos los que son explotados por los nobles. Pármeno aún no se doblega, y Celestina entonces le tienta con dinero y riquezas. Pero tampoco escucha, puesto que no es avaricioso. El único punto débil del fiel muchacho es el mismo que el de su amo, el amor. Y Celestina, sin dudarlo, le ofrecerá los servicios de Areúsa, discípula suya, de la que Pármeno lleva tiempo enamorado. Y aquí es donde pierde la batalla, cometiendo el mismo error que Calisto y vendiéndose por los favores carnales de la muchacha requerida. Al ser la última opción de Celestina, es también la de categoría más baja y degradante, por lo que Pármeno queda condenado al destino común del resto de los personajes. Será ejecutado junto con Sempronio, cuando los prendan por asesinar a Celestina movidos por la ambición.
En cuanto a Celestina, muchos autores tratan de encontrar, dentro de la supuesta «realidad» de la obra, un lugar para la magia o el aspecto sobrenatural de esta. Según la respetable crítica, parece ser el único «fallo» del texto, y se horrorizan de que todo un intelectual y un genio como Fernando de Rojas recurra a la brujería, crea en ella y la dote de tanto protagonismo dentro de su obra. Intentan justificar como creencia común de la época todo lo relativo a brujerías y demonios. Sin embargo, solo unos pocos han desarrollado una visión más amplia y abierta de la obra, aceptando la condición mágica de Celestina y hasta su eficacia, al no poder explicar de otro modo la pronta rendición de Melibea.
Efectivamente, Melibea le entregará, debido a sus engaños y mentiras, un cordón de su cintura que lleva siempre consigo y con el que ha tocado todas las imágenes de santos que ha ido a visitar. Es el símbolo de la pureza de su dueña, y al entregarlo a Celestina, esta lo usará para proporcionar una vía de acceso hasta su víctima a las hechicerías y conjuros que ha realizado. En la escena inmediatamente anterior, Celestina conjuró a…. Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada… y a todo tipo de demonios íncubos y súcubos, para despertar la lujuria en Melibea y lograr así su dominio sobre esta.
Tan solo si aceptamos la condición mágica de la obra, veremos que Celestina sobrepasa los valores de lo humano y se alza como símbolo o fuerza determinada en la vida del hombre. He ahí la grandeza del personaje que se transmuta en símbolo del mal, tal cual era considerado «el que tienta». Celestina es vieja y es alcahueta porque conoce todos los aspectos del mundo amoral en que habita, que es el de las bajas pasiones del hombre. Fue prostituta, porque ha de tener la experiencia de la que ha tentado muchas veces al hombre y ha vencido, y es hechicera por todo lo anterior. Tal como la define Pármeno:
–(…) Ella tenía seis oficios, conviene saber: labrandera, perfumera, maestra de hacer afeites y de hacer virgos, alcahueta y un poquito hechicera.
Representa todo lo que engaña, disfraza, tienta y luego devora. Es el personaje con más fuerza de la obra y trata de alcanzar el dominio de la voluntad de todo lo que la rodea. En su perfil humano, Celestina muere a manos de sus cómplices, debido a la avaricia que ella misma alimenta. He aquí que encontramos otra advertencia de parte de la magistral pluma de Fernando de Rojas para todos aquellos que intenten sacar provecho de las bajas pasiones de los demás sirviéndose de las malas artes. Aquel que alimente un vicio, morirá a manos de él.
Por último, restan los personajes secundarios Elicia y Areúsa, las dos pupilas de Celestina, que quedan vivas e intrigando después de la muerte de aquella, y que asumirán su papel en la vejez, como muestra de la decadencia moral de la época. Fernando de Rojas vuelve a advertirnos de que a pesar de la aparente muerte de Celestina, el mal sigue con vida y activo en el mundo. Los padres de Melibea quedan lamentándose por la pérdida de su hija y por no haber sabido custodiar suficientemente el tesoro que guardaban.
Por primera vez en la literatura española confluyen en una misma obra dos mundos sociales tan diferentes como el de los nobles y el de los sirvientes, igualmente importantes y protagonistas. Esta anteposición de los dos planos y el modo en que uno de ellos logra el dominio del otro, nos permite comprobar la gran perspicacia de Fernando de Rojas como observador de la naturaleza humana.
Los espejismos que confunden al hombre y lo sumergen en estado de perpetua confusión y ruptura interna, la falta de una moral profunda y auténtica, y tantos otros males que se van derivando unos de otros, son terreno fértil para toda clase de celestinas. Tal como dice Juan Luis Alborg en su estudio de la literatura española, si Celestina viviera ahora, tendría un despacho en Los Ángeles y relaciones con todos los traficantes de drogas y de trata de blancas. No está de más volver los ojos al pasado y oír las viejas voces de Pármeno o tantos otros que tratan de advertir al hombre con el ejemplo vivo de su historia, ficticia o no.
Pocas obras de cualquier literatura han conocido un éxito tan grande como La Celestina. Las ediciones se sucedieron en gran número, dentro y fuera de España. La repercusión en la literatura española fue muy amplia y dura hasta hoy. Quinientos años después de su aparición, aún nos sobrecoge la gigantesca dimensión de su profundidad filosófica, humana y existencial.
Historia de la literatura, Juan Luis Alborg. Tomo I. Editorial Gredos. Madrid, 1992.
La Celestina, Fernando de Rojas. Alianza editorial. Madrid, 1974.
JOSEFINA J. PERDOMO
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