La vida secreta de las hormigas
MARÍA COELLO
La sociedad de las hormigas es un superorganismo donde la reina es el órgano fecundador; una rica y creativa sociedad de castas donde cada grupo de trabajadoras está capacitado para una misión específica.
Los investigadores y científicos encuentran grandes dificultades cuando tratan de analizar y entender los modelos de sociedades de insectos como las hormigas o las abejas. A pesar de que el conocimiento sobre el comportamiento individual y social de unas y otras ha aumentado enormemente en lo que llevamos de siglo, todavía queda mucho trabajo por hacer. Seguimos interpretando a nuestro gusto las observaciones que sobre estos pequeños seres se realizan, manteniendo de esta forma falsos mitos, prejuicios y formas mentales de nuestro siglo.
Desde la Antigüedad hasta nuestros días, los insectos en general y las hormigas y abejas en particular han sido como un cordón conductor a través del folclore popular. Hormigas y abejas son los bichitos perfectos de fábulas y cuentos. Últimamente ha sido Hollywood el que ha puesto su grano de arena con las películas Antz y La vida de los insectos, atrayendo de nuevo la atención de adultos y niños sobre estos pequeños pobladores y su extraordinaria forma de vida, con sus complejos sistemas sociales y geniales soluciones a problemas, todavía desconocidos por el hombre.
Los científicos continúan trabajando e investigando descubriendo nuevas especies. En lo que respecta a las hormigas, se conocen aproximadamente 9500 especies en todo el mundo, aunque los expertos creen que la cifra real es aproximadamente el doble. El interés por encontrar nuevas especies es indudable, pero no es comparable con las investigaciones sobre estas sociedades y su fantástico éxito evolutivo.
El investigador inglés C. B. Williams ha calculado que todas las hormigas del mundo juntas pesan lo mismo que toda la población humana de la Tierra. Existen prácticamente en todas partes y consiguen siempre adaptarse a sus nuevos ambientes.
La sociedad de las hormigas está conformada en una estricta división de castas. Dentro de las diferentes especies existe siempre una clara diferenciación de grupos de individuos con diferente forma externa y función específica. Lo típico es que los machos tengan mayor tamaño que las obreras, pequeña cabeza con ligera pronunciación de mandíbulas y grandes ojos. Las hembras fértiles, las reinas, también son de mayor tamaño, a veces mucho mayores que las obreras, con grande y pesada parte trasera y alas, las cuales pierden después de la fecundación. Las obreras de una especie pueden variar mucho de tamaño y de función y son las más numerosas dentro de una sociedad.
Algunas hormigas soldado son como bombas móviles, guerreros suicidas que van voluntariamente a la muerte por la reina y el bien de la sociedad. Esta casta de guerreros se encuentra en una especie que habita en las selvas de Malasia. Poseen dos fuertes y grandes glándulas venenosas en la parte trasera, lo que hace que se hinchen como pequeños globos. Cuando se establece la guerra, caminan al frente hasta colocarse en primera línea. La voluntad de servicio no es nada rara entre las hormigas, pero lo sorprendente es que en estas se muestra su devoción de una forma asombrosa. Si quedan en inferioridad de condiciones ante un enemigo superior, pueden entonces llevar a cabo su última misión explotándose a sí mismas. Con un rápido movimiento encogen los músculos de la parte trasera del cuerpo estallando y vertiendo el veneno sobre el enemigo.
En la Naturaleza es raro que una especie de insecto erradique a otra, pero ocasionalmente ha ocurrido, especialmente entre las hormigas. Por ejemplo, la hormiga argentina y la hormiga etter, que en su hábitat original no son agresivas, pueden ambas acabar con las hormigas locales cuando llegan a nuevos lugares. Esto ha pasado en Alabama, en Madeira y en algunas partes de Australia. Allí donde han podido ser erradicadas, han vuelto enseguida las nativas, instalándose en sus antiguos locales.
Igual que las abejas y avispas, las hormigas pertenecen al orden de los insectos himenópteros. Es, justamente, entre los himenópteros donde el carácter social se encuentra más evolucionado. Los investigadores dicen que esto es debido al doble montaje de genes que solamente las hembras poseen. Igual que en los humanos, las hembras de un óvulo fecundado se desarrollan y reciben sus genes tanto de la madre como del padre. Los machos, sin embargo, se desarrollan de un óvulo no fecundado, por lo que reciben todos los genes de la madre. No tienen, estrictamente, padres (en lenguaje científico se dice que las hembras son diploides, mientras que los machos son haploides).
En la época de celo, cuando el clima es propicio, las obreras dejan salir a las reinas jóvenes a realizar “el vuelo nupcial”. Se ha observado repetidas veces que las hormigas que pertenecen a la misma especie pero son de distintos hormigueros emigran el mismo día, manteniéndose dentro del mismo espacio. No se conocen los motivos de este comportamiento; de ahí que una rama de la investigación se ocupe especialmente del análisis de los factores que influyen en la emigración. Se cree, sin embargo, que el motivo podría ser evitar el cruce entre una misma familia. Los machos, una vez cumplida su misión, mueren, mientras que el destino de las reinas fecundadas varía.
Según una lógica bastante complicada, que no vamos a analizar aquí, esto conlleva que las trabajadoras en la sociedad son todas hembras y hermanas, y son más familia entre sí que lo que pudieran ser sus mismas crías, que no tienen por ser estériles. Así, se esfuerzan en darlo todo por ayudar a su madre, la reina, a que dé nacimiento a más hermanas. Este curioso vínculo familiar mantiene unida a la sociedad.
Entre las diferentes especies de hormigas existe una decidida relación mutua, bastante complicada. Frecuentemente la existencia de una especie es más o menos dependiente de la existencia de otra.
Desde una perspectiva evolucionista, donde se trata de repartir los genes, a la hormiga individual le conviene trabajar para la mejora de la colonia. Los machos y las reinas no fecundadas se producen solamente en relación con la época de celo y son las llamadas hormigas voladoras. Después de la unión mueren los machos, y las reinas fundan nuevas colonias, convirtiéndose allí en fábricas productoras de huevos, donde, durante muchos años, a veces decenios, ponen millones de huevos gracias a un sistema increíble de economización del esperma.
Las reinas ponen sus huevos dentro de sus cámaras, pero son llevados inmediatamente por las obreras a la habitación de las crías, donde son vigilados y cuidados. La crianza y cuidado deciden si se convertirán en obreras de diferente tipo o serán hembras fértiles o machos. Todavía falta mucho por aprender sobre este interesante y complicado proceso.
La sociedad de las hormigas es como un superorganismo donde la reina es el órgano fecundador y los machos, una suerte de ocasionales misiles de esperma.
Las obreras son el resto: cerebro, músculos, sistema digestivo y nervios. Son las que deciden. A través de la manipulación del alimento de las larvas en sus cámaras, pueden dirigir el desarrollo de una rica y creativa sociedad de castas donde cada grupo de trabajadoras está capacitado para una misión específica.
Una parte de ellas puede llegar a pertenecer a la casta guerrera; otras, diminutas, trabajarán en cuidar los cultivos bajo de la tierra. Una de las más pequeñas hormigas mide apenas 2 milímetros de largo. Su origen se sitúa en Egipto. En los últimos ciento cincuenta años se han repartido por todo el mundo. A pesar de que originalmente está adaptada para vivir en climas calurosos, gracias a que construye sus casas en edificios ha podido sobrevivir hasta en lugares tan fríos como Tobolsk, en Siberia, y no existe apenas ninguna ciudad en todo el mundo donde no existan.
Hay especies que tienen realmente jardines, una suerte de cultivos de hongos en cámaras como invernaderos. Otras cuidan de sus “animales domésticos”, los pulgones, los que a menudo son ordeñados al sacarles su dulce secreción a cambio de protección. Tan pronto como sienten las antenas de la hormiga, los pulgones excretan gotas de un dulce jugo que es devorado ansiosamente por esta. Si faltan las hormigas, los pulgones se ven obligados a expulsar su excreción, pero como es muy viscosa, resulta indudablemente una conveniencia para los pulgones que se la quiten.
Algunas especies utilizan obreras sirvientas que han sido raptadas de otras sociedades, manteniéndolas en continua vigilancia. Según Huber, las hormigas esclavas, en Suiza, trabajan habitualmente con sus amas en construir el hormiguero, pero ellas solas abren y cierran las puertas por la mañana y por la noche y su principal oficio es buscar pulgones. En otras sociedades de Inglaterra son las esclavas las que determinan la emigración de las reinas llevándolas en las mandíbulas. Hay especies diminutas que viven como parásitos de otras especies mayores. A veces simplemente cabalgan encima de sus anfitrionas. Esta especie de hormiga parásito se encuentra en los Alpes. Reciben comida de sus anfitrionas, que en comparación a ellas, son grandes como caballos, y a su vez dan nacimiento a sus crías.
Cientos de especies de hormigas viven como parásitos de otras hormigas. A través de la esencia que expiden, algunas son capaces de conocer el código de entrada. Las hormigas tienen un sofisticado sistema de comunicación basado en el roce e intercambio de sustancias químicas, y en alguna medida, de señales sonoras. La vista tiene un valor inferior.
En las hormigas tejedoras africanas, que durante mucho tiempo han llamado la atención de los investigadores, se ha encontrado lo más parecido a un lenguaje químico. Diferentes sustancias, llamadas feromonas, tienen diferentes significados, aproximadamente como nuestras palabras, y la combinación de varias feromonas parece funcionar como un conjunto de frases.
Es este código de lenguaje químico el que las hormigas parásitos han aprendido a utilizar. Y no son las únicas en hacerlo. Una armada de escarabajos y algunos otros insectos han encontrado una forma de vida en esta sociedad en todo el mundo. No importa la forma externa del invasor, solo que la esencia sea la correcta. Basta que el huésped se sitúe a la entrada del hormiguero para que sea invitado por amables hormigas, que luego, en el interior del hormiguero, los atienden y cuidan. A veces la relación es simbiótica –las hormigas reciben algo a cambio–. Pocos son los escarabajos que viven como verdaderos parásitos, a pesar de que muchos de ellos viven en los hormigueros donde se les cuida y mantiene. A menudo se comen gran cantidad de huevos y larvas, pero se les tolera por las materias aromáticas y dulces que despiden a cambio.
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