Andalucía mágica: Almería
Autor: Hipólito Lucena
Lo primero que llama la atención en esta provincia es su paisaje, propio de lo que supone ser la zona subdesértica del sudoeste español. Su clima, el más seco de España, rezuma espiritualidad (entre los símbolos en que se apoya el subconsciente para elaborar sus arquetipos, el desierto es el que invita a la meditación, la austeridad y la mística). En Almería no hay ningún rincón que no invite cuando menos a reflexionar.
La cultura almeriense puede ser interpretada en dos sentidos: bien como la época puramente neolítica de la región, o en otro sentido más amplio, para referirse al período Neolítico-Bronce I o Cultura de Los Millares. Aunque la fundación, en sentido administrativo, debe atribuirse históricamente a los árabes, no es discutible la importancia de Almería como asentamiento prehistórico. La cultura de El Argar, en Antas, da fin a la época de Los Millares, con sus sepulturas circulares y enterramientos en vasos. El barrio troglodita de la Chanca es una reminiscencia de un pasado no por remotísimo menos elocuente en cuanto al atractivo magnético que ejerce la zona sobre el ser humano. Sus necrópolis revelan un fuerte sentido religioso en el discurrir de los primitivos almerienses.
Las recientes teorías arqueológicas de Evans, que hacen de Almería un lugar de llegada de nuevas formas, no empequeñece la idea siempre tenida de que la cultura almeriense llegó por todo el Levante hasta Cataluña y norte de Italia, por la Península hasta Santander, y hacia Andalucía influyó en Granada y partes dispersas del sur de Portugal. Difícil resultaría no admitir que la comarca completa es un lugar mágico disponiendo de todos los elementos que lo avalan: circundada por el río Andarax y la sierra de Gádor, que le hacen plegarse hacia el mar, es receptora y difusora de nuevas ideas, pero ya con personalidad propia. Esta personalidad no la puede imprimir más que el terreno mágico en que se asienta.
Sus devociones así lo patentizan. La Virgen del Mar es hallada en las arenas de la playa de Torregarcía, y para que no caiga en el olvido, sobre las arenas en que se descubre la imagen (hacia el 1500, por medio del vigía Andrés de Jaén), crecen y florecen azucenas. Dicha imagen, gótica, talla de madera, es la salvadora de las sequías que asolan Almería, lo cual no impide que la desertización avance a ritmo alarmante. También tiene esta imagen en su palmarés el haber mediado en los terremotos de 1805 para que no hubiese más víctimas que las que hubo (¿cuántas eran las estipuladas para suponer el milagro?). Lo cierto es que por ese «favor» se la proclama Patrona.
Para que todo esté completo, también dispone Almería del Cristo de la Escucha. Dicen que en unas obras realizadas en una casa que antaño perteneció a un moro, los albañiles oyen tras un muro la palabra «escucha». Al derribar la pared aparece una hornacina con la imagen del Cristo. Otros relatos hacen ver que, al encontrarse en un ábside de la fortaleza que hoy es catedral, bien podía ser un puesto de escucha de dicha fortaleza. Es evidente que no hay mejor escucha que una imagen para detectar la presencia de los piratas berberiscos que asolaban la zona en los siglos XVI y XVII.
Deja una respuesta