Andalucía mágica: Jaén
Autor: Hipólito Lucena
En todos los lugares mágicos se da una característica común. Esta característica es la belleza, a la manera como una mocita coqueta se engalana y llama la atención del observador. Pero esta belleza hay que distinguirla en dos modalidades: los lugares embellecidos por la industria e intervención del hombre y los lugares que son bellos simplemente porque sí.
Tal consideración la hacemos más patente ahora, porque la belleza agreste, salvaje, cautivadora y visceral de Cazorla la hace distinta a otros lugares similares. Estamos en Jaén, la frontera artificial de Andalucía con el resto de España, la Orongis romana, la antiquísima Aurgi. En ella nace el padre Guadalquivir, el río por excelencia. Cazorla, la montaña sagrada, le da a la vida sacándolo de sus entrañas, para que muera feliz en el Sant Lucar, cabe el templo del Lucero.
Hagamos un pequeño esfuerzo de imaginación y tratemos de vivir las emociones que debió de producir esta majestuosidad a nuestros antepasados iberos con la elocuencia grandiosa de sus piedras, el susurro del viento en aquella floresta inextricable, el rumor juguetón de sus riachuelos despeñándose ladera abajo, el frío óseo del misterio de sus cuevas y recovecos… Montañas, ríos, cuevas, árboles centenarios, todos los elementos de lo mágico, de lo sutil, al alcance de la mano. ¿Quién se atreve a elegir un rincón más mágico que otro?
En el Museo Provincial de Jaén se conservan suficientes muestras del paso del hombre neolítico, el ibérico, el púnico y el romano, como mudo testimonio de reconocimiento al primero que se prendó de tanta hermosura e inevitablemente se afincó junto a ella. Pero esta es la Historia. Personalmente me seduce más la leyenda, y sueño junto a aquel hombre anónimo, que se limitaba a sentir bajo sus pies el latido de la tierra con entrañas de plata. Sí, además de todos los elementos visibles mencionados, en Jaén se extraía plata, porque para conducir tal carga de energía no podía faltar el metal que le sirviera de cauce.
La situación fronteriza de Jaén hace que su historia esté jalonada de conflictos, y tal vez sea la tierra que más imágenes posea de vírgenes guerreras, bajo cuya advocación se ha desarrollado más de una gesta bélica. Como muestra mencionemos a Zoueca (en Bailén) y la de la Cabea (en el santuario del cerro del Cabeo). Pero lo que en el aspecto religioso le da nombre a Jaén es un doblez de los tres que dicen tenía el paño con que la mujer Verónica (el Vero Icono) enjugó el rostro del Maestro de Nazaret. Parece ser que el papa Gregorio XI lo donó al obispo Nicolás de Biedma hacia el año 1376. Esta reliquia, como decimos, es tal vez lo más característico de Jaén, sin olvidar el hecho de que es también uno de los escasísimos lugares en el mundo en que la Santísima Virgen bajó personalmente con su Hijo en brazos y acompañamiento de clérigos y guerreros. Esto ocurre en la iglesia de San Ildefonso en pleno siglo XV, con ocasión de un asedio a la ciudad por parte, cómo no, de los moros.
Qué de extraño tiene, pues, que eligiera estos parajes para realizar su tránsito el místico poeta más grande que ha conocido la Humanidad: Juan de la Cruz, junto a Guadalupe del Gavellar o el Cristo de la Yedra. Y aunque sea de pasada, cabe citar una de las manifestaciones parapsicológicas más extrañas y estudiadas de los últimos tiempos: las caras de Bélmez de la Moraleda, que surgieron en la cocina de la familia Pereira, cuya casa está construida sobre un cementerio árabe. No solo se manifestaban las imágenes, sino sensaciones auditivas paranormales en una de las cuales una voz monótona repetía: el infierno empieza aquí. Germán de Argumosa realizó un estudio tan exhaustivo como científico de tales fenómenos.
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