El voluntariado: pensar y vivir de otro modo
Autor: Cristóbal Sánchez Blesa
Ser voluntario es pensar y vivir de otro modo. Es el primer mandamiento del Decálogo del Voluntariado que desarrolló hace pocos días el filósofo Luis Aranguren en una universidad de Madrid. Y es así porque el voluntariado no deja indiferente a quien se adentra en él. No es lo mismo entrar en contacto con el dolor, enfrentarlo y poner el hombro en remojo que pasar de lado esquivando los golpes. No es lo mismo y el voluntario tiene la inmensa suerte de que lo dejen sentarse en silencio junto a los que sufren. Por eso, Aranguren habla también del Agradecimiento, más que del Mérito como seña de identidad del voluntario.
También por eso habla él y muchos otros de que el voluntariado no es intervención, muchas veces ni acción, el voluntariado es ante todo presencia. Estar con respeto, con la compasión de quien quiere que lo bueno y lo malo del otro le afecte. Con la distancia de quien quiere continuar y no acabar quemado en una barbacoa de sentimientos frívolos y cortoplacistas.
Plantearse el voluntariado como presencia es reconocer el papel esencial de los profesionales de los servicios sociales que sí tienen que intervenir y actuar. Y es reconocer nuestra impotencia y nuestra debilidad frente a problemas de tamaño descomunal. Y también mostrar humildad. Y respeto ante la obviedad de que tiene que ser el otro quien tome la iniciativa de cambiar su vida, si quiere.
Pero al mismo tiempo la presencia es nuestra profesión de fe en el otro. El voluntario no se rinde, no grita, no alborota. Está, se hace visible cuando se le necesita y desaparece sin despecho cuando otra presencia es más necesaria que la suya. Es como el agua, a todo se adapta, todo lo empapa, llega hasta el rincón más alejado, ablanda la rigidez y es, a la vez, tozudo y valiente frente a la degradación del ser humano.
Tiene que ver con el séptimo mandamiento del voluntariado. Ser voluntario es creer que los pasos del camino por andar son más importantes que el paso de la llegada. Es una experiencia recurrente en los millones de voluntarios de cientos de países. No es el resultado lo que importa. Tenemos objetivos, pero tenemos, sobre todo, variables, incidencias, imprevistos y sorpresas. La labor del voluntario está sujeta a las iniciativas vitales del otro. Necesita ver cada paso como un proceso en sí. Tiene que valorar un pequeño paso, aunque sea un traspiés, como el definitivo.
Es recomendable en el voluntariado ese sano desapego que te hace huir de los consejos. Rehuir las opiniones propias. Dejar de lado las excesivas preguntas y cultivar el silencio. Junto a una mirada limpia, natural, alegre y socarrona. Me importa lo que hagas o lo que pase con tu vida, pero no me voy a meter en ella, sobre todo si tú no quieres.
Aranguren propone también vivir la rebeldía como un valor y asumir la contra-cultura de la solidaridad. Nos hemos acostumbrado en muchos ambientes a ver en el voluntariado un nuevo escalón en la inercia castrante de las formas de beneficencia y de una caridad más superficiales. Y el voluntariado, ante todo, es no resignarse al dolor, no acostumbrarse a la miseria y ver la realidad más sangrante con la sensibilidad del compañero de camino. Esto implica propuestas sociales audaces y propuestas personales coherentes. E implica, como dice Luis Aranguren, agudizar el máximo los sentidos: el olfato como sentido de la anticipación. La vista para el asombro. El oído aplicado a la contemplación. El tacto para buscar la ternura. El gusto para sensibilizar. Y dos nuevos sentidos: el espacio y el tiempo como coordenadas para estar bien ubicado ante la existencia en común y la medida de las cosas de nuestro entorno.
Quien hoy colabora en un grupo de mujeres maltratadas o cuida de niños en conflicto. Quien bordea el mundo de la droga o de la cárcel desde la acogida y el abrazo. Quien se ha acercado a buscar un sentido al dolor de los enfermos o ha visto o ha sufrido en carne propia la humillación de ser un marginado. Quien vive el voluntariado como un aprendizaje de vida, sabe de qué hablamos.
Artículo publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias, mayo de 2004.
Todo esto con el propósito de ejercer un camino al éxito de nuestras sociedades para nunca llegar a caer en la problemática de todos los tiempos. El mundo necesita ser dirigido por líderes que enseñen valores morales, espirituales, didácticos etc. Para vivir y desarrollar modelos para las generaciones futuras y no copiar ningun aspecto del pasado.