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Porque este es uno de los motivos importantes. Elegir implica una definición, una identificación, una identidad, si es pasiva somos elegidos por la moda o el entorno, si es activa somos nosotros los que elegimos, nos definimos.
Ahora lo preciso sería hacer un test con diferentes tipos de música y señalar como valoramos nuestra identificación con ella. Cuanto nos gusta la compañía de una u otra. Cuanto tiempo estamos en contacto con una u otra.
Podríamos elegir, por ejemplo, 9 estilos: Rock, BSO, Clásica, Pop, Heavy, Folk, Cantautor, Celta, Jazz. Está claro que ahí no están todos, pero es una buena representación. Bien y después de escucharlos todos, ¿cual tiene la puntuación más alta? Y ahora la otra pregunta, ¿coincide con la idea que teníamos? ¿Coincide con el estilo con el que nos identificábamos?
La música como un símbolo de identidad es tan vieja como el hombre. Las comunidades de emigrantes la utilizaron y la utilizan, se aferran a su música tradicional para preservar su estilo de vida. Ha sido un vínculo de solidaridad entre los miembros de una generación como por ejemplo los años 60 en los que el rock «n» roll plasmaba un sistema de valores opuesto al de los padres. Hoy día en la sociedad urbana occidental u occidentalizada, con subculturas solapadas, decidir qué música escuchar es decir quién eres o quién quieres ser.
Otro aspecto que es importante resaltar es el de la autenticidad del intérprete hasta hacerlo un creador de estilo. Idea que recorrió todo el S. XX hasta aplicarse, como veremos, también a la música llamada clásica.
En EEUU a comienzos del siglo XX surgió el Blues como expresión de una raza oprimida que cantaba música desde el alma (Soul). Su difusión y evolución llevó en los años 50 a ver un gran mercado por parte de las casas discográficas, pero existía el inconveniente de que estaba cantada por negros. Así surgieron los «Covers», música negra tocada y cantada por blancos. Y de ahí una reacción que identificaba lo autentico con el rock pues se tocaba la propia música, música escrita y cantada por ellos y no satisfacían las necesidades de un mercado frente al Pop, marionetas del negocio que satisfacían gustos interpretando música de otros.
Estas ideas del creador como mejor que el reproductor y de dar con la música una visión del mundo le guste o no a la audiencia, fueron también absorbidas en los años 70 por las discográficas que vieron un gran mercado en la música clásica.
En este caso el músico era un artista de pericia técnica pero de visión personal con lo cual se vende su visión interpretativa que es excepcional. El intérprete es la estrella, como en el Pop. Pero se vende no un reproductor, sino un creador, y así se salvaguarda la autenticidad que reclama el público. De este modo podemos ver en las carátulas de los discos como tal pianista interpreta a Beethoven siendo siempre la imagen del intérprete la que sobresale sobre la del compositor.
Todo esto nos hace una idea de cómo en el mundo en que vivimos estamos vinculados a la música y a ciertas ideas sobre ella. Que vivimos con música que nos representa y nos identificamos con estilos que reproducen una forma de ver la vida y un código o sistema de valores.
Estos pueden ser introducidos pasivamente por la atmósfera musical, por la educación, por las modas, etc., o elegido conscientemente.
Este es un PODER de la música. NOS HACE LIBRES, nos descubre el potencial que tenemos latente de crear Identidad y Fraternidad.
Una vez expuestas estas ideas podríamos sintetizar algunas razones para vivir con música y hacernos más libres.
Permite vivir, como espectador, el sueño por realizar, vivirlo como ya hecho.
Vivir la pasión o el dolor por ejemplo en una ópera, nos enseña sobre el dolor o la pasión en general, sin nombres, nos enseña viviendo como espectadores lo que viviremos en la propia vida.
Es un sobre que puede hacer llegar a los demás lo que queramos: Instintos, sentimientos, imágenes, sueños, ideales.
La música es un tremendo comunicador, permite hacer visible aspectos que de otro modo permanecerían ocultos. Llega, penetra en los oyentes y los mueve en dirección determinada y lo más asombroso es que no le importa ni dónde ni cuándo. Ella tiene algo de Universal.
Para muchos forma parte de su código. Es un signo de identidad: Yo soy así.
Una moral, una ética, una Identidad.
Vivir de una manera determinada implica ponerse en contacto con determinadas ideas musicales.
Despierta capacidades dormidas o que creíamos no poseer. Inclina el carácter y ordena el temperamento.
Toda la educación musical se basa en la capacidad que la música posee de educir, de extraer potenciales psicológicos, mentales y creativos. La música se conecta con el hombre, por ser reflejo de la naturaleza (de la que el hombre es parte), y puede modificar o direccionar aspectos como el sentimiento, la atención, la memoria, el ritmo cardíaco, etc.
Un hombre libre hace libres a más hombres, un enamorado de la música contagia el amor por la música. Eso modela la sociedad, la trasforma. Quizás no inmediatamente pero como la música rebasa el tiempo y el espacio, el futuro se inclina bajo sus efectos.
Para muchos el primer ejemplo de autenticidad en la música fue Beethoven que no estuvo al servicio de ningún mecenas, quería ser libre y escribir la música que le surgiera, no la que le impusiesen. Esta idea, como hemos visto, también se reflejó en los años 60 haciendo de la autenticidad y la independencia un símbolo.
El tiempo no afecta a la música, al contrario, la hace germinar.
Tenemos que retomar el sentido del autor, del creador, del «creator«, el que hace conocer o nacer.
Todos tenemos la posibilidad de canalizar, de expresar desde cierta parte de nosotros, la inspiración, esas ideas o pensamientos que vienen de arriba y de las que no somos responsables. Como decía Brahms, No es mérito mío, es un presente, un regalo que viene de arriba.
Inter pretium: Al lado de lo valioso. Entre lo valioso. Puente.
Seres receptivos y transmisores. Hombres «frontera» entre lo visible y lo invisible, entre lo tangible y lo inmaterial. Un comunicador, un puente comunicando lo humano y las fuerzas creativas.
Oyente: Auditor: El que escucha, el Discípulo. El que aprende.
La primera forma de hacer música es saberla apreciar, saber identificarnos con la que le da valor a nuestra vida, escogiéndola como compañera cotidiana que nos eleve cuando dudamos y nos serene cuando nos excedemos.
Sebastián Pérez
Ilustración extraída de la Editorial N.A.
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Hola Sebastián, primero, enhorabuena por tu artículo.
Desde siempre he sabido que la música ha influido en mí (normalmente para bien), pero desde hace un año empiezo a ser cada vez más consciente (creo que empezó cuando me dispuse a aprender a tocar algún instrumento)
Quería comentarte sobre una parte de tu artículo
Está claro que la música crea tendencias y modos de vida, y yo he formado parte de ello en ciertos estilos; pero desde hace un tiempo mi curiosidad por la música se intensificó y nada podía parar mi sed música variada, así que empecé a escuchar todo tipo de música folclórica, y me dí cuenta que no podía quedarme con un estilo musical en concreto, sino que cada uno te hacía experimentar no sólo un sentimiento, sino una 'actitud', y que dependiendo de la actitud las cosas en general se pueden ver de una forma u otra
También, derivado de esto, he deducido que aunque consideres un estilo musical el 'tuyo', debes seguir escuchando e investigando, porque cada uno es diferente y actúa en tu cerebro provocando sensaciones diferentes que, en otros momentos, te pueden ser útiles
No me demoro más, que no tengo tiempo, gracias por el artículo, saludos!!
Muchas gracias por tu comentario Vicent.
Estoy contigo, es necesario tener un suficiente espectro de visión y eso se logra escuchando mucho y si es posible interpretando diferentes estilos y participando de diferentes formaciones, eso amplía la capacidad de elegir porque uno conoce y percibe cómo y de que modo esos diferentes estilos te "tocan".
Por ello la educación, y no me refiero sólo a la escolar, sino a la que cada uno debe procurarse, es fundamental.
Gracias por tu interés.
Un saludo
Sebastián Pérez