Las dimensiones de la construcción
Autor: Ramón Sanchís
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La construcción es una labor creativa, y por lo tanto abarca desde el mundo de las ideas hasta el mundo de la realización. Las ideas encaminadas a transformar los recursos en aplicaciones prácticas, son útiles en sí mismas, pero suponen un beneficio colectivo añadido cuando se plasman.
Construir es un actividad de transformación del entorno material encaminada a la realización de objetos, enseres, máquinas, caminos, puentes, edificaciones, y cuanto conlleva una utilización de los recursos naturales o artificiales para producir algo inexistente previamente, que es susceptible de introducir una utilidad, un progreso en la vida del hombre.
Cierto es que muchas máquinas o inventos son susceptibles de introducir discordia, guerra, aunque supongan un ejercicio de creatividad, pero el arte de construir siempre podrá ser utilizado para bien o para mal. Por construcción entenderemos más bien elementos positivos que introducen una realización con una utilidad objetiva, susceptible de ser entregada al uso individual o colectivo, ya sea salvar un río, realizar una techumbre, construir un horno, etc…, tendentes a mejorar el hábitat del hombre. La construcción es una labor creativa, y por lo tanto abarca desde el mundo de las ideas hasta el mundo de la realización. Las ideas encaminadas a transformar los recursos en aplicaciones prácticas, son útiles en sí mismas, pero suponen un beneficio colectivo añadido cuando se plasman.
De este modo, la construcción abarca distintos niveles de la conciencia humana, desde los más etéreos a los más densos. Todo surge desde las concepciones más inmateriales, las ideas, hasta la plasmación en lo físico. Cuanto más se implique la persona que plasma una obra en su tarea, involucrando un mayor número de sentidos y dimensiones propias del hombre, y con un mayor nivel de conciencia en ellas, más completa y más profunda será su realización.
La construcción en lo físico
Requiere orden en la ejecución, elaborando un organigrama de lo menos urgente y accesorio, resolviendo dicho organigrama en unas fases de construcción. El orden implica una relación entre las tareas a realizar y el tiempo que precisan tanto individual como conjuntamente, enlazando espacio y tiempo. Esto implica un análisis previo de las tareas críticas que pueden dificultar o retrasar a las que con ellas se encadenan.
Por ello no es indiferente comenzar una obra por un aspecto o por otro, dado que ciertas tareas pueden impedir la realización de otras, y a veces no se pueden realizar sin la ejecución previa de otras. Implica previsión en la plasmación, haciendo acopio previo de los materiales, su almacenamiento para evitar su deterioro, el correcto mantenimiento de medios y maquinarias, etc.
La labor en la que se contrasta si lo que se analizó previamente encaja con la realidad física es el replanteamiento. Así, en el lugar de la obra se miden desniveles, longitudes, etc., comprobando que es materializable lo que se proyectó. La idea ha llegado al plano de lo denso y se puede realizar.
Cuando las obras se inician, es necesaria la limpieza que denota una mente organizada, una voluntad rectora, que permite hallar rápidamente herramientas y materiales y que consiga la ejecución de la obra en el menor tiempo posible. Hay que conocer la estructura interna de los materiales, el modo en que sus átomos conforman estructuras moleculares de mayor tamaño y solidez, para conocer su capacidad como soporte de cargas, los reiterados ciclos de tensión y deformación al que pueden ser sometidos sin llegar a la fatiga o la rotura, su capacidad de recuperación tras el esfuerzo continuado y sus potencialidades internas, como sus posibles zonas de fallas o fracturas preferentes y su capacidad de ser trabajados, estirados o doblados, para comprender cuánto podemos acercarnos con su concurso a la idea inspiradora que queremos plasmar, y despertar las capacidades que yacen dormidas en su interior. Conocerlos es ayudarlos a ser, a mostrar su parte más bella, sus aspectos más estéticos y útiles, a la par que nosotros hacemos nuestro aprendizaje al descubrirlos.
La construcción en lo energético o vital
Toda construcción ha de tener un ritmo de ejecución. Cuando el ritmo se mantiene se rompe la inercia inicial y se avanza de modo exponencial, como llevados en andas de la mano de las realizaciones parciales que se consiguen. Hay una secreta relación emocional con el ritmo que se mantiene, así cada vez pesan menos los esfuerzos, la entrega es más fácil porque se atisban los resultados, y el propio ritmo nos lleva, de la mano de la emoción creciente que se produce.
Se debe disponer de una energía mínima para romper el umbral, la inercia que presenta la materia antes de ser transformada. Aquí se hallan relacionados la idoneidad de los medios empleados, la disponibilidad de los mismos en el lugar en que se realiza la construcción, el número de personas que se dedican a la ejecución y su capacidad, así como aquellos que deben impulsar la realización con su cualificación y su capacidad de gestionar elementos, como de dirigir y motivar al grupo humano.
En este plano hay que tener en cuenta los ciclos de las personas tanto energéticos como emocionales, para encauzar esa energía al fin propuesto. Hay personas que se motivan con la noche, y personas estrictamente ritmadas al ciclo solar. Hay altibajos estacionales, debido a que no siempre sabemos sobreponernos al frío o al calor y mantener un ritmo continuado, sin incluir otros biorritmos de carácter más personal. No siempre la voluntad está presta a salvar esta ciclicidad y habrá que tenerla en cuenta, aunque deben lograrse unos niveles mínimos de realización. Estos niveles mínimos son los que se fijan al hablar de rendimientos. No es útil una acción continuada sin descansos, ni un descanso prolongado que rompa el ritmo de plasmaciones, puesto que implican a la larga un descenso del rendimiento. El rendimiento atiende más a los logros conseguidos que a las horas de trabajo realizadas.
La realización rápida de una construcción implica ahorro de tiempo, que por ser una forma de energía podrá ser dedicada a otras realizaciones. La eficacia implica ahorro energético, aunque demande para ello mayor esfuerzo y atención.
Es también necesaria una realización eficiente, es decir, la correcta armonización de medios y de recursos encaminada a lograr el fin último propuesto con eficacia y economía de gastos. Es necesaria una correcta ponderación de tiempos, energías y gastos empleados, a fin de evitar pérdidas inútiles de energía, dado que ésta es a su vez fuente de vida.
El conocimiento de las leyes naturales hace que podamos aprovechar la energía natural en nuestro provecho, como al represar el agua en un dique que al caer mediante un salto moverá unas turbinas y producirá energía eléctrica. En cambio elevar esa misma agua de nivel requiere un gasto energético y costosas bombas impulsoras. Todo tiende entrópicamente a los niveles más bajos de energía, pero el hombre y los seres vivos se oponen a esta ley termodinámica, manteniendo un equilibrio energético que, aunque inestable, propicia la vida.
Por ello el trabajo implica energía, y sin energía no se puede transformar la tendencia natural a la quietud energética. No basta con pensar en que el mundo sea mejor, hay que plasmarlo. No basta con soñarse civilizador, hay que levantar una a una cada piedra, cada camino, cada ley. Los barcos tienen sogas que nada parecen tener en común con el hecho de navegar, y sin embargo son indispensables para ser amarrados a puerto y para izar el ancla.
La construcción en lo emocional
Construir supone implicarse emocionalmente en la realización de una obra, porque se hace aquello que se ama o se aprende a amar aquello que se hace. La implicación emocional ayuda a lograr mayor dedicación, mayor atención en lo que se hace, y una concepción agradable del trabajo, alejándonos de su concepto como maldición bíblica para acercarnos al placer de realizar. El hombre así se siente creador de elementos que aún estan en el acaso, con la satisfacción que ello lleva aparejada.
Debe acompañarse la realización con concepciones estéticas, que tendrán en cuenta la calidez de los materiales introducidos, puesto que por ejemplo la madera y la piedra son más cálidos que el acero y el vidrio; también deberá tenerse en cuenta su textura, si van a estar en contacto directo con las personas, puesto que una mesa no está bien hecha si presenta un acabado rugoso; la armonía de coloridos, puesto que los colores intensos exaltan emocionalmente, y los fríos aplacan o relajan. A modo de ejemplo, diremos que la policía de Los Ángeles ha comprobado que una persona muy violenta introducida en una habitación pintada de rosa, a los veinte escasos minutos presenta niveles muy bajos de agresividad sin que medie actuación alguna.
Toda ejecución debe ser armónica, teniendo en cuenta que toda parte de la construcción debe mantener un equilibrio con el conjunto. En sí misma, cada parte debe ser armónica, pero la armonía del conjunto se basa en un equilibrio de proporciones. En el caso de una persona, un rostro armónico no presupone una correcta proporción general. Es fundamental tener un cierto concepto de rectitud y perfectibilidad, de modo que se realice lo que se debe hacer con un criterio de perfección. Hay quien trabaja una silla y no barniza la parte inferior de la misma alegando que no se ve. Los procesos productivos en serie, como se basan en la economía, han hecho perder la concepción de una realización correcta, y se ha perdido la implicación afectiva de la persona en el proceso de realización. Se pierde así el alma de las cosas, y las realizaciones adolecen del encanto necesario y son frías e impersonales.
Deben jerarquizarse unos elementos sobre otros, exigiéndose mayores controles en la ejecución a aquellos que se consideren fundamentales. Así, la correcta ejecución de la estructura de un edificio asegura la durabilidad de la construcción. Es fundamental para la calidad de vida el esmero en los acabados, sin pretender por ello que escondan defectos y vicios ocultos. La superficie de los objetos es la que crea una relación afectiva con el usuario, y cuando no están bien logrados éste siente que «aquello no le dice nada». A tal fin hay que lograr que la ejecución final exprese la belleza del diseño, equilibrio y armonía.
Debe existir en el hombre un cariño por lo que se hace, un sentimiento profundo, una conexión íntima con aquello que se construye, y en definitiva con los materiales con que elabora su obra. Debe captar sus vibraciones y mostrar hacia ellos cierta forma de cortesía. A su vez los materiales son agradecidos cuando se les trata y cuida con esmero, como la madera, que nos regala el brillo intenso de sus vetas cuando se lija con paciencia.
Reconocer las cualidades profundas de un material no es tan solo distinguir su apariencia externa, su textura y colorido, sino su ductilidad, su maleabilidad, su elasticidad, sus líneas de máxima tensión, fractura y fisurarión, y en definitiva sus estados límites y de rotura, es decir, su resistencia interna.
Trabajar los materiales para ejecutar algo es al mismo tiempo construirse, restaurarse. Lo que hacemos con los materiales refleja nuestro propio estado de ánimo, la inconsciencia, la premura, la agresividad, la eficacia, etc. Cuando estamos heridos por dentro, herimos a su vez aquello que elaboramos, lo agredimos con nuestro estrés, con nuestra tensión acumulada, con nuestra torpe inconsciencia. Lijamos la madera haciendo círculos caóticos cuando nos sentimos caóticos, rayamos las paredes al masillarlas cuando estamos agresivos, admitimos ver un cartel o un cuadro torcido en casa cuando hay grados de disarmonía en nosotros, inclinaciones, torceduras, etc. Hay un genio que duerme en cada material que hay que descubrir. Éste pasa a habitar un bello diseño, le da vida, fuerza, atractivo. Por eso hay lugares que sentimos como cargados de vida, formas y diseños que están vivos, y en cambio hay otros sin alma, que no han descubierto su genio.
Las virtudes de la construcción en el mundo de las emociones son la elegancia, la sencillez, la humildad, la calidez, la armonía de color, etc.
Sus antivalores son en cambio lo grotesco, lo recargado, lo ostentoso, lo desproporcionado, lo disarmónico, lo frío, lo falto de ritmo y gracia, etc.
La construcción en lo mental
Toda construcción tiene un camino lógico a descubrir, pues responde a leyes mentales. La razón tiene sus leyes que gobiernan las de la materia densa. Los materiales creados por el hombre también tienen sus leyes y su lógica. Unos, por ejemplo, resisten fuertes contracciones, como el hormigón, pero resisten mal las tracciones. Otros dan calidez estética pero no son útiles para resistir esfuerzos, como el vidrio. Hay que saber descubrir las leyes que los rigen. Un desafío mental de los más importantes es descubrir el lado «mágico» que descansa en las cosas. Hay que entender las herramientas, los objetos, los materiales para poder transformarlos. Entender sus relaciones entre sí, sus aspectos , su carácter, pues en cierto modo son seres vivos.
Hay también unas virtudes platónicas que conviene tener presentes en todo diseño y en su posterior plasmación práctica, puesto que la armonía lograda en el diseño aportará también armonía a la plasmación:
- En un diseño apropiado hay un grado de justicia, ni sobran ni faltan elementos, y cada material ocupa el lugar apropiado, donde se le ha dado la importancia correcta y se le hace trabajar de acuerdo a su naturaleza.
- Hay además un grado de valor en una obra, para afrontar ciertos retos sin quedarse atrás, sin evadirlos, enfrentando la cara al viento de lo incierto.
- Hay una templanza interna que debe traslucirse, un dominio del espíritu y lo elevado sobre lo instintivo y emocional. Debe primar la fuerza del diseño y de las ideas sobre la plasmación, dado que la realización improvisada no puede llevarnos a un final inesperado y no deseado. Debe surgir lo que se quiere que resulte, y no lo que empuja hacia nosotros el acaso.
- La armonía, la belleza de una obra radica en un diseño perfecto, en una composición proporcionada. Dicha composición ha de ser «óptima», realizada con mínimo coste y tensión, reflejo de un orden mental, de una sensibilidad, reflejo de un bello cálculo y de unas cuidadas proporciones, rescatando los viejos conceptos áuricos siempre que fuera posible, puesto que son cánones captados de la Naturaleza.
Como antivalores a tener en cuenta está la improvisación, la premura, la indecisión, la desmesura, la fantasía, la superficialidad, el riesgo no calculado para las personas, lo caótico, los criterios no definidos, la variabilidad al plasmar, la falta de una concepción clara y unitaria, etc.
La mente es el punto de arranque de una obra. Ha de plasmar un proyecto ejecutable antes de lanzarse a la conquista del mundo denso. Nunca estarán todos los detalles contenidos en ese primer esbozo, pero las grandes líneas directrices han de estar trazadas. El esquema director ha de ser ya pergeñado. Los matices, los detalles, las florituras vendrán a la hora de ejecutar. Por ello un buen proyecto es un buen trecho de camino realizado, aunque no asegura el éxito de la ejecución. La mente ha de estar atenta hasta el final, cuando ya se entrega la idea plasmada.
La mente ha de ver con anterioridad lo que ha de realizarse, anticiparse, viendo con los ojos de la imaginación que no de la obra, debe recrearse previamente en un estado mental para que puedan bajar las ideas al mundo de la plasmación. La mente es el verdadero motor oculto con que se construye, aunque en el descenso de esa idea primera las obras se comienzan a plasmar con el alma, cuando se «viven», cuando nos entregamos a ellas, cuidándolas como a un hijo, cuando nos inclinamos con las manos tendidas sobre el barro, como un alfarero que olvidará su idea tan solo cuando pase a ser un objeto acabado. Las adversidades, la carencia de materiales y recursos, de medios físicos y económicos no son obstáculo para una mente realmente decidida a crear.
La creación es una forma de inspiración que llega de lo alto y nos posee, una convicción arrebatada que llega del mundo de las ideas y roza nuestra frente, disipando todas las dudas, los miedos, los vaivenes.No debemos temer destapar el misterio que duerme tras la materia. Abrir nuevos caminos de ejecución, nuevos métodos, incluso crear nuevos materiales a partir de los existentes. Todo esto es propio de quien confía en su labor creativa, como un cirujano confía en que podrá vencer una enfermedad, aunque el trecho que falte hasta la curación sea largo, penoso y cargado de esfuerzo.
Construir es un modo de crear, de asemejarse al gran Demiurgo al inicio de los tiempos, cuando la materia sin forma vagaba a la espera de la idea primigenia. En la antigüedad era una ciencia reservada a los iniciados, a quienes accedían al conocimiento como un modo de hacer mejor al mundo y a los demás. Plasmar es un alto don que no siempre sabemos agradecer. Aún hoy, que se ha perdido la relación de cada oficio con las leyes de la naturaleza y los elementos, es un alto don. Debemos ofrecer lo mejor de nosotros mismos como material que la Vida moldea para crear nuevas formas, nuevas líneas de fuerza, nuevos caminos con que se recree un mundo nuevo y mejor.
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Este trabajo es tan solo una línea de fuerza, una pauta general que pretende marcar rumbos por los cuales incitar a la investigación. las fuerzas que crean y definen las formas llegan desde lo más alto a lo más bajo y dan su tónica a cada vibración. Aquellos que construyen han de saber manejar todos los registros y pliegues de la naturaleza. Su conciencia ha de ascender a lo más alto para atisbar después los detalles más insignificantes de la forma. Construir es recrear, un viejo don que se nos ofrece de nuevo.
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