La Filosofía, ¿para qué? (Carta a un viejo amigo)
Autor: Carlos A. Farraces
Querido “x”:
No pretendo dar una respuesta definitiva a tu pregunta del otro día. Sin embargo, tras aquella conversación, he intentado ordenar algunas ideas y presentártelas por escrito. Para empezar, sé que la palabra filosofía se asocia con la idea de falta de aplicación o, incluso, algo que no sirve para nada. De hecho, en España se decidió quitar esta materia de los planes de estudio hace unos años (ahora, parece que vuelven a implantarla). Esta equiparación de la filosofía con una actitud puramente especulativa (o peor, como un adorno totalmente prescindible), me produce una mezcla de pena y enfado. ¡Distraerse en un conjunto de ideas sin intención de comprobarlas o vivirlas es una actitud que nada tiene que ver con la filosofía!
En relación a esto, no hace mucho, un famoso divulgador científico, Bill Nye, presentador de televisión en Estados Unidos, definía la filosofía como “una búsqueda sin sentido de problemas inútiles que no tienen respuesta”. Hay que admitirlo: la frase es ocurrente y supongo que habrás sonreído tras leerla un par de veces. Un profesor de filosofía le contestó en una carta abierta, y, tras una descriptiva demostración del origen de la ciencia, terminaba así:
“…estarás encantado de comprobar cuánto tienen en común filosofía y ciencia y, ciertamente, que la ciencia es en verdad filosofía aplicada. Sé que estás abierto a revisar tus creencias cuando se te presenta evidencia al respecto. Espero que estés dispuesto a cambiar también tu opinión de la filosofía. No es una especulación sobre inútiles cuestiones sin respuesta posible. Es lo que reside en el corazón de todo aquel que busca el conocimiento, incluidos los científicos”. David Kyle
Sinceramente, la poética definición de la filosofía que da Kyle al final (“lo que reside en el corazón de todo aquel que busca el conocimiento”) creo que supera la ocurrencia de Nye.
No hay necesidad de alargar mucho la defensa de la filosofía en esta línea, pero supongo que recuerdas que muchos de los fundadores de las matemáticas, como Pascal, Descartes o Leibniz, eran filósofos. Hipócrates, padre de la medicina moderna, también. El logro reciente de la computación y la informática fue posible gracias a descubrimientos en lógica (una rama fundamental de la filosofía) a principios del siglo XX. La mayoría de disciplinas académicas se remontan a Platón y Aristóteles. Y no hay que olvidar que la ciencia fue en un principio llamada “amor por el conocimiento de la naturaleza” (philosophia de la phisis).
Así, de dudar de la utilidad de la filosofía al principio, hemos pasado a una afirmación sorprendente: necesitamos hacer filosofía para ser plenamente humanos. No es mi opinión, como ya has visto. La filosofía nace cuando el ser humano comienza a lanzar cuestiones fundamentales y, sobre todo, cuando todo parece perder sentido. Como navegantes a la deriva, recordamos que hay estrellas, y entonces acudimos a quienes pasaron por la misma situación y nos dejaron mapas que hablan de cosas fundamentales de la vida y del ser humano, para aplicarlas aquí y ahora.
En pocas palabras, la filosofía es una herramienta valiosa e imprescindible para nuestra evolución. Una noticia que recibí (y me parece que te la envié al correo) es clarificadora en este sentido. Un científico japonés del Panel Intergubernamental del Cambio Climático decía:
“Los científicos hemos constatado que existe un problema de emisiones, pero no lo podemos resolver. Puesto que el CO₂ lo producen las máquinas, tenemos que llamar a los ingenieros. Éstos, a su vez dirán que existe la tecnología necesaria para solucionar el problema, pero que cuesta dinero, así que llamarán a los economistas. Los economistas harán sus cálculos y dirán que, para conseguirlo, habrá que cambiar el actual modelo social basado en el derroche energético… Así que se llamará a los sociólogos. Estos, a su vez, dirán que es un problema de escala de valores que ellos no pueden resolver, así que acudirán a los filósofos para que nos digan en qué valores deberíamos poner nuestro empeño y nuestro interés”.
Como has visto, he querido darte una visión clara de qué es filosofía porque si no, difícilmente podemos llegar a una conclusión fiable de para qué sirve.
“Vale”, me dirás, “entonces, ¿qué valores nos proponen esos filósofos del japonés?”:
“En primer lugar, (la filosofía) sirve para entender fenómenos de la vida social, política y económica para los que las ciencias no tienen una respuesta clara; en segundo lugar, permite tomar distancia de la realidad para someterla a examen, a crítica, y pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad y responsabilidad; y, por último, la filosofía nos enseña a hablar de otra manera, de forma racional y argumentada, a escuchar los argumentos del otro y a estar dispuestos a modificar el propio punto de vista si fuera necesario”.[1]
Y esto no es todo. Hay otro aspecto que me preocupa. Quizá admitas ya el gran valor de la filosofía y la ves por fin como algo práctico, pero, aun así (casi te estoy oyendo): “Bien, puede que sirva para responder mis preguntas más secretas, pero tengo poco tiempo y muchas cosas que hacer en la vida”. Te entiendo, pero déjame que te diga que no te comprendo.
A todos nos interesa desarrollar los valores que duermen en nuestro interior. Lo hemos hablado muchas veces. Aunque nos creamos pequeños, con cierta dosis de esfuerzo y disciplina, podemos lograr avances. Quizá no seamos grandes héroes, pero podemos ser un buen héroe cotidiano. No dejes que entre en ti la idea de que la filosofía es para unos pocos. Estamos hablando de un estilo de vida, no de adquirir opiniones, fechas, autores, teorías, escuelas… La Filosofía no sirve (o no debería ser su cometido) para adquirir prestigio intelectual.
Voy acabando. Cuando afirmaste que “la filosofía no va a cambiar el mundo”, tenías razón. En aquel momento no supe reaccionar bien; ahora sí: La filosofía sirve para cambiar nuestra manera de ver el mundo. No es un juego de palabras. La filosofía no puede cambiar nada; es el ser humano el que tiene que cambiar; o sea, tú y yo. Esto conlleva un reto: la transformación de uno mismo. Y creo, querido amigo, que esto es lo que más tememos…
La filosofía sirve para facilitarnos un encadenamiento de despertares. Despertar a una nueva visión de mí mismo, del significado de las cosas y los acontecimientos que nos rodean. Por favor, no admitas la posibilidad de quedarte dormido, porque te perderás oportunidades, nuevas amistades, nuevas motivaciones, y una nueva visión del ser humano y del mundo.
No podía dejar aquella conversación a medias. Espero que te sirva. Un abrazo.
Notas:
[1] Esta es una respuesta de Jorge Úbeda, que fue director académico de la Escuela de Filosofía de Madrid.
Muy interesante y educativo!
Es un artículo muy interesante.
me parece un muy buen articulo