Marco Aurelio
Roma, 121 d. de C. – 180 d. de C.
Nació en Roma con el nombre de Annio Vero, el 26 de abril del año 121 d. de C., durante el reinado de Adriano, en el seno de una familia noble, originaria de la Bética.
A la muerte del emperador Adriano, le sucedió Aurelius Antoninus cuya esposa, Faustina, era tía de Marco Aurelio. Dado que la pareja imperial no tenía hijos, adoptó en el año 138 al sobrino y le cambió el nombre por el de Marco Aurelio Antonino, nombrándolo su sucesor. Se casó con la hija de ambos, Faustina, con la que tendría muchos hijos y de los que sólo sobrevivió Cómodo, quien llegaría a sucederle.
Desde su juventud practicó el estoicismo, entregándose al aprendizaje del arte del gobierno. Una cohorte de maestros le instruyeron para su futuro cargo, entre los que se encontraban Apolonio, los estoicos Sexto y Julio Rústico, Frontón quien le inició en el arte de la retórica, Alejandro el gramático, Alejandro el platónico, Cátulo, Severo el peripatético, Máximo y Diogneto.
Elevado al consulado en el 140, obtiene más tarde la tribunicia potestas y el imperio proconsular, base de los poderes imperiales. A la edad de cuarenta años, fue nombrado César. Contra los deseos del Senado, escogió a Lucius Verus, el otro hijo adoptivo de Antonino, como su ayudante en el trono, cediéndole la mitad del Imperio; era la primera vez que Roma tenía dos Augustos.
Logró introducir notables reformas e innovaciones en la administración pública, instituyendo reformas legislativas, como el reconocimiento del derecho natural en el ámbito hereditario, el mejoramiento de las condiciones de los esclavos, la creación de fundaciones a favor de la infancia, etc. Cuando un terremoto destruyó la bella ciudad de Esmirna, lloró abiertamente y ordenó a continuación su reconstrucción con cargo al erario público.
Durante su reinado, tuvo que hacer frente a toda clase de adversidades. En el interior, una plaga de peste asoló el mundo occidental y mermó su población; grandes inundaciones sobre Roma acabaron con las reservas de grano provocando una gran hambruna que Marco Aurelio afrontó vendiendo las joyas reales para aliviar los padecimientos de su pueblo; traiciones internas como las de Aviudus Cassius, fueron las duras pruebas que tuvo que afrontar.
Otra serie de problemas se cernían sobre las fronteras. La pax romana, que se extendía desde la parte occidental de Europa, norte de áfrica, Armenia y Siria, se vio amenazada por diversas tribus, y dado que la majestad imperial era la garantía del mantenimiento de este inmenso dominio, de los diecinueve años de su reinado, diecisiete estuvieron empeñados en un inmenso esfuerzo para preservar los confines del Imperio. En el 166, el tratado de paz firmado con los Partos, con la anexión de parte de Mesopotamia, creó una situación de tranquilidad en Oriente. En cambio, en el Danubio, la situación era distinta: en el 167 los Germanos habían llegado hasta Aquileia y Marco Aurelio afrontó con firmeza la difícil empresa de repelerlos.
Este emperador con alma de filósofo y voluntad inquebrantable, lejos de la avidez del poder y debido a su natural inclinación a la meditación y al aislamiento, entendió su cargo político y militar como un deber ineludible. Tenía una profunda conciencia de su particular deber como filósofo y de que el Destino le había brindado la oportunidad y el momento adecuado para desempeñarlo. Su calidad humana se aprecia en su obra que transmite el fruto de sus meditaciones hechas en soledad y que representa el mayor código moral de la antigüedad en el que resplandecen virtudes como la ecuanimidad, la piedad y la tolerancia: Marco Aurelio piensa que la humanidad es una, y que su bien reside en el triunfo de la justicia, la más antigua de las divinidades y, al mismo tiempo el fundamento de toda virtud.
Durante una campaña militar en el Danubio, el 17 de marzo del año 180, encontró la muerte víctima de la peste, tras haber gobernado 17 años Roma en el cenit de su poder, y haber encarnado, en muchos sentidos, el ideal platónico del
Extraído de Biografías de filósofos en web Acrópolis
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