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No hay anhelo más grande y poderoso en un ser humano como el “Poder Ser” y el “Poder Hacer”, ni hay problema más difícil de resolver que este Deseo de Poder, aunque este deseo interior no es homogéneo en todos.
La complejidad de estos anhelos y su mismo impulso -tradicionalmente- se ha situado en la sede del Alma, sin que se acabase de aclarar ni definir. Séneca en cartas a Lucilio realiza verdaderas reflexiones de sabiduría acerca del Alma, señalando un camino de sabiduría moral para conocerse a uno mismo.
Otros filósofos también han tratado el tema, como Luis Vives, que en el tratado Sobre el Alma inicia el texto diciendo: “No existe conocimiento de cosa alguna ni más excelsa, ni más sabrosa, ni que mayor maravilla ocasione, ni que acarree más utilidad a las más generosas empresas que el conocimiento del Alma, pues siendo el Alma la criatura más excelente de cuantas fueron creadas bajo el cielo, y por esto mismo más valiosa y excelente que el cielo mismo, siguiese que merezcan la mayor estimación todos los conocimientos que podamos adquirir acerca de ella”1.
Pero si Luis vives -o cualquier otro filósofo- lo hubiese aclarado mejor, no hubiese continuado el misterio, resolviéndose en gran parte el sentido de la vida. Tampoco la negación de esta realidad es la solución, pues también se habrían resuelto estos conflictos, y las pruebas políticas de tipo comunismo realizadas en el siglo XX habrían resuelto el problema.
La filosofía ha sido una gran canalizadora de estas inquietudes y la clarificación de este “misterio”, o el inicio fue debido a HP Blavatsky con la divulgación de Doctrina Secreta en el siglo XIX donde – entre otros conocimientos- nos habla de las leyes de la naturaleza con su constitución septenaria del hombre y del universo. Pero no sería suficiente si esta compleja enseñanza no la hubiesen continuado sus discípulos en el tiempo.
La decisión del camino reside en la libertad y conciencia de cada uno, pero sobre todo en seguir un camino de sabiduría. Las obras que no traen salud al cuerpo o al alma van contra las leyes de la naturaleza y traen enfermedad, dolor del cuerpo, del alma o de ambos
El poder se asocia a la capacidad política de ejercer una fuerza o imposición, pero previo a ello está la capacidad humana de ejercer esa fuerza o imposición a través de su fuerza interior o del instinto de poder.
Este poderoso instinto forma parte de toda la historia romana desde su misma fundación y lo constata el crecimiento fulgurante y la paulatina imposición sobre todos los pueblos del mediterráneo. Los historiadores romanos siempre han unido su crecimiento con la protección divina, y la canalización de las virtudes de su tradición, pero conscientes de que solo así podrían plasmar un mundo mejor; se sentían predestinados.
Pero el instinto de poder siempre estuvo presente desde la misma fundación de Roma. Tito Livio narra en las décadas la lucha que hubo entre los dos previstos fundadores.
“La multitud de habitantes que llenaba Alba y el Lacio aumentaba más y más con la llegada de pastores y hacía esperar que la nueva ciudad (determinada por Rómulo y Remo) superaría a la de Alba y Lavinia. Estimulaba este deseo la sed de mando, mal hereditario entre ellos y aquel debate tranquilo en un principio terminó en odiosa lucha. Como eran gemelos y no podían decidir la primogenitura, encomendaron a las divinidades tutelares de aquellos parajes el cuidado de designar por medio de augurios cuál de los dos había de dar nombre y regir la nueva ciudad, retirándose Rómulo al palatino y Remo al Aventino, para inaugurar allí los templos augurales.
Se afirma que fue Remo quien primero recibió los augurios: estaban determinados por seis buitres, y acababa de anunciarlo, cuando Rómulo vio doce; siendo aclamado rey cada hermano por los suyos, fundándose unos en la prioridad y otros en el número de aves. La ira convirtió en ensangrentado combate aquel altercado y en el choque cayó muerto Remo”.2
Este deseo de sobresalir fue constante en la historia romana, y gracias a ello lograron proezas admirables, en ofrenda a la Republica y a los dioses. Los orígenes de Roma es una ofrenda de virtudes y sacrificio a su república y deidades como constan en tantos hechos históricos. Todos asumieron el papel que les correspondía en la construcción del Ideal de Roma, y canalizaron sus mejores virtudes y cualidades. Pasado el tiempo y en la medida de que la republica fue creciendo se fueron diluyendo los valores del alma y muchos empezaron a canalizar mal los instintos de poder, y las antiguas virtudes llegaron a considerarse cualidades del pasado poco útiles para su momento presente.
El historiador Romano Cayo Crispo Salustio, narra dos episodios importantes: la conjuración de Catilina y la guerra de Jugurta. Estos dos hechos históricos muestran de forma clara la ambición de poder inherente a todo ser humano.
Salustio ha vivido la inestabilidad política de su tiempo y busca las causas de los conflictos sociales y los sitúa en el instinto de poder. Comienza a plantearse la cuestión de la dignidad humana como algo distintivo a las bestias. Esta dignidad proviene de sus posibilidades de actuar con el ánimo o alma. Pero también plantea el peligro de ejercer ese poder sin virtud.
“Justa cosa es que los hombres, que desean aventajarse a los demás vivientes, procuren con el mayor empeño no pasar la vida en silencio como las bestias, a quienes la naturaleza crio inclinadas a la tierra y siervas de su vientre. Nuestro vigor y facultades consisten todas en el ánimo y en el cuerpo: de este usamos más para el servicio, de aquel nos valemos para el mando; en lo uno somos igual a los dioses; en lo otro, a los brutos. Por esto me parece más acertado solicitar gloria por medio del ingenio que de las fuerzas corporales, y puesto que la vida que vivimos es tan breve, eternizar cuanto sea posible nuestro nombre, porque la gloria que producen las riquezas y hermosura es frágil y caduca; la virtud ilustre y duradera”3.
Esta misma reflexión nos habla del anhelo de eternidad de todo ser humano, del impulso que nos lleva a realizar cualquier obra en el mundo para eternizar nuestra memoria, pero no de cómo canalizar este anhelo. Poco a poco va planteando la cuestión filosófica de los problemas que esto genera, pero son reflexiones enmarcadas en la vida pública y política, en ningún momento busca causas más profundas del alma humana.
“No obstante, esto, hubo larga y porfiada disputa entre los hombres sobre si el ejercicio de la guerra se adelantaba más con las fuerzas del cuerpo o con el vigor del ánimo, porque para cualquier empresa se necesita consejo; resuelta una vez, de pronta ejecución. Y así, el ánimo y el cuerpo, no pudiendo obrar por sí solos, mutuamente se necesitan y socorren”.4
Reconoce que no fue siempre así, sino que fue debido a un desarrollo histórico. “En lo antiguo, los reyes (que este nombre se dio en el mundo a los primeros que mandaron) ejercitaban ya el ánimo, ya el cuerpo, según el genio de cada uno; aún entonces pasaban los hombres sin codicia; todos estaban contentos con su suerte”.
Pero la verdadera crisis de este desarrollo lo sitúa en la mezcla de fuerza interna mal canalizada y el ejemplo más claro lo declara en dos personajes históricos, muy nefastos ambos para la sociedad de su época. Catilina para Roma y Jugurta para la Númida. El primer personaje puso en peligro la misma subsistencia de la política romana y el segundo destruyó el reino Númida.
Cuenta Cicerón -en las Catilinarias- que este personaje urdió un plan para asesinar a gran parte del senado romano y tuvieron que desbaratar el complot a través de espías y la unión de los hombres de bien.
“Lucio Catilina fue de linaje ilustre y dotado de grandes fuerzas y talento, pero de inclinación mala y depravada. Desde mancebo fue amigo de pendencias, muertes, robos y discordias civiles, y en esto paso su juventud. Sufría cuanto no es creíble el hambre, la falta de sueño, el frío y demás incomodidades del cuerpo; en cuento el ánimo, era osado, engañoso, vario, capaz de fingir y de disimular cualquier cosa, codicioso de lo ajeno, prodigo de lo suyo, vehemente en sus pasiones, harto afluente en el decir, pero poco cuerdo. Su corazón vasto le llevaba siempre a cosas extraordinarias, desmedidas, increíbles”.5
Hoy este examen seria diluido en interpretaciones psicológicas, pero el instinto de poder mal canalizado puede causar verdaderas desgracias.
El segundo personaje causó mayores desastres, mayores crímenes y más dolor pues tuvo más libertad. Ejerció un poder sin control, supo disimular sus instintos bestiales disfrazados de virtud y destruyo el reino de Númida, que en su época era considerado prospero. Sería de poca utilidad narrar los latrocinios y asesinatos de este loco, aunque el historiador establece un antagonismo entre los vicios del instinto de poder y la virtud del servicio y clama por esta.
“Porque muchas veces he oído que Quinto Máximo, Publio Escipión y otros esclarecidos varones de nuestra ciudad, cuando miraban los retratos de sus mayores solían decir que se les inflamaba el ánimo para la virtud: esto es, no que aquella cera ni su figura tuviesen en sí para ello tanta fuerza, sino que con la memoria de sus hechos se avivaba en los ánimos de aquellos grandes hombres una llama que nunca se apagaba hasta igualar con la propia virtud su reputación y gloria”.6
El historiador pone el acento en las virtudes de los antepasados, y en cómo emular los hechos gloriosos que estos vivieron y que se estaban diluyendo. Los historiadores dividen estas fuerzas morales en públicas y privadas, pero suelen relacionarse entre sí.
Autoritas: Autoridad espiritual, construida a través de la experiencia.
Consilium: Reflexión antes de actuar.
Comitas: Buenas maneras o cortesía.
Clementia: Suavidad, consideración a los demás.
Dignitas: Sentido del amor interno sobre los valores que se poseen.
Firmitas: fuerza interior y capacidad.
Frugalitas: Templanza y austeridad
Gravitas: Sentido importante de lo que se acomete
Humanitas: ser cívico, refinado, tener cultura.
Industria: trabajar duro.
Pietas: respeto al orden natural, social y político: devoción a lo divino.
Prudentia: Previsión, sabiduría, discreción personal.
Salubritas: Salud y limpieza Severitas: Autocontrol, severidad Aplomo: Tener densidad en el carácter
Veritas: Honradez, verdad de lo que se hace
Abundantia: El ideal de tener comida y prosperidad para todos los segmentos de la sociedad.
Aequitas: Equidad, armonía, justicia entre las personas. Bonus Eventus: Buena suerte. Buena Fortuna Clementia: consideración a las demás naciones.
Concordia: Armonía entre personas y con otras naciones.
Constantia: Fidelidad a los principios.
Continentia o Temperantia: Moderación. Autocontrol.
Felicitas: prosperidad.
Fides: fidelidad a la palabra dada.
Fortuna: suerte.
Genius: espíritu que anima las cosas; naciones y personas en especial.
Hilaritas: alegría, jovialidad. Iusticia: justicia expresada en leyes. Labor: esfuerzo.
Laetítia: contentamiento, agradecimiento.
Libertas: libertad interna y externa.
Nobilitas: acciones nobles y generosas en los intereses sociales y públicos.
Ops: riqueza.
Patentia: paciencia, en especial en momentos de crisis.
Pax: paz
Pietas: honra a los dioses.
Providentia: previsión. Habilidad para sobrevivir.
Puditia: modestia.
Salus: salud.
Securitas: seguridad. Gobierno eficiente que lleva a la paz.
Spes: esperanza.
Uberitas: fertilidad.
La educación del joven contenía la asimilación de estas cualidades y se transmitían a través del ejemplo y las historias contadas de sus antepasados, de tal personaje era muy Humanitas, o el otro que tenía un carácter Severitas y sus hechos constataban estas fuerzas morales. Siglos más tarde el mismo Emperador Marco comienza sus soliloquios: “Aprendí de mi abuelo Vero a ser de honestas costumbres y no enojarme con facilidad. De la buena fama y loable memoria de mi padre, a portarme con modestia y varonilmente”7.
Los cambios de la sociedad en el siglo I a.c con la inclusión de otros pueblos llevó a diluir estas costumbres y el instinto de poder mal canalizado produjeron guerras civiles que llevaron a los filósofos estoicos a la búsqueda de sus causas. Con el tiempo dieron el calificativo de Salud del Alma, al estado de virtud y enfermedad a los estados degradados del carácter, pero se les reconoce a estos filósofos su concepto de Vida Interior. No toda acción que proviene del ánimo o alma es legítima pues sino es guiada por la sabiduría puede causar desastres para el individuo y la sociedad.
El profesor Luis Gil -conocido por sus traducciones de los clásicos- en su interesante obra: Therapeia La medicina popular en el mundo clásico explica la asociación de la salud en el mundo clásico con la filosofía y en especial el descubrimiento de la Vida interior de los filósofos estoicos.
“Supuesto que esta actitud, no exenta de grandeza, que el estoicismo llevaría a sus últimas consecuencias, es el descubrimiento de la Vida Interior, de la fuerza insospechada de la voluntad, de un algo invisible, aunque exteriorizable, distinto del cuerpo y capaz de enfrentarse con su vulnerabilidad y doloribilidad”.8
Este cambio revoluciona el concepto del individuo pues conlleva la Autoconciencia y la Responsabilidad de los propios actos, ya no basta con imitar lo virtuoso, sino saber cuál es su responsabilidad en el mundo y que depende del individuo. El examen interior se establece como ineludible, además se establece de manera “popular” el concepto maestro-discípulo. Daban charlas, escribían libros y difundieron la filosofía del diálogo en su búsqueda de lo verdadero. Subieron la conciencia del individuo al sabio y este logos fue el modelo a imitar; el sabio es el maestro espiritual.
Aunque Seneca, Marco Aurelio y Epicteto fueron los estoicos más conocidos, se dio una popularización de la filosofía y una correlación discipular entre unos y otros y que participaron hombres de estado como Cicerón hasta siervos, como lo fue Epicteto, que en el Enquiridión nos dice:
“Hay ciertas cosas que dependen de nosotros mismos, como la opinión, la inclinación, los deseos, la aversión y, en una palabra, todas nuestras operaciones”.
Epicteto acota al individuo la responsabilidad individual, en un claro ejemplo de vida interior.
“Otras hay también que no dependen de nosotros, como el cuerpo, las riquezas, la reputación, los imperios y finalmente, todo aquello que no es de nuestra operación”.9
Y sitúa lo que nos es dado por naturaleza y las responsabilidades sociales a temas exteriores de nuestro mundo interno. La libertad y felicidad humana, está exclusivamente en lo que depende de nosotros.
Sobre la libertad y muy vinculada a la vida interna Cicerón en el libro de las paradojas nos dice: “¿A qué hombre libre he de mandar quien no puede mandar y sujetar sus deseos? Refrene primero sus liviandades, menosprecie los deleites, reprima su colera, contenga su avaricia, eche de sí los demás vicios y manchas del ánimo, y comience entonces a mandar a los otros, cuando deje él de obedecer a aquellos tan malvados señores como son el deshonor y la torpeza; pero mientras esto estuviere sujeto, no solo no ha de ser tenido por capitán, mas ni aun por libre”.10
Séneca difundió muy bien ese diálogo discipular en sus libros, en especial cartas a Lucilio. Los poderes humanos son relegados por la búsqueda de la sabiduría, como fin del sabio y del alma humana ¿Qué es la vida y cuál es el sentido de la vida? Lo prioritario no es “ser alguien” en el mundo sino Ser Consciente de la propia identidad en el mundo y para ello, establece un dialogo de búsqueda entre maestro (Séneca) y el discípulo (Lucilio). Él mismo se pone como ejemplo de aprendizaje constante.
“Hace cinco días que asisto en la escuela de un filósofo y le oigo explicar desde la hora octava. “A buena hora”, exclamas. ¿Y porque no buena? ¿Qué necedad mayor que la de no aprender lo que ignoraste tanto tiempo?”11.
Los estoicos proclaman unos valores de todas las edades y género. Establecen diálogos de temas humanos entre una búsqueda de la verdad a un despertar de la conciencia: no interesa tanto la conquista del mundo como la conquista interior y para eso el diálogo filosófico es la base y la filosofía el camino de realizar buenos ciudadanos.
“Yo entiendo que yerran aquellos que piensan que los fieles servidores de la filosofía son rebeldes y sediciosos, menospreciadores de los magistrados o de los reyes o de cualesquiera administradores de la cosa pública. Y es todo al revés; son sus mayores agradecidos y no sin razón, porque a nadie son más útiles que a aquellos que pueden fruir (gozar) del ocio con toda tranquilidad”.12
Y equipara al hombre bueno a lo divino, a la más alta conquista que se puede lograr en el mundo: la conquista de uno mismo.
“Así te digo, Lucilio, y te invito a encaramarte en el cielo por un muy breve atajo. Solía Sexto decir que Júpiter no puede más que un hombre bueno” ¿En qué aventaja Júpiter a un varón bueno? En que lo es más tiempo; pero el sabio no se tendrá en menos porque sus virtudes se circunscriben en el espacio más corto”.13
Pero esta bondad es una conquista del alma, pues existen fuerzas internas muy superiores a la misma fortuna y venciendo las dificultades se alcanza la felicidad, pues no hay nada en el mundo que un Ser Humano no pueda vencer.
“Dite a ti mismo: de todas estas cosas que tan terribles se te antojan no hay ninguna invencible; una tras otra otros muchos las fue venciendo: venció al fuego Mucio; a la cruz Regulo; al veneno Sócrates, al destierro Rutilo; Catón a la muerte ocasionada por un puñal. Venzamos algo también nosotros”14.
Así el filósofo invita a la conquista de uno mismo y a un paulatino despertar de la fuerza interior dejando claro que los poderes humanos se despiertan viviendo de acuerdo a las leyes de la naturaleza. Este paulatino despertar se logra aplicando las enseñanzas de la filosofía y de los sabios a un estado superior de conciencia; la conciencia del sabio, representada en las fuerzas vivas del alma espiritual. Los estoicos plantean la virtud como base para la felicidad, pero esta es la conquista interior del sabio mediante la vivencia de la sabiduría.
Roma y los filósofos estoicos abren el camino de la Vida Interior y la Autoconciencia como fin del alma humana para alcanzar la realización y la sabiduría.
La situación de incertidumbre y violencia que vivimos hoy, es un claro ejemplo de que esta vida interna del individuo está aún por ordenar y clarificar. Además se agrava el que siga siendo normal que la “educación” este centrada en lo técnico y la competición como desarrollo del individuo, y es ocasional que se incluyan valores humanos de inclusión y cooperación, pero precisamente son estos los que llevan al ser humano a un desarrollo integral y a despertar valores tan en desuso como la imaginación, la creatividad, la comunicación interna y externa (comunicación constructiva) y tantos otros que nos permiten resolver conflictos y alcanzar la paz interior. No es suficiente la competitividad, también hay que saber vivir de acuerdo a las leyes de la naturaleza.
Para terminar con una frase de Concepción Arenal que resume parte del desconcierto interno que vive el ser humano actual. “Hay enfermos de espíritu muy acompañados materialmente, y cuyo corazón está muy solo”.15
Autor: Luis Gil Título: Therapia Editorial: Triacastela Madrid 2004
Autor: Juan Luis Vives Título: Tratado del Alma Editorial: Aguilar “Obras Eternas”. Madrid 1948 Autor: Epicteto – Marco Aurelio Título: Moralistas Griegos Editorial: Aguilar “crisol” Madrid 1960 Autor:Cayo Crispo Salustio Título: La Conjuración de Catilina-La guerra de Jugurta Editorial: Aguilar Madrid 1946
Autor: Seneca Título: Cartas a Lucilio Editorial: Aguilar “obras eternas” Madrid 1961 Autor: Tito Livio Título: Las Decadas Editorial: Edaf Madrid 1966
Autor: Cicerón Título: Las paradojas Editorial: Aguilar “crisol” Madrid 1945
Autor: Concepción Arenal Título: Breviario Humano Editorial: Aguilar “crisol” Madrid 1949
1 Luis Vives. Tratado sobre el Alma, De anima et vita 1538. Página 1147
2 Tito Livio Las Décadas VI-VII- página 13-14.
3 Salustio-La conjuración de Catilina. Página 3-4.
4 Salustio. La conjuración de Catilina -Página 38.
5 Salustio. La conjuración de Catilina -Página 42.
6 Salustio la guerra de Jugurta. Página 139.
7 Marco Aurelio- Soliloquios. Página 67.
8 Luis Gil-Therapia: Página 47.
9 Epicteco Enquiridión -Página 357
10 Cicerón. Paradoja V- Que solo los sabios son libres, y todos los necios, siervos. Página 459.
11 Seneca Carta LXXVI Oyendo a un filósofo. Página 588
12 Seneca Carta LXXIII Los filósofos, buenos ciudadanos. Página 577.
13 Seneca Carta LXXIII Los filósofos, buenos ciudadanos. Página 579
14 Seneca Carta XCVIII El alma puede más que la fortuna. Página 691
15 Concepción Arenal Vol. I pág.210
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