Una de las principales actividades de la Escuela de Filosofía a la manera clásica de Nueva Acrópolis, desde su fundación hace 63 años, es un curso introductorio a la Filosofía comparada de Oriente y Occidente. Su programa, diseñado para todo tipo de personas, es un recorrido por las principales escuelas de Filosofía que a lo largo del tiempo iluminaron el camino de los seres humanos en los dos extremos del mundo.

A pesar de que nuestro lenguaje convencional subraya la separación entre Oriente y Occidente, sabemos que se interrelacionan culturalmente de una manera cada vez más intensa, a medida que la tecnología facilita los intercambios y los seres humanos ensanchamos nuestras perspectivas vitales, derribando barreras que nos aíslan de lo diferente. Quizá sea este uno de los signos de los tiempos que estamos viviendo, junto al proceso contrario, el del empecinamiento en las identidades y la inclinación al choque entre civilizaciones, que diría Huntington, como preparando el terreno para los conflictos primero imaginados y luego incentivados interesadamente, que tanto dolor y destrucción están provocando en el mundo.

Que Occidente se libere de su proclamada superioridad y aprenda a mirar el mundo a través de las perspectivas que Oriente ha ido atesorando a lo largo de su fecunda historia es uno de los ejercicios más saludables, si queremos enriquecer nuestros recursos culturales con insólitas aportaciones integradoras y ponernos a salvo de la amenaza destructora de la barbarie en forma de fundamentalismos, nociones de pueblos elegidos y etnocentrismos de variadas manifestaciones. El mundo oriental está viviendo también parecido procedimiento, de aceptación de patrones culturales occidentales, a veces con resultados no enteramente satisfactorios. Muchos pensadores actuales, Edgar Morin entre ellos, recomiendan la práctica de mirar al mundo y a nosotros mismos desde esa doble perspectiva y los numerosos asistentes que frecuentan nuestras aulas pueden ofrecer testimonio de todo ello.

Cada vez que Occidente ha sabido ensanchar sus horizontes culturales, en busca de los fundamentos de ciertas disciplinas y claves interpretativas, se ha beneficiado ampliamente de la riqueza de su sabiduría. Una sabiduría profunda y antigua, que para nuestra fortuna ha llegado hasta nosotros casi intacta, nos invita a mirar al mundo y a nosotros mismos con ojos nuevos y a descubrir insospechadas posibilidades de encontrar salida a muchas de nuestras perplejidades, tanto intelectuales como prácticas y vitales. No hay más que probar para saber si realmente aporta los beneficios que promete y entender el motivo de su atractivo.

Ana Albo

Share
Publicado por
Ana Albo

Entradas recientes

El I Ching

El clima de desconcierto espiritual que caracteriza la Era Contemporánea, unido a una fuerte atracción…

3 meses ago

El concepto de Oikos en la Antigüedad

Para estudiar el mundo antiguo es necesario profundizar algunos conceptos que marcaban el proceder del…

4 meses ago

Ciencia y dignidad

Con un título tan lacónico voy a juntar en un mismo vaso dos líquidos inmiscibles,…

4 meses ago

El Jardín de las Delicias

Grande habrá sido la impresión del rey Felipe II cuando vio por primera vez la…

11 meses ago

El saber científico y el saber filosófico

“2:9 Dios el Señor hizo que creciera toda clase de árboles hermosos, los cuales daban…

1 año ago

Reflexiones sobre la complejidad

El premio Nobel, Ilya Prigogine, hacía la siguiente afirmación: “la naturaleza del universo es de…

1 año ago