La cosmovisión de mayas y aztecas
Autor: Nueva Acrópolis Cádiz
En toda Mesoamérica predomina la misma visión del cosmos y su relación con el hombre. Su origen es desconocido y algunos autores lo atribuyen a los primeros Toltecas fundadores de Teotihuacan para otros investigadores su origen sería mucho más antiguo y obra de los primeros y casi míticos Olmecas o “Cabezas Negras”, o traído por el Estrecho de Bering, o por barcas desde Asia o Polinesia.
Lo importante es que dicha cosmovisión parte de una deidad única, tan compleja y misteriosa que no podemos definirla, pero a veces la representan como un dios muy viejo, sentado y con un brasero sobre su cabeza: “El Viejo-Viejo Dios”, llamado por los aztecas Hue-Hue-Teotl. De esta deidad primera nacerá la primera Pareja Primordial, dos hermanos, hombre y mujer, que serán los primeros Madre y Padre de todo. De esta Pareja primordial surgirá toda la vida, empezando por los dioses. Dicha dualidad marcará toda la existencia y el ciclo de la vida, bien como armonía por oposición o como lucha de contrarios: vida-muerte, luz-oscuridad.
En textos Toltecas se recoge esta idea de dualidad como dos corrientes que corren por un mismo canal, juntas pero sin mezclarse: una de agua-vida y otra de fuego-destrucción, aquella del color del agua y con una espiral circular (como se mueven las aguas), la otra roja y con una espiral de líneas rectas (como el rayo cuando cae). Y en torno a este canal brotan a cada uno de sus cuatro lados diferentes tipos de plantas.
La Pareja primordial dará nacimiento a 4 dioses, cada uno en una de las cuatro direcciones del espacio: Xipe Totec (dios de la Primavera y del nacimiento de la vida, nace al Este que es por donde sale el Sol. Su color es el rojo), Quetzalcoatl (dios “Serpiente Emplumada”, relacionado con la vida espiritual, nace al oeste donde se pone el sol. Se relaciona con Venus. Su color es el blanco), Tezcatlipoca (dios de la muerte y destrucción; nace al norte, allí donde la luz es más débil y hace frío. Su color es el negro) y Huitzilopochtli (dios de la guerra, al Sur, por ser el lugar donde el Sol es más fuerte y da más calor).
Cada uno de los cuatro dioses en la Tierra ocupará su lugar en una de las cuatro direcciones, dando lugar a los Rumbos o Caminos- del Universo: En cada una de las cuatro direcciones el dios correspondiente se transformará en árbol del mundo y velará por todo lo que allí sucede: Todo lo que existe estará impregnado del espíritu y fuerza de su deidad tutelar.
La Tierra se concibe como un conjunto de cinco elementos: un cuadrado protegido y alimentado por cada una de sus caras por un dios: arriba, el Este (Xipe Totec), abajo el Oeste (Quetzalcoatl), a la derecha el Sur (Huitzilopochtli) y a la izquierda el Norte (Tezcatlipoca). Tanto mayas como aztecas y toda Mesoamérica sitúan arriba el Este por considerar el lugar donde sale el sol el más importante. Pero en el centro de este cuadrado está un quinto punto: el centro.
Este centro es móvil y se produce allí donde el ser humano es capaz de crear “La Ciudad” (Tula, Tulla o Tulam), es decir: el lugar donde hay cultura, donde los hombres son piadosos y solidarios, los gobernantes justos, las artes florecen y no existe la pobreza; en otras palabras: allí donde la humanidad sea capaz de reproducir la bondad, justicia y armonía que existe en el Universo.
El “centro” es movible y ha habido varias “Ciudades” destacadas en la historia de Mesoamérica: Teotihuacán, la propia Tula, la azteca Tenochtitlán, etc. Cada rey-sacerdote intentará hacer florecer su ciudad para convertirla en una “Tula”. La importancia del quinto elemento de la Tierra, del Centro, radica en que es allí donde está el eje que une los tres mundos: Cielo, Tierra e Inframundo en una unidad armónica donde el hombre puede comunicarse tanto con los dioses como con los ancestros y las fuerzas de la naturaleza y, por tanto, traer dichas fuerzas y poderes en su ayuda. Cuando dicho eje está inactivo, el caos, el dolor y la desesperanza se extienden por la humanidad porque el hombre está sin rumbo al haber perdido sus raíces y su vocación ascendente de luz, comportándose como una bestia.
El 5 es el número de la Tierra y expresa el movimiento, aquello que nos permite salir de la inercia y del estatismo: la evolución. En el caso de las pirámides este número representa la cúspide que está sobre el suelo y más cerca del cielo, donde está la capilla dedicada al dios, allí donde se ve más lejos y en mayor amplitud. El 4 sería la base pegada a la tierra, estática y fija.
Al igual que la Tierra el Cielo se divide en cuatro niveles, lo mismo que el Inframundo donde habita el dios de la muerte. Los cuatro del Inframundo más los cinco de la Tierra y los cuatro del Cielo nos dan 13, el número con el que se representa el Universo.
Departamento de Investigación de Nueva Acrópolis, Cádiz
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