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CONOCER LAS MANOSEl arte de leer las manos como medio de interpretación del carácter y la personalidad es conocido desde la Antigüedad.

Actualmente existen reglas y sistemas formales utilizados por especialistas en distintos campos del conocimiento.

Las manos son la herramienta por excelencia del ser humano, la «madre de las herramientas» podría decirse, pues en cierto modo, se convierten en todo aquello que prenden entre sus dedos. Forman parte activa en todos los actos de nuestra vida como fieles servidoras, siendo también expresión de nuestros procesos psíquicos y mentales, «la parte visible del cerebro». El lenguaje cotidiano muestra en buena medida la presencia permanente de las manos: «pedir la mano de la novia», «dejado de la mano de Dios», «echar una mano a alguien», «tener las manos largas», etc., y hasta tal punto son importantes que no habría sido posible el desarrollo de civilización alguna sin su ayuda. Justo es, por tanto, que les dediquemos un poco de atención.

Los expertos que se han ocupado de conocer mejor las manos utilizan generalmente varios términos. Se habla de quirología, que es el estudio de todo lo que concierne a la mano para deducir el carácter, la salud, los rasgos psicológicos de una persona, sus tendencias…; quirognomía, que se ocupa de los signos externos de la mano; quiromancia, que es la adivinación a través de la mano; y quirosofía, que engloba todo el conocimiento acerca de la mano.

Algo de historia

Las referencias más antiguas al arte de leer la mano proceden de la antigua India, apareciendo en las Leyes de Manú (Manava Darma Sastra) y algunos otros textos hindúes escritos en lenguaje tamil. Según la tradición hindú, el arte de adivinar por medio de la mano, llamado Anga Vidva, fue inventado por Samudra, el dios del mar, quien lo entregó a la humanidad. Se dice que los gitanos poseen conocimientos para leer la buenaventura, precisamente, porque son un pueblo procedente de la India. De la antigua India procede también el conocimiento de determinadas posiciones de las manos, llamadas mudras, que, básicamente, son un elemento esencial en determinados rituales mágicos, acompañados generalmente por ciertos mantras, cuya finalidad era despertar fuerzas divinas y facilitar la corriente de energía psíquica.

En China, la lectura de la mano se conoce con el nombre de Siang Cheou, existiendo textos escritos del siglo II a.C. Hebreos, egipcios, asirios y caldeos practicaban la quiromancia, atribuyéndosele en general un origen divino. Es muy conocido el pasaje del Libro de Job que dice: «Dios puso signos en las manos de todos para que cada uno pudiese conocer sus obras», y en el mismo libro se ponen en boca de Moisés las siguientes palabras: «La Ley del Señor será escrita en tu frente y en tu mano».

Se dice que Aristóteles regaló a su discípulo Alejandro Magno un tratado de quiromancia escrito en árabe con letras de oro, que había hallado en un altar dedicado al dios Hermes. Y por su parte, el emperador Julio César no se equivocaba nunca con las personas a las que había observado las manos.

En el año 313 la Iglesia prohíbe la quiromancia y amenaza con la excomunión a todo el que la practique, de forma que el arte de leer la mano se hace clandestino en toda Europa, hasta el Renacimiento, en que se ocupan de ella, por ejemplo, Paracelso y Cornelio Agripa.

En 1901 Scotland Yard adopta la técnica de tomar las huellas dactilares para identificar a los delincuentes, pues se observa que las huellas digitales de los dedos son únicas e invariables para cada individuo (algo que los chinos ya sabían hacía miles de años).

En la actualidad se sabe, por ejemplo, que los diez dedos de la mano ocupan un 60% de la superficie cerebral o córtex, y mediante unos experimentos realizados en Dinamarca y Estados Unidos, se ha demostrado que bastan unos sencillos ejercicios digitales, emulando la mecanografía, para mejorar la irrigación local del cerebro entre un 5 y un 15%, lo cual alarga la vida. Por esto se cree que la peculiar actividad de los pianistas tiene relación directa con la longevidad tan frecuente en estos músicos, porque al tener más riego sanguíneo en el cerebro se alarga su vida. También los chinos sabían esto; de ahí su conocida costumbre de llevar una pequeña bola en la mano, moviéndola entre los dedos.

La forma de las manos y los dedos

Lo ideal es tener una mano bien proporcionada en su forma y tamaño con respecto al brazo y al resto del cuerpo. Se dice que los individuos de manos grandes son minuciosos, detallistas y analíticos, escrutadores del porqué último de las cosas. Su inconveniente es la dificultad para adaptarse a nuevas situaciones. Por el contrario, el individuo de mano pequeña es reflejo de espontaneidad, muy activo, aunque puede llegar a ser algo desordenado e impaciente, sobre todo si tiene los dedos cortos.

Según la quiromancia china, los dedos de la mano son el Dragón, y la palma es el Tigre. El Dragón puede devorar al Tigre, pero este no puede devorar al Dragón; por tanto, es favorable que los huesos del Dragón sean largos, y los del Tigre cortos.

Si entre los dedos veis un gran espacio, eso indica una naturaleza ligera, incapaz de guardar un secreto y despilfarradora; de ahí la expresión «se le escurre el dinero entre los dedos».

Básicamente hay tres tipos de dedos, según la forma en que terminan: cuadrados, puntiagudos y espatulados. La persona de dedos cuadrados está dotada de espíritu metódico, concibe lentamente pero con rectitud; domina el lado práctico de las cosas, y es un administrador y organizador de primer orden. Tiene más propensión a buscar lo justo, lo positivo, el derecho y el deber que no la ternura, la sensibilidad ni los sueños azules.

La persona con dedos puntiagudos es siempre impresionable, impulsivo, carente en cierta medida de razonamiento y de lógica. La imaginación es su cualidad dominante, y se dice de él que «razona con el corazón». No recuerda: ¡sueña!, ¡imagina! Las manos con dedos puntiagudos se llaman a veces manos artísticas, entre otras cosas porque suelen ser hermosas: palma mediana, dedos sin nudos, uñas en forma de almendra y rosadas.

Quienes tienen dedos espatulados, es decir, dedos cuya falange ungulada se ensancha en forma de espátula, son activos, trabajadores incansables. Esta forma de manos excluye toda idea de poesía y de arte, excepto las artes mecánicas.

Simplificando un poco, y sin que sea algo definitivo, podría decirse:

– Para los dedos puntiagudos, la imaginación. Buena predisposición para el arte.

– Para los dedos cuadrados, la organización. Predisposición para los estudios.

– Para los dedos espatulados, la aplicación. Buena predisposición para los oficios.

El dedo índice es el dedo de Júpiter; amenaza, avisa, ordena; es por excelencia el dedo de la expresión social. El dedo medio es el dedo de Saturno; es el más largo y está situado en el eje de la mano; por ello, es imagen de lo que en nosotros permanece inmutable, de nuestras estructuras profundas, de nuestra vida interior, y se asocia con el destino. El dedo anular es el dedo del Sol, donde se llevan los anillos y las sortijas de oro, pues el oro simboliza el Sol; según una antigua creencia, hay un nervio que conecta directamente este dedo con el corazón. El dedo meñique muestra nuestra capacidad de adaptación, nuestra flexibilidad y nuestra capacidad de expresión; el hombre pequeño suele ser generalmente el más ágil, y la agilidad, sobre todo en los negocios y en el hablar, son las características asociadas al meñique, el dedo de Mercurio.

Pero el dedo más importante es el pulgar. Newton afirmó que a falta de otras pruebas, el pulgar sería suficiente para convencerle de la existencia de Dios. El pulgar está a la entrada de la mano, como un centinela vigilante a la puerta de la fortaleza. Lleva el signo de la más grande cualidad del espíritu: la voluntad, y de la más útil facultad del alma: la razón. La primera falange, la de la uña, refleja la voluntad, y la segunda falange, la razón. A esta falange los chinos la llamaban «La Sala de Estudio», asociándola con el sentido común. Una mano sin pulgar pierde casi por completo su capacidad, de ahí que exista una analogía entre una mano sin pulgar y un hombre sin voluntad. El hombre que va a morir esconde su pulgar porque la voluntad lo abandona, y el niño que llega al mundo tiene igualmente el pulgar encerrado en la mano.

Las líneas

Un antiguo quiromántico afirmó que las líneas de la palma son «las huellas dejadas por las raíces que nos sujetan al Cielo». Las líneas también pueden compararse con el trazado geográfico de los ríos sobre un mapa, en el que hay montes y valles, configurando todo un paisaje en miniatura, que sería la palma de la mano.

Cuando unas manos tienen multitud de líneas muy superficiales y una piel sumamente fina y delicada, los quirólogos dicen que son manos viejas, en el sentido de que han acumulado muchas vivencias. En cambio, si hay pocas líneas pero muy marcadas, también se considera que ha habido multitud de vivencias, pero se ha venido a la vida a seguir un camino muy definido, con una misión concreta. También se dice que las mujeres tienen más líneas que los hombres, lo cual denota una mayor complejidad psíquica, o mayor psiquicidad.

Los antiguos habían descubierto que las tres líneas fundamentales de la mano correspondían a la construcción de nuestro ser. La línea que rodea el monte de Venus (la base del pulgar) es la línea de la vida, porque Venus representa el amor, y el amor crea la vida. Esta línea registra nuestro «potencial de vida», que no hay que entenderlo solo como duración en años, pues como decía Séneca, vivir no es lo mismo que durar. La línea que recorre horizontalmente el medio de la palma de la mano se denominó línea de la cabeza, por corresponder con las facultades de la mente. La línea relacionada con la psique es la que se encuentra justo por debajo de los dedos, y es llamada línea del corazón. Si falta alguna de estas tres líneas puede ser un mal síntoma: enfermedad, accidente, o falta de equilibrio. Hay otras tres líneas importantes: línea del destino, línea hepática, y línea del Sol. Las demás líneas son secundarias.

El conocimiento de las manos nos señala tendencias, inclinaciones personales, pero no hay ningún tipo de determinismo en ello, pues todo se puede modificar y el hombre es siempre dueño de su propio destino. Lo útil es disponer del mayor número de datos posible sobre nuestra propia naturaleza, para que nos sirvan de ayuda en el camino de la vida, para que cada uno pueda llegar a ser aquello que realmente quiere ser.

Lo importante es saber qué vida está en nuestras manos, porque en ellas se va escribiendo poco a poco, pero sobre todo, porque también con ellas lo podemos construir.

Bibliografía

El enigma de la mano, de Madame A. Thèbes. Ediciones Safián, 1957

Los misterios de la mano, de Ad. Desbarolles. A.T.E., 1978

Tratado de quirosofía, de Ernesto Issberner Haldane. Ed. Kier, 1979

Tu mano. Guía práctica de quirometría, de Clement Blin. Ed. Everest, 1983

Curso de quiromancia. El antiguo arte de leer el futuro en la mano, de Laura Tuan. Ed. De Vecchi, 1995

Las líneas del destino. El lenguaje del rostro y las manos, de Kwok Man Ho, Martin Palmer, y Joanne O’Brien. Ed. Martínez Roca, 1989.

 

MIGUEL ÁNGEL ANTOLÍNEZ