De las grandes escuelas de filosofía de la Antigüedad el estoicismo fue la que mayor arraigo encontró en Roma y, entre sus figuras más destacadas, sobresale el cordobés Lucio Anneo Séneca (4 a. C. – 65 d. C). De familia noble, afincada en Córdoba desde la fundación de la ciudad, el joven Lucio se educó en Roma siguiendo los cánones de la época: lengua y literatura griega, retórica, derecho y filosofía con los mejores maestros. La influencia de su familia lo abocaba, en estos primeros años del Imperio, a dedicarse a la abogacía y a la política. Pasó tres años, entre el 28 y el 31 d. C. en Egipto para reponerse, con su clima cálido y seco, de la tuberculosis. A su regreso publicó su primera obra: Del país y religión de los egipcios, lamentablemente perdida. Comenzó su participación en la vida política y judicial de Roma, alcanzando el grado de senador y un alto prestigio como abogado. Pero, dadas las turbulencias políticas de la época (gobiernos de Tiberio y Calígula), bien pronto se vio envuelto en ellas, siendo finalmente desterrado a Córcega por el emperador Claudio, donde permaneció siete años.

De estos años datan sus primeras obras filosóficas, ya impregnadas de un fuerte carácter moral y destinadas a fortalecer la voluntad y la entereza ante las adversidades. Son las llamadas Consolaciones, dirigidas respectivamente a Marcia, Helvia y Polibio. En ellas Séneca pretende facilitarles consuelo ante sus desgracias, empleando para ello consideraciones filosóficas generales y señalando ejemplos de personajes famosos que hubieran pasado por trances semejantes, concluyendo con exhortaciones a la fortaleza y resignación. En los casos de Marcia y Polibio, el tema es cómo afrontar la muerte de los hijos y hermano respectivamente, y en el caso de Helvia, precisamente su propia madre, el proceso y destierro de el mismo. También de estos años son otras dos obras, tratados morales: De la constancia (firmeza) del sabio y De la Providencia. En la primera, intenta demostrar que el sabio no puede recibir injuria, porque nadie puede arrebatarle la virtud, ni ofenderle, porque no se puede ofender a quien es superior. En la segunda, intenta responder al enigma de por qué la Providencia permite que las desgracias y las injusticias se ceben contra los hombres de bien. La respuesta de Séneca es que las desgracias son útiles en cuanto pruebas en el camino para desarrollar la virtud.

Tras la boda de Claudio con Mesalina, esta logró que se le permitiera regresar a Roma (año 49), donde lo encumbró extraordinariamente: fue nombrado pretor, y también le encargó la educación, compartida con el prefecto del pretorio Afranio Burro, de su hijo Nerón, de once años en aquel momento. Durante casi once años, Séneca fue uno de los hombres más influyentes y poderosos de Roma. Hasta la muerte de Claudio, se encargó de la formación del joven Nerón, inculcándole la necesidad de un gobierno fuerte, una suerte de absolutismo monárquico, que asegurase la buena administración del Imperio, pero respetando siempre la legalidad y las atribuciones del Senado, al menos en su parte formal. Al ser proclamado emperador con dieciséis años, en el 54, Séneca y Burro se aliaron para compartir las tareas de gobierno. Bajo su influencia, el reinado de Nerón tuvo un comienzo realmente prometedor, que se ha conocido como quinquennium aureum, en el que el buen gobierno y el equilibrio entre autoridad imperial y Senado fueron las características más destacadas. De esta época es el tratado De clementia, en el que presenta su ideal político de monarca pleno de virtudes, generoso y lleno de preocupación por el bienestar de sus súbditos. Séneca invitaba a la aristocracia romana a colaborar en esta suerte de gobierno filosófico donde debían realizarse los ideales estoicos de justicia y clemencia.

Un desafortunado proyecto de reforma fiscal, que provocó un primer distanciamiento del Senado, y sobre todo, la creciente influencia de Popea, amante del emperador, marcaron el cambio de tendencia en el gobierno de Nerón. Aunque todavía conservaron su influencia política durante algún tiempo, Séneca y Burro iban a ser postergados muy pronto por los nuevos consejeros del emperador, entre los que destacaba Tigelino. Séneca fue acusado de enriquecerse de forma ilícita y tuvo que retirarse de la vida política hacia el año 59. Muy pronto, el gobierno de Nerón derivaría hacia el despotismo y la arbitrariedad.

Apartado de la corte, Séneca se consagró a la literatura y, sobre todo, a la filosofía. Entre las primeras obras debemos señalar varias tragedias, como Las troyanas, Hércules furioso, Medea, etc. Pero, sobre todo, nos interesan las filosóficas:

Cartas a Lucilio, su obra más extensa, donde toca gran variedad de temas, como el más allá, donde el alma se librará del peso del cuerpo, el dolor, el azar, el desapego de los bienes terrenos, la sabiduría identificada con la virtud como única fuente de felicidad…

Las Cuestiones naturales, donde Séneca plantea el estudio de los distintos fenómenos naturales: los rayos, los meteoritos, el arco iris, los vientos, los terremotos, incluyendo una mención del fin de la humanidad mediante un diluvio…

Y, por último, los Tratados morales como Sobre la ira, donde la describe como una locura breve de efectos catastróficos, aunque puede ser dominada por la razón; Sobre la vida feliz, que para los estoicos consiste en la vida “conforme a la naturaleza” y para ello debemos seguir los dictados de la razón, donde aprovecha para atacar a los malos intérpretes de Epicuro, que confunden el término “placer. También de esta época es Sobre la brevedad de la vida, cuya idea central es que los hombres no pueden quejarse de que la vida es corta cuando la malgastan en actividades insensatas y en vicios, pero es bastante larga si se dedica a buscar la sabiduría, que es la verdadera finalidad de la vida.

El mal gobierno de Nerón provocó muy pronto amplios descontentos y, en el año 65, se produjo una conspiración palaciega para terminar con su vida y sustituirlo por el noble Calpurnio Pisón, miembro de las antiguas familias de la nobleza republicana supervivientes. Descubierta la conjura, la represión fue feroz y en ella desapareció lo poco que quedaba de la antigua nobleza, entre ellos el propio Séneca, que murió abriéndose las venas.

MIGUEL ARTOLA