Un ideal es tal gracias y a pesar de los idealistas, pero sigue siéndolo aunque no hubiere idealistas para vivirlo y transmitirlo. Los buenos idealistas lo engrandecen; los torpes lo ridiculizan, pero el ideal es un arquetipo fijo que permanece como meta para todos los que puedan superar las tinieblas personales y las circundantes (Delia S. Guzmán).
Un ideal en la vida de un hombre es el resultado de varias experiencias resumidas por el Ego, las cuales se han establecido en su consciencia de modo que han llegado a ser parte de su propia vida (Jinarajadasa).
Uno de los fines de la educación es que la gente establezca en sí mismos ciertos ideales, modalidades de pensamiento, sentimiento y acción, que se han reconocido esenciales a la superior vida del Ego (Jinarajadasa).
Es posible medir el crecimiento de los Egos por la respuesta que dan a los Ideales (Jinarajadasa).
Los ideales activan el alma, y el alma no suele ser cómoda; por eso, la parte más reblandecida de nosotros mismos tiene aquello que nos compromete con la vida y con nuestros sueños: los ideales (M. Sandalo).
Las civilizaciones han sido gigantes huellas en el devenir del hombre en el esfuerzo por plasmar aquello que intuían como justicia, belleza, verdad, bondad… Cada pueblo, cada grupo humano es una aproximación (o alejamiento) a esos arquetipos inmóviles (que diría Platón), que al recrear esa cosmovisión con las características propias de su momento evolutivo y su propia idiosincrasia, genera una cultura y una civilización, y su caída es precisamente la pérdida de visión del motor interno, de las finalidades que dieron origen a las formas culturales para desarrollarlas (M. Sandalo).
Así se siguen unas civilizaciones tras otras como un renovado impulso que encarna, y tras agotar su experiencia, muere para reencarnar en nuevas formas en una cíclica búsqueda constante de la realización humana plena.
Lo importante es que la humanidad se eleve sobre las miasmas de la ignorancia, la crueldad y el egoísmo; y no importa qué pueblo lo encabece sino que ninguno quede retrasado (Jorge Ángel Livraga).
Solo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo por el porvenir (José Ingenieros).
Todos los ideales son sueños inspirados desde lo alto, visiones de la verdad, la cual reside en su plenitud en el ser divino o espiritual. Cuando el ideal y lo real son uno, el pensamiento y la acción coinciden (Sri Ram).
Los peores cementerios no son los de los hombres muertos, los peores son los cementerios de sueños que tenemos en el corazón (Jorge Ángel Livraga).
Debemos tener el alma no tan solo llena de cementerios de sueños. Debemos tener el alma llena de sueños vivos, de grandes Pegasos alados que nos lleven a otras regiones maravillosas, tenemos que poder conocer, poder captar, poder vivir. O sea, que si cada uno de nosotros se recrea a sí mismo, se recrea toda la cultura y se recrea toda la civilización (Jorge Ángel Livraga).
Un hombre no envejece cuando se le arrugan las células epiteliales, sino cuando se le arrugan los sueños y las esperanzas (Jorge Ángel Livraga).
Todo lo que un hombre puede soñar, él u otros hombres lo pueden plasmar. Si fuesen elementos imposibles realmente, no podrían ser ni siquiera concebidos (Jorge Ángel Livraga).
El hombre lleva dentro de sí mismo los arquetipos de la totalidad de la humanidad. Cada uno de nosotros refleja de alguna manera a todos los hombres que existen en la tierra. Cada uno de nosotros tiene dentro de sí todos los sueños que vivieron sobre la tierra y también de los que van a venir. Cada uno de nosotros tiene un caudal verdaderamente insospechado, nos hace falta tenacidad (Jorge Ángel Livraga).
Un ideal es un modelo celeste que llama y reclama de su sombra terrestre una cada vez mayor perfección para parecérsele lo más posible. Es, por lo tanto, una finalidad y demarca un camino, una línea de tensión de conciencia entre su asiento natural y su asiento superior elegido, pues la conciencia espiritual tiende a identificarse con el ideal (Jorge Ángel Livraga).
Un ideal no es la suma de perfecciones que concebimos, sino la raíz metafísica que provocó en nosotros esa conciencia de la perfección (Jorge Ángel Livraga).
La libertad dijo un día a la ley: “tú me estorbas”. La ley respondió a la libertad: “yo te guardo” (sentencia pitagórica).
¡Pueblos!, no aticéis jamás con la espada el fuego sagrado de la libertad; esta pura llama no debe ser confiada más que a manos vírgenes de sangre (sentencia pitagórica).
Todos los ideales verdaderos son sueños inspirados en el cielo, visiones de una verdad que reside en plenitud en lo divino o Yo espiritual (Jinarajadasa).
Vuestro idealismo es la resolución que habéis tomado de identificaros con el mundo situado por encima de vosotros y no con el mundo en el cual vivís (Jinarajadasa).
Para el idealista, las formas corporales no existen más que con el fin de materializar las Ideas. Las Ideas son las unidades de la realidad, que ligan entre sí los hechos de un mundo, en el que somos los actores encargados de desempeñar los papeles del drama de la evolución (Jinarajadasa).
Las buenas decisiones son imágenes mentales de las buenas obras; las inspiraciones, el soñar despiertos, son susurros del Budhi al Manas. Si las animamos no se desvanecerán como un espejismo en el desierto de Shamo, sino que se desarrollarán cada vez más fuertes hasta que la vida entera de uno se convierta en la expresión y en la prueba interna del divino motivo interno (K. M.).
El verdadero idealista es aquel hombre cuya altura no está dada por su estatura física, sino por la dimensión de sus sueños, y su horizonte no lo varían las montañas, sino la fe en sí mismo (Jorge Ángel Livraga).
Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inaccesible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un ideal (José Ingenieros).
Todos no se extasían, como tú, ante un crepúsculo, no sueñan ante una aurora, o cimbran en una tempestad; ni gustan de pasear con Dante, reír con Moliere, temblar con Shakespeare, crujir con Wagner, ni enmudecen ante el David, la Cena o el Partenón; es de pocos esa inquietud de perseguir ávidamente una quimera, venerando a filósofos, artistas y pensadores que fundieron en síntesis suprema sus visiones de ser y de eternidad, volando más allá de lo real. Los seres de tu estirpe, cuya imaginación se puebla de ideales y cuyo sentimiento polariza hacia ellos la personalidad entera, forman raza aparte en la humanidad; son idealistas (José Ingenieros).
El ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección (José Ingenieros).
La imaginación, partiendo de la experiencia, anticipa juicios acerca de futuros perfeccionamientos. Los ideales, entre todas las creencias, representan el resultado más alto de la función de pensar (José Ingenieros).
Toda idea representa un nuevo estado de equilibrio entre el pasado y el porvenir (José Ingenieros).
La actividad es un movimiento del ser hacía la propia “Entelekia” (su estado de perfección). Todo lo que existe persigue su Entelekia (Aristóteles).
Experiencia e imaginación siguen vías paralelas, aunque va muy retardada aquella respecto de esta. La hipótesis vuela, el hecho camina (José Ingenieros).
La imaginación del idealista despoja a la realidad de todo lo malo y lo adorna con todo lo bueno, depurando la experiencia, cristalizándola en los moldes de perfección que concibe más puros; los ideales son, por ende, reconstrucciones imaginativas de la realidad que deviene (José Ingenieros).
Todo ideal es una fe en la posibilidad misma de la perfección (José Ingenieros).
Lo único malo es carecer de ideales y esclavizarse a las contingencias de la vida práctica inmediata, renunciando a la posibilidad de la perfección moral (José Ingenieros).
Los caminos de perfección son convergentes. Las formas infinitas del ideal son complementarias: jamás contradictorias, aunque lo parezca. Si el ideal de la ciencia es la verdad, de la moral el bien y del arte la belleza, formas preeminentes de toda excelsitud, no se conciben que puedan ser antagonistas (José Ingenieros).
Los hechos son puntos de partida; los ideales con faros luminosos que de trecho en trecho alumbran la ruta (José Ingenieros).
Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud. La imaginación dará a unos el impulso original hacia lo perfecto; la imitación organizará a otros los hábitos colectivos. Siempre habrá, por fuerza, idealistas y mediocres (José Ingenieros).
Todo idealista es un hombre cualitativo, posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor (José Ingenieros).
Sin ideales sería inconcebible el progreso. El culto del “hombre práctico”, limitado a las contingencias del presente, supone un renunciamiento a toda perfección. El hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; solo de los imaginativos espere la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas. Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando a la sombra. Todo porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en infinita sucesión de ideales (José Ingenieros).
Los idealistas aspiran a conjugar la inspiración y la sabiduría; del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio (José Ingenieros).
La humanidad no llega a donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde había ido sin su esfuerzo. Un objetivo que huye ante ellos se convierte en estímulo para perseguir nuevas quimeras. Lo poco que pueden todos depende de lo mucho que algunos anhelan. La humanidad no poseería sus bienes presentes si algunos idealistas no los hubieran conquistado, viviendo con la obsesiva aspiración de otros mejores (José Ingenieros).
Solo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir (José Ingenieros).
El sabio busca la verdad por buscarla y goza arrancando a la naturaleza secretos. El artista busca también la suya, porque la belleza es una verdad animada por la imaginación, más que por la experiencia. Y el moralista la persigue en el bien, que es una recta lealtad de la conducta para consigo mismo y para los demás. Tener un ideal es servir a su propia verdad siempre (José Ingenieros).
Frente a la cultura del instante está la solidez de un pensamiento humanista; frente a la ausencia de vínculos, el compromiso con los ideales (….) Hay que conseguir un ser humano que quiera saber lo que es bueno y lo que es malo; que se apoye en el progreso humano y científico pero que no se entregue a la cultura de la vida fácil (E. Rojas).
En pocas cosas el hombre puede llegar al ideal que la imaginación señala; su gloria está en marchar hacia él, siempre inalcanzado e inalcanzable (José Ingenieros).
Las lecciones de la realidad no matan al idealista, lo educan (José Ingenieros).
La serena armonía clásica reemplaza a la pujanza impetuosa: el idealismo dionisíaco se convierte en idealismo apolíneo (José Ingenieros).
Si el idealista es una mente superior, su ideal asume formas definitivas: plasmar la Verdad, la Belleza o la Virtud en crisoles más perennes, tiende a fijarse y a durar en obras. El tiempo lo consagra y su esfuerzo tórnase ejemplar. La posteridad lo juzga clásico. Toda clasicidad proviene de una selección natural entre ideales que fueron en su tiempo románticos y que han sobrevivido a través de los siglos (José Ingenieros).
La vida vale por el uso que de ella hacemos, por las obras que realizamos. No ha vivido más el que cuenta más años, sino el que ha sentido mejor un ideal (José Ingenieros).
Vivir es aprender, para ignorar menos; es amar para vincularnos a una parte mayor de la humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, incesante afán de elevación hacia ideales definidos (José Ingenieros).
En cada época y en cada pueblo la medida de lo excelso está en los ideales de perfección que se denominan genio, heroísmo y santidad (José Ingenieros).
El hombre sin ideales hace del arte un oficio, de la ciencia un comercio, de la filosofía un instrumento, de la virtud una empresa, de la caridad una fiesta, del placer un sensualismo (José Ingenieros).
La vulgaridad transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardía, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo. Lleva la ostentación a la avaricia, a la falsedad, a la avidez, a la simulación: detrás del hombre mediocre asoma el antepasado salvaje que conspira en su interior acosado por el hombre de atávicos instintos y sin otra aspiración que el hartazgo (José Ingenieros).
Astrónomos hubo que se negaron a mirar al cielo a través del telescopio, temiendo ver desbaratadas sus ideas (José Ingenieros).
Los grandes hombres ascienden por la senda exclusiva del mérito o por ninguna (José Ingenieros).
Ciencia y virtud se confunden en una sola y única resultante: la sabiduría (José Ingenieros).
La moral es tan importante como la inteligencia en la composición global del carácter. Los más grandes espíritus son lo que asocian las luces del intelecto con la magnificencia del corazón (José Ingenieros).
Hacerse valer por cosas que no dependen de los demás, sino de uno mismo, o renunciar a hacerse valer (Epicteto).
Organiza civilizando, eleva educando (José Ingenieros).
El genio es excelente por su moral o no es genio. Pero su moralidad no puede medirse con preceptos corrientes en los catecismos; nadie medirá la altura del Himalaya con cintas métricas de bolsillo. La conducta del genio es inflexible respecto de sus ideales. Si busca la verdad, todo lo sacrifica a ella. Si la belleza, nada le desvía. Si el bien, va recto y seguro por sobre todas las tentaciones. Y si es un genio universal, poliédrico, lo verdadero, lo bello y lo bueno se unifican en su ética ejemplar, que es un culto simultáneo por todas las excelencias, por todas las idealidades (José Ingenieros).
El portador de un ideal va por caminos rectos, sin reparar que sean ásperos y abruptos (José Ingenieros).
El hombre mediocre limita su horizonte afectivo a sí mismo, a su familia, a su camarilla, a su facción; pero no sabe extenderlo hasta la verdad o la Humanidad, que solo puede apasionar al genio (José Ingenieros).
Golpea tu corazón, que en él está tu genio (Stuart Mill).
Los más altos destinos se templan en la fragua de la admiración. Poner la propia fe en algún ensueño, apasionadamente, con la más honda emoción, es ascender hacia las cumbres donde aletea la gloria (José Ingenieros).
Los santos de la moral idealista no hacen milagros: realizan magnas obras, conciben supremas bellezas, investigan profundas verdades (José Ingenieros).
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Muy bueno el artículo, escrito con mucha sabiduría.
En Acrópolis se habla con mucha sabiduría y lo que es más importante: hay coherencia entre lo que se dice y se HACE.
Nueva Acrópolis es un mundo maravilloso, es un ejemplo de vida para quienes quieres construir un mundo nuevo.
Enhorabuena a seguir inspirándonos en esos grandes ideales